Hice este reportaje a Osvaldo
Soriano el 19 de noviembre de 1995. El mismo día de su publicación en «Viva»
(«Clarín»), donde yo trabajaba, me llamó por teléfono. Lloraba. Me dijo que
nunca se reconoció tanto. como en nuestra entrevista. Osvaldo murió
el 29 de enero de 1997. Su hijo, Manuel, su «último gol», tenía entonces 5
años.
Aquí, aquella nota,
y al pie, pinceladas de su historia y de sus libros:
oooooo
No hay un punto de inflexión en el diálogo. Ni un antes o
un después, ni una brecha. El clima es parejo, en la madrugada de café y
exaltación de la palabra. Y de eso se trata. A Osvaldo Soriano le gusta
conversar y hasta hilvana guiones con el contenido de nuestro diálogo. Con un
pucho sin prender en la mano, cosa de ex-fumador, tira una ceniza inexistente
en un inexistente cenicero y escarba. Y hurga simultáneamente en su interior y
en la médula de Argentina, en curiosa simbiosis entre él y «su» país. Como si
lupa en mano, anduviera en busca de algo (C.C.)
—Bueno, aunque quede ridículo que lo diga (con
simplicidad), uno siempre anda
buscando los orígenes: nuestra identidad.
—¿Difícil, hoy y aquí, no?
—Sí, porque aunque parezca una sátira hoy parece que fuera
lo mismo luchar por los ideales (se ilumina) -como (Juan José) Castelli
en los días de Mayo- que ir a comer con Mirtha Legrand. Quiero decir que paradójicamente
lo "light" caló tan hondo que es un hecho "hard".
¿A quién le importa desentrañar qué
significa ser argentino si eso es meterse en un lío de identidades?
—Mejor no develar misterios, caerían muchas
máscaras.
¡Por favor! (sonríe, comprensivo con la condición de
argentinos)... ¡Que nadie se atreva! Mire qué pasa con Gardel, uno de nuestros mayores mitos. El sólo quería tener una casita y jugar a los
burros pero en su imagen misma y con la incógnita de su nacionalidad, muestra
desconcierto...¡Y eso nos viene
bárbaro! Nosotros jamás aceptaríamos que
se probara si era uruguayo, francés o
ruso, porque perderíamos la incertidumbre y no sabríamos qué hacer sin ella.
—Se seguiría discutiendo sobre
Maradona, ¿es un mito viviente?
— Maradona es un rey en un país sin corona y así se ubica
él: como un rey que nos habla a nosotros, los súbditos. Pero hay que entenderlo
porque el tipo debe pensar: "¿qué me van a aplicar la ley justo a mí,
si les hice un gol con la mano a los ingleses?” Y tiene razón: si acá los
corruptos andan sueltos y ni siquiera nos dan felicidad, como nos da él.
—Curiosa tu descripción, ¿la vida es un relato?
—(Muy llano) Para mí lo es, porque fui formado por
mi mamá y -para que me durmiera- me
contaba historias de gente medianamente loca. Del Gordo y el Flaco (Laurel
y Hardy), a quienes necesito tener "para mí". Son míos:
una metáfora de la ingenuidad y del genio frente a los poderosos.
—Tu mamá te sembró la primera semilla de ficción...
- Sí (parece descubrirlo recién)...y es curioso
porque ella es más bien sombría. Quizás por eso el personaje emblemático que
tuve (sonríe, tierno) fue mi padre: él siempre miraba al país....no
fuera cosa que desapareciera.
—¿Y desaparece?
- (Sonríe) Bueno, no soy tan fatalista pero diría
que Argentina se desarma en el desamparo y la ilegalidad. Y hay una absoluta
disgregación de la sociedad porque se rompieron los vínculos que nos unían como
nación.
—¿Qué
quiere decir Nación, hoy y aquí?
—Que cada vez seamos más los que estemos mejor.
