Como saben, formé parte de quienes tomamos una decisión en la
Convención Nacional de la Unión Cívica Radical, celebrada en Gualeguaychú,
Entre Ríos. La misma será recordada como una Asamblea Democrática ejemplar que
fue capaz de abrigar un debate durante más de 14 horas de manera
ininterrumpida, lo que para la Argentina de hoy es casi una rareza de
colección. Pero será mucho más recordada por la estrategia allí aprobada por la
mayoría de los Convencionales del Partido.
Cuando me abordaban correligionarios o simpatizantes
muchas veces inmersos en dudas y otras tantas con reclamos airados por la
supuesta desviación ideológica que implicaba la decisión que habíamos tomado de
conformar un espacio con la Coalición Cívica y el PRO para competir primero en
las elecciones Internas Abiertas y luego en la general, siempre contesté con
total convicción. Mi voto y la
intervención que lo fundamentó fue claramente ideológico: la Argentina
necesitaba imperiosamente equilibrar su sistema político. Si se nos ha enseñado
hasta el cansancio que la Democracia tiene dos reglas de oro y ellas son el
equilibrio y el control del poder y la posibilidad de la alternancia en el
ejercicio del mismo, no había duda alguna de que era imprescindible constituir
una herramienta capaz de hacer realidad estas reglas.
La alternativa era asistir pasivamente o con expresiones
meramente testimoniales que son casi lo mismo a la perpetuación del populismo
en nuestro país con la lacra que lleva en su ADN, es decir hegemonía,
autoritarismo, corrupción y degradación institucional, o asumir la raíz
histórica de nuestra fuerza política que tiene como objetivo una Democracia
moderna que respete el pluralismo político, combata la corrupción y jerarquice
las Instituciones de la República. Soy consciente que no es el único objetivo y
que nuestro Partido a través de su historia se ha nutrido de otros componentes
enriquecedores, pero en las actuales circunstancias era lo esencial, lo
prioritario y había que actuar sin complejos y sin dudas.
Los hechos posteriores a la Convención nos dieron la
razón. El populismo exacerbado llegó hasta poner en juego el propio principio
de legitimidad democrática, como por caso ocurrió en Tucumán, La Rioja, Chaco,
Formosa y se intentaba también en Jujuy y otras provincias del país aun en la
de Buenos Aires. Tanto que llegamos a pensar que estábamos en un período previo
a la sanción de la ley Sáenz Peña de 1912 que fue arrancada con mucha lucha,
revoluciones y sangre a la oligarquía de ese momento. De eso se trataba: o se
profundizaba el populismo sustentado en un falso relato o le poníamos un freno
que nos permitiera mantener reglas de juego democráticas.
El resultado del domingo pasado probó que esa estrategia
fue correcta. Terminó con la hegemonía en la mayor provincia del país,
reequilibró el sistema político y abre una gran oportunidad para lograr la
alternancia en el ejercicio del poder.
Está dicho, no es una garantía, es una oportunidad y de nosotros
depende. De nuestra madurez, de nuestra capacidad para saber construir una
alternativa política al populismo con nuestra identidad.
Hay esperanza en el Pueblo Argentino y nuestro histórico
Partido con su sabia decisión ha podido recrearla. Ahora de
nosotros depende.
¡¡¡ADELANTE
RADICALES!!!
27/10/2015
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