martes, 24 de marzo de 2015

Vergüenza, por Tomás Abraham

Este texto de Tomás Abraham, es Argentina en carne viva. Lectura indispensable (cristina castello)
 Las elecciones han perdido su importancia. Este año no es el fin de un proceso político ni el comienzo de otro posible. El 2015 es la repetición del 1994. El crimen de la Amia fue el inicio del fin del menemismo. Sus éxitos ya no contaron. Podía prolongar su poder unos años más, pero la podredumbre que sostenía su mandato – que se hizo doble y casi triple – ya no podía ocultarse. El asesinato de Cabezas, marcó definitivamente el régimen de los noventa.
Haber derrotado a la hiperinflación, reactivado el consumo, hacer más eficiente los servicios, hacer feliz a mucha gente con la plata dulce, la pizza y el champagne, nada de eso servía. Menem fue el presidente que nombró en la Aduana a un coronel sirio, quien manejó las fronteras con Yabrán, aquel que apadrinó la mano dura en la provincia, el hombre que se divertía aún el día de la muerte en la calle Pasteur.
Murió un hijo suyo en una escena tan oscura y tenebrosa como todo lo que lo rodeaba.
Hay momentos en que un régimen político muestra su otra cara, y lo hace de un modo tal, que nos deja sin palabras. Ya no tiene sentido debatir, ni denunciar. Las palabras se ahuecan.
En 1982 con la rendición del ejército argentino en Malvinas, tampoco nada se pudo seguir ocultando. El canto de victoria por la paz conseguida con la derrota de la subversión, la prédica cómplice de las principales fuerzas vivas del país esperanzadas en figurar en la eternidad del régimen – ya sean determinados gremios, corporaciones empresariales, sectores de la Iglesia, medio de comunicación, representantes de la cultura – , y la masa patriótica vivando la soberanía y la liberación del territorio ocupado, todo eso se cayó como un castillo de naipes, y la cara de Galtieri, sus gritos roncos, su postura de tirano seguro de sí y eufórico, se disipó en el mes de junio de aquel año.
Ahora es la muerte de Nisman. Algo ha cruzado la línea, es la que se traza más allá de la política.
Hay un más allá de la política, tiene que ver con la mínima dignidad que hace a la humanidad. El ser humano nunca deja de serlo, no es una bestia ni un animal, nunca deja de ser humano, racional y sapiens, pero puede llegar al límite de su condición.
Este gobierno ha tocado esa zona. Ya no sirve la asignación universal, la inclusión de mayores no contribuyentes, la unión de personas del mismo sexo, o un plan de viviendas, se pueden hacer listas largas de medidas exitosas. La historia no hace más que verificar que regímenes de máxima criminalidad se sostenían en políticas auspiciosas para mayorías. No hace falta ser un erudito en historia para comprobarlo.
Un jefe de gabinete ha insultado, injuriado, difamado a un funcionario de la justicia nombrado por este gobierno cuya labor era garantizada por las máximas autoridades. Ha mostrado imágenes impúdicas a las hijas huérfanas de un padre asesinado o suicidado después de una denuncia contra el poder.
Lo ha acusado de ladrón y promiscuo, y se ha programado una campaña para hacer de él, un ser que se merecía su destino. La sociedad contempla cada día este espectáculo macabro con el gusto perverso que nutre la prensa amarilla.
El periodismo negocia sus palabras, cuando no participa con entusiasmo en la degradación moral. Un periodismo que se justifica por un supuesto rol de información y de búsqueda de la verdad, muestra al fiscal rodeado de chicas con consoladores en mano. Esto es lo que se llama periodismo de investigación sobre el negociado que fue el memorandum con Irán y el encubrimiento del atentado a la Amia.
Hemos caído bajo. Cuando la palabra “pudor” es borrada de las mentes, todo está permitido.
No hay palabras. Tengo vergüenza por quienes nos gobiernan. Pienso en las hijas de Nisman, a la vez que recuerdo los mensajes de la primera mandataria cuando el cuerpo aún estaba tibio. No importa Magneto, Milani o Stiusso, tampoco importan Macri, Massa, Randazzo, da lo mismo.
El problema es otro, está más allá de la política. Los antiguos llamaban a esta zona “tragedia”, es la que denuncia Antígona en la obra de Sófocles. Es lo que denunció el cautivo de Auschwitz Primo Levi cuando tituló a su testimonio “si esto es un hombre…”.
Tenemos un problema serio, profundo. Hablo de una comunidad que se hace llamar argentina. Hemos tocado la zona obscena. La misma que infringe la tortura, la violación, las matanzas de inocentes, los genocidios.
Hace veinte años mataban a miembros de la comunidad judía. Lo presenciábamos con horror. Pero ver que representantes y formadores de la opinión pública, aconsejaban en esos días, el traslado de los miembros de la comunidad judía a los suburbios del gran Buenos Aires, porque se habían convertido en factores de riesgo, ya no formaba parte del horror, sino de una gran tristeza, de una desazón, de una ausencia de esperanza.
Esto que está sucediendo con la muerte del fiscal, la impunidad y la degradación moral de nuestros representantes, el sadismo con que se trata a su indefensa familia, todo esto ha mostrado el hueso desnudo de quienes hoy mandan en la república argentina.
Lamentablemente, quienes así lo hacen no han aterrizado en nuestra tierra desde otro planeta, son compatriotas, a veces aplaudidos, votados, encomiados y festejados. Como siempre ocurrió. Espero que reflexionemos todos, lo espero porque no tengo nada más que esperar.
Tomas Abraham
https://tomabra.wordpress.com/
22 de marzo 2015