Si sentimos con Kafka, que
un libro es un pico de hielo que rompe el mar congelado que tenemos dentro,
habremos hallado una de las claves del placer estético. Entonces el arte será el recreo de la lucidez, como en nuestro Adolfo Bioy
Casares (C.C.)
oooooo
La palabra escrita con arte en libros que nos enriquecen.
La literatura que en esta cotidianeidad nuestra tan avara para el espíritu, es
una señal.
Señal de la vitalidad
del hecho estético. Señal de que hay varias maneras de expresar las cosas: con palabras sin alas y lenguaje indigente, o con
arte. Señal de que los aires de fin de siglo no están tan viciados, como para
que el resplandor artístico no los penetre.
Pharmaceutria, de Teócrito, data de
principios del siglo III antes de Cristo y es el primer gran poema de amor que
conoció la humanidad. Es un ardoroso monólogo de Simetha, dolorida por el
abandono de Delfis: entrega y odio, desesperación y confianza, aletean en esos versos. Fueron un suceso para
las letras por mérito de Teócrito; y para la historia, por las características que -gracias a la gran
creación del período helenístico- tenía la sociedad griega de entonces.
En nuestra sociedad y en estos tiempos, la poesía -y la
buena literatura- parecen a veces patrimonio de elites. Pero no. Los libros son
para todos aquellos, capaces de sentir sed. Generosos, nos dan una visión del
mundo y pueden ser más sagaces que la inteligencia. Transforman la realidad
porque le sacan la pátina opaca y revelan anhelo de una vida trascendente. Son
ventanas, porque el conocimiento es luz. Como el arte y como el amor, son un camino para la grandeza humana. Y se explica: nos ofrecen algo
que nadie pidió pero de lo cual -si se le da lugar- no se puede prescindir
¿Un día será best seller sólo la literatura noble? Quizás
la pretensión debería ser más modesta.
Por ejemplo, que los buenos escritores no sean sólo una estampita
escolar o un nombre en los suplementos de cultura de los diarios. Y que no
dejemos que las urgencias nos quiten el
sueño -de noche- y los sueños, de
día: para hacerle un lugar. Y para que -como escribió Oliverio Girando- la vida no sea un largo embrutecimiento.
Para que la costumbre no nos teja diariamente una telaraña en las pupilas, de
manera que -aunque los mosquitos vuelen tocando las cornetas- carezcamos del
coraje de llamarlos arcángeles. Para
que la letra impresa con contenidos y calidad nos ayude a ver. La vida
(Cristina Castello)
-Se escribe para
entender la vida?
- Se escribe por un
impulso un poco ciego, pero puede ayudar…como la luz. Mire cómo entra por esa
ventana (señala el sol que se cuela en
nuestra charla)…es un bálsamo: una de las bellezas más intensas.
-
La belleza no es fácil y hay que acecharla: sin tregua en su búsqueda, ni en su
espera. Entonces puede surgir, como una revelación, ¿no?
- Usted lo ha dicho. Sin
embargo, en mis primeras obras ignoraba esto y las hacía como una
construcción matemática, para ampararme
tras ella. Así me fue: (sonríe) son
horrorosas. Después entendí que uno aprende a escribir cada texto, como si
fuera la primera vez y acechando la belleza, como usted dice.
-¿Con
alegría?
- En mi caso, la alegría
llega cuando se me ocurre una historia… ¡ah!…eso es una especie de prodigio.
Pero la primera página me resulta muy difícil: no puedo pasar de un párrafo a
otro, ni terminarla, sin sobresaltos….siempre hay que empezar de nuevo.
-
Y en empezar -no en recomenzar- todos los días, está uno de los secretos de la
juventud. Como si dijéramos: “hoy nazco”.
- Eso es
extraordinario…es el mismo efecto de la luz,
¿no? Yo he pensado (no es trágico,
sólo reflexiona) que uno de los inimaginables horrores de la muerte debe ser la oscuridad…como decía usted: no
poder nacer ese día.
-
¿La vida da su savia a la literatura o ésta a la vida?
- Yo aprovecho la
realidad para contar historias, pero no se me ocurre que literatura y vida sean
cosas diferentes.
- Pero el arte -la
literatura lo es- quita vulgaridad a la condición humana…
- Sí, cuando hace
apreciaciones inteligentes que nosotros (se ubica como lector) no habíamos hecho
y que agradecemos, porque nos enriquece.
-
¿Cuando nos dice palabras que no habíamos escuchado, y que -sin los artistas-
no hubiéramos pronunciado?
- Desde luego, palabras
que son gratas a todos.
-
¿Y por qué leemos?
