Orphée, Odilon Redon |
Cuando la música acabe
por Cristina Castello
¿Qué
le han hecho a la tierra?
¿Qué
le han hecho a nuestra bella hermana?
Devastada, saqueada, violada y golpeada
Devastada, saqueada, violada y golpeada
Perforada con cuchillos en su amanecer
The Doors
«Cuando la música acabe», alertó Jim
Morrison («The Doors») en 1967,
como una metáfora del fin del mundo. ¿Fue
profético? ¿Desaparecerá? Cada vez son más las voces de notables —entre ellos, la mayoría de los republicanos estadounidenses—, que anuncian la caída de la larga etapa liderada por la
superpotencia del Norte. Los ojos de la Humanidad , aun los que estuvieron sordos, ciegos
y mudos, empezaron a abrirse. Sí. Vivimos el principio del final del capitalismo, la caída del Imperio Americano.
Por cierto que este Régimen hegemónico y unipolar que adoró al «Dios
Mercado» en detrimento de los
ciudadanos, no se agotará de un día para otro. El futuro de Rusia no está
definido; China no piensa sino en alimentar a sus casi 1.400 millones de almas,
y Europa está desorientada. El presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, es el Amigo americano, el mejor alumno de los USA de George W. Bush. Este monsieur que está liquidando los
derechos sociales del país de los derechos humanos; el mismo que está
rematando la France como
si fuera un mercadito; el que
construye un Estado policíaco, se ha
permitido decir que el capitalismo —el mismo con que él comulga— es el «culpable».
La música es tu amigo especial / Baila
sobre el fuego como te lo pide / La música es tu único amigo / Hasta el final, tañe
la voz de Jim Morrison, en medio del disparate general.
Odilon Redon |
El
silencio. El silencio que rasga el alma
del mundo —el miedo— se quiebra en
dislates, a veces divertidos. En Villa Borghese (Roma), veinte personas
comieron hace poco, a cincuenta metros de altura, sobre la copa de los árboles,
sostenidos por una grúa: querían disfrutar del paisaje. Y a los pocos días, el
alcalde de la ciudad dijo a la prensa
que el fascismo no encarnaba el «mal absoluto». ¡Vaya tiramisú!
Desde que en el «septiembre
negro» empezó la crisis financiera de Wall
Street y se extendió por el mundo, quedó claro que el precio no lo pagan los ricos,
sino las personas del común. Recesión, suba de precios, salarios caídos,
huelgas, estallidos sociales y aumento de la pobreza, son moneda cotidiana. Y
continuarán. Como contrapartida, las grandes fortunas, lejos de volatilizarse,
pasan de unas a otras manos; de las de Merrill Lynch a las del Bank of América,
por citar uno de los casos.
¿Es el fin? El «septiembre
negro» — más que una causa de lo que vivimos hoy— fue un disparador. Y es una
consecuencia. Esta caída empezó en 1981 con Ronald Reagan y el fundamentalismo
del mercado: la «Reaganomics», como se conoció su invento. El de la más despiadada
plutocracia, y también el de la desvinculación de la responsabilidad del Estado
para con sus ciudadanos. Durante casi treinta años, los «amos del universo»
—llamados así por el escritor Tom Wolfe en La
Hoguera de las
vanidades— dirigen los destinos del planeta. Los amos, son los menos. Empalagados de riquezas materiales incalculables, deciden los
destinos de los más: de los sufrientes y cada vez más excluidos de toda esperanza. El desamparo crece y se extiende sobre las
generaciones, como una telaraña.
Por otra
parte, ni el centroizquierda ni la izquierda pudieron todavía articular una
propuesta seria; están todavía bajo el shock de las sucesivas crisis —salvo en
algunos pocos países de América Latina—, y no tienen respuestas ante al
desastre.
¿Cuánto durará esta caída? Según la
mayoría de los analistas más conservadores, entre diez y quince años, aunque
más probablemente veinte. Todo depende del resultado de la puja entre los menos que quieren destruir en pro de esa
oligarquía financiera; y los menos que
abogan por el bien de los más: la
mayoría doliente. Y aquí no caben ni pesimismo ni optimismo sino la conciencia
despierta del mundo, para recordar que la responsabilidad es de todos. Porque
tantas veces esos «todos» bendijeron en las urnas lo mismo
que los sacrificaba en la vida, y porque es tan bello el paisaje de las ovejas
en sus rebaños, como degradante que el Hombre viva para dar balidos.
Glorificación de la música Benjamin Constantin |
Titilan las
mariposas, despavoridas, ante la inminencia de lo desconocido, mientras el
hombre parece una hoja en la tormenta, sin saber siquiera cómo reaccionar. «Voy a bailar el Apocalipsis», dijo frente a
multitudes el bailaor sevillano
Israel Galván, y su danza tradujo en imágenes esa sensación de final. Con
sonidos reales de bombardeos y misiles. ¿Un anuncio? Ya Francis Coppola había
hecho su «Apocalypse
Now», pero el mundo siguió andando. Bueno, ¿anduvo?
La caída encantada
Fue el escritor finlandés Arto Paasilinna quien encontró
una salida armoniosa a este intríngulis universal. Escribió en 1991 El
Cántico del apocalipsis alegre,
traducido por ahora sólo en francés. Es una fábula gozosa que alumbra la
esperanza, y nos conduce hasta 2023. Como una fantasía que alienta la imaginación,
rescata la utopía y nos invita a un mundo fantástico, sin negar el pavor.
