domingo, 8 de marzo de 2015

El huracán Cécilia (ex-Sarkozy) por Cristina Castello, corresponsal en París


¡Mamma Mia!

Cristina Castello 
Tenaz cazadora de hombres con poder, ricos y famosos, quiere ser libre. ¿Lo es, o tiene la libertad de un pájaro enjaulado en su ambición? Bella y refinada, sedienta de exhibirse y al mismo tiempo hambrienta de independencia. Encima de su metro setenta y ocho, ve la vida —¿la siente?— desde su mirada de fuego y hielo.  
Cuando en 1986 se casaba con el animador de televisión más célebre de Francia, cayó enamorada del alcalde de Neuilly-sur-Seine (París), quien celebraba el matrimonio. Menos de tres años más tarde, y con dos hijas, se divorció y quitó el marido a su amiga Marie-Dominique Culiol. La nueva pareja se casó también en Neuilly, en 1996.
Ella es Cécile Chouganov Albéniz, autobautizada Cécilia Ciganer Albéniz, cuando empezó a ser maniquí depasarelas paraSchiaparelli
Él, el entonces alcalde y esposo de la traicionada Marie Dominique, era Nicolas Sarkozy, hoy presidente de la France, país al que está conduciendo a la decadencia.
El showman abandonado era Jacques Martin, quien volvió a casarse... y cuya nueva esposa recibía a menudo las visitas de Sarko. Infidelidades todas ellas conocidas en Francia donde este mes justamente se conmemoran los cuarenta años del «Mayo francés».
Aquello que comenzó como una protesta estudiantil a la que luego adhirieron los trabajadores, es un hito, un latido, un extracto de utopía, y de luchas por ideales.
¿Qué tiene que ver con Cécilia (y con Sarko) ese intento del ’68 de cambiar la vida? Nada.
Hoy, mientras caminaba por las callecitas de París, particularmente por Saint Michel, Saint Germain-des-Prés, miraba los grafitis nuevos con las leyendas de entonces en los muros. «La imaginación al Poder», «Seamos realistas, pidamos lo imposible»... 
Ça ne vas pas, c’est grave (Esto no va, es grave), repetía, como tantos otros, el taxista que me traía de regreso. Pero...
Con Jacques Martin... aquel amor 
«Ustedes explotarán de confort…»
 ... era otro de los adagios—casi una profecía de aquellos estudiantes cuyas revueltas comenzaron Daniel Cohn-Bendit y Daniel Bensaid en Nanterre. Y Cécilia, pues de ella se trata, estallahoy de confort.
La Petite fourmi laborieuse (la hormiguita laboriosa) —como la llaman irónicamente muchos franceses— estalla de abundancia.
Y no tiene tregua en sus tareas.  
Sus referencias de trabajo empezaron a sus 17; cuando se fugó con el hijo del dueño de Fouquet’s de París, hotel que hoy cuesta entre 700 y 1900 euros por día y persona. El siguiente en su trayectoria fue Jean-Daniel Lorieux (fotógrafo del ex presidente Jacques Chirac), célebre, 20 años mayor que ella.
Luego el abogado y playboy Jean-Luc Chartier, el financista Nicolas Barre (hijo del ex primer ministro Raymond Barre)... y hay más. Hasta que por fin se casó, embarazada, el 10 de agosto de 1984, con Jacques Martin, el showman... ya estaba dicho.
Después fue Sarkozy, con quien vivió un romance ajeno a la habitual discreción francesa.
Pero en mayo de 2005, los problemas conyugales fueron evidentes: ella no estuvo con su esposo durante la campaña del referéndum sobre la Constitución europea. La revista Paris-Match exhibió orgullosa las fotos que muestran que la Bella se fue del hogar, con el millonario Richard Attias.  Y claro, al mismo tiempo que el presidente galo esperaba su regreso… se entretenía con otra mujer: la periodista Anne Fulda.
La entonces Primera Dama se había separado —de hecho— de su consorte: después de un viaje con Attias a Jordania, los amantes se instalaron en Nueva York.
Para Cécilia, un hombre es pasaporte para el otro. A Attias lo conoció cuando él estaba a cargo de la imagen de Sarkozy.
Hasta entonces, habían trascendido no pocos escándalos.
Se dice por ejemplo —y está escrito en el libro «La cara oculta de la ex -Primera Dama», de Denis Demonpion y Laurent Léger (La face cachée de l'ex-Première dame), que es seguidora de William Atkinson, un gurú de la Scientologie (Cienciología), algo parecido al espiritismo. Y que fue ella quien influyó sobre Sarkozy para hacerlo permeable a las sectas, lo cual escandalizó al país y alrededores; más aún cuando la pareja presidencial recibió al actor norteamericano Tom Cruise, adepto a ese grupo, en agosto de 2004.
Cécilia no es una mujer cultivada, sino una ignorante distinguida; pero abunda en agilidad mental para el poder, los hombres y los negocios. 


