viernes, 7 de julio de 2017

Landrú o el poder de la alegría - Por Cristina Castello

Foto: Ramón Puga Lareo
Alegría. Como la de un avión que vuelve, con los seres que amamos. Como la de uno que parte, cargado de sueños nuestros. Como la de dos tazas de café por las mañanas, cuando el amor no se agostó en la noche ni en el tiempo. Como la de los amigos que, como el oso, se extienden la patita. Como la del deleite de la ternura. Como la de ser fraternos. Y dignos. Y buenos.
Alegría, como la de una hoja de papel, incitación a la poesía; como la de un pincel, que apremia a trabajar el lienzo; como la de las teclas del piano, en las yemas de Horowitz, de Martha Argerich, de Cristian Zimermann, de V. Richter, de Aldo Ciccolini. Como la de Place Concorde, cuando las hadas de París nos aletean con el espíritu de la República y del arte.
Y claro que a veces parece que nos tapiaron el cielo, porque también existe la tristeza. Pero si sentimos con el escritor Enrique Bossero, que su imagen es la de un tobogán sin niños en medio de una plaza cercada por el viento, múltiples son -por gracia de Dios- las caras de la alegría. Por ejemplo, la del vuelo de los pájaros de Jacques Prévert. Pájaros. Pájaros de los que transportan a los niños, pájaros de las primeras caricias, pájaros de la maternidad. Alegoría de lo eterno, despiertan con un himno a la vida. Sus trinos.
La alegría es un relámpago del mundo, un guiño de los ángeles. Es sed de estar despiertos, gula de luz. Inteligencia para descubrir la vida en cada sitio donde late; y toda chispa de esperanza como víspera. Es descubrir un político, aunque sólo sea uno, para quien su imperativo sea el bien común. Es advertir con cada libro que nos abrasa que en algún lugar del mundo está o estuvo su autor, con quien compartimos delicias, visiones. Es saberla sorpresiva: “y súbita, de pronto, porque sí, la alegría.” (Pedro Salinas) Y es darnos cuenta cuando ella nos habita y darle poder para que sea la única dictadura del Mundo. La de la sonrisa.
Cristina Castello

- ¿Cuál es el poder de la alegría?
- Algo que nos hace sentir como un dios, por un ratito.

- ¿Cuándo?
- Cuando ayudamos a alguien a que ejerza su posibilidad creadora. (Sin soberbia) Yo lo hice, por suerte, con muchos dibujantes.

- ¿El goce consiste en vivir la vida como ética y como estética?
- Sí, como ética cuando uno permite -por ejemplo- que alguien exprese su arte o cuando somos buenos. Y como estética, con el regocijo ante ciertas bellezas, como la griega. ¿Qué quiere? (Se deleita) A mí me gusta lo clásico porque es el estilo más despojado y armonioso.

- Síntesis de belleza, ¿como el David de Miguel Angel o las obras de Mantegna?
- ¡Sí, y como la Venus de Milo!  (No puede con su genio de humorista) Es la única mujer que no habla hasta por los codos (ríe de su propia gracia). 

- ¿El humor es un guiño de la inteligencia?
- Sí y la risa nos diferencia de los animales, de manera que hay que decir (se divierte): No sea animal ¡Ríase!

- ¿Se imagina un país loco de alegría?
- ¿Cómo sería?

- Quizás donde nadie muera -o esté triste- por querer vivir...
- (Pletórico) Sí, como el país que había cuando yo fundé la G.C.U. (Gente como uno) y nos encontrábamos en los bares, en Mau-Mau, en Harrod’s o la confitería París, en Buenos Aires. Pero ahora hay una invasión de gente, digamos rara, ¿no?

- ¿Los nuevos ricos?
- ¡Sí, sí! Y cuando uno viaja, ve a ciertos argentinos de los cuáles dan ganas de huir.

- Los que en París gritan: garçon, garçon.
- ¡¡¡Si!!! (Con ímpetu) A diferencia de la gente refinada -que es discreta- ellos usan corbatas escandalosamente chillonas y se ríen a destiempo, con carcajadas estrepitosas. ¡Son unos payasos!

- Pero la carcajada -como en Garrick- puede ser una máscara de la tristeza.
- Sí, y puede ser histeria cuando nos reímos porque nos hacen cosquillas.

- Nada sabemos de la risa de Cristo pero debe de haber sido feliz: fue el amor mismo
- (Hace una introspección profunda) No sé, puede haber sido muy sereno, sin remordimientos y con paz espiritual, pero no sé si fue feliz. 

- Bueno, la paz no es poca cosa: es alegría en silencio...
- Es verdad: la risa más sutil está en la mirada que tiene alegría.

