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Foto: Sara Facio |
*“Soy autoritaria en lo elemental. Creo que quienes no piensan como yo son burros o que a quien no le gusta mi película es un idiota"
* “En general, sólo doy cuando me piden”.
* “Escribo para no volverme loca, o a lo mejor me vuelvo loca cuando escribo”
* ¿En qué calle queda la Justicia? “Si
la ve, avíseme"
* “Parece que ahora nos olvidamos de la violencia de la subversión y de los muertos que causó. Era muy sangrienta. Había que equilibrar un poco las cosas” (en relación al golpe de Estado y a las masacres del 76-83 en Argentina)
* “(Con la Junta Militar) Alguna concesión había que hacer. Además, no hay que humillar, ni ofender, ni insultar al enemigo.”
* ¿Quién leyó, pero de verdad y a fondo, “El país jardín de infantes”?, me pregunto yo, c.c.
Breve Walsh. Escribe corto y
habla corto. Independiente, pensamiento propio. Polémica siempre. Lúdica. Juega con sílabas y con palabras. Aún
cuando descubre que el dolor es sinónimo de soledad, por intransferible. A
seguir… "la tristeza es
pecaminosa".
Abomina
de la corrupción, del despilfarro y de la
estupidez y reivindica una vida sin estadísticas. Y aunque escriba sobre un Mozart con
jubilados en Plaza Lavalle. O se interne en los laberintos de Chaplin o de
Disney. O recuerde que Manuelita vive en Pehuajó y cante al sol como la
cigarra, está hablando de ella. Siempre se pinta el mismo cuadro. Entonces la Hormiga Titina es una pincelada. Y sus
definiciones para esta entrevista, otras.
Que
"lo light es la intención de que
no pensemos, porque nos convierte en subversivos". Que "la pobreza es
un mal endémico en la
Argentina". Que "lo peor, hoy y aquí, es la
agudización de las diferencias sociales". Que la brecha entre ricos muy
ricos y pobres, enriquecidos de penuria…
que: pinceladas.
Pinceladas del mismo cuadro.
"Nos
estamos quedando sin alma", escribió. O pintó. Breve. ¿Será porque de su madre heredó el
silencio?
.¿Por qué escribe?
- No le vua decir...
- No le
gustan las entrevistas...
- No, odio el autobombo y no me gustan
los exámenes, ni los interrogatorios.
En una palabra, no soy dada a
hablar. Escribo.
-¿Escribir la revela?
- Sí, me revela esas cosas
que quiero callar, me permite conocerme
y descubrir la realidad. Escribo para no
volverme loca, o a lo mejor me vuelvo loca cuando escribo.
- ¿Y
qué lee?
- De todo, pero mi
pasión inagotable son los diccionarios.
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Con Julio Cortázar |
- Todo
con la cabeza. ¿Le gusta su cuerpo?
- No, siempre me resultó
incómodo. Me veo torpe, grandota y desabrida,
como mis tías inglesas. Esa es la realidad.
-
“Realidad”, dicho así y por usted, me
suena a pragmatismo. A discurso único…
-
Pero la realidad es una trampa interesante.
- Pocas
palabras y con códigos, ¿cómo hace con su terapeuta?
- Precisamente, cuando uno siente
que el otro piensa como uno, empieza a
manejar sobrentendidos. Los otros días le preguntaba: ¿esta depresión dura
como el "Proceso" (Golpe de
Estado en Argentina en el período 76-83)?
- ¿Su
depresión es enfermedad o estar triste?
- Yo tengo depresión, como
enfermedad. Significa estar cansada, desconcentrada, irritable. Y peor
aún, es no entender nada de lo que leo.
Es difícil.
- Y
difícil el dolor. Usted tuvo cáncer, ¿pudo olvidar?
- No, la capacidad de olvido del dolor físico es
maravillosa, pero el trauma psíquico no se olvida jamás.
- ¿Quienes sufrieron dolor, lo aguantan
menos, tienen un umbral de resistencia más bajo?
Sí, uno
siempre lo aguanta menos que la vez anterior. El dolor no crea
jurisprudencia.
- ¿Soporta que alguien no la sacralice como una suerte de voz de la conciencia pública?
- Lo que no soporto es que me
sacralicen. Aunque quizás la fama me
molesta y la indiferencia me mataría. Pero no soy como Maradona; no creo haber nacido en Belén.
- ¿Por qué no tuvo hijos?
- Porque no tuve vocación de
madre. Me espantaban el embarazo, el parto, y eso de andar con el atadito al
hombro.
- ¿Amó con intensidad?
- No sé, la pregunta me supera.
-¿Y la amaron como
amó?
- Sí, me compliqué la vida con
ímpetu.