El amor es redondo

Y llegó 2006. Y la dama que dice tener un premio como pianista —que nunca pudo comprobarse y que fue desmentido por la prensa—, volvió con Sarko.
Para presentarse a las presidenciales, éste necesitaba la imagen de un matrimonio normal. Y según la mayoría de los franceses —y el sentido común—, el retorno de la guerrera fue sólo un negociado, con los ojos puestos en el triunfo en las elecciones.
Ella volvió, sí, pero hizo toda clase de desplantes. No votó en la segunda ronda de sufragios, y esa noche apareció en la elegantísimaPlace de la Concorde, en medio de los festejos, con un jean cualquiera, mal vestida, despeinada... una afrenta.
Más: dijo que no había nacido para Primera Dama; desairó a George W. Bush y a su esposa cuando faltó a la cita donde estaba especialmente invitada; iba y venía por todas partes... sola o acompañada por otros hombres hasta que... no soportó más.
«No soy feliz», dijo. Además, estaba harta de las infidelidades del marido, que él justificaba en las traiciones de su mujer.
 Misión cumplida, él ya era presidente. En octubre de 2007, Cécilia anunció oficialmente su divorcio. «Ya no pude salvar el matrimonio», dijo. 

Bueno... pero el amor es redondo. Salió de los brazos del amante Richard Attias, para influir fuertemente en la elección francesa; y, misión cumplida, volvió a él y se cobijó en su pecho. «Nunca había amado así; antes no había amado a ningún hombre», dijo, con la inocencia de una virgen. Se casaron en Nueva York el 23 de marzo, pomposamente.
El 2 de febrero, Sarkozy se había casado con la bella y altísima modelo Carla Bruni.  

 Boda: ¿Hueveras o guerra preventiva?
 La pareja Cécilia-Richard hizo una muy modesta lista de bodas: el regalo más caro era un edredón de plumas de 620 €; el resto: sábanas, toallas y vajilla, cucharitas de café de 44 €, vasos de whisky Baccarat de 157 euros. Y un juego de... ¡hueveras! de 35 €. ¿Transformarán su contenido en municiones de guerra?
 ¡Quien lo sabe! De hecho, el calificativo de modesta hace referencia al poder financiero del nuevo marido. Él es un alto ejecutivo delPublicist Events World en Nueva York y uno de los organizadores del foro de Davos, donde año a año se reúne el Poder mundial del neoliberalismo. Originario de Marruecos —nació en Fès también en noviembre, dos años antes que Cécilia—, nunca gestionó la nacionalidad francesa: vivió en su departamento de Ginebra y el resto del tiempo en Nueva York, donde por cierto no lo requisan en razón de su lugar de nacimiento... como a todo marroquí.  

La fiesta, con 150 invitados -con todos los gastos pagos por el novio- comenzó el viernes 23 de marzo con una cena en casa de At­tias en Greenwich (Connecticut). El sábado, todos ellos fueron con los novios a Broadway a ver un musical de homenaje al grupo Abbas.
«Mamma Mia», se llamaba el espectáculo, y en París reímos...¿Será un gesto de asombro hacia esta mujer que no tiene límites para sus ansias de Poder?, nos preguntábamos entre artistas y periodistas en Deux Magots. ¿No habrá ella extrañado la música de su bisabuelo, el célebre compositor de música clásica, Isaac Albéniz?
¿Habrá recordado que ésa fue la música que acompañó su entrada a L’Élysée (el palacio presidencial)?
Su madre, la española Teresita (Diane) Albéniz, era hija del embajador belga en Francia y nieta del músico; ella alentó en su hija ese amor por el Poder.
Lo cierto es que la fiesta siguió, en un restaurante del Rockefeller Center. La cena con salmón ahumado y otras delicias, millones de burbujas del mejor champagne, los hijos de los dos novios y un lujoBling Bling (ostentoso). Ella se vistió en Versace; muy a su pesar, la casa de alta costura dio a conocer después los detalles de la boda, lo cual causó un escándalo. Pero ya no había tiempo para otras elecciones, y ella lució aquel vestido, de color marfil.
Rebelde, imprevisible, transgresora; y él... a él también le gusta desobedecer: como Sarko, Richard Attias debió pagar una multa por conducir a altísima velocidad en Greenwich, cuando iban a despedir a sus invitados. Mano a mano hemos quedado, dice un tango.
Ahora la pareja vive en Nueva York, París, Mónaco y... el mundo.
 Nicolas Sarkozy y su nueva esposa, Carla Bruni Sarkozy, pasaron el fin de semana del casamiento de la ex en un palacio de Marrakech, prestado por el rey de Marruecos, Mohamed VI. Después volaron a Inglaterra, donde Carlita - como a él le gusta llamarla-deslumbró; con una foto de un desnudo suyo como modelo, tomada diez años antes, los diarios esperaron su llegada. Además Sarko no habla más que francés, de manera que Carlita fue su voz. 
Plenitud de vacío
 Un fantasma recorría el mundo en 1968: Vietnam, una guerra brutal como brutales son las guerras. En Francia, un pensador como Jean-Paul Sartre, que tenía una influencia decisiva, tomó partido por el «Mayo francés». El entonces presidente Charles De Gaulle —más allá de otros análisis— era un estadista, una personalidad, un hombre sólido. Cuando su ministro del Interior le propuso arrestar a Sartre, lo abofeteó: ¡Yo no voy a encarcelar a Voltaire!, dijo encolerizado.
Hoy, los mercaderes del mundo venden el destino del hombre.
Entonces, ¿el Huracán Cécilia o la Utopía del «Mayo francés»?
¡Mamma mia! 
Cecilia y su esposo actual, Richard Attias 

