Aparece primero en la presencia de sus zapatos de cirugía. Blancos y número especial; tan grandes son, que entran en el despacho antes que él.
De pie sobre sus setenta años, el doctor René Favaloro, inteligente, polémico, estudioso, testarudo, gentil, perfeccionista nato, llega con disculpas porque se retrasó algunos segundos. Se detiene ante mí, y en su palabra —dicha a borbotones— estalla su obsesión por la educación como herramienta. Y al final de nuestro encuentro, desgrana una frase inquietante.
Hiperactivo, con una pasión tan extensa como su estatura y a la vez moderado. Mucho. Opina y con sus decires quiere contribuir a un país mejor pero guarda aquello que puede irritar al Poder. Después me lo cuenta, pródigo: cuando el grabador está apagado. ¿Alguna vez lo dirá?
—¿Qué haría San Martín hoy con nuestros gobernantes?
—Creo que pocos se salvarían de ser capados. San Martín caparía, a lo paisano, a varias generaciones de mandantes. Pero... le dije antes de comenzar que no quiero hablar de política, de manera que cortemos aquí, por favor.
—Lo había escrito aquello en “Recuerdos de un médico rural” (1980), sí. ¿Y hoy sería peor?
—Mucho peor, pero por favor, vamos a otros temas
—Está bien, ¿Qué es un corazón?
—Es un órgano que hace bum...bum y bombea la sangre, para que circule; es sólo un pedazo de carne y hasta puede ser un alimento. En Aráoz (La Pampa), lo comíamos:corazón de animal nuevo, decía el paisano; y en Sudáfrica lo probé relleno, como fiambre.
—-¿Es todo?
—-(Se sorprende) Es todo, ¿a usted le parece otra cosa?
—¿Tan poco es ese lugar que atribuimos al amor y la pasión?
—Esa es la fase poética, igual que su pregunta. En el corazón se fijaron al alma y al amor pero si late rápido o lento no es por el vuelo amoroso, sino por mandato del cerebro; es el cerebro quien gobierna y en él deberíamos ubicar los sentimientos.
—¿Qué sentimientos?
—-Las emociones, el amor y la pasión.
—Parecen antiguos, pero en este momento soft son revolucionarios
—Sí, soft...light...esos conceptos son bien americanos y acá los jóvenes viven así: me desilusiona. Van a lo superficial y viven al día porque perdieron las ilusiones.
—¿Vio algún recital de Fito Páez, por ejemplo?
—Sí y los temas de Fito Páez o de León Gieco me gustan porque el mensaje es bueno, pero no inventaron nada: son canciones de protesta y vienen del Martín Fierro. Quiero decir: los jóvenes en general, no se comprometen.
— El modelo que impone el Presidente Menem es la ausencia de valores: del compromiso entre ellos, la ética, la justicia, la...
—(No quiere escuchar) No, no, yo no hablo del señor Presidente.
—¿Para no hablar mal?
—No… yo hablo mal de los jóvenes que no se comprometen: ni individual, ni familiar, ni socialmente. De los que hablan de libertad y de justicia, pero sólo dicen palabras y no hacen. De los que cantan solidaridad en los recitales y al día siguiente no van a una villa miseria a ayudar o a enseñar.
—Bueno, el mensaje gubernamental que reciben, no es el de la fraternidad...
—Es cierto: reina el individualismo y ellos reciben el mensaje del tener y del poder, como valores supremos. Sólo importa el consumo.
—Tarjetice (valga el verbo) su vida, invita una publicidad. ¿Una metáfora del consumismo y de la mercantilización de la vida?
—Sí...Horrible, horrible; es una exaltación de lo material y de lo fácil, y así pasa con Maradona, con Gabriela Sabattini o con algunos artistas: se habla de cuántos millones de dólares ganan por año. Es el exitismo del dinero.
—¿Qué me dice de los yuppies?
—No son la sociedad del futuro.
—¿Apuesta a que un día la vida importe más que el valor de la Bolsa?
—Sí: avanzamos hacia un mundo social y participativo; con justicia social, sin tanta indiferencia ni tanta agresividad.
—¿Desde dónde viene usted a su trabajo?
—Desde Palermo, (parece intrigado)... ¿Por qué?
—¿Desde qué parte?
—De Barrio Parque, pero mire….vivo en pleno barrio bacán pero compré esa casa a 55.000 dólares hace años. Ni conozco a mis vecinos, y cuando vuelvo a mi casa (se apasiona), yo mismo preparo la mesa y lavo los platos; y si hay que pasar el lampazo, lo hago... pero... ¡basta con esto!... No me gusta hablar de mí mismo.
