Foto: Ramón Puga Lareo |
. «Hay una gran
diferencia entre objetividad y veracidad. Esta es una actividad del alma. Yo pienso que
uno puede aprender por la vía del dolor, que es la experiencia de una vida
comprometida con sus deseos. Y otra vía de
la gracia, donde la comprensión no viene como resultado de las sucesivas caídas.
Pero por lo general aceptar tus limitaciones y necesidades, vivirlas y
comprometerte con ellas puede llevarte a entenderlas. Abstenerte te
mantiene en un estado de culpa por no haber aceptado tus reclamos. La gracia no
se manipula, adviene»
Bendersky o la pintura del silencio
Durante una entrevista que mantuvimos
con Eduardo Bendersky en 1980, a poco del regreso de su último viaje a Europa,
lo descubrí austero en palabras. Pero, aunque pocas, fueron las necesarias.
Hace
unos días nos encontramos para este artículo cuyo tema requería un diálogo más
intenso que aquel. Entonces dijo más palabras, pero también fueron las necesarias.
Porque
no es proclive a hablar de sí mismo, no resultó sencillo conocer su historia
personal. Sin embargo, la suya – lejos de ser una actitud neurótica o
excluyente – parece responder a una conducta asumida hace tiempo. Todo en su
vida confluye hacia el arte; no caprichosamente expresó, durante nuestra
visita, que se nutre de sus obras, porque ellas le dan respuestas sobre sí
mismo y sobre los demás. A partir de
aquella impresión orientamos el diálogo, del cual bien podría mencionarse como
síntesis estas expresiones:
«¿Te acordás como era antes de terminar, la flor blanca? No me imaginaba esa respuesta. Y pareciera ahora la única posible»
Bendersky
nació en Córdoba y formó parte –con Antonio Seguí, José De Monte, Pedro Pont
Verges y Marcelo Bonevardi, entre otros – de una generación de artistas hasta
ahora irrepetible en aquella ciudad. Estudió un corto tiempo en la Escuela
Superior de Bellas Artes, y después hizo varios viajes y vivió algunos años en
Europa. Hoy, no es frecuente encontrarlo en vernissages ni en otras reuniones;
sale poco, no fuma, toma alcohol solo excepcionalmente y vive dedicado al taller, donde encuentra su alegría y su
fundamento. Así es que después de hablar con él – y de apreciar su obra-, se
aprende cómo es un artista verdadero. Por eso importa poco calificar su pintura
– como se ha hecho, en ejercicio de una manía común- para enrolarle dentro de
algún «ismo». En cambio, vale la pena detenerse ante a ella: es una experiencia
modificadora.
Libertad versus cultura
«Nací en Córdoba
en Marzo de 1932, y viví durante mi infancia cerca Plaza España, en un Barrio
que se llama Nueva Córdoba. A los 20 años viajé por Latinoamérica y viví seis
meses en Perú y Bolivia. ¿Si ya pintaba?.. Claro, lo hice desde niño»
—Usted anduvo bastante por el mundo. ¿Qué buscaba en cada
viaje?
—No sé, es como si a uno lo
estuvieran llamando de algún lado. Es cierto que lo interno puede hallarse en
todas partes pero es importante encontrar experiencias verdaderas, para poder
reconocer las propias. Por otra parte, Europa permite tomar contacto con
sucesos culturales importantes.
—A propósito, ¿qué me dice de la cultura argentina de hoy?
—Creo que, a pesar de los límites que
implica la tensión social, así como la censura y otras situaciones que no son
propicias, hay muchos que trabajan seriamente. Ellos son quienes pueden
modificar esta instancia con su aporte.
—¿Las situaciones caóticas favorecen la creación?
—Hay una máxima que dice que «el sol quema o
calienta». Yo creo que situaciones como
las que padecimos desintegran a algunos e incentivan a otros en la búsqueda de
respuestas mas sanas.