—Lo contrario de este capitalismo “a la
argentina”: el desamparo del Estado y la pérdida del sentido de vida y los
valores.
—Sí, pero
tampoco la gente vincula que todo lo que nos pasa es producto de la historia,
aunque nadie vela por nuestras vidas.
—Y se impone la idea del Mercado....
—Sí, todo está a merced del libre mercado y el libre
mercado acá consiste en fabricar
ravioles "Pirulín" sin decir de qué están hechos, sin
registros, ni inspecciones. Y lo peor es que muchos no hablan porque están más preocupados porque no comen, que
por la calidad del alimento.
—Muchos se cansan de tener ganas, en esta ausencia
de rebeldía en la sociedad; vivimos la “cultura” de la resignación.
—Sí, falta la queja
que sería indispensable.
—Quejas hubo sobre todo en las provincias, pero
sin un Norte....
—Claro, cada levantamiento no significa un horizonte o una
ilusión, sino una expresión de la bronca. Entonces, la policía pega tres
bastonazos, y cada uno se va a su casa y no sale más (descarnado)... ¡aunque
por eso tenga que comer lauchas!
—Antes se esperaba la democracia... ¿y ahora?
—Ese es el tema: ¿y ahora
qué? Bueno, satirizando un poco(lo tienta su costumbre de construir
ficciones) digamos que "ahora" vamos a encontrarnos en un
inmenso shopping, en cuyo sótano habrá una villa miseria con el Comandante
Marcos (el Jefe del Ejército Zapatista mexicano) , pero...¡negociando!Y
habrá miles de canales de cable, y...y bueno, es la posmodernidad vista desde esta (duda en decir la
palabra)... patria.
—¿Decís "patria"
con timidez por tanto mal uso que se hizo de su nombre?
- Sí, porque con su nombre en la boca se justificó lo
horroroso. No hay que regalar las palabras nobles a los canallas, así que tengo
el derecho de decir: "¡Patria!". Y porque, además tengo en mí
aquellos discursos patrióticos que decía mi viejo, como humilde inspector de Obras
Sanitarias.
—Ahora es Aguas Argentinas y ya no es
estatal...
—Claro, y si mi viejo lo supiera se moriría de nuevo (se
ríe). Quizás no se opondría a una sociedad de oferta y demanda, pero si el
Estado regulara los apetitos y pasiones, para que el objetivo de cada cosa no
fuera el lucro para los privados.
—¿Tu papá
es para vos un espejo del país que fue este?
—Me parece que por ahí anda la idea, porque además de
amarlo lo recuerdo como un constructor de cosas concretas (se deleita). El
construyó las cloacas de Mar del Plata, por ejemplo; y estaba orgulloso de
levantarse a las cuatro de la mañana y en camiseta para controlar el agua y
velar por la salud de la población. Vivió de modo muy frugal pero luchó por este país que seguía ganándole
metros al desierto.
—Hablas de tu padre como si fuera El Gordo (Hardy)...
—(Divertido) Es verdad... mi viejo era como El Gordo,
porque intentaba significar la
autoridad; le decía al Flaco cómo
hacer las cosas pero a él le salían como el diablo. Y así era, mi viejo: "no
camines hacia ese pozo", decía, ¡y él se caía de traste, al pozo! (se alboroza, como si viviera la infancia).
—¿Ya de niño te diste cuenta de cuánto lo querías?
—Sí, por suerte, y fui feliz, con los dos juguetes que
tuve: una lanchita a kerosén y un camioncito de madera que me hizo él. Ganaba
ciento catorce pesos y yo tenía un solo pulóver, un solo guardapolvo y no me importaba, pero... (introspectivo) hubo una cosa
que hoy me duele: ¿por qué no me preguntó si yo quería vivir en todos los
sitios donde vivimos, porque allí lo llevaba su trabajo?
—¿Tus exilios de niño te dieron desamparo y
soledad?
