Obra de Odilon Redon |
Isla
«Diego García», embrión de muerte
Por Cristina Castello
«¿Qué leyes dictarían ya los senadores?
Cuando lleguen las dictarán los bárbaros [...]
Por qué empuñan bastones tan preciosos labrados
maravillosamente en oro y plata?
Porque hoy llegan los bárbaros»
Constantino P. Kavafis
Es una prisión secreta que se levanta en tierras que fueron robadas a los
habitantes originarios del lugar. De su pista de vuelo despegaron los
bombarderos de los USA, para invadir Camboya, Afganistán e Irak, a fuego,
crímenes e impiedad; para controlar el
Oriente medio y... hay más, ya se verá.
«Diego García» es un
embrión de la muerte. Es la cueva que eligieron los bárbaros —con la excusa de un supuesto «terrorismo» — para mejor
torturar. Es un verdadero tesoro para Norteamérica y el Reino Unido. Es la base
militar más importante que el Imperio tiene,
para vigilar el mundo; y junto a sus pares — las bases de Guam y Ascensión—
son claves para el invasor. Es un sitio ideal para acoger misiles de la ojiva
nuclear, aunque estén prohibidos por los tratados internacionales. Pero, ¿acaso
esto importa a los bárbaros?
Los bárbaros no viven en el océano Índico, donde está «Diego García»,
ese atolón que nació con destino de oasis y se convirtió en el infierno mismo.
No. Los bárbaros dan las órdenes a bárbaros de la CIA norteamericana,
apoyados por Gran Bretaña y por la Unión Europea, que tan bien sabe callar
cuando es el Poder la causa del terror.
«Diego García», es el
enclave justo, por si a los bárbaros se
les ocurriera una acción sangrienta contra Irán. Es el lugar donde la tortura exhibe su mayor sofisticación. Es una suerte de patíbulo
—la muerte en vida—, y el primer escalón, la antesala, para merecer el alivio de pasar a Guantánamo: ese cadalso con el que Barack Obama
prometió terminar. A «Diego García» nadie la nombra y no figura en las agendas
presidenciales, a pesar de ser peor aún que Guantánamo. Está dicho: «peor».
Pero comparar dos horrores no arroja claridad: ¿Quién es peor, Drácula o
Frankestein?
La tierra del planeta no
ha sido suficiente para el Poder imperial. Los Estados Unidos del norte surcan
los mares del mundo con entre diecisiete y veinte barcos- «prisiones
flotantes». En ellas fueron detenidas e interrogadas bajo suplicio, miles de
personas. Pero casi nadie informa sobre esto. No, de eso no se habla.
Habla, sí, y actúa por la justicia, la ONG londinense de derechos humanos
«Reprive», que representa a treinta detenidos no procesados de Guantánamo, a los presidiarios que esperan condenas y a los
acusados de supuesto «terrorismo».
Fue en 1998, durante la
presidencia de Bill Clinton y la vicepresidencia de Al Gore —Premio Nobel de la
Paz— cuando empezaron las detenciones fuera de toda ley y sentido de la existencia humana. Y George Bush los
fomentó en progresión geométrica. Cuando todavía era presidente, admitió la
existencia de al menos 26.000 personas en prisiones
flotantes; pero según los sondeos de «Reprive», la cifra de quienes pasaron
por ellas, es de 80.000, a contar desde
2001. ¿A quién creer? La opción es clara.
Castrar la isla
«Sin miramiento, sin
pudor, sin lástima
Altas
y sólidas murallas me han levantado en torno»
Constantino Kavafis
Los 44 kilómetros de «Diego García», huelen a
ausencia. Bajo su cielo, la gran ausente es la sacralidad de la existencia
humana.
La isla es un territorio
británico de ultramar, situado en el archipiélago de Chagos, en el océano
Índico. En 1966 se produjo un maridaje perfecto entre los bárbaros. El lugar —tan bello, que parece una sonrisa de la
naturaleza— fue ofrecido por Inglaterra
a Norteamérica, que lo quería para instalar esta base militar. Fue un
canje ignominioso: el alquiler por cincuenta años de tierras inglesas, a cambio
de catorce millones de dólares y misiles del submarino nuclear «Polaris».