Cristina Castello - Publicado en revista "Open" (México) en agosto 2007

Sarkozy, el amigo americano/por Cristina Castello (corresponsal en París)

Nicolas Sarkozy, el nuevo presidente de Francia, ¿pondrá de rodillas al país de la libertad, el arte y el pensamiento?
 (Nota de Julio de 2007, recién había jurado como Pte. y aún estaba casado con Cecilia)

Usa tacones altos para disimular su metro sesenta y cuatro. Ventila sus problemas de alcoba, y ama los yates de sus amigos millonarios. Empotrado en pantalones y camisas de un estilo artificialmente formal, es inseparable de su teléfono móvil y de sus objetos Bling Bling (los de la estética de la ostentación: mientras más caros, mejor). Ama sus relojes Rolex, los elegantísimos trajes de Prada y los anteojos Aviateur.
En París se dice que, de su mano, Francia acaba de entrar en la era del one man show; el diario conservador «The Economist», de Londres, lo compara con Napoleón; y «The Boston Globe» (USA) tituló «Au revoir Paris» (Adiós París), cuando conoció a este Monsieur.
 So pretexto de luchar contra la «inseguridad» impuso la «tolerancia cero» y transformó a los policías en cowboys, fanático él, de las películas yanquis. Y sobre todo, muy interesado en George W. Bush, a cuyo metro ochenta mira desde sus zapatos empinados y con pompón.
Es Nicolas Sarkozy, proveniente de familia judía de origen húngaro, presidente de Francia desde el 16 de mayo de 2007. Sin embargo —a pesar de su conducta— cosecha adhesiones al por mayor en el país de los derechos humanos y sociales, en franca decadencia. ¿Son aplausos, o es la histeria del terror?
Diferente absolutamente de las tradiciones nacionales de Francia, a las que parece presto a liquidar, dijo en Washington que se sentía orgulloso de que lo llamaran «el Americano». Y se comprende, pues su política exterior se perfila, cada vez más, incondicional al llamado Imperio americano. Sarkozy quiere instaurar un programa conservador al estilo de los Estados Unidos de hoy: privatización de los servicios públicos, ofensiva contra los sindicatos, desmantelamiento de los sistemas de protección social, y otras «lindezas» propias de los sufridos países emergentes, pero impensables para la France.
Con Cecilia, aún su esposa
Él ataca. Quizá con la misma violencia y rencor que desde los cuatro años sintió por su padre; el hombre había abandonado a su esposa, Andrée Mallah —hija de un cirujano de París, y judía sefardí convertida al catolicismo—, quien debió, por eso, retomar sus estudios de abogacía y trabajar. Hoy, erguido sobre sus 55, ni siquiera las rutas se salvan de sus tacones.
Cuando era ministro del Interior, hubo que instalar radares en todas las carreteras del país: la policía había detenido su automóvil cuando corría a 130 kilómetros por hora, en un trayecto que permitía conducir a 70. Y mientras escribo, veo por televisión que pasa los semáforos en rojo en pleno París y con toda su guardia civil.  
Veloz el hombre. Veloz como George W. Como «Bush, le cyclone», según el título del libro del belga Michel Collon. El vertiginoso Sarko, como lo llamamos en Francia, ejecutó en sus primeros cien días de gobierno un paquete de medidas del más salvaje conservadurismo. Entre ellas: la ley de autonomía de las universidades, que hace temer que se las privatice; la ley de seguridad interior; el paquete fiscal, que significa un aumento de 35 horas a 40, el tiempo semanal de trabajo.  
Y esto no es poco en el país de la cultura, del arte, de la discreción y de la belleza, donde —hasta ahora—era mal visto trabajar en exceso para conseguir riqueza. Donde no se daba importancia al «tener» sino al «ser»; al pensamiento y a la inteligencia y no a la ostentación. En esta Francia que fue la del «pienso, luego existo», la decadencia lleva al «más trabajo, más existo», «más consumo, más valgo»… al tiempo que cada  día se cierran más fuentes de trabajo, y que la mayoría comienza a no tener cómo ni qué consumir.
 «Es nuestro Tony Blair», dicen algunos franceses, todavía asombrados, también, por las revelaciones del diario «L’Express». Según ellas, la revista «Paris Match» del 9 de agosto le hizo a Nicolas una lipoaspiración: photoshop mediante la cual le quitó los rollitos de grasa que se veían en las fotos originales de la agencia Reuters. ¿Es el Tony Blair local o es una réplica gala del Carlos Menem de las cirugías, del colágeno en su bocaza, de los tacones altos, de su entrega a Bush «del mismo palo», y la destrucción de la Argentina? Es verdad que nadie hay que se le compare, pero… 

