sábado, 29 de diciembre de 2018

María Elena Walsh: «Nos estamos quedando sin alma», Por Cristina Castello

Foto: Sara Facio



*“Soy autoritaria en lo elemental. Creo que quienes no piensan como yo son burros o que a quien no le gusta mi película es un idiota"
* “En general, sólo doy cuando me piden”.
* “Escribo para no volverme loca, o a lo mejor me vuelvo loca cuando escribo”
* ¿En qué calle queda la Justicia? “Si  la ve, avíseme"
* “Parece que ahora nos olvidamos de la violencia de la subversión y de los muertos que causó. Era muy sangrienta. Había que equilibrar un poco las cosas” (en relación al golpe de Estado y a las masacres del 76-83 en Argentina)
* “(Con la Junta Militar) Alguna concesión había que hacer. Además, no hay que humillar, ni ofender, ni insultar al enemigo.”
* ¿Quién leyó, pero de verdad y a fondo, “El país jardín de infantes”?, me pregunto yo, c.c.
                   
Breve Walsh. Escribe corto y habla corto. Independiente, pensamiento propio. Polémica siempre.  Lúdica. Juega con sílabas y con palabras. Aún cuando descubre que el dolor es sinónimo de soledad, por intransferible. A seguir…  "la tristeza es pecaminosa".
         Abomina de  la corrupción, del despilfarro y de la estupidez y reivindica una vida sin estadísticas.   Y aunque escriba sobre un Mozart con jubilados en Plaza Lavalle. O se interne en los laberintos de Chaplin o de Disney. O recuerde que Manuelita vive en Pehuajó y cante al sol como la cigarra, está hablando de ella. Siempre se pinta el mismo cuadro. Entonces  la Hormiga Titina es una pincelada. Y sus definiciones para esta entrevista, otras.
         Que "lo light es la intención de que no pensemos, porque nos convierte en subversivos". Que "la pobreza es un mal endémico en la Argentina". Que "lo peor, hoy y aquí, es la agudización de las diferencias sociales". Que la brecha entre ricos muy ricos y  pobres, enriquecidos de penuria… que: pinceladas.
Pinceladas del mismo cuadro.
De María Elena Walsh.
         "Nos estamos quedando sin alma", escribió. O pintó.  Breve. ¿Será porque de su madre heredó el silencio?

 .¿Por qué escribe?
- No le vua decir...
- No le gustan las entrevistas...
- No,  odio el autobombo y  no me gustan  los exámenes, ni los interrogatorios.  En una palabra, no  soy dada a hablar. Escribo.
               -¿Escribir la revela?
               - Sí, me revela esas cosas que  quiero callar, me permite conocerme y descubrir la                                            realidad. Escribo para no volverme loca, o a lo mejor me vuelvo loca cuando escribo.
- ¿Y qué lee?
- De todo, pero mi pasión inagotable son los diccionarios.
Con Julio Cortázar

- Todo con la cabeza. ¿Le gusta su cuerpo?
- No, siempre me resultó incómodo. Me veo torpe,  grandota y desabrida, como mis tías inglesas. Esa es la realidad.
- “Realidad”, dicho así y por usted,  me suena a pragmatismo. A discurso único…
-  Pero la realidad es una trampa interesante.
- Pocas palabras y con códigos, ¿cómo hace con su terapeuta?
- Precisamente, cuando uno siente que el otro piensa como uno, empieza a  manejar sobrentendidos. Los otros días le preguntaba: ¿esta depresión dura como el "Proceso" (Golpe de Estado en Argentina en el período 76-83)?
- ¿Su depresión es enfermedad o estar triste?
- Yo tengo depresión, como enfermedad. Significa estar cansada, desconcentrada, irritable. Y peor aún,  es no entender nada de lo que leo. Es difícil.
- Y difícil el dolor. Usted tuvo cáncer, ¿pudo olvidar?
- No,  la capacidad de olvido del dolor físico es maravillosa, pero el trauma psíquico no se olvida jamás.
 - ¿Quienes sufrieron dolor, lo aguantan menos, tienen un umbral de resistencia más bajo?
Sí,  uno  siempre lo aguanta menos que la vez anterior. El dolor no crea jurisprudencia.
             - ¿Soporta  que alguien  no la sacralice como una suerte de  voz de la conciencia pública?
- Lo que no soporto es que me sacralicen. Aunque quizás la   fama me molesta y la indiferencia me mataría. Pero no soy como Maradona; no  creo haber nacido  en Belén.
            - ¿Por qué no tuvo hijos?
- Porque no tuve vocación de madre. Me espantaban el embarazo, el parto, y eso de andar con el atadito al hombro.
              - ¿Amó con intensidad?
- No sé, la pregunta me supera.
             -¿Y la amaron  como amó?
           - Sí, me compliqué la vida con ímpetu.