- ¿Y qué es la alegría?
- Es una filosofía de vida, propia de personas inteligentes.

- ¿De dónde nace?
- Es un don para el hombre y (juguetón) una doña, para la mujer. Bueno, (tentado) ¡basta de hacerme preguntas que excitan mi humor!

- ¿Y si fijamos la tibieza del sol en invierno como imagen del júbilo?
- ¡Excelente idea! Porque, además, el sol curó mi alergia: es bueno para la salud, fundamental para la alegría.

- Lo mismo pensó el poeta Ardengo Soffici, cuando escribió, ya sano, que después de tener su cuerpo licenciado por la enfermedad no podía creer en la felicidad de vivir.
- Sí, la felicidad es estar vivo. Pero mire: ser infeliz y no darse cuenta, también debe de ser lindo, ¿no? (ríe).

- ¿Y usted es feliz?
- El noventa y nueve por ciento de los días de mi vida fui feliz, salvo cuando tuve desgracias familiares o de amigos.

- Pedro Salinas compara la inminencia de la llegada de la dicha, con un árbol, cuando el aire entra por debajo de sus raíces y ni siquiera mueve sus hojas. Es la felicidad -dice- está ya cerca”, ¿coincide?
- (Pedestre) ¡No! Esa es la felicidad para quien tiene sentido poético, pero yo soy feliz con jolgorio) y no me entra aire por ningún lado.

- ¿Nunca sintió esa sensación de víspera?
- (Más pedestre) Nunca. ¿Qué quiere? ¡No tengo poesía!

-¿Qué lugar del mundo le provoca gozo?
- Igual que a mi hija, me gusta Venecia, ¡Ah! No sabe usted cómo disfruto de esa ciudad, porque es romántica. (No tan pedestre)

- ¿Y qué me dice de las delicias de la naturaleza?
- ¡Ah! Las noches estrelladas en el campo. Y esa sensación de infinito (casi sueña, ¿dónde quedó el hombre de los pies siempre a tierra?) ¡Cuánta hermosura!

- Como la risa de la primavera y la alegría de la belleza.
- Sí, sí y el goce del renacer de las mujeres, que en septiembre se ponen más bellas (¿y su pisada tierra? Landrú ya tiene alas). Y el placer de verles el brillo en los ojos, cuando son amadas.

- Bueno, Dino Campana escribió a su amor: “Hay en tu cuerpo una sombra de esa necesidad que vaga serena e ineluctable por el alma y la disuelve en júbilo”.
- (Alborozado) ¿Ve? Esa es una manifestación de la alegría. ¡Esos sí que son sentimientos fuertes!

- Landrú: usted niega la poesía. Y  le gusta Dino Campana, que es un poeta italiano exquisito y...
- (Encontrado en falta, juega) No me diga Landrú.

- ¿Le digo Colombres?
- (Muerto de risa) ¡No! Dígame“Cuchi Cuchi”.

- Y habla del infinito y de la primavera.
- (Tozudo y juguetón) Sí, porque en primavera duermo la siesta, y entonces nazco dos veces en el día: renazco. Es la re-re-re (ríe y ríe, sin sonido, claro).

- Parece un chico.
- (Confidente, habla bajito) Mire, voy a contarle: si hay algo que me gusta son los trabajos de Walt Disney. Como Sinfonía, con música clásica y con aquellos dibujitos animados tan lindos. Recuerdo cuando almorcé en el estudio de Disney, donde también se hacían películas de aventuras. Estábamos en el comedor y por una puerta entraba María Antonieta, y por otra Guillermo Tell, y Robin Hood, y Tarzán, ¡y todos ellos!

- ¿Son su imagen de la dicha?
- ¡Sí, sí! Esa es la alegría en estado puro. Y también (en tono de confesión) ¡los caramelos colorados! Me desvelan desde que era chico. Los veo y se me van los ojos; y cuando hay varios al colorado lo dejo para el final, para conservar el sabor.

- ¿Y qué dejamos para la “Oda a la alegría” de Schiller?
- Sí, está bien, pero eso está en música clásica, para escuchar en silencio.

- Pero existe la danza.
- ¡Ah, sí! Yo no puedo vivir sin bailar. Tanto, que gané concursos de tango y también bailé foxtrox y charleston. Y en Puerto Rico aprendí el cha-cha-chá: (canta) “El bodeeeguero y el cha-cha-cha”. Y también el merengue, la guaracha; el guapachá, el guaguancó y la cumbia. Me fascinan los ritmos tropicales, porque son otro lugar de la alegría.

