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viernes, 24 de noviembre de 2017

Carlos Monzón: el campeón/ el matador- por Cristina Castello


«Siempre les pegué a todas y nunca pasó nada»

El ´último 7 de noviembre se cumplieron cuarenta y cuatro años de su coronación como campeón mundial de pesos medianos.
Lleno de dinero y poblado de vacío, el 26 de febrero del '87, en una de las varias entrevistas (de coyuntura) que le hice, me dijo:
«Sin mí, Alicia Muñiz estaría desprotegida. Yo la protejo»
Entonces estaban separados, pero volvieron al amor; lástima...
Carlos Monzón asesinó a Alicia Muñiz, su esposa el 12 de febrero de 1988.
«Les pegué a todas y nunca pasó nada», dijo, después.
- ¿Quién es usted?
- Carlos Monzón, el campeón.

- De aquello sólo queda el recuerdo, ¿qué hace ahora?
- Nada.

- ¿Qué es "nada"?
- (Se ríe) Me levanto a las diez u once, voy a "La Cuyanita" -el boliche de un amigo, en Martínez- después vengo al Luna y antes de dormir paso de nuevo por el bar.

- Tiene una vida distinta a la que usted cree haber tenido en su anterior reencarnación, cuando dice haber sido un gladiador romano…
- Sí, en mi vida anterior tuve que bancármela y pelearla -desde los doce años- para salir adelante y ayudar a los que quiero; y ahora también: banco a todos, con mi plata.

- ¿En “La Cuyanita” juega al tute?
- Sí, y al billar, y al truco. Cuando me voy paso a veces por la Recoleta para tomar un whisky y después, a mi casa: si todavía hay televisión miro un poco, o duermo.

- Trabajó en cine y en el teleteatro "Pelear por la vida". ¿En qué quedaron los otros  proyectos similares?
- En nada, porque ahora ofrecen dos mangos y yo soy muy caro. Me llamaron varias veces, pero yo no pienso trabajar ocho horas si no me conviene lo que me pagan. Quiero dólares, muchos dólares.

- Para exigir habría que dar, ¿no le parece?
- (No sabe/no contesta).
Con Alain Delon


- Alguna vez estudió con el actor Carlos Muñoz, ¿no piensa seguir?
- No, no tengo ganas.

- Es una buena razón, pero está por hacer una película con Moria Casán.
- Es probable. Me llamó el director  Daniel Tinayre y tiene que mandarme el libro: si me gusta voy a aceptar, pero será para abril, porque por ahora quiero seguir así.

- ¿Sin hacer nada y vaciado de alma?
- Sí, lo único que quiero hacer es acompañar a Darío Matteoni -uno de mis dos pupilos y campeón argentino, igual que el otro- para su pelea en París. Iré en marzo, volveré a Buenos Aires por quince días y después viajaré a Italia para hacer una publicidad de la RAI:

- ¿Para seguir viviendo el mundo del show?
- Para que me den mucha plata y ropa de la mejor; por eso acepté. Quiero más plata, mucha más.


- ¿No le gustaría tener un proyecto de vida, algo que justifique su paso por el mundo?
- No, porque tengo todo.

- ¿Qué es “todo”?
- Fama, plata, buena casa y buen auto. ¿Qué más quiero?

- Le falta una creencia, algo que dé sentido a su vida...
- No, yo tengo fe en Monzón. Y en Dios: todas las noches beso el crucifijo y al día siguiente le pido que me dé vida, para seguir manteniendo a mis  hijos y a mi madre.

- ¿Siente amor?
- No, ninguno,  salvo por mis hijos y por mis nietos.

- ¿No le gustaría despertar con una mujer, con la misma dicha del amor en la noche?
- No. Cuando llego a mi casa tomo una pastilla, abrazo la almohada y me duermo, y si quiero otra cosa, busco una chica y la llevo a mi casa; y al otro día ella se levanta y se va. Eso es lo que quiero, ¿para qué más?

Carlos Monzón, padre de Maxi,
En carne viva

-¿Quiere que su hijo sea boxeador?
- Que Dios no lo permita: que sea cualquier cosa, menos boxeador.

- ¿Por qué?
- Porque es un deporte duro y difícil. Tiene  muchas prohibiciones y sacrificios y de los mil que lo intentan, llega nada más que uno. 
Con Alicia Muñiz, su víctima

- Como usted. Fama y halagos, jet set y desierto en el alma...
- Sí, pero yo empecé en esto porque mi familia no podía mantenerme.

