He soñado una fuga, un 'para siempre', suspirando en
la escala de una proa; he soñado una madre, unas frescas matitas de verdura, y
el ajuar constelado de la aurora
César Vallejo
Mientras el
mundo celebra la poesía de César Vallejo —vate
máximo del Perú y uno de los más grandes del mundo, en el 80º
aniversario de su muerte en París— el presidente actual encarcela poetas y
canta «Viva la muerte».
Le dicen «Caballo loco», «Patadita» y «Alan Babá». Cantaba por placer en los metros de París,
adora tocar marineras en su guitarra, y con Lula da Silva en la Cumbre de los Pueblos del mayo que pasó, interpretó el Tico Tico Non Fubá. Multifacético en sus artes, en este enero entonó en público el Viva la Muerte
de los falangistas españoles, de todo corazón. En su primera presidencia y
por la noche se enfundaba en ropas negras, tomaba una motoneta y salía en busca
de la hija de un poderoso empresario árabe: era «aquel» amor. Con su metro 93 y
gordinflón, inventó el matrimonius
interruptus y le obsesiona seducir. Fue diferente
casi desde bebé: a los cinco años conoció a su papá y lo llamó siempre «señor»;
y ya en la Facultad ,
maletín en ristre y al estilo James Bond, portaba cachiporra y pistola, con
devoción.
Es Alan García, presidente del Perú. Divertido con sus
íntimos, y afuera pendenciero y feroz. Comando
civil en la universidad, enfrentaba a palos y balas toda acción, idea o
sueño de las izquierdas. Durante su
primer mandato —del ’85 al ‘90— la inflación trepó al 7.500%, y fue acusado de
corrupción, crímenes y traición; había sido l’enfant
terrible para el FMI, en la etapa
inicial, pero después fue su alumno más fiel. Durante aquel gobierno, se
organizó el Comando Rodrigo Franco, que
barrió poblados andinos enteros, las matanzas de campesinos eran
habituales y también los desaparecidos.
Hombre de derechas, en el ’88, sin
embargo, se deslumbró con el grupo guerrillero «Sendero luminoso»: «Siento
admiración por la mística y entrega de sus militantes»,
dijo entonces.
Contradictorio este Monsieur «Caballo loco», apelativo que ganó
cuando, siendo diputado, agredió intempestivamente a puntapiés al entonces ministro
de Economía. Admiraba a Sendero, sí.
Pero en el ’85 había ordenado la
Masacre de Accomarca, donde el Ejército peruano
asesinó 45 personas. Y dos años antes, el 19 de junio del ’86, se ejecutaron extrajudicialmente
más de 200 prisioneros de El Frontón,
Lurigancho y Santa Bárbara. Entre ellos había detenidos de Sendero Luminoso, quienes —amotinados—reclamaban por condiciones
mínimas de vida, contra la lentitud de los procesos judiciales, y por el cese
de las torturas sistemáticas. En aquella Masacre
de las Prisiones, todas las evidencias señalan que fue él —«El
gran estratega del demonio»,
como también lo llaman— quien dio la
orden de matar. Hace unos meses se reabrió la investigación.
Aquella matanza se ordenó cuando los amotinados se habían
rendido y a pesar de que la mayoría eran inculpados,
no procesados. En juicios post-mortem, varios de ellos fueron declarados inocentes, hecho probado por la Justicia peruana y la Corte Internacional
de Derechos Humanos. Por cierto que la venganza de los senderistas no se hizo esperar. Y tampoco la respuesta desde el
Poder, que siguió con la Masacre de Cayara en mayo del '88, cuando
treinta personas fueron exterminadas, y hubo decenas de desaparecidos.
Padrenuestro
sin Jesús
Dios
mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy
supieras ser Dios (César Vallejo)
Se
creyó «tocado por el destino» cuando asumió su primer mandato con sólo 36 años.
Desde 1930 el APRA, su partido, no llegaba al Poder: grandes festejos y júbilo;
la esperanza desplegaba sus alas sobre aquel joven abogado y sociólogo, nacido el
23 de mayo del ’49, fecha que hoy el 78% de los peruanos que apostaron su
ilusión quisieran borrar del calendario. Ése es el porcentaje de las personas
que hoy se oponen a quien —por esas cosas éticamente incomprensibles— ocupa
desde el 28 de julio del ’06, y por segunda vez, el sillón presidencial. Su gestión
debe expirar en 2011... ¿Llegará?