— ¿Cuál debería ser la función del estado en materia de cultura?
—La función máxima sería la de
promover el conocimiento, sin censura ni dirección previas, para que la
ideologías no deformen los principios básicos de la conducta. Debería promover
sin miedos, porque la búsqueda de la
identidad necesita de la libertad... aunque acá estamos acostumbrados a la
enunciación de valores y en ellos encuadrar las actividades. Yo creo que solo promoviendo el hecho cultural –y
permitiendo que de él provengan los enunciados– podremos modificar nuestra
realidad; y solo trayendo a la superficie el inconsciente colectivo,
liberándolo encontraremos ese común denominador que hace a nuestra salud
colectiva.
El acto creador
«De regreso de
mi viaje por Latinoamérica, estuve un
corto tiempo en Córdoba y enseguida partí hacia Europa. Era todavía muy
joven, pero sabia que de allí salen cosas muy importantes para el arte. No me
equivoqué. Encontré respuestas a algunas inquietudes y ciertas hermandades,
desde el punto de vista de la pintura.
Naturalmente no encontré, pues tenía pocos años, las mismas respuestas que
ahora. Pero ese primer viaje significó un descubrimiento. Lo que más me impresionó
entonces, fue el pensamiento surrealista. Viví dos años en París y conocí a mi
primera mujer, con la cual tuve dos hijos: Ethel, hoy bailarina, y Alejandro,
que está terminando el secundario...»
— ¿Que significa el acto creador?
—La tarea de crear significa
representar nuestro espacio, llevándolo a la tela; traerlo desde las tinieblas al campo de nuestra visión. Entonces,
una forma, un color, son cruciales... ¿qué hay de más importante que el
reconocimiento de éstos?
—¿Se puede hablar de un arte argentino?
—Creo que hay que hablar de arte de los argentinos, porque no hemos
encontrado todavía nuestra identidad. Hay una gran dependencia cultural, que,
curiosamente mucha gente no conoce porque hay mala información.
—La información sin prejuicios, la buena información, es
indispensable para la cultura...
—Absolutamente, hay que abrir las
puertas a todo lo que pasa en el mundo, en la certeza de que ello no nos
quitará las posibilidades de una expresión propia, sino que será un elemento
muy enriquecedor. Hay planteos que pertenecen a la esencia del individuo, y que
son semejantes en todos; entonces es muy importante entender esa hermandad
espiritual, para poder entendernos a nosotros mismos.
—No entiendo
bien eso de la hermandad aplicado al arte
—Hay hechos circunstanciales que
modifican las conductas y dan una manifestación muy particular en las artes, en
diversos lugares del mundo. Pero también hay algo inherente al hombre, que hace
que ciertos signos aparezcan en la civilización incaica o en la egipcia, en los
países del Este o de Occidente, porque hablan de nosotros mismos; y no permitir
que lleguen a nosotros, es quitarnos la posibilidad de modificarnos.
La dialéctica entre los opuestos
«Después de
aquellos dos años en Europa, regresé a Córdoba –a Villa del Lago- y seis años
mas tarde me fui a Centroamérica: estuve una año y medio en Trinidad y en
Jamaica. Seguía pintando y mi obra de entonces era no figurativa. A poco de mi
retorno de ese viaje, me radiqué en Buenos Aires...»
—A propósito de
su respuesta anterior, ¿el arte modifica conductas?
—Sí, y los cambios ocurren a partir
de cómo somos recreados por sus operaciones. Desde esa situación, puede haber
modificaciones necesarias para nosotros y nuestro medio.
— ¿Marca rumbos?
—Sí, señala caminos y conductas;
promueve la identidad perceptiva y la voluntad de obedecer a los impulsos más
secretos; induce a la fidelidad a sus dictados, y nos lleva a no actuar solo
coyunturalmente.
—Sin embargo, la actitud de muchos contradice sus
expresiones...