  «Ni una gota de sangre francesa»

 No. Ni siquiera una gota de sangre francesa corre por las venas de Cécilia Ciganer Albéniz, la esposa del «americano en París». Y es ella quien lo dice, orgullosa. Hija de padre nacido en Bălţi, en la actual Moldavia, y de una madre española —Teresita (Diane) Albéniz, nieta del compositor Isaac Albéniz—, ama su libertad, ama España y las corridas de toros, y habla castellano tan bien como posa para «Paris Match» envuelta en relucientes telas rosado-fucsia.
Es una primera dama «políticamente incorrecta»: «No me veo en ese papel —ha dicho—, es algo que me fastidia», lo cual no le impidió entrar como tal, por primera vez, al Palais Élysée (la casa presidencial) con un vestido glamoroso de Prada.
Al romance: conoció por azar a Sarkozy, cuando él mismo  —entonces alcalde de Neuilly Sur Seine (en las afueras elegantes de París)— la casó con su primer marido; él era Jacques Martin, unshowman muy popular en la televisión francesa que murió en la mitad de este septiembre, y con quien tuvo dos hijas. El varón, Louis, es de su matrimonio actual, actual, hasta que dure…
 Si bien en Francia la vida privada es tabú —de eso no se habla—, es el propio Sarko quien difundió la suya y la de su mujer a la prensa y en su libro «Témoignage» (Testimonio); allí cuenta de una separación temporal de la pareja y, como si fuera un romántico, enfatiza:«Ahora nos reencontramos y será para siempre».
 Ella había sido su asesora hasta que entraron en crisis en 2005. El periódico belga «Libre Belgique» publicó entonces que había dejado a su marido por Richard Attias, empresario marroquí, organizador del Foro Económico de Davos. Sí, y las fotos que los muestran juntos en Jordania no son pocas. Mientras tanto, Nicolas se ocupó de sus relaciones amorosas con la periodista de «Le Figaro» Anne Fulda. No era cuestión de perder el tiempo.
 Juntos de nuevo desde 2006, ella es un pájaro libre. No fue a votar por su marido en la segunda vuelta de la elección presidencial; y el 11 de agosto, día del histórico almuerzo con Bush, después del cualSarko expresó la felicidad que le causó el encuentro, Cecilia —especialmente invitada— dejó esperando al jefe del Imperio.
 Pero la ausencia no quitó el sueño al jefe de la Casa Blanca. Como publicó «International Herald Tribune», Francia —la «Bella durmiente», como la nombra se había despertado. Se había despertado, sí, al conservadurismo, a sus políticas de retroceso social, económico y político. Se había despertado, para comenzar el calvario de millones de franceses, que padecen el encarecimiento constante de artículos de primera necesidad; de un costo escandaloso de los alquileres y del estancamiento de los salarios. El umbral de pobreza en Francia se sitúa en un ingreso de 1.016 € para una sola persona, ¿cómo puede vivir alguien con ese dinero mensual, si un apartamento precario en el suburbano no cuesta menos de 500 €? Imposible. Por eso cada día aumentan los SDF, personas sin domicilio fijo y cae el empleo… ¡Ah, los tiempos de la «Bella durmiente»!
El eje Bush-Sarkozy:
¿cerveza, vodka y hambre mundial? 
 