—(Con tristeza) Esas son las palabras. Aquellos
desarraigos me cortaban los afectos con amiguitos o novias. Pero bueno, él era
un luchador y nos llevaba de pueblo en pueblo, porque creía que había un mañana mejor para la Argentina.
|
La entrevista, en revista "Viva" |
—Lo ves como la contracara del presente...
—Sí, porque ahora no hay caída: hay decadencia y esto le dolería, como a mí. Pero a pesar de aquella locura tierna que
tenía, no heredé casi ninguna de sus pasiones: él era de River y yo
de San Lorenzo; él me quería ingeniero electrónico, y yo soy negado para matemáticas, él era gorila hasta el
punto de decir "ese degenerado de Perón" y yo hasta los trece
años fui peronista; y después dejé de serlo pero nunca pude ser antiperonista.
—¿Con qué argumentos él era anti, y vos peronista?
—Él era un gran demócrata y veía en el peronismo la conculcación de sus derechos. Y yo de
chico no comprendí el componente fascistoide de Perón y veía que él plasmaba
mis derechos y ansias de justicia social.
—¿Por eso lloraste 36 horas cuando murió Eva Perón,
sin que ella te hubiera visto campeón de fútbol?
—Sí...a mí la muerte de Evita me sonaba (todavía deslumbrado) como un cuento de hadas. ¡Y lloré tanto! La lloré en mi cuarto, mientras en el otro mi
viejo la insultaba de la forma más agraviante. Curiosamente, es la misma situación que vi en la calle una
vez que voltearon un busto de ella: "se llevan a la prostituta",
decía la mitad del pueblo; "se llevan
a la santita", decía la otra mitad. (Parece incrédulo de la
capacidad para el mal, de los humanos)¿Cómo una mujer puede haber generado
tanto odio?
-Suele ocurrir con personalidades intensas, o
capaces de cambiar estructuras...
—Sí, y Evita
llegó en un momento en que la mujer era sólo para la cama y para la cocina. Y
con su pelo teñido y su fuerza, despertó las emociones... ¡y pateó todos los
tableros!
- ¿Entonces ella sola era como el dúo del Gordo
y el Flaco?
—(Sonríe, algo se le revela) Sí, sí, justo eso: ¡Evita
era el Gordo y el Flaco! Evita era la concepción universal de la
inocencia, frente al Poder.
—Y la pasión, ahora la única que une a los
argentinos es la del fútbol
—Sí, y reemplazó a la pasión política.
—¿Cuál es el corazón de ese fervor futbolero que
tanto convoca?
—Creo que el fútbol tiene la significación de una guerra sin
muertos, pero con conflicto, con drama, reflexión e ironía; y amalgama a la
familia, cosa que no consigue la política.
—¿Por qué gana el menemismo desde el ’89?
—Una de las razones, entre varias, es lo que te dije antes.
Otra, es que la alta dirigencia y la clase más disminuida, son dos polos
opuestos que se miran en el mismo espejo y dicen: "en una de esas,
mañana nos va mejor"; y otra causa es que desaparecieron los partidos:
el radicalismo, hoy, no existe.
—¿Desde el Pacto de Olivos, que sellaron
Alfonsín y Menem?
—Desde el Pacto de
Olivos, así es. Pero seamos sinceros: el peronismo tampoco existe y hay "políticos"
pero sin partidos, porque fueron desbordados por una condición "new
age" del subdesarrollo. Por eso es que no hay capacidad crítica ni se
tiene en cuenta que el voto cobra sentido cuando se cumplen las promesas.
—Con Menem, no sólo no se cumplen: se traicionan.
—Y por eso se pierde la confianza, en el prójimo y en el
voto.
—No hay educación, no hay cultura, no hay memoria,
ni solidaridad: el retroceso de Argentina es feroz.
—¡Claro!, entonces alguien le dice a algún chico: "¿cómo
votaste a (Antonio Domingo) Bussi, si él
mató a tu papá?", y el chico contesta: "no me di cuenta, no me
enteré".