Curiosamente, el apellido del autor —traducido a nuestra
lengua—, significa «fortaleza
de piedra»; y es justamente lo que Arto nos ofrece en su Cántico: un enjambre de luces sobre nuestro futuro azaroso. Pero
–eso sí— nos pide el deber de resistir durante
este final provisorio del mundo que
él prevé en 2023... con más víctimas, fruto de los estertores del capitalismo. Por cierto que Paasilinna relata la
caída del Muro de Berlín (1989) y —aunque jubiloso e irónico— profetiza lo que vivimos
y viviremos.
Con el
Muro, uno de cuyos iconos más conocidos fue la «Guerra Fría», se desplomaba el sistema económico, político y social representado por la Unión Soviética , Hoy,
según los especialistas más lúcidos del mundo, entre ellos Joseph Stiglitz
—Premio Nobel de la Economía
2001—, la crisis de Wall Street fue al capitalismo lo que la caída del Muro al
comunismo. Stiglitz, como tantas otras voces, vaticina el fin del enriquecimiento
obsceno de los sectores financieros y de las multinacionales, que aún retienen
el Poder. Para revertir la situación,
habrá que esperar años.
Sí, el número de hambrientos en el mundo es de 925
millones: sólo en un año, 75 millones se sumaron a los famélicos. Y aunque, por
un lado y con una mirada idealizada, algunos ven en América latina una
esperanza, no menos de 26 millones de sus gentes engrosarán —casi de un día
para el otro— las filas de los hambrientos. La
música es tu amigo especial/Baila sobre el fuego como te lo pide/La música es
tu único amigo/Hasta el final, nos desafían «The Doors».
¿El
ojo de Dios?
En la frontera entre Francia y Suiza, los
científicos buscan la «partícula de Dios». Inventaron un Gran Colisionador de
Hadrones (LHC), para descubrir el origen del Universo. Todo está puesto en duda.
«Todo lo sólido se desvanece en el aire», como escribió en el ‘88 Marshall
Bergman.
El
miedo, el miedo que lacera; la sensación de ser títeres bajo la locura de los
poderosos; lo desconocido y acechante incitan también al humor... negro. Enterradores
ucranianos de la empresa «Eternidad» hicieron un restaurante en un espacio de veinte
metros de largo. Es un ataúd —el mais
grande do mundo—, decorado con féretros y cuyos platos tienen nombres relacionados
con la muerte: «Nos vemos en el Paraíso», o «Ríase del infierno», por ejemplo. Otro caso: enfermo de vacío y
sediento de sangre, un joven argentino mató a su papá, lo cocinó y... se lo
comió. Como contrapartida, el suizo Yves
Rossi, provisto de alas equipadas con reactores sobre sus espaldas y su cuerpo
como fuselaje, voló sobre los 35 kilómetros del Canal de la Mancha en diez minutos. Por
gracia, también hay pájaros.
Crisis energética, cambio climático, calentamiento
global, deforestación, discriminación, inmigrantes que buscan un lugar bajo el
sol y encuentran la muerte de la mano de su hermano,
el hombre; ocupaciones de países
y masacres por parte del Imperio; la
crisis financiera; la militarización de la América indígena; la amenaza de carencia de agua,
mientras los sin conciencia la
despilfarran; la medicina inaccesible para la mayoría, la falta de viviendas y
de educación, las muertes por pánico…
El hombre horrorizó a la Naturaleza y hoy
estamos expuestos a su justa furia. Pero ahora, cuando lo que se juega es nada
menos que el destino de todos, lo peor es la pérdida del sentido de la vida, de
los valores humanos. Tomados por las urgencias y por la banalidad con que el Sistema distrae la atención de los
desprevenidos o indiferentes, no vemos el caleidoscopio que —como un milagro—
nos convoca con mil imágenes a dar vida a la vida.
Odilon Redon |
Hoy conocemos la realidad. ¿Qué viene después? Sólo
hay presunciones. ¿Se harán ciertas las profecías mayas? Según ellas, después
de sufrir no pocas desventuras, el 22 de diciembre de 2012 comenzará una nueva Era. ¿Cambiamos de paradigmas... o
elegimos las sombras?
Según
Una breve historia del futuro, libro
del economista y pensador francés Jacques Attali, hay tres alternativas. La
primera —que todos, y aun los hechos, descartan— es la continuación del Imperio de los USA, lo que significaría el fin del mundo. Otra, igualmente grave, es
el súper-conflicto que seguiría a su caída, en cuyo caso continuaría la mundialización
capitalista, el caos seguiría in
crescendo, mientras que la anomia internacional permitiría que nuevos
grupos de depredadores —con acceso a armas de destrucción masiva— cruzaran el
espacio y los mares. De cumplirse esta hipótesis, la especie humana se
extinguirá.
Otra
posibilidad: la súper-democracia. Si la humanidad no quiere autoaniquilarse,
el camino sería un contrato social planetario, con instancias de gobernabilidad
y acciones colectivas en pro de la naturaleza. Así, podría inaugurarse la
existencia, como una posibilidad humana de transitar el tiempo.
Hoy, un nuevo mandatario fue elegido
para la Casa Blanca.
Pero cuidado: Bush, calificado como «el peor entre todos los presidentes de los
USA», seguirá en el Poder hasta el 20 de enero. ¿Cuántas aberraciones puede
cometer, si hasta hoy no se privó de ninguna?
Y
después, con el flamante electo, ¿qué? ¿Seguiremos soñando ser «libres como el viento», mientras vivimos prisioneros y amurallados por el
miedo?
¿O
quizá los pájaros nos mirarán desde su camino aéreo y desearán ser «libres como
los hombres»?
Cristina Castello, en revista "Playboy" México - septiembre 2008