- ¿Usted tenía sueños?
-  Sí, quería tener plata. Y empecé con esto, porque mi familia no podía mantenerme.  Pero ahora tengo plata.

- ¿Qué mundo le gustaría para su niño?
- Uno parecido al de mi infancia, pero sin las privaciones que yo pasé.

- ¿La pelota de trapo y el campito de la esquina?
- Sí, un mundo lindo y simple, no como el de ahora con tanto bombardeo de la televisión. No quiero para él tantos juegos electrónicos, ni tan poca inocencia. Porque a mí  me gusta la democracia,  pero Argentina  está muy mal y los chicos tienen  demasiados peligros.

- Eso no es responsabilidad de la democracia, sino de un “modelo” que empieza a insinuarse en el Mundo…
-No sé cómo se llama. Pero en Argentina h no hay trabajo;  cierran fábricas y la gente no tiene ni  para comer. Y hay droga, mucha droga. Tengo miedo del futuro y por eso me esfuerzo en la educación de Maxi.


- ¿Le gustaría que fuera profesional?
- (Se le ilumina la mirada) Sí,  médico, y que me atendiera a mí, con una chaquetilla blanca. Quiero que sea importante.

- ¿Entonces?
- Maxi será doctor

 Alicia Muñiz, “la mejor de todas”

- ¿Qué pasó entre Alicia y usted?
- Nada, estoy solo, Me separé.

- Respóndame, por favor, ¿qué pasó?
- O la cansé yo, o me cansó ella. La relación se fue desgastando y no daba para más. Si hubiéramos seguido juntos, nos hubiéramos destruido. ¡Se acabó!

- ¿De quién fue la decisión?
- De los dos. Ella lloraba mucho y decía que no sabía por qué, hasta que un día los dos dijimos “basta”.

- ¿Y Maximiliano, el hijito de los dos? Alicia mira por sus ojos…
- Está hermoso, lo veo todos los días y no se ha dado cuenta de nada. Lo tengo conmigo hasta que se cansa y me dice que quiere ir con su mamá...

- Cuando la relación estaba mal Alicia fue a un psicólogo y él lo llamó por teléfono, pero usted respondió casi burlonamente...
- Sí, no creo en los psicólogos; mi psicólogo soy yo;

- Alicia quiso que usted fuera, para tratar de salvar la relación…
- Puede ser, pero el único psicólogo que tengo soy yo; si estoy mal me quedo en casa y -me dé o no manija- sé lo que tengo que hacer y al final se me pasa. Solo, quiero estar solo.

-  Cuando está solo, "Carlos se desbanda y se siente mal y desamparado", me dijo Alicia…
- No es cierto. La desamparada sería Alicia, si no tuviera un marido como yo: tengo mucha plata y le pago todo; y mientras yo esté vivo a Alicia no le faltará nada.
 
Alicia con Maxi, el hijo
-¿Qué quedó de aquello, cuando una vez la reconquistó con un ramo de jazmines?
- No quedó nada. Ya no la  extraño ni quiero volver con ella.

- Compartieron años, ¿ni un poco de afecto?
- Afecto sí -y ella a mí-, pero nada más. Pero de ese tema no quiero hablar, ya le dije, no insista.

- Vamos… sea sincero, ¿siente un poco su ausencia?
- ¡Uf, cómo insiste! Sí, es que Alicia me dio a Maxi, lo adoro y me es difícil acostumbrarme porque yo siempre tuve una mina al lado.

- Alicia no es “una mina”, es su mujer…
- Y bueno, sí, y quedé como amigo, como con todas las parejas que tuve; fui muy feliz los cinco años que estuvimos juntos y aprendí muchas cosas a su lado y ya está.

-¿Cómo es Alicia?
- Diez puntos.

-¿Y eso qué quiere decir?
-Que es una muy buena señora. Es buena, Alicia es muy buena. Alicia es toda buena. Siempre me ayudó: colaboraba conmigo para que estudiara los libretos, quería mucho a mis hijos y nunca quiso publicidad... 

- ¿Fue la mejor mujer que tuvo?
- Fue la mina que me aceptó sin ningún interés, la que me bancó...

- Alicia, la mejor, Alicia, un tesoro, pero no están juntos, ¿la falla está en usted?
- No sé,  con Alicia traté de ser mejor que nunca, cambié, fui otro y sin embargo no sirvió.