— ¿No?
—No: vivo pensando en dejar alguna semillita por ahí para que sirva a la gente. Pero… ¡qué agresiva está mucha gente! Los otros días en Aeroparque un taxista paró al lado mío, me arrancó la valija y casi me corta la mano; y fue nada más que para ganar un segundo.
—Una sociedad enajenada…
—Enajenada, decadente y llena de contrasentidos. Por un lado, está el avance tecnológico que —bien usado— permite una mejor calidad de vida y de salud; y por otro, la pérdida de los valores esenciales.
—Locos pero psicoanalizados. Buenos Aires es la capital del psicoanálisis.
—-Ah, sí...psicoanálisis por cualquier cosa: llevan a los chicos desde los tres años.
—Y hay analistas también para los perritos…
—Bueno, paremos aquí: eso es una enfermedad. Yo jamás me psicoanalicé, entiendo que hay situaciones para las cuales es bueno, pero acá se exagera todo.
—La ciudad y el hombre. Y el salvajismo para con los otros seres humanos.
—Es verdad, pero por suerte hay una tendencia a que la gente vuelva al pago. En Italia el año pasado volvieron un millón y medio de personas a sus pueblitos y entonces yo le pregunto: ¿quién vive mejor, este porteño que va al cine, al teatro, a comer y tiene todas las ventajas o...?
—¿El que tiene dinero para esas cosas, dice usted? Porque no cualquiera…
—Digamos que el de clase media alta. ¿Quién vive mejor, ese porteño o el del Interior?
—Define usted una situación grave, pues comer, tener placeres y nutrirse con cine o teatro y todas las expresiones de la cultura debería ser para todos...
—Es cierto, pero yo me refiero a otra cosa: es mucho más feliz quien vive con sus gallinas y su huerta que usted o yo. Además, cuando estemos al filo de la muerte no recordaremos nada material; pensaremos en la mujer amada, en el amigo, en los pájaros, en la naturaleza: eso es lo único que cuenta.
—Hacen falta ejemplos, creo. Dígame, ¿usted es amigo de Carlos Menem?
—Sí, lo conozco desde hace veinte años y somos amigos.
«La pobreza es aquel olor a rancho,
aquella mezcla de mugre y humo…»
— ¿Y qué hace usted con los cada vez más niños pordioseros, gracias este modelo?
—Yo les doy alguna cosa, porque comprendo y quizás es así porque vengo de un barrio muy pobre y fui médico rural durante doce años. La pobreza es aquel olor a rancho que llevo conmigo para siempre: aquella mezcla de mugre y humo…
—¿Está conforme con este hoy y aquí en nuestro país?
—Mire, esta democracia y esta estabilidad costaron mucho y ni el más croto puede estar en contra (no da lugar a observación alguna, no me deja hablar); pero si a esto no se le agrega un plan profundo de reactivación con justicia social, el futuro es un gran interrogante. Digo entonces saquemos un decreto que...
—Mejor saquemos una ley, basta de decretos…
—Es cierto (sonríe, por primera y única vez), saquemos una ley para que se termine con esto de que pasamos de 90.000 autos a 380.000...y todos importados. Se habla de libre cambio y de libertad para importar todo como si eso fuera la gloria, ¿y la industria nacional?
—Y en los medios de difusión se insiste con el temor del retorno al proteccionismo, sin que se explique qué es y sin que se debata el rol del Estado…
—Es verdad, pero los medios deberían informarse. Hay que decir que Inglaterra y Estados Unidos se hicieron grandes precisamente con el proteccionismo.
——Ni Tatcher se atrevió a tanto, para mal, como acá... ¿Por qué llaman liberalismo a enajenar las empresas del Estado, las comunicaciones, la energía, el espacio aéreo y… hasta la ruta transpolar?
—Porque los liberales argentinos deberían leer a Adam Smith.
—En 1988 el doctor Raúl Alfonsín le ofreció el Ministerio de Salud, ¿por qué no aceptó, a pesar de haberlo apoyado en el ’83 y en el ‘87?
—Porque mi vida es esto. la medicina, la Fundación… Por favor, no me haga hablar de política…
Con el entonces presidente, Dr. Raúl Alfonsín
— Está bien,¿Tiene usted respeto intelectual por Bernardo Neustadt?
—No entro en lo personal pero puedo decirle que el periodista Daniel Muchnick es un intelectual y me merece respeto. Además, tanto Neustadt, Neustadt… ¡Bueno! Habría que terminar con la gran mentira del rating... ¿por qué no cuentan los televisores apagados? Ese es el verdadero rating.
