La sociedad argentina ante una oportunidad histórica
No es cierto, como parece expresar el amigo Pagni y muchos honestos compañeros de ruta del progresismo tradicional que necesariamente haya una dicotomía entre el “estilo gerencial” y la política.
Ya Nicos Poulantzas a fines de los años 70 (ningún ideólogo del consenso de Washington ni ningún político de la UCEDE) enseñaba que el poder albergaba dos dimensiones: la del dominio sobre los hombres y la de la administración de las cosas.
Es más que evidente que la obsesión enfermiza de quienes fueron derrotados en las urnas y de muchos de sus más llanos seguidores por la primera de estas dimensiones, dejó en el completo olvido la segunda de ellas. Es que dicha tarea, la de “la administración de las cosas” implicaba un mínimo de atención al servicio debido a la sociedad, arriba de la cual edificaron su lubricado aparato ”nacional y popular”.
Las características de la actual promesa desarrollista-democrática de Cambiemos resultan aún más sorpresivas para ámbitos como el de unas ciencias sociales locales devaluadas (y lo digo con dolor), demasiado “adaptadas” a la destrucción de nuestro sistema nacional de estadísticas, a un país que se regodea infantilmente en el “todos y todas” en medio de un verdadero femicidio que nadie asocia a responsabilidad estatal alguna, a circuitos felices porque se financian investigaciones sobre los QUOMs, a los que luego, los gobernadores feudales ultra K ultrajan y asesinan sin que estos circuitos felices crean necesario “retocar” relato alguno.
La lista es, por supuesto, mucho más larga y se articula con los eslabones más débiles del “aparato” Las adolescentes militantes convencidas de que “se venía” una especie de mezcla de Menem con Videla intentaban decirle a los trabajadores de la provincia de Buenos Aires que perderían “el derecho a la salud”, cuando diariamente viajan a atenderse a Capital por tener un sistema hospitalario abandonado, destruido y colapsado. Que venían a “privatizar escuelas” cuando tantos se vieron obligados a engrosar la matrícula privada o se anotan en las escuelas públicas de Capital ante el desastre del sistema educativo del conurbano realmente existente.
El partido-gobierno-estado ampliado de los K incluye a no pocos profesorados, universidades nacionales e investigadores completamente enajenados del sentir de una inmensa mayoría (mayor aún que la expresada en el resultado electoral) de sectores populares y medios. Se trata del sentir de sectores que sufren sin protección estatal alguna su estancamiento en la pobreza y en otros casos, el abandono o el castigo por parte de la soberbia gubernamental apoyada en un nuevo clientelismo ostentoso de altos ingresos de facción y violentamente contrastante con quienes “trabajan” porque al menos así es visto popularmente, si la “etnografía” continúa teniendo algún valor.
En medio de este “combo” de incomunicación de situaciones de vida no reconocidas, tres presidentes socialistas de América Latina, se mostraron ostensiblemente alegres y aliviados por el triunfo electoral de Mauricio Macri.
Sospechan que va a “destrabar” a puro incremento de los intercambios a un Mercosur estancado.
Ya Nicos Poulantzas a fines de los años 70 (ningún ideólogo del consenso de Washington ni ningún político de la UCEDE) enseñaba que el poder albergaba dos dimensiones: la del dominio sobre los hombres y la de la administración de las cosas.
Es más que evidente que la obsesión enfermiza de quienes fueron derrotados en las urnas y de muchos de sus más llanos seguidores por la primera de estas dimensiones, dejó en el completo olvido la segunda de ellas. Es que dicha tarea, la de “la administración de las cosas” implicaba un mínimo de atención al servicio debido a la sociedad, arriba de la cual edificaron su lubricado aparato ”nacional y popular”.
Las características de la actual promesa desarrollista-democrática de Cambiemos resultan aún más sorpresivas para ámbitos como el de unas ciencias sociales locales devaluadas (y lo digo con dolor), demasiado “adaptadas” a la destrucción de nuestro sistema nacional de estadísticas, a un país que se regodea infantilmente en el “todos y todas” en medio de un verdadero femicidio que nadie asocia a responsabilidad estatal alguna, a circuitos felices porque se financian investigaciones sobre los QUOMs, a los que luego, los gobernadores feudales ultra K ultrajan y asesinan sin que estos circuitos felices crean necesario “retocar” relato alguno.
La lista es, por supuesto, mucho más larga y se articula con los eslabones más débiles del “aparato” Las adolescentes militantes convencidas de que “se venía” una especie de mezcla de Menem con Videla intentaban decirle a los trabajadores de la provincia de Buenos Aires que perderían “el derecho a la salud”, cuando diariamente viajan a atenderse a Capital por tener un sistema hospitalario abandonado, destruido y colapsado. Que venían a “privatizar escuelas” cuando tantos se vieron obligados a engrosar la matrícula privada o se anotan en las escuelas públicas de Capital ante el desastre del sistema educativo del conurbano realmente existente.