La vida de María Elena Walsh. Parada sobre
sus sesenta y cuatro, sin bastón.
Bautizada pero no creyente. Fármacos y un terapeuta que está de este lado de la vida, para las depresiones. Un whisky o una cerveza
alguna vez. Pero no como su tío abuelo Charlie, un atorrante que “le daba a la
botella”. Especialista en zapping,
cuando la tele -que "es un carnaval"-
da actualidad o películas. Curiosa.
Y
precoz. Parada sobre su precocidad, a los cinco leía, trepada a la higuera de
su casa en Ramos Mejía. Mamelucos para escalar árboles y vestiditos bordados,
para el té de las cinco con sus tías inglesas: un cuadro de Monet. Amor por los
libros y por la tradición inglesa: herencia de Enrique, su padre. Hombre de
clase media, leído. Leída ella, viajada, y escriba. Poeta. Guionista de tevé, dramaturga, cantautora
para niños. Y opinadora,
Parada sobre su lucidez, a los
quince publicaba poemas en “El Hogar” y en “La Nación”. Y tenía padrinos: Pablo
Neruda, Eduardo Mallea y Juan Ramón Jiménez. Muchos poetas y escritores de entonces, deslumbrados
con ella. Y claro. Entre los once y los
catorce había leído Shakespeare, William Blake, todo el Siglo de Oro Español,
Pedro Salinas -"un poeta siempre náufrago"- y se había enojado con Erza
Pound porque le parecía de difícil lectura. Publicó "Otoño
imperdonable", a los diecisiete,"Apenas viaje a los dieciocho" y
"Baladas con ángel", a los veintiuno. Y egresó de Bellas Artes a los
18, con un puñado de semillas: las nociones de arte y estética.
Precoz.
Y se enamoró. Y a los veintidós, erguida sobre su precocidad, a París. Época de
oro del Music Hall, noches de artistas.
A cantar, con Leda Valladares. Y sin él. Sin “su” él.
- ¿Por qué París?
- Para escapar.
- ¿De qué?
- Del peronismo de
características fascistas que hubo después de la muerte de Evita. Era censor y
corrupto; un régimen militar que nos sometía
a una virtual guerra civil.
- Estaba enamorada. ¿Lo dejó?
- Sí, el enamoramiento es un
motor potente que da energía, pero esa energía se puede poner en
otro lado. Huí de él.
- ¿Con
qué alma se deja a quien se ama?
- Es cierto, fue un amor muy fuerte. Inevitable. Pero me
recortaba y me encerraba. Me quitaba libertad.
- ¿Usted tiene alas?
- No, no sé qué es eso.
- “Él” fue el escritor Miguel Angel Bonomini, ¿y en poesía, quién fue el primer
amor?
- Gustavo Adolfo Bécquer y me
sigue gustando a pesar de las pavadas que se dicen de su poesía.
- ¿Buscaba identidades en los poetas que conoció?
- Sí, eran los modelos. Además,
influía la cuestión política; los que no habían sido mártires -hablo de los que
conocí- eran los exiliados de la Guerra Civil Española. Eran brillantes, estrellas. Y yo era muy cholula.
Ya no más cholulismo ni madrugadas. Ya no
practica la noche, como cuando cantaba. Duerme. De puntillas, como lo hizo a
los dieciocho, ojos abiertos a la vida, para no despertar a Juan Ramón Jiménez.
Él la había invitado a Washington como
homenaje su poesía joven y no era cosa de molestarlo.
Hoy, ojos abiertos
a las nueve aeme. Y a callejear: siempre le gustó. Camina todos los días. Y nutre ilusiones de
hacer cosas bellas. ¿Por la eternidad de la belleza?, digo.
Firma
autógrafos, en libros o en folletos. No
en papelitos. Y se pregunta en qué calle queda la Justicia: "si la ve,
avíseme". Y se indigna con la publicidad comercial, "esa plaga
espantosa, obscena y repugnante". Y con que los jubilados y los niños
sean" las mayores víctimas en el país". Y no se explica cómo la gran
mayoría sobrevive, en el ajuste. Y tiene
cara sin cirugías, pero entiende que muchas personas las necesitan como
aspirinas.
Con
una mirada que busca otros costados de
la vida, parada sobre sus neuronas, piensa. Y opina. Y es opinadora. Tiene
derecho, como todos. Y todos, el derecho de estar o no de acuerdo con María
Elena Walsh, pensadora.
- Pensadora, ¿siente responsabilidad por sus opiniones?
- No, siento responsabilidad ante
la belleza pero no ante el público.
- Pero
el público son personas y toman a
personas como usted como referencia...
- Y bueno, pero yo no soy ninguna guía social. Tengo un mínimo de inteligencia, que me permite
percibir ciertas cosas y juzgarlas. Nada más.