¡Que siga la música, Maestro!
Pero —eso sí, había una premisa a respetar— en aquel
momento, más temprano que tarde, había que impedir «problemas de población».
Había que desinfectar de seres
humanos, el archipiélago.
Castrar la isla. Cortarle las raíces,
clausurar la vida. Manos a la obra de inmediato, el Reino Unido le bloqueó toda
entrada de alimentos. La vieja y
maléfica bruja —el hambre—, hizo sonar un concierto de estómagos vacíos, al
mismo tiempo que los habitantes empezaban a irse... o a ser echados. El destino
de los desterrados fue, y es, las villas de miseria de la Isla Mauricio.
Allá, a más de 200
kilómetros de la tierra que los vio nacer, los desterrados sueñan tanto con
comer, como con volver a su patria despatriada.
Salvajemente los 2.000 habitantes nacidos en la isla, fueron expulsados.
Un caso, que sintetiza muchos similares, fue el de Marie Aimee, nacida y criada
en «Diego García», quien en 1969 llevó a
sus hijos a Port Louis (Mauricio), para un tratamiento médico. El gobierno
británico nunca le permitió subir al barco para regresar y nunca más pudo
volver.
Su marido, quedó dos años
en la isla y después llegó a reunirse con su esposa, sólo con una bolsa y en un
estado lamentable. Había sido arrojado
de su tierra. Las historias de los otros miles de isleños abandonados, es
escalofriante; desterrados y humillados, fueron reunidos en conventillos, donde
vivían en cajas o chozas de hojalata. De muchos se habían librado, con mentiras
de vacaciones gratis, en lugares de ensueño. Había que barrerlos de la isla: esterilizarla de la presencia de los
paisanos.
La gran mayoría de los
chagosianos fueron detenidos, expulsados de sus hogares, literalmente
«empacados» y depositados en las bodegas de las embarcaciones, entre gritos y
llantos; antes, habían visto exterminar a sus animales domésticos y a su
ganado. Así, podían bombardear más fácilmente Vietnam, Laos y Camboya; amenazar
a la China revolucionaria cuando la Revolución Cultural, para seguir con el
Golfo Pérsico, Afganistán, Irak, y... hay mucho más. Estos bárbaros no tienen corazón.
¡Y vaya que no! Muchos
murieron de tristeza, se suicidaron, o se hicieron alcohólicos, mientras
soñaban con la tierra prometida. Pero nadie abandonó la idea de volver a su isla de corales y palmeras; a la isla
que —hasta que ellos la vieron— no estaba contaminada por armas ni maldad. En el «Times» de Londres del 9 de noviembre
de 2007, una de las lugareñas sintetizó: «Era el paraíso, éramos como aves
libres, y ahora estamos igual que en una prisión».
La Alta Corte británica
primero, y la Corte de Apelaciones después, sentenciaron que la expulsión fue
ilegal y dieron a la población el derecho a regresar; pero ningún gobierno
quiso cumplir esas sentencias. Y la Oficina de Asuntos Internos e
Internacionales del Reino Unido, en cambio, dijo que no habría población
indígena. El único derecho a ciudadanía se concedía a las gaviotas.
Hoy, de los 2000 expulsados originariamente,
conservan la vida menos de 700. ¿Juegan
los bárbaros a la extinción final?
Los USA alquilaron la
isla hasta 2016. Y hasta entonces, y después, ¿qué?
Drácula,
Frankestein y los eufemismos
«¡Ay, cuando levantaban
las murallas, cómo no me di
cuenta!/Pero
nunca oí ruido ni voces de albañiles.
Desde
el mundo exterior –y sin yo percibirlo- me encerraron»
Constantino Kavafis
¿Y
qué, con la prisión de «Diego García»? «Diego García» es el mayor centro de
torturas —les llaman eufemísticamente «interrogaciones»— para los presos considerados más
«importantes» por el Imperio. Fue
allí que el prisionero Ibn Al-Sheikh Al-Libi tuvo que mentir, pues no resistía
el suplicio a que era sometido. Dijo,
para evitar que siguieran lacerándolo, que Saddam Hussein era aliado de Al-Qaeda,
y que tenía las famosas armas destrucción masiva, de las cuales tanto se ha
hablado.