¿Cuáles son sus lugares felices en Buenos Aires?
- El Rosedal y Palermo. Otros no tienen mucha felicidad. Pero, además (reflexivo) los argentinos somos medio necrófilos, ¿no? Mire que hacer tan buenos restaurantes frente a La Recoleta, ¡justo frente a un cementerio!. Pero perdone, ¿por qué estoy hablando de un lugar de muertos, si usted me pregunta sobre la vida?

-Precisamente. Hay palabras que tienen vida: nido, libertad, amigo, tibieza, calor, confianza. ¿También para usted?
- Yo pienso más en términos de palabras graciosas y no graciosas. Graciosas me parecen, por ejemplo, miope y huevo frito (ríe, todavía le falta lo mejor). Y qué decir de feldespato, un mineral al que bautizaron sin ninguna justicia; (pícaro) y ni hablar de palabras que parecen poéticas, como carminativo, pero (está travieso) quiere decir: antiflatulento. Lástima, ¿no?, carminativo sonaba a amor.

- Al amor, entonces. Y a la alegría de un desayuno enamorado después de tres, de diez años.
- ¡Claro! La base de eso es el romanticismo. Y esa es la única verdad: su consideración del amor como la única alegría verdadera.

- Pero hay personas fóbicas al amor y a la felicidad. Rara la condición humana,¿no?
- Muy rara. Porque a quien huye le importa más ser infeliz, que hacer daño con su abandono a aquel del cual escapa. (Extrañado) ¿Será que no le importa la bondad? O quizás, ni siquiera se da cuenta de que el amor es enemigo del malhumor y hasta se priva de la posibilidad de vuelo que tienen los enamorados.

- Claro que vuelan. Oliverio Girondo escribió que tenía que atarse a los barrotes de la cama, porque -si no- aparecía indefectiblemente sobre el techo del ropero.
- Sí, sí, (divertido) pero eso pasa a los veinte años y después se convierte en cariño.

- No, si persiste la magia y si la persona amada es geografía e identidad. El amor se renace.
- ¡Eso! Es como un pedazo de uno. Yo me casé hace cincuenta y dos años y para las bodas de oro le dije a mi mujer: ¿querés que festejemos con un crucero o con un minuto de silencio? (los ojos le ríen).

- ¿Y eligieron el minuto de silencio?
- ¡No! El crucero. ¡Y allí hicimos el minuto de silencio! (ríe).

- ¡No dirá ahora que el erotismo es un calvario!
- No, pero es un refinamiento que bastardeó la televisión. Lo confunde con el ratoneo y así (serio) no tiene alegría.

- Si le digo manos, horizonte, sexo, trino, ¿Le suenan al deleite del amor?
- Bueno, eso de sexo es para los de veinte. Pero me gustan las otras palabras. Porque con las manos se crea. Y el trino de los pájaros representa la libertad. Y el horizonte es amplitud y luminosidad.

- Me recuerda que Chagall con su pintura, nos abrió los ojos a la luz.
- Sí, pero las pinturas no me producen alegría: algunas me agobian. Me gusta el placer del artista, que nació con ese don.

- ¿Los políticos tienen el don de la alegría?
- ¡No! Y tampoco los grandes nombres de la historia. ¿O usted cree que los reyes que formaban una corte de enanos para divertirse, eran felices? ¡No, no! Y los políticos, como máximo, a veces tienen sentido del humor.

- Deme ejemplos, por favor
- El político Alfredo Palacios. Yo lo dibujaba con mulatas y decía que fue el fundador de Villa Cariño. Y sin embargo, el día que no salía en (la revista) Tía Vicenta, me llamaba y preguntaba si él había perdido vigencia. Le gustaba que hiciera chistes con su persona.

- El humor humaniza y quienes son inteligentes se dan cuenta.
- Sí, saben que los desacartona. Como el ex-presidente de Argentina, Arturo Frondizi: tanto escándalo hizo el director del diario El Mundo porque yo lo había dibujado con la nariz grande y Frondizi estaba contentísimo.

- ¿Y usted se enoja alguna vez?
- No, yo nací alegre y optimista. Soy como ese señor de un chiste mío, cuya mujer le dijo: querido: "Aquel hombre te dijo estúpido". Y él contestó: "Hace bien el señor y tiene razón: soy un estúpido”. Y claro, ¿para qué discutir una verdad?

- ¡Bueno, para defenderse!
- (Convencido) ¡No! Déjeme con mi mundo de caramelos colorados y con los dibujitos de Disney ¿O alguien tiene el derecho de hacerme perder la alegría?
  
Cristina Castello
Revista Plaza Mayor, 10-02-99