-¿No más mujeres?
-  No. Nunca tendría que haberme casado. Cuatro veces me casé y cuatro veces me equivoqué: nací para estar solo. Pero aun así, protegeré siempre, toda la vida, a Alicia Muñiz

Cristina Castello Publicado en Revista GENTE, 26 de febrero de 1987


¿Condena moral o piedad para él? Cada uno tiene la respuesta.
Una de las mías, sólo una, es que los países que pagan fortunas a sus deportistas y a superfluos del mundo del supuesto espectáculo;
los mismos que no piensan en científicos, artistas, pensadores, ancianos y niños, son grandes responsables; responsables del horror que viven los “campeones” vacíos de alma, como Monzón y tantos. Y de la omisión para quienes iluminan la vida del Mundo, con lucidez, sacrificio y Arte.

Alicia Muñiz era el amor mismo.
Decididamente, yo no digo “¡Dale Campeón!” 
C.C,




jueves, 28 de septiembre de 2017

Raúl Soldi: «Dios me hace pintar» por Cristina Castello

Foto: Ramón Puga Lareo
Raúl Soldi tendría hoy (2018) 113 años. Le hice esta entrevista, hace 35; nos dejó en 1994. Vaya este diálogo, como un golpe de pincel, como una nota musical, como una palabra de amor.

Nota que no me fue fácil: cuando me iba, descubrí que el grabador no había funcionado; debí escribirla a pura memoria: no es un dato menor.
Además de su prolífica obra, pintó la cúpula del Teatro Colón de la capital argentina, tomó veintitrés años para hacer los murales de la Iglesia Santa Ana, en Glew (provincia de Buenos Aires), e ilustró numerosos libros de poesía y de música. 
Nunca envejeció: la pureza de su niño interior alumbró su vida

 «La pintura es como el amor. Se ama una sola vez»


« ¿Usted me había imaginado diferente?»
Aunque siempre obtuvo mi misma respuesta, Raúl Soldi reiteró varias veces la pregunta durante nuestra entrevista. Una manera, quizá, de justificar sus expresiones sencillas y el pudor  que le provoca su ternura difícil de disimular.
Tiene 78 años y está en plena tarea y alienta proyectos, como víspera de un mañana dichoso; y vive de la pintura, como desde hace treinta años.
Pero no siempre fue así; antes, la noche era para la pintura y el día para poder mantenerse: hacía decorados de cine.
Con ojos sin sombras, se ilumina en el renacer de aquella vivencia, en este diálogo.
Ser inocente no es mérito de muchos. Sin egoísmo, queja ni nostalgias, con ojos abiertos a la vida, con regocijo, me honró con su inocencia.


De la obra



 -«Mujeres con sombrero», se llama su última muestra, ¿así le gustan las damas?
- (Sonríe) Me gustan, pero esto fue una casualidad. Una amiga me mostró unos vestidos blancos y yo no resistí. Y la pinté. A partir de ese retrato surgieron los sombreros. Pero después los estudié, porque temí haber caído en el ridículo.

-¿Por qué?
 - Por el tema, pero ahora me gustan.

-Muchos artistas se fueron del país: Presas, Raúl Russo, Seguí, Bonevardi, Aizemberg... ¿Por qué usted no?
- ¿Y  por qué, si a mí me gusta la Argentina?

- ¿Quiere decir que acá hizo su obra sin dificultades?
-Tuve muchas, pero las enfrenté. Durante muchos años mi modus vivendi fue el cine, hice unos 2.400 decorados, ¿vio que en mi casa no hay cortinas?

- ¿No le gustan?
- Sí, pero me harté de colgar cortinas, no quiero poner ninguna más, nunca.

- Muchos jóvenes hoy parecen interesados sólo en exponer. Por “exitismo” pierden la vida: vivir  “en” arte, descubrir, aprender, le parece?
-Sí y es una pena. Creo que no dan al dibujo la importancia que tiene como base y cimiento…

-Ya lo decía Delacroix: "El color es la vida, pero el dibujo es el esqueleto,y la vida sin el esqueleto no existe..."
- Así es. Y  ni siquiera hace falta el lápiz o la carbonilla. También se puede dibujar con el pincel. Pero hay que dibujar, porque si no, no hay cuadro que resista.
 