—Es cierto, y eso lleva a la
complicidad, a la cual adhieren muchos argentinos. A veces pienso que la acción creadora –y su comprensión- cambiaría muchas estructuras sociales, de
gente que solo participa del deseo de poder y de consumo. Es realmente muy
doloroso ver el caos y la agresión en al estamos sumidos.
—Dentro de ese
caos, ¿cuál es la misión del arte?
—Creo que el arte y el amor redimen la vida
y, desde allí, denuncian todo lo que conspira contra ella. Se manifiesta a
través de sus propias metáforas, busca las causas primeras, distingue lo real
de lo ficticio, y encuentra su sentido en lo invisible, y viceversa.
— ¿Cómo es eso?
—Quiero decir
que si no se admite la dialéctica entre
los opuestos, entre el sí y el no –entre la luz y la sombra- no es posible crecer.
Para poder conciliarlos y sintetizarlos debe existir el terreno adecuado, tanto
para el artista como para la sociedad.
—Terreno que, según parece, no existe en la nuestra. ¿Dónde buscar al arte entonces?
—Donde se
encuentra: la vida es rica en sentido y subyace
a nuestro alrededor, esperando nuestra adhesión.
En los brazos de Eduardo. su hija más pequeña y tan amada y lo más vulnerable de su ser: Irina (Foto que robé a Irina Bendersky) |
De la obra
«En 1966 conocí
a mi actual mujer, con la cual tengo mi hija de dos años, Irina, un ser muy especial ¿Qué significó
aquel encuentro, según su pregunta? En verdad, me resulta difícil decirlo
ahora, porque nunca participé –ni quiero hacerlo- en cosas donde tenga que exponer
mi vida personal...»
— ¿Qué
cualidades o «des cualidades» debe tener una obra para ser considerada «un
objeto vendible»?
—Calificamos así
a las obras que no siguen el curso de su propio desarrollo. Es como hacer una
pregunta cuya respuesta tenemos desde antes; entonces, no hay encuentro real,
solo el resultado de las expectativas depositadas. Hacer una obra vendible,
significa obedecer a a lo que consideramos el gusto, o las pautas del momento.
—Su obra es
justamente lo opuesto y usted no se integra a los mecanismos comerciales...
—Yo sólo sé que la actividad creadora dicta conductas, y trato de obedecerlas.
—Si hablamos de pintura, ¿qué es un creador?
—Es una persona
que ante la tela en blanco – que metafóricamente es su espacio interior- trata
de ubicarse dentro de ella, de encontrar respuestas y de penetrarla.
— ¿Existe la
inspiración?
—Pienso que casi
siempre uno empieza a trabajar por el error; trabaja todos los días y a medida
que lo hace, va a trayendo esa imagen hacia afuera, la va rescatando. No me interesa la inspiración como un
advenimiento mágico, porque, además, a eso no lo manejamos; creo que lo
único que puede hacer uno, es prestarse a las operaciones necesarias para que
la situación advenga.
Cada obra, un rito
«En 1977, nos fuimos a Europa y aunque nos radicamos en
París, viajamos por distintos lugares. Quise tomar contacto con cosas que había
visto antes, y para salir del país, pues en aquel momento me resultaba bastante
abrumador....»
— Usted se
compromete con su obra...
—Sí, me siento
muy comprometido. Cada obra es como un
rito, como una oración, tendiente al esclarecimiento personal. De alguna
forma, uno tiene que desaparecer como persona, para encontrarse en su propio y
verdadero rostro. Hay que tener conocimiento de todo, pero dejarlo todo a un
lado cuando se llega al umbral de esa experiencia: ése es el gran esfuerzo.
—Y el indicador
de actitudes diferentes entre los pintores...
—Sí, están
quienes quieren engrandecer la situación y parten desde la unidad hacia la
multiplicidad, y quienes realizan el camino inverso. Esta última es una actitud
significativa, que encuentro en pintores –los que me interesan– de todas las
épocas. Por eso, encuentro una unidad muy particular entre artistas que –aunque
distanciados geográficamente- se asemejan.