Había dejado el gobierno en julio del ’90, por la puerta
trasera, sin poder siquiera dar su último mensaje, porque los carpetazos y
gritos de legisladores y público no se lo permitieron. El Parlamento lo procesó
por un sinnúmero de delitos. Asesinatos y torturas, enriquecimiento ilícito,
coimas en la compra de aviones Mirage,
venta irregular de acciones de la deuda externa, licitación de un tren
eléctrico que sólo avanzó cinco kilómetros… y la lista continúa. «Alan Babá» —
alias éste que se explica en sí mismo—, burló a la Justicia. Eludió
las causas por crímenes de lesa humanidad,
con la ayuda del entonces presidente, ahora procesado por veinte homicidios y
dos masacres, Alberto Fujimori; y su exilio —primero en Colombia y luego en
París— lo salvó de la cárcel por corrupción financiera. Después volvió al Perú
para decir... ¡Viva la libertad! Las causas habían prescripto.
4.-Junio de 2009 - La última "obra" de Alan Garcia |
En París, «Patadita» vivía
en un apartamento que en 1997 compró en el 118 de rue de la
Faisanderie , en el súper chic 16ème arrondissement
(distrito) de París. En los 196 metros cuadrados
por los que pagó entonces 2,6 millones de francos —3 millones 965 mil euros de
hoy—, su estatura hizo nido igual que un cuervo glotón. «Patadita» es el apodo
que recibió cuando en el Perú dio un puntapié furioso a un discapacitado, frente
a la tevé.
¡Ah,
pobre la poeta Doña Nytha Pérez Rojas! Es una de las fundadoras del APRA,
culta, incansable luchadora, y... su mamá. De ella heredó su verba, pero, de lo
bueno... nada más. Madre amantísima, lo crió sola hasta que el niño cumplió sus
cinco, pues «El Blanqui» estaba encarcelado, torturado y hasta fue deportado, justo en aquella
etapa. «El Blanqui» era Don Carlos García
Ronceros, su padre, político y buena persona, quien tras las rejas añoraba a su
bebé. Pero una vez que el papá dejó la cárcel, el bebé se asustó al verlo, nunca dejó de llamarlo «Señor García», e
hizo volar como a los Mirage los
poemas que Don Carlos le había escrito en El
Frontón.
El
quinquenio 1985-90 significó para el Perú una de las crisis más severas
sufridas hasta entonces. Y su gestión actual se revela peor aún. Mientras tanto,
y por la tele oficial, rezó un Padrenuestro cuyo copyright no es del Jesús. «Padre nuestro Perú/Perú nuestro que
estás en el mundo /hágase, patria, tu voluntad/así en la tierra como en el
cielo», oró con devoción.
Cinco
hijos y otro bebé
Vámonos a beber lo ya bebido,
vámonos, cuervo, a fecundar tu cuerva. (César Vallejo)
Su adicción a las relaciones
amorosas es proverbial. A los 22 se casó en Suiza con Carla Buscaglia, de quien
nació Carla García; poco después conoció en España a la argentina Pilar Nores
Bodereau, y el impacto los selló en un para
siempre que dura hasta hoy. En 1977
volvió al Perú y enseguida llegó Pilar con Josefina —la primera hija de los García
Nores—, nacida en Madrid; con el tiempo, se divorció de su primera esposa.
Siempre
impetuoso, seductor y donjuán, tuvo amores por doquier. Y todo soporta la Primera Dama , que es
inteligente, que bien conoce a su honorable
esposo y mucho influye en sus decisiones.
¿Soporta entonces, o es su
cómplice? Cuatro hijos tenían ellos, y
cinco García. Pero llegó la televisión. El periodista César Hildebrnadt había
revelado que el presidente tenía un hijo de un año y 8 meses, cuya madre era Roxanne
«Cuqui» Cheesman Rajkovic. Gran alboroto. Y dos días después, conferencia de
prensa en el Palacio de Gobierno. Allí estaba García, parado cuan alto es y
libreto en mano, que leyó. Pilar Nores miraba hacia la punta de sus zapatos, dos
pasos atrás, manos en cruz. Mintió que habían estado separados durante seis
meses, que en ese lapso tuvo una relación con la otra «distinguida dama», de la
cual nació su sexto hijo, Federico García Cheesman, al que había reconocido
como tal, pero que su vida marital se había reconstruido. De allí, la expresión
matrimonius interruptus, que acuñó Hildebrnadt:
hoy nos separamos, voy, tengo un hijo,
vuelvo, y ya está.
Violento. De una
violencia atribuida a su enfermedad maniaco-depresiva, por la cual toma litio
regularmente, está empecinado en imponer la pena de muerte, al mejor estilo del
jefe George Bush, a quien sirve más allá de sus expectativas. La doctrina Bush se extiende a Perú.