La cúpula del Teatro Colón, de su autoría
-¿Se puede enseñar a dibujar?
-Sí, pero no a pintar, porque la pintura es algo sensorial, entonces... ¿Quién podría hacerlo? Ni siquiera quien pintó sabe cómo lo hizo. Yo mismo, cuando tengo que retocar un cuadro, lo mando a un restaurador. Nunca sé con qué colores jugué para hacer cada uno. 

- La pintura es una historia de búsquedas y hallazgos...
- Sí, y cuando se produce el encuentro, es como el amor. Se produce una sola vez.

- Pero muchos pintores se repiten. Se rinden a lo fácil...
- Sí, pero todo es distinto cuando la inspiración encuentra algo -porque en el arte no se busca, se encuentra- y ese "algo" aparece como un duende. Como un hermoso duende que da vueltas alrededor. Por eso muchas veces, cuando termino un cuadro, lo miro como si fuera de otra persona
y seguro que esa obra es la mejor, porque no es el recuerdo de otras.

- ¿Y con qué criterio elige los amores -sus cuadros-  para cada muestra?
- Siempre hago por lo menos el triple de las obras que necesito y después selecciono; y mi esposa es mi mejor consejera en ese sentido. Por a eso, cuando viene al taller y no comenta nada, parece que algo anda mal.

La pintura abstracta no existe


- Siempre fue figurativo. ¿Es fidelidad a un estilo?
- No, es que considero que la pintura abstracta no existe. Y la figurativa, automáticamente, es abstracta en cuanto a abstracción de la realidad.

- A ver....
- Digo que la pintura abstracta es un invento; alguien la inventó, los críticos o los especialistas.

- Y entonces Kandinsky, o Mondrian, o Klee y tantos, ¿qué?
- A Mondrian lo respeto como gran decorador pero más que en la pintura de caballete lo veo iluminando el muro; él hace el color del reposo. Y de Kandinsky me interesan el color y el movimiento; hace el color del movimiento.
 
En el Teatro Colón
- ¿Qué cuadro de la pintura de todos los tiempos, le gustaría en su casa?
- Si fuera uno solo, algo de Piero Della Francesca. De otras épocas, Van Gogh, Gauguin, tantos...

- ¿Y Sironi? Fue el primero que le hizo una crítica...
- ¿Cómo sabe tanto?  Es verdad, Sironi fue el primero que me hizo una crítica. Él era fascista y escribía en “Il Poppolo de Italia”, en Milán. Cuando yo expuse tres monocopias en la Bienal de Roma, me hizo unas líneas. Allá los críticos no son tan pródigos como acá. “Le Monde” de París hace un comentario semanal y dedica una, dos, tres, cuatro, o cinco estrellas a las exposiciones; aquella que merece cinco es la mejor de la semana.

- Cuando “Le Monde” comentó su obra, le asignó cinco estrellas…
(Con sorpresa) ¿Cómo sabe tanto de mí?

- Es mi obligación como periodista y es respeto hacia usted. Acá el elogio suele ser por las modas o sectario y desmesurado para algunos, e injusto para otros, ¿verdad?
- Creo que se utiliza un léxico demasiado rebuscado, con palabras que la mayoría de las veces, casi nadie, entiende. Se podría hacer el elogio o provocar el derrumbe de un artista sin apelar a expresiones tan complicadas. Los otros días leí una nota de Marco  Denevi donde repetía una frase de Rodin: “No me pregunten como lo hice”. Entonces, si él no podía responder... ¿cómo podría hacerlo otro?


¿Cómo vive Raúl Soldi?

 
 Iglesia de Glew con frescos de Soldi. 
- De sus estudios en la Academia de Bruera, en Italia, a Argentina. La diferencia con la enseñanza en Argentina es abismal, ¿verdad?

- Acá falta practica y horas de taller. En Italia hacíamos la Academia de 8 a 11 y de 14 a 17; a las 18, teníamos Historia del Arte; y una vez por semana, estudiábamos directamente sobre los cadáveres en el hospital.

 - Me cuesta imaginarlo entre cadáveres.
- ¿Y cómo no va a costarle?...Si cuando me toco levantar la mano de un muerto me desmayé; y después me llevaron afuera para que tome un Fernet.