El partido-gobierno-estado ampliado de los K incluye a no pocos profesorados, universidades nacionales e investigadores completamente enajenados del sentir de una inmensa mayoría (mayor aún que la expresada en el resultado electoral) de sectores populares y medios. Se trata del sentir de sectores que sufren sin protección estatal alguna su estancamiento en la pobreza y en otros casos, el abandono o el castigo por parte de la soberbia gubernamental apoyada en un nuevo clientelismo ostentoso de altos ingresos de facción y violentamente contrastante con quienes “trabajan” porque al menos así es visto popularmente, si la “etnografía” continúa teniendo algún valor.
En medio de este “combo” de incomunicación de situaciones de vida no reconocidas, tres presidentes socialistas de América Latina, se mostraron ostensiblemente alegres y aliviados por el triunfo electoral de Mauricio Macri.
Sospechan que va a “destrabar” a puro incremento de los intercambios a un Mercosur estancado.
Matar estudiantes y dirigentes con la excusa de que “son de derecha” o encarcelar a los dirigentes de movilizaciones multitudinarias con la excusa de ser “agentes del imperialismo”, no es algo que le resulte cómodo, aunque lo disimule muy bien, a la verdadera izquierda de la región.
Entre nosotros, la ausencia de crecimiento económico privado durante los últimos años, el aumento de la pobreza que se ubica entre los 13 y los 14 millones de personas, una tasa de inflación entre las más elevadas del mundo, además del ostensible deterioro en infraestructura, energía y servicios no ha impedido a buena parte de nuestros progresismo y nuestra izquierda, ser disueltos moralmente por Cristina Kirchner, al punto de no poder escapar a su relato del dominio del PJ, como supuesto mal menor.
La decadencia de no pocos de ellos se evidenció en la no asistencia a la movilización por el asesinato de Nisman, evidenciando una especulación todavía vigente- ignorante del cambio de época- que es la de conformarse con quedarse con una pequeña porción social y electoral de la descomposición de los K.
Entre nosotros, la ausencia de crecimiento económico privado durante los últimos años, el aumento de la pobreza que se ubica entre los 13 y los 14 millones de personas, una tasa de inflación entre las más elevadas del mundo, además del ostensible deterioro en infraestructura, energía y servicios no ha impedido a buena parte de nuestros progresismo y nuestra izquierda, ser disueltos moralmente por Cristina Kirchner, al punto de no poder escapar a su relato del dominio del PJ, como supuesto mal menor.
La decadencia de no pocos de ellos se evidenció en la no asistencia a la movilización por el asesinato de Nisman, evidenciando una especulación todavía vigente- ignorante del cambio de época- que es la de conformarse con quedarse con una pequeña porción social y electoral de la descomposición de los K.
Mauricio Macri, M. Bachelet y Tabaré Arias |
No faltaron los militantes progresistas y de izquierda de Capital Federal que se enamoraron de un criador de caballos de la provincia de Buenos Aires, (sin que esto entrañe prejuicio alguno hacia los criadores de caballos) que formó parte de estos 28 años de dominio del PJ, repudiado por la mayor parte del pueblo bonaerense y que ya, como antecedente, había repudiado a los justicialistas del “Proceso” en 1983.
La hora de una “administración de las cosas” por parte de Cambiemos coloca a la sociedad argentina ante una oportunidad histórica.
La idea de un desarrollismo democrático con voluntad inclusiva, puede hacernos aprovechar lo que desaprovechamos durante el gobierno de Alfonsín.
Recordemos que ante los primeros límites de de dicha experiencia, con sus trece paros nacionales incluídos, nos abrazamos como sociedad a la “alternativa” del justicialismo de Carlos Menem, que entre todos los proyectos neoliberales fue uno de los mas dañinos del mundo, sin lograr, en algunas áreas específicas, los niveles de destrucción materializados por los K.
El actual proyecto de Cambiemos es liderado por una novedosa perspectiva presidencialista de centro que, no obstante, despliega una multiplicidad de culturas políticas con eje en el desarrollo, la integración social y un liberalismo democrático progresista, promotor de una sociedad plural.
No es poco, cuando vivimos en el riesgo de ser devorados por el atraso y los punteros de la droga, cuando detrás del discurso de izquierda, son consolidados millones pobres y estamos al borde de ser un gigantesco INDEC, una sociedad en el límite del peligro del fraude perpetuo y el fascismo.
Para mis amigos de izquierda, cabe la invitación a reflexionar acerca de un continente, nuestra querida América Latina, con no pocos países de dicho signo político y que, no obstante, no ha dejado de profundizar su condición de región mas desigual del planeta.
