viernes, 30 de marzo de 2018

El hombre que humanizó el boxeo y condenó a Oscar Wilde por amar, por Cristina Castello

Oscar Wilde
Fue el octavo Marqués de Queensberry quien,  junto a John Graham Chambers, creó las reglas del boxeo moderno en 1867 e inventó los guantes «nuevos y de la mejor calidad». Su objetivo fue dar a lo que en aquel momento era una disputa sangrienta brutal el aspecto de un arte. John Sholto Douglas, tal su nombre, quiso para el boxeo lo mismo que los griegos habían logrado ya en el año 1900 antes de Cristo, lo cual les permitió que lo incluyeran en el 688 de la misma era en los Juegos Olímpicos. Quería hacer de este deporte, que se practicaba particularmente entre la aristocracia, un culto al cuerpo.

Pero el arte y el respeto a lo corporal del hombre no le importaban al Marqués, sino tan sólo para el pugilismo. En cambio para el amor para ese amor donde anida la Gracia Sholto Douglas guardaba la hipocresía propia de su moral victoriana. Paradojas de la existencia. En el cementerio de Père Lachaise de París, en una tumba que más parece un pájaro en siempre vuelo, están las cenizas de su víctima: uno de los escritores y poetas célebres de la historia universal. Oscar Wilde.
 
Caricatura del Marqués de Queensberry
en Vanity Fair
 Boxeo, ¿deporte o violencia?

El hombre utilizó sus puños a manera de arma desde tiempos remotos. En Albacete, España, hay pinturas rupestres de los años 10.000 a 5.000 anteriores a la era cristiana, con representaciones de estas luchas; y en siglos posteriores, pero siempre antes del nacimiento de Cristo, la historia registra la existencia del boxeo en muchos países. En África, Egipto, la India, Irak y Grecia ­—ya estaba dicho: Homero escribió sobre boxeo en «La Ilíada», la epopeya y el poema más antiguo de la literatura occidental.

El Imperio Romano lo tomó de la cultura griega y lo convirtió en un espectáculo bestial, injusto, salvaje. Era un espectáculo al que se sometía a los esclavos, gladiadores y prisioneros, en los circos romanos. ¡Cómo no iba a ser un imperio el que introdujera todos los condimentos de la crueldad!

Los púgiles-víctimas, usaban el «cestus». ¡Ah, cuánta falta hacía el marqués de Queensberry… pero no para condenar el amor, sino para salvar vidas! El «cestus» era una suerte de guante de metal con clavos y cuchillas, para amputar los cuerpos… o matarlos, mientras el circo romano reía y aplaudía.

Lástima –en este aspecto-, faltaban siglos para que naciera el Marqués. Aquel imperio –que es como el imperio de nuestros días- llegó a incluir un «myrmex», para hacer más horroroso el horror. El «myrmex» era una espuela de bronce que se adosaba a los guantes y que podía pesar hasta tres kilos. «Mirmex» significa despedazador de miembros.

Por suerte, cuando el Imperio Romano decayó, ya no pudo costear estas carnicerías tan divertidas y el cristianismo también se opuso a aquellos enfrentamientos dignos de una pesadilla.

Y pasaron los años como las nubes pasan por el camino del ancho cielo.
Y llegó a Inglaterra el noble (venía de la nobleza) arte de «fistiana», el arte de «fistear». A ver… hablemos en lengua «humana», digo… comprensible.
«Fistiana»: del inglés «fist» = puño, en castellano.

El primer registro de un combate de boxeo en la modernidad data de1681 cuando el duque de Albermarle organizó –en Inglaterra, por cierto– un combate entre su mayordomo y su carnicero. A mi juicio, el circo romano continuaba; también en 1719, cuando el boxeo era un deporte popular en Londres y James Fig, el gran héroe y campeón.

Pero los combates se hacían sin guantes, los adversarios rodaban por el suelo, se agredían a mano abierta y a puño cerrado, los espectadores apostaban como en el casino… «¡Pégale más fuerte, mátalo, destrózalo!»… bramaba la multitud caníbal. Seguía la matanza.