- Familia de músicos la suya, sus padres, su hermana, su sobrina...infancia de pájaros y colores....
- Sí, yo tenía mi pequeño cuarto, dividido mitad y mitad. En una, copiaba cuadros de Quinquela Martín y de otros pintores; en la otra, hacía experimentos de física y química y fabricaba pilas. Una vez hice un telégrafo sin hilos, con un timbre viejo, y a través de él me comunicaba con un amigo que vivía en la otra cuadra de mi casa.

- Y hoy,  ¿cómo vive?
- No me gusta hablar de mí...

- Bueno, cuénteme del pintor Raúl Soldi.
- Usted querrá decir Raúl Cipriano Soldi.

- ¡Ah, se llama Cipriano! (Risas)
- Sí. Bueno, Raúl Cipriano Soldi va al cine cuando le recomiendan por lo menos cuatro o cinco veces una película, o cuando dan alguna que no necesita propaganda. Alguna de Fellini o de Zeffirelli, por ejemplo.

- ¿Se acercan a usted los jóvenes, en busca de consejo?
- Sí y yo les digo siempre que deben trabajar mucho y no apresurarse para exponer.
Foto: Ramón Puga Lareo

- Porque si exponen y tienen la mala suerte de tener éxito, la obra sufre las consecuencias...
- Exacto y fíjese que esas son las palabras que me dijo Saslavsky, cuando le pedí que me hiciera dirigir una película. Señaló que no tenía inconvenientes, pero que si “por desgracia” tenía éxito, dejaría de pintar. Pero si tuviera menos años, me gustaría dirigir, porque es apasionante. En el cine intervienen todas las artes: la plástica, por la fotografía; la música, por el sonido; la literatura, por el argumento y también la danza por el montaje, que es realmente fascinante.

- Y la poesía. Nunca se la nombra pero es el alma de todas las artes.
- Es verdad. Si no hay poesía, no hay arte.

- ¿Tiene amigos entre los pintores?
- Sí, por ejemplo Juan Carlos Faggioli, Cogorno y Ernesto Farina… ¡Qué rica bagna cauda cocina!

- Doy fe, es exquisita.
- ¿Vio usted? En cambio yo no sé cocinar... salvo unos tallarines a la pumarola,
pero no los amaso.

- Cuénteme de escritores y poetas.
- Más que a los escritores modernos, me gusta releer a Pérez Galdós, Unamuno, Lorca, Neruda, Juan Ramón Jiménez. ¡Y a Machado¡ ¿Sabe que él leía sus poemas a la cocinera, para que los aprobara o no? Y hacía bien, porque eso pasa también con la pintura; la persona que tiene la mirada virgen seguro que no se equivoca cuando elige un cuadro.

El arte internacional


- ¿Se puede hablar de una pintura argentina?
- No me parece adecuado, porque estamos en un momento en que el arte tiende a ser internacional. Además, la pintura suele ser el último orejón del tarro que se da en un país y la nuestra tiene que “caminar” mucho todavía. Pero no creo a esta altura, esto se produzca; los medios de comunicación son muy rápidos y hay muchas influencias... No se trata de pintar un gaucho, para que se hable de algo “nuestro”

- Bueno, nadie está libre de influencias, Poco se “dijo” después de los grandes....
- Sí y parece que las influencias vienen en los aviones... ellos las traen (risas)

- ¿Dónde están sus  miedos?
- No, creo que no tengo miedos. Estoy tranquilo, y el día que me tenga que morir... bueno, estoy preparado y no hice mal a nadie; claro, espero que allá arriba me traten bien, que no se equivoquen.

- Dios no se equivoca, ¿cree en Él?
- ¿Cómo no voy a creer en Dios, si Dios me hace pintar?  

                 Cristina Castello, en el diario
 “Tiempo Argentino”, 09/06/1983
                 Fotos de Raúl Soldi: Ramón Puga Lareo