  La vida de María Elena Walsh. Parada sobre sus sesenta y cuatro,  sin bastón. Bautizada pero no creyente. Fármacos y un terapeuta  que está de este lado de la vida,  para las depresiones. Un whisky o una cerveza alguna vez. Pero no como su tío abuelo Charlie, un atorrante que “le daba a la botella”.   Especialista en zapping, cuando la tele -que "es un carnaval"-  da actualidad o películas. Curiosa.
                     Y precoz. Parada sobre su precocidad, a los cinco leía, trepada a la higuera de su casa en Ramos Mejía. Mamelucos para escalar árboles y vestiditos bordados, para el té de las cinco con sus tías inglesas: un cuadro de Monet. Amor por los libros y por la tradición inglesa: herencia de Enrique, su padre. Hombre de clase media, leído. Leída ella, viajada, y escriba. Poeta.  Guionista de tevé, dramaturga, cantautora para niños. Y opinadora,
        Parada sobre su lucidez, a los quince publicaba poemas en “El Hogar” y en “La Nación”. Y tenía padrinos: Pablo Neruda, Eduardo Mallea y Juan Ramón Jiménez. Muchos  poetas y escritores de entonces, deslumbrados con ella.  Y claro. Entre los once y los catorce había leído Shakespeare, William Blake, todo el Siglo de Oro Español, Pedro Salinas -"un poeta siempre náufrago"- y se había enojado con Erza Pound porque le parecía de difícil lectura. Publicó "Otoño imperdonable", a los diecisiete,"Apenas viaje a los dieciocho" y "Baladas con ángel", a los veintiuno. Y egresó de Bellas Artes a los 18, con un puñado de semillas: las nociones de arte y estética.
         Precoz. Y se enamoró. Y a los veintidós, erguida sobre su precocidad, a París. Época de oro del Music Hall, noches de artistas.  A cantar, con Leda Valladares. Y sin él. Sin “su” él.

              - ¿Por qué París?
- Para escapar.
               - ¿De qué?
- Del peronismo de características fascistas que hubo después de la muerte de Evita. Era censor y corrupto; un régimen militar que nos sometía  a una virtual guerra civil.

            - Estaba enamorada. ¿Lo dejó?
- Sí, el enamoramiento es un motor potente que  da  energía, pero esa energía se puede poner en otro lado. Huí de él.
- ¿Con qué alma se deja a quien se ama?
- Es cierto,  fue un amor muy fuerte. Inevitable. Pero me recortaba y me encerraba. Me quitaba libertad.
             -  ¿Usted tiene alas?
- No, no sé qué es eso.
              - “Él” fue el escritor Miguel Angel  Bonomini, ¿y en poesía, quién fue el primer amor?
- Gustavo Adolfo Bécquer y me sigue gustando a pesar de las pavadas que se dicen de su poesía.
            - ¿Buscaba identidades en los poetas que conoció?
- Sí, eran los modelos. Además, influía la cuestión política; los que no habían sido mártires -hablo de los que conocí- eran los exiliados de la Guerra Civil Española. Eran brillantes,   estrellas. Y yo era muy cholula.


         Ya no más cholulismo ni madrugadas. Ya no practica la noche, como cuando cantaba. Duerme. De puntillas, como lo hizo a los dieciocho, ojos abiertos a la vida, para no despertar a Juan Ramón Jiménez. Él la  había invitado a Washington como homenaje su poesía joven y no era cosa de molestarlo.
  Hoy,  ojos abiertos  a las nueve aeme. Y a callejear: siempre le gustó.  Camina todos los días. Y nutre ilusiones de hacer cosas bellas. ¿Por la eternidad de la belleza?, digo.
 Firma autógrafos,  en libros o en folletos. No en papelitos. Y se pregunta en qué calle queda la Justicia: "si la ve, avíseme". Y se indigna con la publicidad comercial, "esa plaga espantosa, obscena y repugnante". Y con que los jubilados y los niños sean" las mayores víctimas en el país". Y no se explica cómo la gran mayoría sobrevive, en el ajuste.  Y tiene cara sin cirugías, pero entiende que muchas personas las necesitan como aspirinas.       
         Con una mirada  que busca otros costados de la vida, parada sobre sus neuronas, piensa. Y opina. Y es opinadora. Tiene derecho, como todos. Y todos, el derecho de estar o no de acuerdo con María Elena Walsh, pensadora.