Y entonces llegó el que se conoce como el «Padre del boxeo», Jack Broughton, quien pudo reglamentar apenas una pizca de aquella salvajada.
Según sus dictados, un boxeador no podía permanecer más de treinta segundos en el suelo, a noventa centímetros de su contrincante (¿o enemigo?); y, si no reaccionaba, el entrenador podía darlo por derrotado.
Sin eufemismos: salvarle la vida… o tratar de hacerlo.
Después, las reglas del London Prize Ring acortaron los treinta segundos a ocho y si el deportista era volteado, se daba por finalizada la pelea.
Pero aquello era sólo un analgésico para semejante sangría
Oscar Wilde y Lord Alfred Bosie Douglas, el «delito» de amarse

 ¡Que llegue el Marqués humanista!

Y llegaron John Sholto Douglas Marqués de Queensberry con John Graham Chambers. ¡Qué alivio! Claro que ya corría 1867 y los heridos, muertos y mutilados por el boxeo eran innumerables. Eran innumerables se-res hu-ma-nos.

«Nuestro» por ahora hombre de Queensberry (1844-1900), cambió las categorías de «peso» de los deportistas e instituyó los salvadores «guantes de la mejor calidad y nuevos». En realidad, este código habría sido redactado por John Graham Chambers y producido y patrocinado por el Marqués, quien –además lo publicó. 

 A partir de entonces, se estableció que los «asaltos» no podían durar más de tres minutos, con un minuto de descanso entre ellos; y que el boxeador que cayera al suelo o sobre una de sus rodillas, no podía permanecer en esas condiciones más de diez segundos. En ese momento, se daba por perdida la pelea.

Del dúo Chambers-Sholto Douglas proviene también la idea del famoso «cuadrilátero»: el ring debía ser un espacio cuadrado de 7,3 x 7,3 metros y la clasificación de los luchadores por categorías, de acuerdo a su peso.

El hombre bisagra

En 1889 el estadounidense John Sullivan, campeón de los «pesados», peleó y ganó frente a Jake Kilrain el último combate sin guantes de la historia.
Después, en Nueva Orleáns (Louisiana) y ya con los guantes que imponían las reglas de Queensberry, perdió la competencia de su categoría frente a James Corbett. Fue el 7 de septiembre de 1892.

John Sullivan fue el hombre-bisagra entre dos etapas de este deporte y las pautas de Queensberry se mantienen hasta hoy como código de conducta.
Pero… ¿Hasta dónde los boxeadores eligen ese camino por amor al cuadrilátero, hasta dónde por necesidad de dinero y/o por qué ansían la fama? ¿Hay violencia en ellos… o las carencias los empujan a tomar los guantes de Queensberry?
De Vanity Fair

Pienso en algunos de los considerados «Reyes del boxeo».
El «Campeón gaucho» Carlos Monzón, campeón del mundo del peso medio, a quien entrevisté tantas veces.  El 12 de febrero de 1988 asesinó a su última esposa, Alicia Muñiz, a quien tiró por el balcón de un edificio de la ciudad de Mar del Plata. En 1995 murió en un accidente automovilístico, cuando iba a su casa para gozar de un permiso penitenciario.
Otro de los Reyes, el mexicano Ricardo López,  («El Finito»),

«Campeón del mundo del peso paja» en 1990 y del peso «mini mosca» en 1999. Cincuenta y una victorias, ninguna derrota, la frente alta y considerado por muchos como un ejemplo. Tanto más, sin duda, lo sería el sinaloense Julio César Chávez, cinco veces campeón mundial en diferentes categorías. El Marqués de Queensberry aplaudiría sin guantes.

¡Que se vaya el Marqués!

El Marqués de Queensberry, John Sholto Douglas, fue el padre del lord Alfred Douglas, «Bosie», pareja amada-amante del escritor, dramaturgo y poeta Oscar Wilde. «El mapa del mundo estará incompleto si en él no incluimos al país de la Utopía», escribió. Y vivió sus palabras.