—No rigen los valores universales: la verdad, el
bien, la justicia...
—Sí, en algún lugar
están, pero acá nunca se dijo que -para construir una democracia- hacen falta
demócratas.
—¿Entonces?
—Entonces esos
personajes de la dictadura, en dos generaciones más estarán muertos; y también
lo estaremos los que venimos de la época comunismo-anticomunismo, o River y
Boca. Y eso será bueno porque les habrá llegado el turno a los chicos. Que
hicieron la escuela en democracia, que saben de los juicios a los militares y
de los tabúes pasados, como el del sexo.
|
El mítico Gordini |
—¿Sufriste
aquellos tabúes?
- Sí, los tabúes y la virginidad como valor se
llevaban hasta la exageración. Pero éramos felices. Me acuerdo (tiene
alegría) de la primera vez que hice el amor con una novia...en las butacas
de un cine, que era de su padre: me sentía como en la película "Cinema
Paradiso", a la que, por
supuesto, no había visto.
—Y sin que amar significara el riesgo de SIDA
—¡Claro!...él
temor era el embarazo pero la pastilla solucionó el tema. En cambio ahora
conviven la informática y la Edad Media que significa el mundo tenebroso del SIDA.
—¿Cómo compensabas el dolor que desde chico te
provocó la injusticia?
—Yo iba a trabajar cargado de miseria y espanto por las
injusticias pero me llevaba en la moto "Los hermanos Karamazov"
(de Fedor Dostoievski), y lo leía entre las horas de trabajo. Y después seguí
con Faulkner, con Hemingway y con Chandler y llegué a Borges y a tantos otros,
a quienes leí con infinita voracidad. En
realidad, creo que los libros me hicieron nacer otra vez, porque empecé a leer recién a los veinte años: antes no había librerías
en los pueblos donde vivimos.
—¿Fue en
busca de identidad, que acudiste a los padres de la literatura?
—Creo que sí, fue como un destino que se agudiza ahora.
Pero cuando empecé a bucear a fondo en nuestra historia argentina, fue porque
me interesaba humanizar a nuestros padres.
—¿Te enamoraste de Belgrano porque sentiste que a él "le pasó" la vida?
—¡Claro (entusiasmado)...le pasó de todo! Le dieron
palos, se enfermó, perdió batallas, tuvo que mandar a buscar a su amada por
todo un territorio -porque se le había casado con otro; y, mientras le pasaba todo eso, lo atacaban
los españoles .Entonces, a este patriota que demostró dureza se lo descubre
ingenuo, tierno, piadoso, generoso. Y
eso es lo que me importa.
—¿Y San Martín?
—San Martín no me despierta ternura, pero se me hace querible
por el resultado de lo que hace y por su final fue imprevisible. En cambio, Castelli
y Moreno me provocan pasión.
—¿Dónde están hoy los próceres?
—Hoy no hay
próceres, hay "ídolos". Pero es bueno escuchar a qué patriotas
nombran los presidentes en sus discurso, o si no los nombran: en ambos casos hay un mensaje bien
interesante.
— Contame de los valores fundantes de Mayo de
1810...
—¡Ah... aquella fue la época de la utopía!, palabra que hoy
parece antigua. Fue cuando se construyó
la Nación: la empresa mayor de la mentalidad humana que pensaba a todos,
incluidos en un gran ideal. A aquellos hombres (muy conmovido) yo... ¡los
amo!
—Te sentís humano sólo por tus ideales: única
forma de vivir, aunque ahora digan lo contrario...
—Sí no puedo vivir si no armo epopeyas o las invento en mis
novelas. Creo que los ideales, son la única prueba de que estamos vivos.
— Parecés El Flaco...
