Borges la descubrió en su mirada
de niña cuando ella andaba en puntillas por su adolescencia. La niña lo había elegido
para estudiar con él inglés antiguo e
islandés. Y los unió el misterio: la única certidumbre, según Paul Gauguin. El
misterio del amor y del arte, «for ever, and ever... and a day».
La escritora María Kodama fue compañera durante muchos años y luego
segunda esposa del autor argentino más universal. Publicó en colaboración con
él, entre otras obras, Breve Antología anglosajona (1978)
y Atlas (1984), fruto ¾uno más¾ de los viajes de la pareja
alrededor del mundo. María fue también un gran soporte de la actividad
literaria y personal de Borges, y lo ayudó en la dirección de su colección
«Biblioteca Personal», que en Argentina se publicó de manera incompleta, por la
muerte del escritor.
En este diálogo, no sé si es María quien me cuenta de él o si es Jorge
Luis Borges ¾unidos los dos en el misterio¾ quien habla en la voz de su
amada, desde el «jardín secreto» que ambos tuvieron: el Universo.
¾¿Borges era un universo?
¾Borges era como Leonardo da Vinci, complejísimo y
lleno de matices, con inteligencia fascinante e imaginación enorme. ¿Sabe?...
Me gustaba su cráneo de conejo y verlo reír, porque... era como un cachorro de
tigre al sol, una imagen de mucha belleza.
¾Como muchos enamorados, ¿él tenía algún apodo para
usted?
¾Me decía «Ulrica», que es un nombre nórdico que
quiere decir «osita».
¾«Sentí en el
pecho un doloroso latido, sentí que me abrazaba la sed», escribió en «El
Inmortal». ¿Cuál era la sed de Borges?
¾-La poesía.
¾¿Estaba poseído por los dioses, según definió Platón a los
poetas en el Fedro?
¾Sí, por ese espíritu que hace que el poeta pueda ser una
especie de intermediario de aquello por lo que es poseído: el «daimon».
¾En su casa de la Rue Ferdinand, en
Ginebra y muy joven, era desdichado y, para serlo más, leía a Dostoievski; pero
en 1916 descubrió a Whitman y sintió vergüenza por su actitud... ¿La función
chamánica de la poesía lo despertó a la dicha?
¾Claro, por la
visión maravillosa y vastísima de Whitman y por la literatura que creó a través de la poesía. Porque, como bien
decía Borges, uno tiene que escribir dentro de una armonía y un equilibrio; es
necesario saber las reglas de la construcción de un soneto para poder
ignorarlas y ¾recién entonces¾ intentar el verso
libre. Si no... uno tendría que haber nacido Whitman.
¾ Según Philippe Brenot, «talento» significa conocerse a sí
mismo y saber que se ha sido conducido a tal o cual idea concreta; y «genio»,
que nunca se sabe adónde se llegará, pues se obedece a un terrible impulso.
Borges, ¿genio y talento?
¾Borges era una persona genial... única, pero yo no
coincido con la definición de Brenot. Para mí la genialidad es un «plus» al
talento: es introducir un cambio radical dentro de la historia. Se puede tener
mucho talento sin ser genial: sin crear.
¾No habrá sido fácil ser la mujer del escritor
argentino más universal... de alguien que es patrimonio de la humanidad...
¾Mire...yo nunca sentí eso con Borges. Me hubiera
quedado petrificada. Comencé con él una relación de maestro-discípula cuando
era muy niña, y entonces era como...
desenfadada, y le hablaba de un modo fresco y espontáneo....si hasta le
discutía sobre autores y cosas insostenibles para mí entonces. Pero quise
conocerlo, porque las obras suyas que me habían leído me hicieron sentir una
hermandad en el misterio.
¾¿Y qué sentía Borges frente su desenfado?