Pero su utopía, que no era otra cosa que el amor total con «Bosie», lo llevó a la cárcel, donde escribió «La balada de la cárcel de Reading». Allí estuvo condenado a dos años de trabajos forzados, a raíz de un juicio por «indecencia grave por la comisión de actos homosexuales». El marqués lo había acusado de sodomía, lo cual fue una expresión de la falsedad, del cinismo político de la época –¿sólo de la época? –, de la soberbia del Poder y, por cierto, de la intolerancia.
El precio del amor: la cárcel

Oscar salió de la prisión arruinado financieramente, y con su espíritu herido: se equivocó al creer que «Bosie» ya no lo amaba; y tras las rejas le escribió un largo texto que se conoce como «De profundis».
Paradojas de la condición humana: el mismo marqués que salvó tantas vidas, gracias a las reglas del boxeo y a la obligación de los guantes, quiso matar el amor. 

Bajo el nombre falso de Sebastian Melmoth, Wilde pasó el resto de su vida en París, donde murió en soledad a los 46 años.

Su sepulcro de pájaro enamorado tiene cientos de señales de besos de quienes lo amamos. Bendita su vida, que quiso ser vivida como poesía y no como la prosa que escriben los mediocres. Debo decir que cuando lo visité en el cementerio de Père Lachaise, sentí que en aquellos versos de su Balada escrita tras las rejas, no hablaba de otro, sino de sí mismo: 
«… Entre los reos caminaba /con un mísero uniforme gris / y una gorrilla en la cabeza; /parecía andar ligero y alegre, /pero nunca vi un hombre que mirara con tanta avidez la luz del día. /Nunca vi a un hombre que mirara/con ojos tan ávidos/ese pequeño toldo azul/al que los presos llaman cielo…»
          
           El suyo era un cielo sin reglas porque el amor no las necesita.
           Era un cielo sin guantes.
La tumba de Oscar en Père Lachaise, Paris.
Cada milímetro está poblado de besos


           Cristina Castello

           Abril 2008, en revista Open
           México

Pedofilia: #LaNocheDeML/Natacha Jaitt, en 6 pasos – Cristina Castello

1.- Llevan al programa a Natacha Jaitt para que dé nombres de supuestos pedófilos (yo no estaba de acuerdo con esto).
2.- Natacha empieza a dar nombres y la callan. para que no diga aquello para lo cual se la invitó: groseras intervenciones de Ninci y de Grabia.
3.- Termina el programa y hay un impensado y significativo abrazo -cariñosísimo- de la mamá del soldadito-héroe, Marcelo Daniel Massad, caído en Malvinas, a Natacha.


Sólo a Natacha Jaitt abrazó, con amor y por su propia iniciativa.Quisieron oponerlas como el bien y un supuesto mal, pero la dama-mamá, Dalar Massad, abrió su corazón
4.-El corporativismo de los medios, calla lo que pasó y/o lo disfraza (ver Clarín/Nación/Infobae/Perfil, etc.).
5.- El abrazo de la mamá del soldadito-héroe y TW (fue TT mundial) - desde donde se exigía al programa, que no callara una palabra sobre pedófilos- dan el veredicto.
6.-Veredicto: culpables #LaNocheDeML y los medios que, cómplices y hasta esta madrugada, callaron y/o tergiversaon. Se exige la verdad.

**Remarcable: la piedad en cada tuit hacia Natacha, por su vida, y el hartazgo por tanta hipocresía.
El programa del 31/03/2018 completo
AQUÍ


* Pienso en Lourdes Di Natale, asesinada en tiempos de Carlos Menem, porque sabía demasiado

Cristina Castello, palabras al pasar
madrugada del 01/04/2018, después de haber visto el programa

lunes, 12 de marzo de 2018

Cuando "ABUELO" actúa como un adjetivo discriminatorio - Cristina Castello y Silvia Camino

c"Cuando se los llama 'ABUELOS', se sustrae a los ciudadanos  adultos mayores, del reconocimiento  pleno  de sus derechos y como premio consuelo se los trata con léxicos empalagososse les habla en diminutivo, mostrando una ‘pretendida ternura social’".
 (Silvia Camino


Cristina Castello:
La vejez es un viento que llega y arranca una flor" (William Yeats).
Quienes llaman “abuelos” a las personas mayores, son ese viento que quiere arrancarles las flores. Son muchos periodistas y “periodistas” y muchos políticos.