              - Pensadora, ¿siente responsabilidad por sus opiniones?
              - No, siento responsabilidad ante la belleza pero  no ante el público.
- Pero el público son personas y toman a personas como usted como referencia...
             - Y bueno, pero yo  no soy ninguna guía social. Tengo  un mínimo de inteligencia, que me                          permite percibir ciertas cosas y juzgarlas. Nada más.
            - Pero hizo notas que golpearon la conciencia pública....
- Sí, sobre todo "Desventuras en el País-Jardín-de-Infantes" (1979) y "La pena de muerte" (1991) y no sé por qué tuvieron tanta repercusión. Es un misterio, una cuestión de oportunidad.
          - ¿"Desventuras..." es un alegato en favor de la libertad?
-     Sí.
-Pero usted defendía sólo la libertad de expresión. No olvido un fragmento de aquella nota, donde usted escribió: “que las autoridades hayan librado una dura guerra contra la subversión y procuren mantener la paz social son hechos unánimemente reconocidos...
-          Sí, era así.
- Señora, su texto sigue así: ...no sería justo erigirnos a nuestra vez en censores de una tarea que sabemos intrincada y de la que somos beneficiarios.”¿Beneficiarios de un golpe de Estado, de las desapariciones, de las muertes, sin juicio alguno?
             - Sí,  pero parece que ahora nos olvidamos de la violencia de la subversión y de los muertos                  que causó. Era muy sangrienta, y entonces había que equilibrar un poco las cosas.
              - Usted habló de guerra...
            - Sí, de los subversivos tomé  el término. Ellos  querían ser un ejército irregular;
                y a Firmenich le hubiera encantado andar con galones. Es un milico. Y bueno...yo era un                       poco el vocero de aquel lenguaje. Por eso escribí "guerra".
- También en referencia a los dictadores, en “El País....”usted agradeció a los golpistas del“proceso” que actuaran por “bien atendibles medidas de seguridad”...
- Sí, pero alguna concesión había que hacer. Además, no hay que humillar, ni ofender, ni insultar al enemigo.
- Comprendo señora, ¿cómo son hoy Menem y Alfonsín?.  
- Son iguales. Dos extravagantes: puro discurso, muchachismo y comité. Y son iguales el radicalismo y el peronismo;  están fuera de la realidad.
- Bueno, hay diferencias notables, los peronistas están detrás de todos los golpes…
- Para mí son todos iguales.
              - Perdón, ¿es usted  soberbia?
- Ya no. Incluso valoro mucho mi propio silencio. Ante ciertos temas prefiero callar.
             - Algunos intelectuales están sólo para las "grandes" éticas. ¿Trata usted bien a las personas                   en                 la calle?
- Sí, y si no, no es  por soberbia. Será que quienes se me acercan, a veces me hinchan porque son pesados. O que me duele la muela o que estoy depresiva o    con mal genio.
             - ¿Le molesta firmar autógrafos?
- Me gratifica el afecto pero me cansa un poco. Porque algunos son  sinceros pero otros muy mecánicos.
             - Hay personas autoritarias del no autoritarismo. ¿le pasa?
- No se me había ocurrido. Pero no,  no me pasa. Salvo en lo elemental. Creo que quienes no piensan como yo son burros, o que a quien no  le gusta "mi" película es un idiota.
- Usted dice que sus amigos tienen que tener sentido del humor. ¿Entonces?
- (Se ríe) Sí, ahí está mi dosis de autoritarismo.

         Autoritarismo, palabra cuadrada, filosa.  Parada sobre su infancia que está cerca, ella  prefiere las palabras ahora conjugar las de su infancia. Marambú, Bambuco, Gulubú. Ges, bes y emes. Letras redonditas, como los afectos, cuando escribe para chicos. Globitos y aromas del tiempo niño.
Y "celadores" (eufemismo por el terrorismo de estado  del '76-'83), o una humanidad que "retrocede en cuatro patas" -imagen de animalitos (con la pena de muerte), para señalar  en “ese” punto las atrocidades de los adultos. Con ternura hasta donde duele, con ironía... ¿amarga?
         Pero no llora nunca. Salvo en las etapas lloronas de la depresión. Si no: el humor. Zapping en el humor negro, en momentos trágicos. Zapping en el humor para seleccionar amigos.  Y zapping  en  chistes  tontos: en los de músicos, cuando va a las reuniones de SADAIC, como vocal.
         Allí o en cenas con amigos, o la única vez que fue a una cancha de fútbol, está con su equipo deportivo: vestimenta habitual.  Pero tiene otros rubros. Agazapados en algún lugar de su placard, hay dos collares de amatistas y otro con diseño merovingio. En espera de su coquetería. Que la tiene.

              - ¿Y con el dolor por su enfermedad y su miedo, cómo quedó su coquetería?
             - Mal... mi cabeza  ni siquiera era una bocha... ni siquiera se cayó del todo el pelo. Era un                        horror.
             - Y la dependencia y la intimidad, expuestas...
- Terrible. Pero lo peor es el miedo a la muerte.

