Federico Storani, micrófono en mano; a su derecha, Arturo Illia |
Hoy se
cumplen 50 años del derrocamiento de Arturo Umberto Illia como Presidente de la
Nación. Sobre él ya se ha escrito y dicho mucho y bien…aunque tarde. Se lo
reconoce como un hombre austero que se dedicó a la política para servir, dotado
de una honradez a toda prueba, virtudes estas que se destacan más cuando
asistimos a una oprobiosa decadencia moral y cultural generada por el populismo
y tolerada por una sociedad anestesiada e indolente.
Expresiones
artísticas recientes, como la obra de teatro que lleva su nombre, conmovieron
multitudes en ese reconocimiento. Yo quiero aportar humildemente mi experiencia
personal con él.
Arturo Illia y Conrado Storani |
Don Arturo
me “subió” por primera vez a una tribuna y me alentó ante mi temor y nervios
por tener que hablar en público. Balbuceé algunas desordenadas frases y cuando
bajé de ese balcón que ofició de tribuna improvisada puso su mano en mi hombro
y me alentó diciendo: “en toda tribuna radical siempre tiene que haber un joven
que exprese al Partido” y luego condescendiente agregó: “estuvo muy bien”. Yo
sabía que no, pero me lo decía Don Arturo. Desarrollé con él una estrechísima
relación y nunca me tuteó, se dirigía a mí: “usted Fredi”. Me enseñó muchísimo
y disfruté de sus conversaciones en las largas recorridas en automóvil por todo
el territorio argentino. Me impactó una frase en medio de una conversación:
“los Radicales tenemos algo de Anarquistas” deslizó con una leve sonrisa…cuánta
razón tenía por el individualismo exacerbado que nos caracteriza.
Salir con él
era no saber cuándo se regresaba. Tengo decenas de anécdotas, pero recuerdo
especialmente una vez que habíamos asistido a un Congreso de la Juventud
Radical en Chepes, al sur de La Rioja, y al regreso una inusual tormenta cortó
la ruta por el caudal de agua que la atravesaba tornando imposible pasar en
vehículo. Don Arturo divisó a unos doscientos metros de la ruta un pequeño
rancho que era algo más que una tapera y determinado dijo: “vamos allá”.
Desconfiado y entre ladridos de perros que se nos acercaban llegamos a esa casa
modesta en medio de la nada. Un paisano bonachón enseguida reconoció a Don
Arturo y nos invitó a pasar y con la generosidad que caracteriza a la gente
humilde nos convidó cosas para comer y dispuso catres para dormir. Estuvimos
allí ¡dos días! y creo haber vivido una de mis experiencias más fascinantes de
militancia, donde aprendí mucho más que con la lectura de unos cuantos libros y
la participación en interminables reuniones, viví esa experiencia…con un
militante que ya había sido presidente de la nación y estadista destacado.
Podría
contar otras anécdotas, lo iré haciendo. Ahora quiero sumarme al homenaje a ese
hombre cabal y acompañar el mismo con 2 fotografías. En la primera se lo ve a
Don Arturo con mi padre, Conrado, quien tuvo el honor de integrar su gobierno y
también fue uno de mis Maestros. En la otra, algo más crecido, estoy hablando
en un acto radical ante la atenta mirada de Don Arturo…el Militante…el
Estadista.
28/06/2016
28/06/2016