Diálogo espontáneo en Facebook, entre  la Dra. Silvia Camino (abogada) y Cristina Castello  


-Cristina Castello:
No me gustan que digan "abuelos” a los mayores; muchos no tienen nietos; y muchos de quienes lo dicen, por ejemplo la nepotista Mirta Tundis, tienen más de 60, como la mayor parte de quienes convierten el sustantivo “abuelo” en un adjetivo discriminatorio.

- Silvia Camino:
“Abuelo”
no es una categoría social ni jurídica. Los mayores pueden o no tener  nietos. Pero ningún adulto mayor es “abuelo” del pueblo. Tienen los mismos derechos de todos los ciudadanos. Y más: como “discriminación positiva” que deben tener igual que los niños. Una sociedad que quiera ser humanitaria y democrática deberá bregar fuertemente por sus “derechos”. Decirles “abuelos” es casi tenerles “pena”. A mí eso me duele. Mucho. Creo que se les debe gran respeto y tantas veces, admiración.

-Cristina Castello:
 Sil, aprovecho que sos abogada, ¿existe la palabra “abuelo” en Derecho, para llamar a las personas de esta franja etaria?

-Silvia Camino:
A ver, Cris…esta terminología podría ser más propia dentro del Derecho de Familia. La ley los referencia  -al tratar las relaciones de parentesco entre las personas-  como  el ‘ascendiente común’ en una línea recta de la cual se derivan distintas generaciones dentro del seno de la familia. No los llama llanamente “abuelos”. Que quede claro: los adultos mayores pueden o no tener descendencia; esto es, pueden o no tener hijos y/o nietos; y esto nada les agrega ni les quita.

--Cristina Castello:
Claro, entonces sería otra cosa, nada que ver. Para mí esto de decir “abuelos” es también una discriminación según el poder o la posición que tenga cada persona mayor.
¿Quién diría “abuelos” a Graciela Fernández Meijide, a Santiago Kovadloff,  a Magdalena Ruiz Guiñazú, a Juan José Sebrelli, a  Guillermo Roux, a Felipe “Yuyo” Noé,  a Antonio Pujía, a Antonio Seguí, a Martha Argerich?
¿A Mauricio Macri (60 en 2019), a Marcos Aguinis,  a Graciela Borges, a Susana Giménez?
¿A los miembros de la SCJ, Elena Highton de Nolasco, Juan Carlos Maqueda y los otros? 
¿Y a Mario Raúl Negri, a Lilita Carrió, a Mirtha Legrand y a Marcela Tinayre,  y… a Bergoglio (con el perdón de la mesa 
J)?  
¿Acaso a Carlos Menem, a CFK, y a Néstor Kirhner les decimos “abuelos”? 
¿Y cuando  se invita a los programas a Beatriz Sarlo –para que hable mal del Gobierno,  la llaman “abuela”?
¿Y a los criminales del Terrorismo de Estado o a los criminales terroristas de las “Tres A” en adelante, les decimos “abuelos”?
¿Y a los enormes Gregorio Klimovsky y Manuel Sadosky o a la Dra. Carmen María Argibay?
¿María Julia Alsogaray y/o Álvaro Alsogaray, son mencionados como “abuelos”?
¿Y a Raúl Alfonsín, a Don Arturo Illia, y a Hipólito Yrigoyen y a Moisés Lebensohn?
¿El general José de San Martín es recordado como un “abuelo”?
¡Ni hablar de mis colegas periodistas, de más de 60, de 70 u ochenta, que hablan de “abuelos”!
Es como cuando, tantos políticos, periodistas y “periodistas”, dicen “la gente”,  como para señalar que “la gente” son “los otros”; quienes no ostentan posiciones de poder o de propaganda, o acreditan dineros importantes, son “la gente”.  Así también, hay “personas” y hay… “abuelos”: los desechos de personas.