¾Lo divertía. Sabía que yo no era obsecuente, como la
mayoría; y que prefiero pensar que el destino no existe para no perder mi libre
albedrío, incluso a costa de ser prisionera de mi libertad. Soy libre como un
animal en la selva... aun con su genialidad.
¾En el siglo XIX se renovó la idea del genio. En
Alemania, Klinger y Schiller se opusieron a la filosofía de la Ilustración e
intentaron imponer la estética espontánea para la creación. ¿Era así Borges?
¾Sí, pero sólo para empezar a escribir, pues su búsqueda de
perfección lo llevaba a hacer infinitas correcciones. Él consideraba que tenía
que trabajar sobre los sueños, sobre lo espontáneo que surge del inconsciente.
¾¿En sus sueños había pesadillas?
¾A veces... y cuando despertaba veía si sus sueños
podían o no servir para que escribiera; el segundo paso era pensar si les daría
forma de cuento o de poema.
¾Y no bien se levantaba, tomaba un baño de inmersión y
empezaba a dictarle sus textos, ¿no es así?
¾Sí, a mí o a otras personas: periodistas o
estudiantes que lo visitaban. Pero no se quedaba en el impulso: retomaba los
textos por la tarde y pulía y corregía en cada revisión, hasta...
bueno...¡hasta siempre!
¾¿La
«creatividad» de Borges lo era en el sentido de la lingüística generativa de
Chomsky, en cuanto a la capacidad innata de los humanos para generar lenguajes
hasta el infinito?
¾Sí,
él generaba lenguajes, pero, como le dije, no se conformaba con lo primero que
hacía. Así es que, sobre todo con la prosa, provocó un giro en la forma de
narrar de la lengua española. Es decir que las dos grandes revoluciones que se
produjeron en este idioma partieron de América; una, con el modernismo de Rubén
Darío y la otra, con Borges y el cambio radical que impuso en la narrativa, cambio
que está cimentado en su bilingüismo, en su concisión y en su lectura crítica,
desde muy pequeño.
¾Fue un escritor prodigioso.
¾Creo que esencialmente es un poeta y que lo
prodigioso en él fue sentir desde muy
pequeño cuál sería su destino...
¾... Y fue niño prodigio. A
los siete años escribió en inglés un resumen de la mitología griega; a los ocho,
el cuento «La visera fatal», inspirado en un episodio del Quijote; y a
los nueve tradujo del inglés "El príncipe feliz" de Oscar Wilde...
¾Sí...y cuando se publicó «El
Príncipe Feliz»,
muchos pensaron que era una traducción hecha por su padre.
¾Su padre.... No olvido que a Borges siempre le
pareció oír su voz cuando le recitaba de memoria, en inglés: «Tú no has nacido
para la muerte, /¡inmortal pájaro!», de John Keats. Y que aquellas palabras le
revelaron la poesía...
¾Sí... Keats fue importante para él por eso, pero le
gustaba más la épica y, sobre todo, la anglosajona de los siglos IX y X, y las
baladas inglesas. También Emerson y Browning y... ¡Walt Whitman!
¾Decidió ir a Ginebra para morir. ¿No tenía miedo?
¾ No, porque no le gustaban las cosas dramáticas o ¾como él decía¾ sentimentales.
Borges vivió de manera natural también la muerte: como todos los días, como
siempre. Era una persona estoica.
¾En su lápida dice, en anglosajón: «And Ne Forhedan
Na», esto es, «Y que
nada temieran». ¿No temía?
¾No, porque él lo tomó como una aventura y como un
lugar donde satisfaría su curiosidad sobre los misterios de la vida... Quería
saber si había algo o no después de ella.
¾Pero es casi sobrehumano no tener miedo a la
muerte...
¾Bueno, como usted sabe, él tenía una manera de
sentir un poco oriental, por todo lo que había leído sobre esa filosofía, sobre
budismo, zen y sintoísmo. ¡Eso es la sabiduría...! Saber disfrutar de lo que
nos acerca la vida. «Qué importa el tiempo sucesivo / si en él hubo una
plenitud / un éxtasis, una tarde...», escribió en Fervor de Buenos Aires.