—La televisión —en general— es hoy vacuidad, obviedades y degradación de la vida....
—Y no educa y no enseña valores. Ni honestidad, ni participación, ni amistad, ni trabajo. Y nos venden que hay que comer todo lo que trae la furia de la importación. Yo me niego y entonces para conseguir un queso gruyere argentino -mi debilidad- tengo que recorrer todas las góndolas del supermercado. Bien, las recorro y mientras tanto —con los que me encuentro- trato de enseñar, también a que se lea de nuevo.
—Por favor, tres libros indispensables para la escuela primaria.
—(No duda) Platero y yo, Juvenilla y Recuerdos de Provincia.
—¿Y para el secundario?
—Los jóvenes tendrían que leer algunos pasajes de la Biblia, de La Ilíada, de La Odisea, Sófocles, Eurípides, Shakespeare, Unamuno. Y de los nuestros, a Horacio Quiroga, Guillermo Hudson, Mallea y Martínez Estrada. Ah...y me olvidaba de Prometeo: es fun-da-men-tal.
—¿El fuego, la libertad y la rebeldía de Prometeo para tratar de cambiar esta cultura de la aceptación?
—Precisamente, Prometeo es el canto más grande a la libertad del hombre.
—Su primera reflexión que no alude exclusivamente a neuronas, ¿hace una suerte de elitismo de la inteligencia?
—¡Eso es! Para mí el único elitismo es el de las neuronas. Y por eso creo que a la universidad tienen que entrar todos y sin distinción de pobres o ricos, pero... ¡eso sí! con comprobada capacidad neuronal y con pasión.
—La pasión mayor parece ser el fútbol...no vamos bien así, ¿verdad?
—Y....es una pasión pero también una representación de esta sociedad. Las barras bravas, los dirigentes, esto de nombrar excepcionalmente a un jugador de un cuadro chico. El cuadro de Bilardo, el cuadro de Menotti, el cuadro de...qué sé yo quién. Mire...acá nadie inventó nada desde que llegó el Húngaro Hirsch, en la década del 30. Además, por ahí le dan demasiado puntaje a algún jugador sólo porque es conocido...
Con María Antonia Delgado: fue su esposa desde 1951, hasta su muerte en 1998
—A ver....su perfil de los porteños, por favor.
—Salvo excepciones son individualistas, egoístas y envidiosos. Y si son maleducados son también gritones. Pero la Argentina sigue siendo feudal y los signos abundan.
—Causa y consecuencia de esta crisis de representatividad, por cierto…
—Sí...y por eso ahora son políticos son quienes tienen buena pinta, gesticulan bien y manejan gente. Pero... ¿qué hacen para reemplazar el yo por el nosotros? ¿Y los estudiosos, dónde están?
—Casi nunca, usted, cerca de las cámaras de televisión.
—Eso es cierto, no hay que mostrarse tanto. Mire...para mí políticos, fueron Juan B. Justo, Lisandro De La Torre o Moisés Lebenshon. Y, para no embanderarme en ningún lado, de los peronistas tengo un gran respeto por (Ángel Federico) Robledo y por (Jorge) Taiana.
—Ahora roban para la Corona como dijo José Luis Manzano o dejan de robar por un tiempo, según el gremialista Luis Barrionuevo...Conductas como las de Lebenshon o De La Torre parecen una utopía....
—No deberían ser sólo una utopía y creo que no lo serán (habla en voz muy alta). ¡No, no serán una utopía!... Y lo grito, porque me jugué acá adentro, en nuestro país, en Argentina, y entonces tengo el derecho de gritarlo, ¡todo el derecho!
—Ni radical, ni peronista. ¿Es usted favalorista?
—No, como decía Martínez Estrada soy un nacionalista sin trampas. O, mejor, un enloquecido nacionalista sin trampas y seré así hasta mi muerte.
—¿Por qué habla tanto de la muerte?
—Pero cuando muera, se enterarán de muchas cosas.
—¿Qué se llevará de esta vida?
—-(No duda) Me iré de esta vida con mis silencios.
*Esta frase enigmática del final de nuestro: «Me iré de esta vida con mis silencios», fue tomada por los medios, como un anticipo de su suicidio, el 29/07/2000*
Sus padres, Juan Bautista Favaloro e Ida Rafaelli
René Favaloro en Wikipedia
©Cristina Castello
Publicado en «Clarín Revista»", entonces la revista dominical del Diario «Clarín», donde yo trabajaba, mientras hacíamos los números cero de lo que sería «Viva». Publicado en Buenos Aires (Argentina), el 6 de Febrero de 1994