-Silvia Camino:
Absolutamente así, Cris, ¡tal como decís! En la 'jerga' argentina -por una tan triste como pretendidamente edulcorada convención social, incluso muchas personas de buena voluntad, así como comunicadores y políticos aceptan decir 'abuelos' a los adultos mayores que han tenido a lo largo de sus vidas las menores posibilidades en educación y calidad de trabajos. Los 'abuelos' son los adultos mayores que se encuentran más dependientes de la ayuda -en el mejor de los casos de sus familias- porque tienen los 'bolsillos más flacos' si no vacíos; seres humanos que fueron dejados en esta situación por nuestro cínico y depredador sistema jubilatorio; lejos quedaron del 'jubileo' cuando todos los gobiernos han arrasado con sus cajas previsionales, pues siempre calcularon que muchos tal vez no tendrían fuerza para protestar, ni votos para dar, ni vida suficiente para reclamar. Sin dudas, y tal como decís, los 'abuelos' son los adultos mayores/ciudadanos más discriminados por estar en la situación más grave de vulnerabilidad -junto con los chicos- y a veces, peor. Siniestra palabrita la de 'abuelos’, en este caso.

-Cristina Castello:
Ni hablar de los grandes hombres que hicieron historia, desde la ciencia, la política, las artes… Aclaro para las “feminazis”: “hombres” está dicho en el sentido genérico, como se usó siempre.  Nadie les dijo ni les dice “Abuelos”.

-Silvia Camino:
Totalmente, Cris. Decir ‘abuelos’ a los ciudadanos adultos mayores es como otorgarles una  capitis diminutio” -como decían los romanos- o disminución en la capacidad jurídica, una especie de ciudadanos de segunda. Se los sustrae del reconocimiento  pleno  de sus derechos y como premio consuelo se los trata con léxicos empalagosos; se les habla en diminutivo, mostrando una ‘pretendida ternura social’. Es muy raro este caso argentino. Trata a un ciudadano mayor casi a la categoría de un infante. Carece de toda sensatez.
Espero que Cambiemos pague ya las SENTENCIAS FIRMES
a los mayores, NO a los "abuelos"

-Cristina Castello:
A quienes menos tienen… “la pobreza, esa dura y vieja bruja” (William Blake). Qué curioso, vos sabés, Sil, en francés, “jubilation” quiere decir “júbilo”; la misma palabra, en castellano, es un oprobio, al que disfrazan con “abuelos”, para “tiernizar
 –como bien decías- la injusticia y la ausencia de fraternidad. Insisto, la palabra “abuelo”, para las personas mayores, es un adjetivo discriminatorio. Perverso.

-Silvia Camino:
¡Sí! ‘Abuelos’ es EL eufemismo para llamar a los adultos mayores pobres, "sin una situación de poder económico/social',como decís, a veces con poca educación y que tuvieron los trabajos más desfavorables. Un beso, mi querida Cris
Cristina Castello

"Habría que nacer viejos y morir niños. Nacer sabios y pisar fuerte desde el comienzo, para no caer desde el principio, e ingenuamente morirnos. Y creer que al final todo fue un juego, cuando somos viejos -es decir, niños- reírnos de la vida por conocer ya sus ríos, reírnos de la muerte por no entender sus abismos. Nacer viejos y morir niños... Saber que hemos llegado. No ver el fin del camino". 
Enrique Bossero


*Estas palabras al pasar escritas muy velozmente, en un ida y vuelta, son enriquecedoras. Pueden ocurrir en FB, cuando se encuentran personas con ojos que saben ver y que tienen vocación de ayudar a construir la vida

Diálogo de Silvia Camino y Cristina Castello en FB
Hoy, 12/03/2018
Imágenes de flores, de ESTE SITIO

miércoles, 7 de marzo de 2018

Alfredo Alcón: «El erotismo es la conversación de los cuerpos», por Cristina Castello

Foto: Ramón Puga Lareo
(Un ping pong donde nada tiene que ver con nada y todo tiene que ver con todo)

¿Qué es estar vivo?
Es tener alegría.