- Creo que agregamos un
cuarto más a la casa en que vivimos. Quiero decir: gracias a lo que nos dicen
los libros, vamos teniendo varias conciencias e imaginaciones, y no las únicas
que tendríamos si sólo estuviéramos inventando cosas.
-
Pero el prestigio de cada obra suele depender del juicio de los demás: para
Leonardo, La Gioconda
era una obra inconclusa…
- Sí, y está bien porque
uno escribe o pinta para los demás.
-
Sin embargo, ¿hasta qué punto la aprobación general define -con justicia- lo
que es bueno o no?
- Claro…no es
suficiente. Tiene que haber “algo” en un artista, que haga que su trabajo esté
dentro de los cánones que lo ajustan y lo hacen posible.
-
¿Y en su caso, qué es ese “algo”?
- (Con dulzura) No sé, debe ser el Niño Pepito, el amigo imaginario
que tuve de chico…dicen que ayuda a llevar bien la vida, ¿no?
- Comúnmente se valora lo decorativo y de fácil consumo: lo
antiartístico. Según Cézanne, el objetivo sería -en cambio- tratar de lograr la
perfección, sólo por el placer de la verdad y la sabiduría, ¿coincide con él?
- Sí, pero yo en
realidad trato de hacerle grata la vida al lector, aunque sea por un ratito.
Para eso, me ayudan las historias que la imaginación me cuenta y que después
escribo despacio y muy laboriosamente.
-
¿Es difícil no rendirse a la facilidad, para buscar la excelencia?
- No sé…pero aceptar y
entregarse a la facilidad no conviene. Yo lucho contra eso y por suerte, cada
vez escribo con más dificultad: corrijo y siento que encamino los textos, pero
siempre sigo encontrando estupideces.
-
La idea es apuntar a lo sustancial y expresarlo con belleza, ¿no?
- Sí, pero para
conseguirlo, no hay una receta: depende de la inteligencia y sensibilidad de
cada autor.
-
Y quizás de la humildad. Cuando Ingres tenía ochenta y seis años, le
preguntaron por qué dibujaba un fragmento de Giotto y él contestó: “para
aprender”…
- Tenía razón…en cambio,
los que se sienten triunfadores, se ponen vanidosos por cualquier conquista: no
me gustan.
-
Algunos artistas se enamoran de sí mismos, ¿cómo preservarse de ese riesgo?
- No sé… (con simplicidad) pero yo no tengo esa
tendencia. En todo caso es al revés: para poder escribir mejor, trato de ser mejor persona…un mejor obrero de
textos.
-
¿Y cómo evita la tentación de repetirse?
- Es una pregunta que
seguiré pensando, (cortés) aún
concluida esta entrevista. Pero…me parece que es más importante leer que
escribir; y yo siempre estoy preocupado por eso: para descubrir cosas nuevas.
Ahora…si todo lo que escribí es un solo texto y pura repetición…¡qué le vamos a
hacer!
-
En el proceso de creación, ¿qué importancia da al contenido y a la forma?
- Primero apunto al
contenido: trato de entenderlo y después, de hacerlo agradable. Suprimo los
amontonamientos de “eses”…que son la serpiente en el jardín del poeta y dan un
sonido sucio. ¿Sabe?… (con ternura)
no ponerlas, es un acto de buena educación. También lo es, no juntar las “y”
griegas con las “elles”, o tantas palabras que empiezan con “a” y hacen “a…a”.
Vea… (como si viera algo antiestético) es
tan feo el sonido, que casi no puedo reproducirlo.
Con Elena Garro, aquel gran amor y con Silvina Ocampo, su esposa |
-
¿Entonces son los textos propios los que enseñan la belleza, porque se aprende
mientras se trabaja?
- Bueno…es que en eso,
los artistas somos unos chambones: nadie hace un libro que explique estas
cosas… ¡y ni me hable de “eñes” y
“elles” cuando están cerca. ¡Ah¡…y para la prosa (como un maestro, humilde) tenga usted cuidado de que sus textos no
sean una sucesión de endecasílabos o de octosílabos, como la poesía más
elemental en español, como la de Fray Mocho.
- Está definiendo el
misterio del ritmo en poesía, pero escribió pocos poemas…
- Es verdad, porque mi
mente me suministra historias fantásticas, pero no poesía. Sin embargo, le doy
el lugar más alto y sé que es la experiencia más intensa. Pero además (con ternura y picardía)…¿estar cerca
del ser femenino, no es lo más poético del mundo?
-
¿Las mujeres son sinónimo de belleza?
- Sí, y de reprimenda,
porque cada vez que hablo de ellas, amigas mías me retan: me dicen que no me ponga
en ridículo.