 Un poco pasadito de vodka

 Sarko se siente más a gusto con el cantante francés Johnny Hallyday que con Jean-Paul Sartre o cualquier otro pensador. La música de Hallyday es el Yéyé (yeyé, en castellano), el pop de los Estados Unidos en los ’60, mezcla de rock y de twist. Y Bush reconoce que ni siquiera habla bien… el inglés.
Y siguen las coincidencias…
 En ocasión de la cumbre del G-8 en Alemania, antes de la última rueda de prensa, Sarko se reunió con el presidente ruso Vladimir Putin. Y desde ahí fue a la televisión, subiendo la escalera de cuatro en cuatro escalones. El comentarista Eric Bœver lo presentó ante las cámaras, divertido, con estas palabras: «Aparentemente no había bebido sólo agua». Y es verdad que él jamás había tomado alcohol, pero se dice que Putin habría agregado vodka a su jugo de naranjas.
Lo cierto es que aquel día Sarko estaba borracho. Yo lo vi: dudaba, se sonreía como perdido, estiraba los brazos desproporcionadamente y entrecortaba sus palabras.
Pero no fue el único bebedor no anónimo. También Bush quedó fuera de combate durante varias horas. Había tomado cerveza y desparramado cantidades de espuma. ¿Cerveza sin alcohol, quizá, ya que es declaradamente alcohólico? ¿O, contento por el «americano en París», olvidó su adicción?
 Bush quiere para Europa la ideología de los valores neoconservadores; y el presidente francés le abrió las puertas de la bella y envidiada Francia, desde su discurso en la asunción del Poder: lo elogió apenas empezó a hablar.
Para él, como para Bush, todo es negro o blanco, y toda oposición es el «Mal».  Sin embargo, la reacción de la mayoría de los ciudadanos —no de los intelectuales y artistas— es apoyar la gestión de Sarko. ¿Por qué? Por la política del miedo que él practica, y por su atractiva simpleza que —como la de su maestro George W.— no es sino mediocridad y desinterés por el sentido humano de la existencia.
Así las cosas, uno de los grandes temores es que el presidente francés —de rodillas— promueva una política exterior basada en la guerra, con la mira puesta ahora en Medio Oriente. Por eso inventan cosas como «el Eje del Mal» o la lucha antiterrorista, aunque los únicos objetivos son el petróleo, las armas y el poder sobre el mundo.
 La película «Lord of War» («El Señor de la Guerra»), de Andrew Niccole interpretada por Nicolas Cage, muestra el horror que cobija el tráfico de armas. Bush es quien da el nombre al filme, rodado en 2005.
2005: el 29 de mayo de aquel año, Sarko perdía sus ilusiones con un «no» mayoritario en el referéndum por la Constitución europea. Los franceses festejaron en las calles, flameantes de banderas azul-blanco-rouge: confiaban en su país, soñaban. Todavía.
 Pasaron apenas dos años y todo parece estar en riesgo, también el sistema de salud.  Francia creó la Seguridad Social (la Sécu) en 1945, con una idea simplemente humana: que cada uno pague según sus medios y reciba según sus necesidades. Ahora el «americano en París» anunció la creación de franquicias médicas y no se detiene: prevé instaurar el sistema de las aseguradoras de salud y terminar con la histórica — y justa— Sécu. Aspira a que sólo tengan salud los que puedan pagar, como lo muestra la película «Sycko», indispensable.
 Mientras tanto, nadie olvida las vacaciones de los Sarko en agosto, en una quinta a orillas del lago Winnipesaukee, cuyo alquiler semanal es de 30.000 dólares; y a nadie le importa   que la semana pasada haya salido de su despacho con una carta manuscrita de amor, aparentemente para Cécilia, que terminaba en castellano: «Millones de besitos». No se priva de nada.
 Y es cierto que hay debates y manifestaciones ciudadanas, pero el miedo y la sorpresa pueden más. Hoy, antes de terminar este artículo, escuché que mi médico parisino decía: «Me gusta Sarko: es activo, no se queda en las palabras». Es lo que piensan muchos.  «Roba, pero hace», se decía en América Latina en los ’90: no importaba la ética, ni la ley, ni la paz.
  Cristina Castello, Julio de 2007
Publicado en Revista OPEN (México)
 
*El 2 de febrero de 2008, Nicolás Sarkozy se casó con la aristocrática modelo y cantante Carla Bruni