—(Ríe, potente) No... El Flaco es el que mete
el dedo en el ventilador, llora porque se lastimó y vuelve a meterlo. Es un
paradigma de lo ingenuo y de lo bueno. Como las Madres de Plaza de Mayo: ellas
son un símbolo universal, y siguen en lo suyo. Si no, nadie convoca, salvo los
pastores que dicen que Cristo va a bajar, lo cual es ficción. Lo que no es
ficción es que Jesús existió, que sostuvo una causa noble, que dijo basta a
los ladrones, que estuvo con los pobres y que terminó mal. Entonces hablamos
siempre de lo mismo: pasamos de Gardel a Belgrano y a Jesucristo... ¡y ya está,
listo!
—¿"Está" o habrá de nuevo lugar
para la esperanza?
—Sí, habrá, porque la esperanza consiste en sentir la
democracia como un lugar de espera para convivir todos, y donde crear reglas de
juegos que nos den un mundo mejor.
—Un mundo que los ciudadanos debemos
construir. Con bondad, con sentido fraterno de la vida y sin concesión alguna
al Poder, para que trabaje por una vida humana para todos. ¿Tenés certeza de
que eso ocurrirá?
—(Sonríe, sencillo) Mirá, vos misma dijiste que yo
ando rastreando a los Padres, así
que...dejame en esto.... ¡no me pida certezas futuras!
|
Con su hijo, Manuel,
su "último gol" |
—¿Acaso los paisajes desérticos de tus libros, con su potencia y su
inmensidad, no son una certeza?
—(Muy reflexivo) No lo había pensado así, pero es
verdad, me has hecho descubrirlo. En esos
caminos, uno ve todo en primer plano: los coches, el horizonte y el Universo
mismo. Y ahí es difícil esconderse y
entonces se hace más fácil la confesión con uno mismo o el encuentro con el
despuntar de alguna certeza.
—¿Tu certeza hoy se llama Manuel?
—Mi hijo Manuel es una esperanza. Pero también es mi
último gol.
Cristina Castello
Rayos X
* Hace poco firmó un contrato por 500.000 dólares, con el
grupo editorial Tesis Norma. Por esta cifra inusual se compraron sus derechos
de autor.
* Tiene un millón de ejemplares
vendidos en todo el mundo.
* Sus obras fueron traducidas a quince lenguas.
* Entre otros premios,
recibió en 1994 -en el Festival de Cine Courmoyeur- el "Raymond
Chandler Award", que antes había ganado el escritor Graham Greene.
* La revista "Análisis" de Santiago de Chile, le
otorgó el premio Carrasco Tapia por su defensa de los derechos humanos.
* En Argentina lo
distinguieron las fundaciones Konex y
Quinquela Martín.
* Publicó once libros, desde 1973 en adelante. Entre ellos:
"Triste, solitario y final"(a partir de su recreación la historia de El Gordo y el Flaco), "Cuarteles de
invierno", "Una sombra ya pronto serás", y "Cuentos de los
años felices" y "El ojo de la patria"
* Algunas de sus novelas, son libros de textos en algunos
colegios secundarios.
* Tres de sus libros, fueron llevados al cine.
* Ganó el Oso de Plata en el Festival de Berlín '84,
con "No habrá más penas ni
olvido", que dirigió Héctor
Olivera, y protagonizaron Federico Luppi, Miguel Ángel Solá, Ulises Dumont,
Héctor Bidonde, Lautaro Murúa y Rodolfo
Ranni.
* Las otras son: "Cuarteles de invierno", con dos
versiones: una argentina y otra
italiana. Y "Una sombra ya pronto serás", que tuvo como director a
Héctor Olivera, y como protagonistas a Miguel Ángel Solá, Pepe Soriano, Alicia
Bruzzo y Luis Brandoni.
* Alberto Olmedo quiso producir "A sus plantas rendido
un León", y Soriano se sintió feliz: lo admiraba. Pero no pudo ser: Olmedo
murió y -según el escritor- "con él desapareció una forma de hacer
comicidad".
*Su último libro, de
publicación reciente, es "La hora sin sombra" (novela).