         Fue cáncer de fémur y, simultáneamente, su actitud de dureza. Ante el espanto. ¿Temor de que no la quieran más? No. Ocultó  la angustia,  porque  la avergonzaba el  deterioro del cuerpo. “Una piedad infinita se esconde en el corazón del amor”, escribió William Yeats. Y así lo creo, con piedad infinita.
Se lo  descubrieron recién después de dos años de penurias y más de diez médicos recorridos. De los "mejores". “Vaya, no importa, son nervios, ya va a pasar”, le decían. 
Y Pasó, después de cinco operaciones aterradas de cáncer. Y del dramatismo de  los post operatorios de traumatología: dolor, fierros en el cuerpo, invalidez, sillas de ruedas, muletas, bastones. Y dependencia, falta de libertad.  Que es mucho. Vaya que sí.
         Pero pasó… aunque las cicatrices espirituales permanecen. Mujer  de libros, cigarrillos  y  viajes. De no cocinar, salvo guiso de lentejas como homenaje  a un amigo. De comer  empanadas, guisitos, milanesas, un bife y ya está. De ir y volver por el mundo, con una prótesis -ni se nota-  en aquel hueso malo. De  decir  palabras. Decencia-derechos humanos-libertad-democracia. Le encantan. Y ahí están de nuevo, en sus dos últimos libros. "Desventuras en el País-Jardín-de-Infantes": compilación de muchas de sus notas periodísticas, entre ellas la del pico de tensión en esta charla. . Y "Novios de Antaño", una travesía por sus primeros diez años de vida. Libros. Y de estos libros y de los anteriores,  vive, viste, come y calza.

  - ¿Cómo se lleva con el dinero?
- Ahora bien, pero no siempre fue así.
              - ¿Alguna vez fue pobre?
- Mi familia fue pobre y no pudo mantenerme, ni protegerme económicamente. Pero agradezco porque  me hice más independiente.
             - ¿Mantuvo el equilibrio cuando empezó a ganar dinero?
- Fue  difícil. Empezó la culpa típica de los artistas: por qué a mí y por qué yo tengo tanto. Y empecé a repartir y a regalar, como para sacármelo de encima. Ahora tengo una relación más equilibrada, pero siempre está eso de regalar algo si me compro alguna cosa. O si  me piden, doy.
            - ¿No da si no le piden?
- No, en general, doy si me piden; si no, no doy.
 - ¿Ahora tiene dinero?
- Afortunadamente  vivo  muy bien, exclusivamente  de mis derechos de autor. Es un milagro que le debo a mi país.
              - ¿Es generosa con su mucama, le paga bien?
- Soy justa.  Le pago bien y le regalo alguna cosa. Y también soy distante pero con mucho afecto.
              -Regalos de su casa donde aparecieron cosas volátiles y una extraña alfombra de luz y donde               la radio  que se prendía sola...
- Sí, fue mientras escribía la "Carta a Mozart", que publiqué en el diario "Clarín". Es absolutamente verdad:dos radios se encendían solas,desaparecían las aspirinas, volaban papelitos, se caían los almohadones...y aquella alfombrita de luz. Ahora cuando me levanto de noche siempre me fijo, pero  nunca la veo.
 - ¿Qué habrá sido?
- ¿Cómo "qué habrá sido". Mozart estuvo en mi casa. Y puedo asegurarlo

                            Cristina Castello, en “Viva”, revista dominical del Diario “Clarín” - Buenos Aires – Argentina, 14 de junio de 1994 (sigue abajo....)

Walsh según Walsh

Obstinación: A los cinco. Quiso llegar a Río Ceballos, desde Unquillo, en una burra que caminaba marcha atrás.
Después de los 25: Más libros. "Casi Milagro" y "Hecha a mano". Y los dos últimos (ver cuerpo de la nota) Y para chicos: "Tutú Marambá", "El reino del revés", "Zoo loco", "Dailan Kifki" y "Cuentopos de Gulubú".
Nostalgia: Solamente de su almohada, mediana y fiel, cuando viaja.
Letra y acordes: "Canciones para mirar", "Doña Disparate y Bambuco"... y siguen las firmas.
Gato Félix. "Renace de sus cenizas como el gato Félix" escribió en una humorada, por ave fénix. Uno de estos políticos modernos que no leen nada, creyó que era cierta y la hizo suya.
Premios: muchos. El Municipal de Poesía, el de Honor de SADAIC y el del Fondo Nacional de las Artes. Y hay más.
Sarcásticos: Sus recitales para ejecutivos, en el '68.
Abrazada a un rencor: Razón por la que no va a la tele. La echaron como autora.
¿Amor para siempre?: "No, todo pasa. Todo".


En Revista "Viva" (Clarín), 1994


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