Por cierto que se
demostró que esas armas no existían. Pero eran los argumentos que George W.
necesitaba, para la guerra del petróleo: la que el lanzó, hambriento de
dólares, con la excusa del «terrorismo»; como si hubiera sido un salvador del
mundo, al que aniquilaba y por lo cual hoy se intenta juzgarlo. Desde todo el
planeta, se levantan cada vez más voces que demandan, precisamente, llevarlo
frente a la justicia como un reo que cometió crímenes contra la humanidad.
La mazmorra de «Diego
García» se conoce como «Campamento de Justicia». Seguimos con los eufemismos. Y
las seis mil bases militares mundiales de los USA, se mencionan como «huellas»
en la jerga castrense estadounidense. Entre ellas, «Diego García» tiene un
nombre que suena a burla: «Huella de la libertad». Las palabras perdieron su
significado.
Mientras tanto, los traslados de prisioneros drogados, encapuchados, y
fuertemente torturados, desde allí hasta
Guantánamo, ha sido lo habitual. Personas cautivas trasladadas de un horror, a
otro. De «Diego García» a Guantánamo. De Drácula a Frankestein, estaba dicho.
Los 2.000 soldados
yanquis destinados permanentemente en el lugar, son la población central de
«Diego García ». La tortura necesita vigilancia, ¡caramba! Ironías de la vida,
son 2.000 también los desterrados: las armas reemplazan a la vida.
Los bárbaros niegan todo, pero las evidencias y pruebas existen. Por
ejemplo, las de ex prisioneros que, por algún milagro lograron la libertad, y
cuentan cómo fueron trasladados a Guantánamo, así como el espanto de las
torturas, imposibles siquiera de imaginar por cualquier mente humana. Por
ejemplo, el testimonio fundamentado del
historiador británico Andy Worthington, autor de «The
Guantánamo files: the stories of the 774 detainees in America's illegal prison»
(Los archivos Guantánamo: las historias
de los 774 detenidos en la prisión ilegal de América).
Worthington relata que «una honrada persona con acceso a
información privilegiada», Barry McCaffrey, general norteamericano en retiro y
profesor prestigioso de estudios de Seguridad internacional, reconoció en dos
oportunidades que en «Diego García» se
retienen personas acusadas de terrorismo; de la misma manera, aceptó que lo
mismo ocurre en Bagram, Guantánamo, por cierto, e Irak.
Por su parte, Clive Stafford Smith, director de la ONG
«Reprive», de cuya seriedad nadie duda, aseguró al «Guardian» que es categóricamente cierta la existencia de los
prisioneros en la isla.
Dos de los 2000 desterrados de Diego García Nunca pudieron volver |
También el senador suizo Dick Marty, confirmó en 2006 las
«entregas extraordinarias» de detenidos, desde allí hacia Guantánamo. En un
informe que entregó al «Consejo de Europa», certificó que los USA, bajo la responsabilidad legal internacional
del Reino Unido, utilizaron este atolón del Índico como prisión secreta para
«detenidos de alto valor». El relator especial sobre la Tortura de la ONU,
Manfred Novak, lo ratificó.
Guantánamo parece ser prioridad en la agenda de Barack
Obama. ¿Y «Diego García»? Es verdad que
el flamante presidente de la Casa Blanca tiene demasiados desafíos,
rompecabezas y crisis a resolver, así como una oposición conservadora que no le
hace fácil gobernar. Pero, ¿tiene la voluntad política para terminar con esta
abyección? ¿Podrá —y sobre todo querrá— ir contra la siembra de muerte de los bárbaros?
La libertad, la justicia y los desterrados de «Diego
García» esperan su palabra y la de la Unión Europea. Esperan, «como cuerpos bellos de muertos que no han
envejecido/y
los encerraron, con lágrimas, en una tumba espléndida/
—con
rosas en la cabeza y en los pies jazmines» (Constantino
Kavafis).
Cristina Castello, en revista "Playboy" (México), diciembre 2008
Cristina Castello, en revista "Playboy" (México), diciembre 2008