Rodillas obsecuentes
Jamás, hombres humanos,
Hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa... (César Vallejo)
«Ladrón,
genocida, coquero» y otros calificativos
es lo mínimo que el diario «La Nación »,
de Chile, dice de él. Y obsecuente. En mayo pasado, García se puso de rodillas también frente a la
presidente chilena Michelle Bachelet, cuyo gobierno realizó inversiones enormes
en el Perú. Inversiones o «una
especie de ocupación económica sin límites»,
según el periodista Carlos Angulo Rivas. A pesar de ello, Bachelet se enfadó
frente a las rodillas obsecuentes: pocos
soportan ciertas indignidades...
aunque fomenten otras.
«Tiren, no piensen», ordena Alan
García a la Policía.
Incapaz de dar respuesta a la protesta social, «Patadita» la
criminaliza. Sigue el ejemplo de la guerra preventiva que proclama su jefe de la Casa Blanca : reprime y
encarcela. Obsesionado, ve terroristas hasta
en los tragos que toma, abundantes. De allí la detención de Melissa Patiño,
poeta de 20 años, y de otros seis jóvenes, sin más pecado que el de ser poetas. Melissa estuvo 70 días en la prisión
de máxima seguridad de «Santa
Mónica», en Chorrillos, Lima, tomada como
un rehén. El presidente quiso asociarla al MRTA (Movimiento Revolucionario
Túpac Amaru), del cual la niña no tiene ni noticias; pero él sigue empeñado en
que aquél es
un grupo guerrillero, a pesar de que el Parlamento Europeo y el Departamento de
Estado de los Estados Unidos —nada menos— lo excluyeron de sus listas de organizaciones
terroristas, pues no registra actividades ilegales desde hace 8 años.
Además, sus líderes están
condenados y han expresado su deseo de trabajar para la democracia, dentro de
un partido político. Así, Víctor Polay —quien fue líder del MRTA y lleva 17 años en
prisión, con ocho de torturas cotidianas— pidió perdón. Un comité de personas
intachables trabaja por su libertad y su reinserción cívica. Pero no: García
hizo aumentar su condena, más y más. En realidad, no perdona a Polay el romance
que tuvo con Pilar Nores, su mujer, tantos años atrás. «El Perú lo que necesita
es orden. Están notificados», es la consigna del hombre que de noche usa ropas
negras y motoneta... ¿vestido para matar?
Melissa
—y luego otras cinco jóvenes detenidas — salieron de la cárcel gracias a la
acción del PEN Club y su «Comité
de Escritores en Prisión»; y sobre todo por la potencia de los 1.700 firmantes
que exigieron... ¡Libertad! Entre ellos, Noam Chomsky, Thiago de Mello y otros renombrados
editores, escritores y artistas de todo el planeta. Contrariado el gobierno,
acusó a Chomsky y a todos los signatarios de «co-terroristas». Si no hay respuesta,
el disparate puede ser un recurso.
Autoproclamado
—con la consiguiente burla mundial— un hombre de izquierdas, persigue poetas, persigue ideas. Arrasa centros culturales, y les envía hombres armados como para
enfrentar a asesinos seriales. «Garcichet» —mix
entre García y Pinochet—, según lo llamó el periodista Javier Diez Canseco, sigue su avanzada contra
todos.
En su visita al Perú en este mes de mayo, el sociólogo
francés Alain Touraine dijo que el mandatario peruano tiene diez años de atraso,
pues la idea de liberalización y privatización total ya está abandonada. Pero «Caballo
loco» sigue su carrera desenfrenada: entre otros desatinos, hizo seis proyectos
de ley para cercenar territorios a los campesinos y vender los bosques
amazónicos a las multinacionales... a perpetuidad.
Y en abril dijo en Madrid: «Vengo
a pedir que regresen las carabelas de Cristóbal Colón, ahora en forma de
inversiones».
¿No tiene límites? En febrero de 2006, cuarenta días antes
de las elecciones, su asesor lo incitó a ganar el voto de los jóvenes: el 30%
del electorado.
—Tenemos que ganarlos como sea —se encendió
el candidato—. ¿Qué hay que hacer?
—Tienes que bailar —le respondió su consejero.
Y Alan Ludwig García Pérez, gordinflón, exhibió su figura obesa que en
fotografías por el mundo lo mostraron, ridículo, bailando reggaetón.
El 9 de este mes hay un
paro nacional y la ciudadanía comienza a reaccionar. «Tiren, no piensen»,
insiste el danzarín, mientras continúa perseguido con
la idea de que morirá como John Kennedy. Y sigue rematando el Estado, sin
moderación: «¡Ah! Desgraciadamente,
hombres humanos, /Hay, hermanos, muchísimo que hacer» (César Vallejo).
Cristina Castello, en revista "Playboy" México - julio 2008