Documento de Identidad
- Vive en Palermo Viejo (Buenos Aires, Argentina) pero
hasta hace poco, su lugar fue La Boca.
Pero no son los únicos domicilios que tuvo.
- Nació en Mar del Plata el día de Reyes del '43 -hijo de
José Vicente Soriano, catalán que llegó a la Argentina a los dos meses de vida-
y de Doña Eugenia, tandilense.
- El padre era inspector de Obras Sanitarias.
- De sus años adolescentes, se recuerda a sí mismo a bordo
de su motoneta "Tehuelche", donde llevaba una foto de San Lorenzo.
- Y tiene muy presente la imagen de su padre, piloteando un
viejo "Gordini".
- A sus tres años su familia se
instaló en Tandil y después en San Luis, hasta sus diez. El próximo destino fue
Río Cuarto (Córdoba), por un año y después otra vez Tandil, Cipolletti, Tandil
y Buenos Aires.
- En el 69 se instaló en Buenos Aires, en una pensión de
Avenida de Mayo.
- En 1976, por decisión propia -ante el golpe de Estado- se
fue a vivir a Bélgica y después, a París: limpiaba oficinas o iglesias.
- Volvió a Buenos Aires en 1984 pero alterna con tiempos de
residencia en Mar del Plata.
- Nunca terminó el secundario.
- Se ganó sus primeros pesos como
número 9 en la Liga del Alto Valle. Todavía extraña sus tiempos de jugador.
- Después envolvió manzanas en La
Patagonia, en un frigorífico y en una metalúrgica, como sereno: simultáneamente
escribía sus primeros cuentos.
- Empezó a hacer periodismo en "El eco de
Tandil".
- Después, lo ejerció
en "Primera Plana", "Panorama", "La
Opinión" y "El Cronista". Es cofundador del diario "Página
12", donde actualmente es columnista.
- Es el corresponsal argentino de «Il Manifesto», de
Italia.
- Está casado con la francesa Catherine Brucher, con quien
tiene un hijo: Manuel, de cinco años, inseparable de su gato «Pirulín»
- Se viste de sport y no sale nunca de su cueva, donde
tiene un romance pasional con la computadora. Dice que podría vivir preso, si
tuviera esos "chiches" y recibiera visitas.
- Se considera uno de los últimos mohicanos de la época de
la intensidad pero reflexiona que “los intensos” se metieron en muchos líos.
- La noche es su cómplice. Escribe hasta las ocho de la
mañana y duerme hasta las cuatro de la tarde.
- La luz del día en los amaneceres de noches de vigilia lo
pone francamente mal.
- Actualmente no toma nada de alcohol pero -aunque más
delgado- conserva el gusto por la buena comida.
- Detesta la publicidad -"machista" que exhibe
cuerpos femeninos como mercadería: "no sé si acá es una ventaja para las
chicas, el hecho de ser lindas", dice.
- Abomina de la discriminación y sostiene que los
argentinos la ejercitamos: "con los vecinos de los países limítrofes, a
quienes tratamos como animales, y aún en la impericia de las investigaciones
sobre el horror de la Amia".
- Recuerda -como si fuera de hoy- la voz "dramática
y quebrada de Evita" y el "Cinco por uno no va a quedar
ninguno", de Perón.
- Perón le mando camisetas de fútbol y una pelota de tiento
cuando era chico. También una carta manuscrita: el papá se la rompió en mil
pedazos.
- Teme que Buenos Aires se convierta en un nombre para la
correspondencia y nada más.
- Su pasión por el fútbol lo desmereció ante círculos
intelectuales, no populares. Él dice que
esos intelectuales "son los que están lejos del cuerpo, como fuente de
esos placeres, que no tienen que ver con la razón."
Cristina Castello, en «Viva», revista dominical del Diario «Clarín», el 19 de noviembre de 1995-
Osvaldo murió el 29 de enero de 1997 en la Ciudad de Buenos Aires. Foto de apertura para el blog: Ramón Puga Lareo