— ¿Entonces la tarea del artista se empeña en la búsqueda de
la verdad?
—Es un poco
difícil hablar de verdad, porque parece
(mal) que uno se refiere a la moral. Yo creo que el artista tiene que abrir
todas las compuertas, todos los mecanismos, para poder entrever aquello que los
bloqueos personales y sociales le impiden descubrir.
— No debe tener
necesariamente determinada virtudes morales, me quiere decir...
—En ese sentido
no me interesa la moralidad. Sin embargo, no
hay actividad creadora que no lo comprometa a uno como persona, y que no lo
obligue socialmente. Porque cuanto más
se acerca uno a su propia interioridad, más compromiso tiene con su entorno,
y más capacidad de cambio, en términos reales. Por eso creo que el arte, como
la religión, es una gran posibilidad que tiene el hombre.
Me cuesta hablar de mi obra
«La experiencia
de Europa me ayudo en la tarea de reconocer el origen de muchos sucesos
culturales. Nosotros hemos tenido durante muchos años, una gran dependencia
cultural e ideológica, cuyos orígenes no se conocen bien.....»
—Usted mencionó hace poco a la religión ¿es creyente?
—No tengo una
actividad confesional pero soy creyente. Por eso la comparación anterior, y porque
creo que el arte es la posibilidad que
uno tiene de reconocerse, igual que el amor.
— ¿Cómo logra
reconocerse?
—En la acción de ir caminando hacia adentro.
— Algunos
críticos hablan de la «sutil sensualidad de su obra» y otros insisten en su
espiritualidad. ¿Qué piensa usted?
—Creo que
calificar de sensual o espiritual a una obra, no es el camino cierto para
penetrarla. Además, me cuesta mucho hablar de mi trabajo; uno comienza con una
propuesta y a medida que camina pierde su sentido inicial. Va perdiendo sus
voces y lo hace con metáforas diferentes. Por eso explicarlas, es
desvirtuarlas; lo que un hacedor de formas
necesita es llegar a su propio inconsciente, y asumir las formas y
espacios donde se desarrollan.
—¿Por qué usted
pinta figuración y no figuración, simultáneamente?
—Si yo soy no
figurativo es en el sentido de haber buscado
y desarrollado formas que subyacen en mí; hay muchas que veo y a las
cuales trato de recrear, sin representarlas. Quiero decir que no hay cosa más peligrosa en arte que la
representación, porque implica el olvido de los impulsos propios y el rescate
de formas no significativas.
Una obra integradora
«Es muy
importante tomar las formas visibles y las que uno rescata de su propio
inconsciente, con el mismo sentido. Llegado un momento, uno comprende que no
son antagónicas...»
— Insisto en una pregunta anterior, ¿es cierto que vive
aislado?
—No podría vivir
aislado. Me muevo por afinidades, veo amigos periódicamente y ellos también me
frecuentan, pero tengo pocas relaciones profesionales.
— ¿Por qué?
—Porque el
artista está muy determinado por su propia actividad, Además, no olvide que gran parte de nuestra vida
transcurre en el taller.
— ¿Tiene
horarios para trabajar?
—No tengo
horarios, pero pinto todos los días... aunque quizá miro más el cuadro de lo
que en realidad pinto. Quiero encontrar ciertas resonancias, que no quiero que
me pasen inadvertidas.
— Guillermo Roux me dijo hace poco en una entrevista que
usted, Ducmelic, Alfredo Hlito y Distefano son hoy los artistas argentinos
principales. Por otra parte. Ambos coincidimos en que –curiosamente- no son los
más promovidos, ¿qué le parece?
—Lo que dijo
Guillermo Roux es una apreciación suya, porque cada persona tiene sus propias
afinidades. En cuanto a no estar promovidos, yo supongo que no hay nadie que
este en términos absolutos – y como se dice popularmente – totalmente «tapado».