- Quizás alguna que
amó se siente humillada, cuando se entera de las otras…
- (Ríe con inocencia) ¡Ah…ojalá!…Eso sería muy bueno, pero
no…no es el caso.
-
¿Elena Garro fue para usted “ese” amor, que es
respuesta a la gran pregunta de la vida?
- No puedo contestarle (lo desea, pero se contiene) porque
otras amigas se enojarán, pero… sí, estuve perdidamente enamorado de ella.
-
¿Cómo son las mujeres que lo enamoran?
- Mire, la vida lo
jubila a uno, pero no pierdo de vista (con
regocijo) que la fertilidad del mundo en mujeres lindas, es muy grande.
-
¿Sensible, inteligente, con vida interior, refinada, sencilla y…?
- Bueno, mi deseo es
mucho más moderado pero…por lo menos que no desmienta la armonía de todos esos
valores. Aunque…por favor querida, no se moleste pero…mis amigas son muy
celosas.
Boda con Silvina Ocampo, 15-01-40 Uno de los testigos: Jorge L. Borges |
-
Está bien, ¿qué lugar ocupan los sueños, en su escritura?
- Hasta el año ’40
escribía lo que soñaba por la noche, pero aquellos libros fueron muy estúpidos (ríe). ¿Y sabe por qué?…porque la
intensidad de ciertos momentos del sueño, engaña: cuando uno lo cuenta a otro,
la historia se desvanece.
-
¿Y los sueños de día ayudan en la creación?
- Ah… (de nuevo es el maestro que muestra el
camino, modesto) maneje usted con sensatez sus day dreams: son una
creación placentera, pero estéril a la hora de escribir. Desde luego, a mí
-cuando era chico- me preocupaban, pero ya no podría pasarme: al tiempo que me
queda, quiero invertirlo en contar otras cosas. Y… (confidente) mire, mientras esperaba que usted llegara, sacaba la
cuenta: tengo ochenta y cuatro años y si los multiplico por dos, da ciento
sesenta y ocho…¡tal vez entonces, escriba mejor!
-
¿Siempre con su tinta azul?
- Sí, no quiero gastar
tiempo en aprender a manejar una computadora…déjeme que siga son mi tinta azul.
-
¿Es para usted uno de los “objetos felices” de que hablaba Goethe?
- Sí, y mis lapiceras
están de acuerdo conmigo: cuando les pongo tinta negra, se tapan.
-
¿Qué otros objetos felices le son propios?
- No sé si llamarlos
objetos, pero encuentro que el mar es poético; y me atrae ese algo decadente
que tienen las ciudades balnearias fuera de estación. Pero…lo que en verdad me
encanta, es el anochecer y el amanecer en los campos nuestros; soy un argentino
incorregible y nada me gusta más que esas inmensas llanuras y ese horizonte que
aparece en todas partes.
- Usted vio muchos, en
sus muchísimos viajes…
- Por suerte sí, y
encuentro que el hombre más simpático es el de Holanda. Qué raro es todo allá… ¿no?
Usted cree pedir un plato y le traen otro: algo totalmente inesperado (risas) pero todo me parece muy bueno.
- Apuntaba a cómo
influyeron esos viajes en su literatura…
- Bueno, siempre anduve
con mi tinta azul…
-
Quienes viajan mucho, son personas capaces de desprenderse de su cotidianeidad,
pero usted la lleva en su lapicera: escribe en todas partes…
- Sí, ejerzo mi
cotidianeidad en Holanda, en Madrid, o en Cagnes-Sur-Mer (Francia, Costa Azul), donde
tengo un departamento en el cual me gustaría quedarme por lo menos seis
meses…¡es tan bello lugar!
-
¿Y cuál es la metáfora de la gran belleza del mundo?
- Para mí lo es la
llanura…sí, sí, creo que sí.
-
Parece pleno y sin embargo, según Louis Aragón, para quienes tienen el gusto
por lo absoluto, “nada” es nunca suficientemente “algo”…
- Sí, pero para mí la
pampa es completamente “algo” y me conforma del todo; como es “algo” esa
búsqueda de mí mismo, del mundo y de la realidad, que significa escribir. Y
también, ese bálsamo que entra por la ventana: el sol (con levedad)…querida, ¿ve ahí la vida?
Fotos: Ramón Puga Lareo
Cristina Castello, Febrero 1999 en revista “Plaza Mayor”; Bioy murió el 8 de marzo del mismo año
Cristina Castello, Febrero 1999 en revista “Plaza Mayor”; Bioy murió el 8 de marzo del mismo año
Bioy Casares en Wikipedia (clic sobre su nombre)