sábado, 2 de marzo de 2019

Vuelve «El Diccionario», de Oscar Barney Finn: la Pasión, contra tanta Nada – por Cristina Castello

El lenguaje crea mundos, ¿qué mundos crea el lenguaje?
María Moliner toda entera

Pues la belleza no es nada
sino el principio de lo terrible, lo que somos apenas capaces
de soportar
Rainer Maria Rilke

María Moliner (Marta Lubos) y su médico (Daniel Miglioranza), hoy
interpretado por Oablo Flores Maini



Potente, lacerante por momentos; tierna y fresca hasta lo irresistible.
Terrible belleza,  belleza terrible.
«El Diccionario», una puesta de Oscar Barney Finn, con la apariencia de contar la vida de María Moliner (1900-1981). Pero no. No es solo eso sino mucho más.  En su urdimbre está la historia de la protagonista,  sí, pero también el franquismo y el silencio a que nos condenan las dictaduras; están la enfermedad y la decadencia; la pertinacia de la creación,  pero -por encima de todo- el amor a la  libertad. Y para Moliner, libertad y palabra fueron una manera de vida y  una forma de crear mundos, con el lenguaje.

«Libertad», dice María, casi al final de la pieza teatral, «facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos». 

Marta Lubos compone con maestría el personaje de esta mujer, emblema de la cultura española del siglo pasado. De María, que cosía calcetines, que tenía un marido, Fernando (papel que tan bien juega el actor Roberto Mosca)– catedrático de Fisica-;  que  tenía hijos, a uno de los cuales le preguntaron cuántos hermanos tenía, y respondió: «Dos varones, una hembra y el diccionario».
De María, bibliotecaria, filóloga y lexicógrafa española, cuyo diccionario irritó a los acartonados y machistas señorones de la Real Academia Española. De María, republicana, hasta el punto de tener que envilecerse, para conservar la vida  y poder seguir creando mundos con el lenguaje. Veamos…



(María quema libros y  Fernando, su esposo, la ve; aquí son jóvenes, pues la obra va y viene, armónicamente,  de un tiempo a otro de su vida)

FERNANDO: ¿Qué estás haciendo?
MARÍA Estoy quemando libros.
FERNANDO: (los retira del fuego) ¡Miguel Hernández, Machado, Lorca! ¿Qué ha
pasado, María?
MARÍA: Tíralos al fuego.
FERNANDO: No podemos quemar los libros.
MARÍA: (Los tira.) Claro que podemos.
FERNANDO: Somos gente de bien. Tranquilízate.
MARÍA: También vendrán a por ti.
FERNANDO: Ya han venido.
MARÍA: ¡Fernando!
FERNANDO: Sí, y me han quitado la cátedra. Envidiosos. Mediocres […] Y me han dicho que los fascistas se  llaman ahora «nacionales». Y Franco, el «Generalísimo». […] (mira hacia afuera)  ¡Mira, los fascistas entran en Valencia!
MARÍA: Fernando, llama a los niños, que salgan al balcón a recibir al Generalísimo.
FERNANDO: ¿Te has vuelto loca?
MARÍA: ¡Enrique, Carmen, Pedro, Fernando, venid!
FERNANDO: No saldré al balcón a dar la bienvenida a Franco.
MARÍA: Fernando, si no sales conmigo al balcón para que nos vean todos  los vecinos, no volveré a hablarte nunca.
FERNANDO: No te reconozco.
MARÍA: ¡Sal!
 (María levanta el brazo con el saludo falangista. Fernando, abatido,  levanta también el brazo.)

lv            Había que salvar la vida... 


«El Diccionario», es lo que hoy conocemos como  «Diccionario de uso del español»: dos tomos,  indispensables. 

Como nos muestra esta pieza teatral, María Moliner empezó a hacer fichas, a mano, con palabras en  1952 y jamás pudo parar. Siempre decía que le faltaban dos años para terminarlo; y si se publicó en 1967,  fue gracias a que la editorial Gredos -que la esperaba desde 1962- se lo exigió. Entregó los dos volúmenes, pero ella siguió: metros y metros de fichas, kilómetros de palabras, para una tarea que no hubiera tenido fin, si la enfermedad y la vida, no le hubieran dicho «basta». Bella locura de la creación.

La bella locura, antes de la otra locura, de la fatal, de la que borra recuerdos y vidas; locuras e intensidades que Oscar Barney Finn dibuja con lo más refinado de su refinada pluma de director de escena.  Bendita vida, antes de su final y con restos de lucidez, pudo enterarse de que el dictador había muerto. No hay estridencias para mostrar  que amanecía la libertad; el director nos lo muestra sobria e intensamente: más que las palabras, los ojos de la protagonista, que relampaguean; y el gesto delicado, tanto que casi hay que adivinar, del neurólogo, quien descuelga un pequeño retrato del Generalísimo.

La aterosclerosis cerebral, -hoy la diagnosticarían Mal de Alzheimer. La enfermedad. Así empieza la obra, con su consulta a un neurólogo (un espléndido Pablo Flores Maini), quien le resta importancia como paciente –es casi cruel con ella- y quiere derivarla a otro colega.  Al principio, solo al principio, hasta que la descubre.
La inteligencia, la vida, la historia, las ideas de María Moliner para la Biblioteca de la República. Y –sobre todo- el Diccionario, seducen al médico, quien la atiende hasta el final.
El final de su vida: burla de la vida o de la maldita muerte, su memoria –justamente su memoria- se desvanece día a día; y finalmente, solo alcanza a recordar el mundo que su lenguaje había creado: su palabra
No puede ni siquiera acceder a la Real Academia de la Lengua, porque los señorones cuyos lenguajes crean mundos muertos, no se lo permitieron: ella era mujer y eso era demasiado. Contenta porque, así, evitaba el discurso de admisión, que le daba pánico, solo dijo: « ¿Qué podía decir yo, si en toda mi vida no he hecho más que coser calcetines?».
La magistral dirección de Oscar Barney Finn, quien  acaba de cumplir cincuenta años de trayectoria artística, como director múltiple, hace de «El Diccionario» un espectáculo imprescindible. Los actores, figuras todas de prestigio, a la altura del director.
Por mi parte, creo que esta obra es necesaria y no sólo por esos méritos. También –y quizá sobre todo- porque es la historia de una pasión, que adquiere más valor en estos tiempos cuando la Nada amenaza con ahogar a la condición humana.

Cristina Castello
29/05/2016

FICHA TÉCNICA

Director: Oscar Barney Finn
Autor: Manuel Calzada Pérez
Actúan: Marta Lubos, Daniel Pablo Flores Maini y Roberto Mosca.
Iluminación: Leandra Rodríguez
Diseño gráfico: Leandro Correa
Producción ejecutiva: Verónica Dragui
Vestuario: Isabel Zuccheri
Diseño del espacio: Barney Finn
Asistencia de dirección: Florencia Laval
Dirección: Oscar Barney Finn
Fotografía: Sofía Gatti
Voz en off: Osmar Núñez
Diseño y realización escenográfica: Eduardo Spíndola

Funciones: viernes a las 20 hs. y domingos a las 18 hs.
Localidades: $280. / Jubilados y estudiantes universitarios (con acreditación) $ 230
El Tinglado Teatro – Mario Bravo 948 – 4863.1188