Mi sueño es que de la mano de María Eugenia Vidal, Macri y Cambiemos a la sociedad argentina le vaya bien. No sólo porque es el deseo mayoritario del pueblo argentino. No sólo porque para eso votó como votó. Sino por el legítimo rechazo que provoca la estrategia reaccionaria de quienes comenzaron a militar por su fracaso al día siguiente de la elección.
Ni los vaciadores del IOMA, ni los vaciadores del Banco Central, ni los que nos matan y nos empobrecen hace décadas en nombre de una supuesta cultura nacional y popular tienen autoridad alguna para ninguna supuesta “lucha” contra el estilo de vida que empezó a elegir nuestro pueblo. Menos aún los que fueron directa o indirectamente satélites seguidistas de los K.
Cuando en cuatro u ocho años alguna alternancia pueda indicar voluntades de cambio de un país que será indiscutiblemente mejor, sólo debemos procurar que no tenga ninguna relación con el bloque corrupto que nuestra sociedad, con la ayuda de Cambiemos acaba de derrotar.
La tarea recién comienza. El cambio necesario es aún más profundo del que la coyuntura aparenta.
Los presidentes Bachelet, Tabaré Vásquez y Dilma (en este caso, aún, con la tensión de los problemas que enfrenta) entendieron cabalmente la oportunidad de los nuevos consensos.
La sociedad argentina ya votó y ahora se encamina, pacíficamente, a construir y comprender. La promesa de una “sociedad normal” para utilizar la expresión popularizada por Nun y explícitamente formulada y no cumplida por la Alianza y por Nestor Kirchner, parece empezar a tener lugar.
La hora de una “administración de las cosas” por parte de Cambiemos coloca a la sociedad argentina ante una oportunidad histórica.
La idea de un desarrollismo democrático con voluntad inclusiva, puede hacernos aprovechar lo que desaprovechamos durante el gobierno de Alfonsín.
Recordemos que ante los primeros límites de de dicha experiencia, con sus trece paros nacionales incluídos, nos abrazamos como sociedad a la “alternativa” del justicialismo de Carlos Menem, que entre todos los proyectos neoliberales fue uno de los mas dañinos del mundo, sin lograr, en algunas áreas específicas, los niveles de destrucción materializados por los K.
El actual proyecto de Cambiemos es liderado por una novedosa perspectiva presidencialista de centro que, no obstante, despliega una multiplicidad de culturas políticas con eje en el desarrollo, la integración social y un liberalismo democrático progresista, promotor de una sociedad plural.
No es poco, cuando vivimos en el riesgo de ser devorados por el atraso y los punteros de la droga, cuando detrás del discurso de izquierda, son consolidados millones pobres y estamos al borde de ser un gigantesco INDEC, una sociedad en el límite del peligro del fraude perpetuo y el fascismo.
Para mis amigos de izquierda, cabe la invitación a reflexionar acerca de un continente, nuestra querida América Latina, con no pocos países de dicho signo político y que, no obstante, no ha dejado de profundizar su condición de región mas desigual del planeta.
Mi sueño es que de la mano de María Eugenia Vidal, Macri y Cambiemos a la sociedad argentina le vaya bien. No sólo porque es el deseo mayoritario del pueblo argentino. No sólo porque para eso votó como votó. Sino por el legítimo rechazo que provoca la estrategia reaccionaria de quienes comenzaron a militar por su fracaso al día siguiente de la elección.
Ni los vaciadores del IOMA, ni los vaciadores del Banco Central, ni los que nos matan y nos empobrecen hace décadas en nombre de una supuesta cultura nacional y popular tienen autoridad alguna para ninguna supuesta “lucha” contra el estilo de vida que empezó a elegir nuestro pueblo. Menos aún los que fueron directa o indirectamente satélites seguidistas de los K.
Cuando en cuatro u ocho años alguna alternancia pueda indicar voluntades de cambio de un país que será indiscutiblemente mejor, sólo debemos procurar que no tenga ninguna relación con el bloque corrupto que nuestra sociedad, con la ayuda de Cambiemos acaba de derrotar.
La tarea recién comienza. El cambio necesario es aún más profundo del que la coyuntura aparenta.
Los presidentes Bachelet, Tabaré Vásquez y Dilma (en este caso, aún, con la tensión de los problemas que enfrenta) entendieron cabalmente la oportunidad de los nuevos consensos.
La sociedad argentina ya votó y ahora se encamina, pacíficamente, a construir y comprender. La promesa de una “sociedad normal” para utilizar la expresión popularizada por Nun y explícitamente formulada y no cumplida por la Alianza y por Nestor Kirchner, parece empezar a tener lugar.