viernes, 7 de julio de 2017

Landrú o el poder de la alegría - Por Cristina Castello

Foto: Ramón Puga Lareo
Alegría. Como la de un avión que vuelve, con los seres que amamos. Como la de uno que parte, cargado de sueños nuestros. Como la de dos tazas de café por las mañanas, cuando el amor no se agostó en la noche ni en el tiempo. Como la de los amigos que, como el oso, se extienden la patita. Como la del deleite de la ternura. Como la de ser fraternos. Y dignos. Y buenos.
Alegría, como la de una hoja de papel, incitación a la poesía; como la de un pincel, que apremia a trabajar el lienzo; como la de las teclas del piano, en las yemas de Horowitz, de Martha Argerich, de Cristian Zimermann, de V. Richter, de Aldo Ciccolini. Como la de Place Concorde, cuando las hadas de París nos aletean con el espíritu de la República y del arte.
Y claro que a veces parece que nos tapiaron el cielo, porque también existe la tristeza. Pero si sentimos con el escritor Enrique Bossero, que su imagen es la de un tobogán sin niños en medio de una plaza cercada por el viento, múltiples son -por gracia de Dios- las caras de la alegría. Por ejemplo, la del vuelo de los pájaros de Jacques Prévert. Pájaros. Pájaros de los que transportan a los niños, pájaros de las primeras caricias, pájaros de la maternidad. Alegoría de lo eterno, despiertan con un himno a la vida. Sus trinos.
La alegría es un relámpago del mundo, un guiño de los ángeles. Es sed de estar despiertos, gula de luz. Inteligencia para descubrir la vida en cada sitio donde late; y toda chispa de esperanza como víspera. Es descubrir un político, aunque sólo sea uno, para quien su imperativo sea el bien común. Es advertir con cada libro que nos abrasa que en algún lugar del mundo está o estuvo su autor, con quien compartimos delicias, visiones. Es saberla sorpresiva: “y súbita, de pronto, porque sí, la alegría.” (Pedro Salinas) Y es darnos cuenta cuando ella nos habita y darle poder para que sea la única dictadura del Mundo. La de la sonrisa.
Cristina Castello

- ¿Cuál es el poder de la alegría?
- Algo que nos hace sentir como un dios, por un ratito.

- ¿Cuándo?
- Cuando ayudamos a alguien a que ejerza su posibilidad creadora. (Sin soberbia) Yo lo hice, por suerte, con muchos dibujantes.

- ¿El goce consiste en vivir la vida como ética y como estética?
- Sí, como ética cuando uno permite -por ejemplo- que alguien exprese su arte o cuando somos buenos. Y como estética, con el regocijo ante ciertas bellezas, como la griega. ¿Qué quiere? (Se deleita) A mí me gusta lo clásico porque es el estilo más despojado y armonioso.

- Síntesis de belleza, ¿como el David de Miguel Angel o las obras de Mantegna?
- ¡Sí, y como la Venus de Milo!  (No puede con su genio de humorista) Es la única mujer que no habla hasta por los codos (ríe de su propia gracia). 

- ¿El humor es un guiño de la inteligencia?
- Sí y la risa nos diferencia de los animales, de manera que hay que decir (se divierte): No sea animal ¡Ríase!

- ¿Se imagina un país loco de alegría?
- ¿Cómo sería?

- Quizás donde nadie muera -o esté triste- por querer vivir...
- (Pletórico) Sí, como el país que había cuando yo fundé la G.C.U. (Gente como uno) y nos encontrábamos en los bares, en Mau-Mau, en Harrod’s o la confitería París, en Buenos Aires. Pero ahora hay una invasión de gente, digamos rara, ¿no?

- ¿Los nuevos ricos?
- ¡Sí, sí! Y cuando uno viaja, ve a ciertos argentinos de los cuáles dan ganas de huir.

- Los que en París gritan: garçon, garçon.
- ¡¡¡Si!!! (Con ímpetu) A diferencia de la gente refinada -que es discreta- ellos usan corbatas escandalosamente chillonas y se ríen a destiempo, con carcajadas estrepitosas. ¡Son unos payasos!

- Pero la carcajada -como en Garrick- puede ser una máscara de la tristeza.
- Sí, y puede ser histeria cuando nos reímos porque nos hacen cosquillas.

- Nada sabemos de la risa de Cristo pero debe de haber sido feliz: fue el amor mismo
- (Hace una introspección profunda) No sé, puede haber sido muy sereno, sin remordimientos y con paz espiritual, pero no sé si fue feliz. 

- Bueno, la paz no es poca cosa: es alegría en silencio...
- Es verdad: la risa más sutil está en la mirada que tiene alegría.

- ¿Y qué es la alegría?
- Es una filosofía de vida, propia de personas inteligentes.

- ¿De dónde nace?
- Es un don para el hombre y (juguetón) una doña, para la mujer. Bueno, (tentado) ¡basta de hacerme preguntas que excitan mi humor!

- ¿Y si fijamos la tibieza del sol en invierno como imagen del júbilo?
- ¡Excelente idea! Porque, además, el sol curó mi alergia: es bueno para la salud, fundamental para la alegría.