- Pero hizo notas que golpearon la conciencia pública....
- Sí, sobre todo
"Desventuras en el País-Jardín-de-Infantes" (1979) y "La pena de
muerte" (1991) y no sé por qué tuvieron tanta repercusión. Es un misterio,
una cuestión de oportunidad.
- ¿"Desventuras..." es un alegato en favor de la
libertad?
- Sí.
-Pero
usted defendía sólo la libertad de expresión.
No olvido un fragmento de aquella nota, donde usted escribió: “que las autoridades
hayan librado una dura guerra contra la subversión y procuren mantener la paz
social son hechos unánimemente reconocidos...
-
Sí, era así.
- Señora,
su texto sigue así: “...no sería justo erigirnos a nuestra vez en censores de una tarea que
sabemos intrincada y de la que somos beneficiarios.”¿Beneficiarios de un golpe de Estado, de las
desapariciones, de las muertes, sin juicio alguno?
- Sí, pero parece que ahora nos olvidamos de la
violencia de la subversión y de los muertos que causó. Era muy sangrienta, y
entonces había que equilibrar un poco las cosas.
- Usted habló de guerra...
- Sí, de los subversivos
tomé el término. Ellos querían ser un ejército irregular;
y a
Firmenich le hubiera encantado andar con galones. Es un milico. Y bueno...yo
era un poco el vocero de aquel lenguaje. Por eso escribí "guerra".
-
También en referencia a los dictadores, en “El País....”usted agradeció a los golpistas del“proceso” que actuaran por “bien atendibles
medidas de seguridad”...
- Sí, pero alguna concesión había
que hacer. Además, no hay que humillar, ni ofender, ni insultar al enemigo.
-
Comprendo señora, ¿cómo son hoy Menem y Alfonsín?.
- Son iguales. Dos extravagantes:
puro discurso, muchachismo y comité. Y son iguales el radicalismo y el peronismo; están fuera de la realidad.
- Bueno, hay diferencias notables, los peronistas están detrás de todos los
golpes…
- Para mí son todos iguales.
- Perdón, ¿es usted
soberbia?
- Ya no. Incluso valoro mucho mi
propio silencio. Ante ciertos temas prefiero callar.
- Algunos intelectuales están sólo para las "grandes" éticas.
¿Trata usted bien a las personas en la
calle?
- Sí, y si no, no es por soberbia. Será que quienes se me acercan,
a veces me hinchan porque son pesados. O que me duele la muela o que estoy
depresiva o con mal genio.
- ¿Le molesta firmar autógrafos?
- Me gratifica el afecto pero me
cansa un poco. Porque algunos son
sinceros pero otros muy mecánicos.
- Hay personas autoritarias del no autoritarismo. ¿le pasa?
- No se me había ocurrido. Pero
no, no me pasa. Salvo en lo elemental.
Creo que quienes no piensan como yo son burros, o que a quien no le gusta "mi" película es un
idiota.
- Usted
dice que sus amigos tienen que tener
sentido del humor. ¿Entonces?
- (Se ríe) Sí, ahí está mi dosis de autoritarismo.
Autoritarismo, palabra cuadrada,
filosa. Parada sobre su infancia que
está cerca, ella prefiere las palabras
ahora conjugar las de su infancia. Marambú, Bambuco, Gulubú. Ges, bes y emes.
Letras redonditas, como los afectos, cuando escribe para chicos. Globitos y
aromas del tiempo niño.
Y "celadores" (eufemismo por el terrorismo
de estado del '76-'83), o una humanidad
que "retrocede en cuatro patas" -imagen de animalitos (con la pena de
muerte), para señalar en “ese” punto las atrocidades de los
adultos. Con ternura hasta donde duele, con ironía... ¿amarga?
Pero
no llora nunca. Salvo en las etapas lloronas de la depresión. Si no: el humor.
Zapping en el humor negro, en momentos trágicos. Zapping en el humor para
seleccionar amigos. Y zapping en
chistes tontos: en los de
músicos, cuando va a las reuniones de SADAIC, como vocal.
Allí o en cenas con amigos, o la única vez
que fue a una cancha de fútbol, está con su equipo deportivo: vestimenta
habitual. Pero tiene otros rubros. Agazapados
en algún lugar de su placard, hay dos collares de amatistas y otro con diseño
merovingio. En espera de su coquetería. Que la tiene.
- ¿Y con el dolor por su enfermedad y su miedo, cómo quedó
su coquetería?
- Mal... mi cabeza ni siquiera era una bocha...
ni siquiera se cayó del todo el pelo. Era un horror.
- Y la dependencia y la intimidad, expuestas...
- Terrible. Pero lo peor es el
miedo a la muerte.