¿Te  da alegría que te  digan “el mejor”?
No, no, eso del “mejor” me suena a éxito. A ruido, a clasificación, a molde. Además, durante mucho tiempo pensé que todo se debía a un gran malentendido.

¿Por qué?
Porque un día comprenderían que yo era una... mierda.

Pero no pasó...
No, porque soy un privilegiado. Porque me tienen afecto.

Por suerte se inventó el amor. Aunque ahora casi todo apunta a las extremidades y poco al corazón...
Es cierto. Porque nos educan mal. Porque nos dicen que el amor debería ser la razón de la vida.

¿El sentido de la vida?
Digamos que sí. La mezcla de la sinrazón del amor, con la necesidad del conocimiento y con el juego de la imaginación.

¿Es tu definición del amor?
No,  no podría definirlo. No soy poeta. Y no quiero hablar como si estuviéramos en la época de los griegos en una isla y con una cítara en la mano.

¿El amor no es posible en tiempos menemistas?
Es difícil para los que no ganan ni para sobrevivir. Son la mayoría y ahora les están amputando el alma.

¿Culpás al Gobierno?
No. Acá hay un estado de desprecio al hombre y a sus valores que tiene distintos nombres. Este presidente pasará y vendrán otros. Por eso, hablar mucho de estos pequeños les da mucha importancia. Ellos no saben amar.


¿Los condenás al silencio?
No, porque no creo en el silencio. El silencio es un lenguaje.

¿Qué es un árbol?
Es un árbol y es parte del lenguaje. Pero cuando a dos personas se les aparece la misma imagen de árbol, árbol es una resonancia.

La misma música... ¿Y el baile? Bailás muy bien...
Sí, y a veces bailo solo. Y me hace bien.

¿Te gusta nadar, por la sensualidad del contacto con el agua?
Sí, y porque es vislumbrar cómo es ser pescado.

¿Qué es la utopía?
La única forma de ser- humano. Si uno no es utópico, no es.

¿Dónde están tus  alas?
Se despliegan cuando encuentro esos seres, que me hacen sentir que todo es más liviano.

¿Te gusta tu cuerpo?
No sé... ¡qué pregunta! Cuando veo una estatua pienso...

¿Te gustaría ser como el David de Miguel Ángel?
Claro, pero cuando escucho a Ernesto Sábato me gustaría tener su inteligencia; es la nostalgia por la perfección.

¿Qué obra de la pintura de todos los tiempos sintetiza tu mundo?
No sé. Pero me gusta Joan Miró. Y cuando voy al Prado y pienso que veré al Cristo de Velázquez, me digo “ya voy llegando, ya voy llegando”.

¿Es más importante el deseo que la concreción del deseo?
Dicen que peor que no tener algo es tenerlo. Pero  yo prefiero tenerlo.

 Foto: Ramón Puga Lareo

¿Por qué la poesía?
Porque revela mundos.

¿Qué es un teatro?
Es un lugar donde la gente se junta para ensayar la vida.

¿Una ceremonia, en el sentido de los chamanes?
No me gusta la palabra ceremonia, es ceremoniosa.

¿El erotismo está en la mente o en el cuerpo?
Es el guiño de los cuerpos.

¿Dónde están tus maldades?
En ese día o en ese  un minuto, cuando  me siento indiferente; la indiferencia es el infierno.

¿Es posible que rías de inocencia?
No sé. Pero trato de crecer con la curiosidad del asombro.

¿Por qué nunca hablas de tu mamá?
Por eso: porque es mi mamá; es chiquita, flaquita y tiene una rara fuerza, en su fragilidad.

¿Guardas archivo de tus notas periodísticas?
Mi mamá hace el archivo de todo lo que publican sobre mí. Por eso me gustan las notas: para que ella las vea.

Cristina Castello, Publicado en  “Clarín Revista”, entonces revista dominical del Diario “Clarín”, mientras trabajábamos en los números cero de “Viva”.
Buenos Aires, 23 de octubre de 1993