- Lo mismo pensó el poeta Ardengo Soffici, cuando escribió, ya sano, que después de tener su cuerpo licenciado por la enfermedad no podía creer en la felicidad de vivir.
- Sí, la felicidad es estar vivo. Pero mire: ser infeliz y no darse cuenta, también debe de ser lindo, ¿no? (ríe).

- ¿Y usted es feliz?
- El noventa y nueve por ciento de los días de mi vida fui feliz, salvo cuando tuve desgracias familiares o de amigos.

- Pedro Salinas compara la inminencia de la llegada de la dicha, con un árbol, cuando el aire entra por debajo de sus raíces y ni siquiera mueve sus hojas. Es la felicidad -dice- está ya cerca”, ¿coincide?
- (Pedestre) ¡No! Esa es la felicidad para quien tiene sentido poético, pero yo soy feliz con jolgorio) y no me entra aire por ningún lado.

- ¿Nunca sintió esa sensación de víspera?
- (Más pedestre) Nunca. ¿Qué quiere? ¡No tengo poesía!

-¿Qué lugar del mundo le provoca gozo?
- Igual que a mi hija, me gusta Venecia, ¡Ah! No sabe usted cómo disfruto de esa ciudad, porque es romántica. (No tan pedestre)

- ¿Y qué me dice de las delicias de la naturaleza?
- ¡Ah! Las noches estrelladas en el campo. Y esa sensación de infinito (casi sueña, ¿dónde quedó el hombre de los pies siempre a tierra?) ¡Cuánta hermosura!

- Como la risa de la primavera y la alegría de la belleza.
- Sí, sí y el goce del renacer de las mujeres, que en septiembre se ponen más bellas (¿y su pisada tierra? Landrú ya tiene alas). Y el placer de verles el brillo en los ojos, cuando son amadas.

- Bueno, Dino Campana escribió a su amor: “Hay en tu cuerpo una sombra de esa necesidad que vaga serena e ineluctable por el alma y la disuelve en júbilo”.
- (Alborozado) ¿Ve? Esa es una manifestación de la alegría. ¡Esos sí que son sentimientos fuertes!

- Landrú: usted niega la poesía. Y  le gusta Dino Campana, que es un poeta italiano exquisito y...
- (Encontrado en falta, juega) No me diga Landrú.

- ¿Le digo Colombres?
- (Muerto de risa) ¡No! Dígame“Cuchi Cuchi”.

- Y habla del infinito y de la primavera.
- (Tozudo y juguetón) Sí, porque en primavera duermo la siesta, y entonces nazco dos veces en el día: renazco. Es la re-re-re (ríe y ríe, sin sonido, claro).

- Parece un chico.
- (Confidente, habla bajito) Mire, voy a contarle: si hay algo que me gusta son los trabajos de Walt Disney. Como Sinfonía, con música clásica y con aquellos dibujitos animados tan lindos. Recuerdo cuando almorcé en el estudio de Disney, donde también se hacían películas de aventuras. Estábamos en el comedor y por una puerta entraba María Antonieta, y por otra Guillermo Tell, y Robin Hood, y Tarzán, ¡y todos ellos!

- ¿Son su imagen de la dicha?
- ¡Sí, sí! Esa es la alegría en estado puro. Y también (en tono de confesión) ¡los caramelos colorados! Me desvelan desde que era chico. Los veo y se me van los ojos; y cuando hay varios al colorado lo dejo para el final, para conservar el sabor.

- ¿Y qué dejamos para la “Oda a la alegría” de Schiller?
- Sí, está bien, pero eso está en música clásica, para escuchar en silencio.

- Pero existe la danza.
- ¡Ah, sí! Yo no puedo vivir sin bailar. Tanto, que gané concursos de tango y también bailé foxtrox y charleston. Y en Puerto Rico aprendí el cha-cha-chá: (canta) “El bodeeeguero y el cha-cha-cha”. Y también el merengue, la guaracha; el guapachá, el guaguancó y la cumbia. Me fascinan los ritmos tropicales, porque son otro lugar de la alegría.

¿Cuáles son sus lugares felices en Buenos Aires?
- El Rosedal y Palermo. Otros no tienen mucha felicidad. Pero, además (reflexivo) los argentinos somos medio necrófilos, ¿no? Mire que hacer tan buenos restaurantes frente a La Recoleta, ¡justo frente a un cementerio!. Pero perdone, ¿por qué estoy hablando de un lugar de muertos, si usted me pregunta sobre la vida?