Toda persona que trabaja en arte ocupa un lugar; un lugar que quizá no tenga
mucho que ver con las expresiones o deseos del medio, o con la premura que los
sucesos cotidianos imprimen a las cosas de la vida.
— ¿Lo más
importante para un artista es desaparecer como identidad personal?
—Yo creo que lo
más importante que le puede suceder a una persona –no sólo a un artista- es
poder entregarse, por uno de esos milagros que suceden en el arte y en el amor.
Porque uno «es» lo que siente, y el
conocimiento no es algo fuera de uno mismo: es una forma integradora.
«Admiro lo que me conmueve»
«El artista no
tiene en nuestro medio una buena implantación moral. Siempre fue relegado, y
nunca considerado como en otros países, donde se esperan respuestas de él, como
de los científicos e intelectuales...»
— ¿De dónde se
nutre?
—De mis cuadros,
porque hablan de mí, y de los demás.
—Usted se nutre del cuadro y éste es posible por usted... ¿Hay
una interrelación?
—Sí, además
llega un momento en que la antinomia consciente – inconsciente tiene que desaparecer,
para dar lugar a un diálogo continuo.
—¿Qué admira?
Todo lo que me conmueve
— ¿Existe la
felicidad?
—Creo que el propósito de la existencia no es la
felicidad. El ideal es, para mí, el estado de armonía.
— ¿Teme a la muerte
—Ya no: es
imposible separarla de la vida.
— ¿Tiene otras
actividades, aparte de la pintura?
—Me dedico en
forma exclusiva al arte, y mi relación con la pintura ha modificado muchas
actividades cotidianas.
— ¿Hay algún
escritor con el cual se identifique particularmente?
—Mi relación con
la literatura ha sido bastante específica durante años. Me interesó mucho el orientalismo y el misticismo; y creo que es muy
importante conocer los mecanismos personales –psicológicos y espirituales- para
poder llegar a zonas más profundas de uno mismo. Entonces, ciertas
disciplinas me parecieron medios idóneos para ello. Años después cuando pude
tener una actividad mas profunda en el arte, trasladé mis inquietudes hacia al
pintura. También me interesa la poesía.
— ¿Qué opina de
Borges?
—Me interesa mucho,
sobre todo en textos como «El Aleph»; de alguna manera da testimonio de una
preocupación muy intima de él, a través de todo su recorrido existencial.
— ¿Le gusta el
cine?
Mucho, pero soy
bastante ecléctico.... me interesan Fellini, Bergman, Ferreri.
— ¿Cuáles son
sus preferencias en materia de música?
—Escucho
mucha música y me interesa mucho la barroca, y algunos románticos.
— ¿Qué hace los
fines de semana?
—Pinto,
como todos los días, estoy con mi familia y a veces visitamos amigos, o los
recibimos.
— ¿Cómo es con
sus hijos?
—Es
difícil decirlo.. Pero los quiero bien, y mucho. ¿No estamos entrando demasiado
en el terreno personal?
—Está bien. ¿Qué
le gustaría que dijeran de usted como artista, cuando ya no esté?
—Que hice lo que
debía.
Cristina Castello
Buenos Aires, mayo de 1983- En el diario "Tiempo Argentino"
Eduardo Bendersky nos dejó el 24 de diciembre de 1993.
Crítica de arte entonces, y especialista en la
entrevista periodística (3500 entrevistas en mi haber, además de otros
artículos, radio, tele), puedo decir que Eduardo es uno de los poco seres a quien percibí
habitado por el Absoluto.
Debo decir que, amigos los dos, con una identidad total de espíritus, con él partió una parte de mi ser.
Debo decir que, amigos los dos, con una identidad total de espíritus, con él partió una parte de mi ser.
Cuando Eduardo ya no podía hablar, dialogábamos con sus escritos en pequeños papelitos y mi voz Aquí, uno de elloss |