Fue cáncer de fémur y, simultáneamente, su
actitud de dureza. Ante el espanto. ¿Temor de que no la quieran más? No.
Ocultó la angustia, porque
la avergonzaba el deterioro del
cuerpo. “Una piedad infinita se esconde en el corazón del amor”, escribió
William Yeats. Y así lo creo, con piedad infinita.
Se lo
descubrieron recién después de dos años de penurias y más de diez
médicos recorridos. De los "mejores". “Vaya, no importa, son nervios,
ya va a pasar”, le decían.
Y Pasó, después de cinco operaciones aterradas de
cáncer. Y del dramatismo de los
post operatorios de traumatología: dolor, fierros en el cuerpo, invalidez, sillas
de ruedas, muletas, bastones. Y dependencia, falta de libertad. Que es mucho. Vaya que sí.
Pero
pasó… aunque las cicatrices espirituales permanecen. Mujer de libros, cigarrillos y
viajes. De no cocinar, salvo guiso de lentejas como homenaje a un amigo. De comer empanadas, guisitos, milanesas, un bife y ya
está. De ir y volver por el mundo, con una prótesis -ni se nota- en aquel hueso malo. De decir
palabras. Decencia-derechos humanos-libertad-democracia. Le encantan. Y
ahí están de nuevo, en sus dos últimos libros. "Desventuras en el
País-Jardín-de-Infantes": compilación de muchas de sus notas
periodísticas, entre ellas la del pico de tensión en esta charla. . Y
"Novios de Antaño", una travesía por sus primeros diez años de vida.
Libros. Y de estos libros y de los anteriores,
vive, viste, come y calza.
- ¿Cómo se lleva con el dinero?
- Ahora bien, pero no siempre fue
así.
- ¿Alguna vez fue pobre?
- Mi familia fue pobre y no pudo
mantenerme, ni protegerme económicamente. Pero agradezco porque me hice más independiente.
- ¿Mantuvo el equilibrio cuando empezó a ganar dinero?
- Fue difícil. Empezó la culpa típica de los
artistas: por qué a mí y por qué yo tengo tanto. Y empecé a repartir y a
regalar, como para sacármelo de encima. Ahora tengo una relación más
equilibrada, pero siempre está eso de regalar algo si me compro alguna cosa. O
si me piden, doy.
- ¿No da si no le piden?
- No, en general, doy si me piden; si no, no doy.
- ¿Ahora tiene dinero?
- Afortunadamente vivo
muy bien, exclusivamente de mis
derechos de autor. Es un milagro que le debo a mi país.
- ¿Es generosa con su mucama, le paga bien?
- Soy justa. Le pago bien y le regalo alguna cosa. Y
también soy distante pero con mucho afecto.
-Regalos de su casa donde aparecieron cosas volátiles y una
extraña alfombra de luz y donde la
radio que se prendía sola...
- Sí, fue mientras escribía la
"Carta a Mozart", que publiqué en el diario "Clarín". Es
absolutamente verdad:dos radios se encendían solas,desaparecían las aspirinas, volaban
papelitos, se caían los almohadones...y aquella alfombrita de luz. Ahora cuando
me levanto de noche siempre me fijo, pero
nunca la veo.
- ¿Qué habrá sido?
- ¿Cómo "qué habrá sido". Mozart estuvo en
mi casa. Y puedo asegurarlo
Cristina Castello, en “Viva”,
revista dominical del Diario “Clarín” - Buenos Aires – Argentina, 14 de
junio de 1994 (sigue abajo....)
Walsh según Walsh
Obstinación: A los cinco. Quiso llegar a Río
Ceballos, desde Unquillo, en una burra que caminaba marcha atrás.
Después de los 25: Más libros. "Casi
Milagro" y "Hecha a mano". Y los dos últimos (ver cuerpo de la nota) Y para chicos:
"Tutú Marambá", "El reino del revés", "Zoo loco",
"Dailan Kifki" y "Cuentopos de Gulubú".
Nostalgia: Solamente de su almohada,
mediana y fiel, cuando viaja.
Letra y acordes: "Canciones para
mirar", "Doña Disparate y Bambuco"... y siguen las firmas.
Gato Félix. "Renace de sus cenizas como
el gato Félix" escribió en una humorada, por ave fénix. Uno de estos políticos modernos que no leen nada, creyó
que era cierta y la hizo suya.
Premios: muchos. El Municipal de Poesía,
el de Honor de SADAIC y el del Fondo Nacional de las Artes. Y hay más.
Sarcásticos: Sus recitales para ejecutivos,
en el '68.
Abrazada a un rencor: Razón por la que no va a la
tele. La echaron como autora.
¿Amor para siempre?: "No, todo pasa. Todo".
En Revista "Viva" (Clarín), 1994