-Precisamente. Hay palabras que tienen vida: nido, libertad, amigo, tibieza, calor, confianza. ¿También para usted?
- Yo pienso más en términos de palabras graciosas y no graciosas. Graciosas me parecen, por ejemplo, miope y huevo frito (ríe, todavía le falta lo mejor). Y qué decir de feldespato, un mineral al que bautizaron sin ninguna justicia; (pícaro) y ni hablar de palabras que parecen poéticas, como carminativo, pero (está travieso) quiere decir: antiflatulento. Lástima, ¿no?, carminativo sonaba a amor.

- Al amor, entonces. Y a la alegría de un desayuno enamorado después de tres, de diez años.
- ¡Claro! La base de eso es el romanticismo. Y esa es la única verdad: su consideración del amor como la única alegría verdadera.

- Pero hay personas fóbicas al amor y a la felicidad. Rara la condición humana,¿no?
- Muy rara. Porque a quien huye le importa más ser infeliz, que hacer daño con su abandono a aquel del cual escapa. (Extrañado) ¿Será que no le importa la bondad? O quizás, ni siquiera se da cuenta de que el amor es enemigo del malhumor y hasta se priva de la posibilidad de vuelo que tienen los enamorados.

- Claro que vuelan. Oliverio Girondo escribió que tenía que atarse a los barrotes de la cama, porque -si no- aparecía indefectiblemente sobre el techo del ropero.
- Sí, sí, (divertido) pero eso pasa a los veinte años y después se convierte en cariño.

- No, si persiste la magia y si la persona amada es geografía e identidad. El amor se renace.
- ¡Eso! Es como un pedazo de uno. Yo me casé hace cincuenta y dos años y para las bodas de oro le dije a mi mujer: ¿querés que festejemos con un crucero o con un minuto de silencio? (los ojos le ríen).

- ¿Y eligieron el minuto de silencio?
- ¡No! El crucero. ¡Y allí hicimos el minuto de silencio! (ríe).

- ¡No dirá ahora que el erotismo es un calvario!
- No, pero es un refinamiento que bastardeó la televisión. Lo confunde con el ratoneo y así (serio) no tiene alegría.

- Si le digo manos, horizonte, sexo, trino, ¿Le suenan al deleite del amor?
- Bueno, eso de sexo es para los de veinte. Pero me gustan las otras palabras. Porque con las manos se crea. Y el trino de los pájaros representa la libertad. Y el horizonte es amplitud y luminosidad.

- Me recuerda que Chagall con su pintura, nos abrió los ojos a la luz.
- Sí, pero las pinturas no me producen alegría: algunas me agobian. Me gusta el placer del artista, que nació con ese don.

- ¿Los políticos tienen el don de la alegría?
- ¡No! Y tampoco los grandes nombres de la historia. ¿O usted cree que los reyes que formaban una corte de enanos para divertirse, eran felices? ¡No, no! Y los políticos, como máximo, a veces tienen sentido del humor.

- Deme ejemplos, por favor
- El político Alfredo Palacios. Yo lo dibujaba con mulatas y decía que fue el fundador de Villa Cariño. Y sin embargo, el día que no salía en (la revista) Tía Vicenta, me llamaba y preguntaba si él había perdido vigencia. Le gustaba que hiciera chistes con su persona.

- El humor humaniza y quienes son inteligentes se dan cuenta.
- Sí, saben que los desacartona. Como el ex-presidente de Argentina, Arturo Frondizi: tanto escándalo hizo el director del diario El Mundo porque yo lo había dibujado con la nariz grande y Frondizi estaba contentísimo.

- ¿Y usted se enoja alguna vez?
- No, yo nací alegre y optimista. Soy como ese señor de un chiste mío, cuya mujer le dijo: querido: "Aquel hombre te dijo estúpido". Y él contestó: "Hace bien el señor y tiene razón: soy un estúpido”. Y claro, ¿para qué discutir una verdad?

- ¡Bueno, para defenderse!
- (Convencido) ¡No! Déjeme con mi mundo de caramelos colorados y con los dibujitos de Disney ¿O alguien tiene el derecho de hacerme perder la alegría?
  
Cristina Castello
Revista Plaza Mayor, 10-02-99