¾¿Tuvo en toda su vida esa misma disposición para cruzar el
umbral, hubiese lo que hubiese al otro lado?
¾Sí, la tuvo en toda su actitud. Por otra parte, el
hecho de haber estado siempre contra la corriente indica un valor muy grande.
¾María, ¿Borges la amó?
¾Yo creo que sí, ¿no?
¾¿Y usted lo ama? ¿O lo amó?
¾Lo amo.
¾Hace un momento el camarero del bar donde tenemos
esta conversación la descubrió: «Usted es la mujer de Borges», le escuchamos. Y
en alguna de las entrevistas que hicimos
anteriormente, me dijo: «No soy la viuda de Borges; soy el amor de
Borges». Habló en presente, como muchas veces en esta charla. ¿Los une el
Infinito....el «ansia de absoluto», según expresión de Louis Aragon?
¾Yo creo que cuando uno encuentra la mitad del alma,
es para siempre. Forever and ever… and a day.¾¿Borges fue generoso con todo lo que
contiene la vida?
¾Sí, y también con los misterios de la vida.
¾Sin embargo, no parece haber dado importancia a
algunos escritores. A Julio Cortázar, por ejemplo, a quien también le fascinaba
la literatura fantástica.
¾Se equivoca, porque Borges sabía que era un gran
escritor. Él lo descubrió y lo llamó al segundo día de que Cortázar le dejara
«Casa Tomada», para que lo leyera; y le dijo que lo iba a publicar y que su
hermana Norah lo ilustraría.
¾Pero la relación de los dos no continuó... ¿Por qué?
¾ Cortázar se fue de
Argentina, pero después se reencontraron en el Museo del Prado. Cuando lo vi...con su figura inconfundible, yo estaba
delante de El perro semihundido, de Goya, uno
de mis cuadros preferidos. Y entonces se lo dije a Borges, y él me preguntó si
yo quería saludarlo, y yo le contesté que sí... si él quería. «Sí, claro...¿por
qué no?», me dijo.
¾Tuvo usted a «sus» dos escritores juntos y unidos por el
arte.
¾¡Sí! Y en el mismo
momento Cortázar ¾un escritor más que consagrado en aquella época¾ vio a Borges, y
entonces se acercó, y fue divino, y maravilloso, y único... uno de esos
instantes irrepetibles que nos regala la vida. Cortázar le recordó que le había
llevado su primer cuento, y destacó la generosidad de Borges con él. Y Borges
rió y le dijo: «Bueno, no me equivoqué, fui profético».
¾Usted me transmite la magia de aquel encuentro...
¾Sí, fue mágico... ¡ésa es la palabra! Tenía conmigo
a dos escritores a quienes yo admiraba y amaba ... ¡Y delante de ese cuadro!
Goya-Borges-Cortázar y El perro semihundido: fue algo perfecto.
¾Sin embargo, suele presentarse a Borges y a Cortázar
como dos polos opuestos de la literatura argentina; y Cortázar no es recordado
como merecería por la gran crítica,
salvo en 2004, por el aniversario de su muerte...
¾Yo creo que eso es una suerte de purgatorio por el
que pasan todos los autores... Después que mueren su obra vuelve a surgir. Y
aquí es donde más se distingue un best-seller de la obra de un creador.
¾«Yo parezco haber nacido para no aceptar
las cosas tal como me son dadas», escribió Cortázar.
Fue un escritor comprometido...
¾Sí, estuvo comprometido como persona, pero no en
toda su obra; tiene cuentos de literatura fantástica que no están politizados y
obras que sí lo están.
¾¿Y qué pensaba Borges y qué piensa usted de El libro de Manuel?
¾ No leí El libro
de Manuel. Leí Rayuela y me pareció una cosa fascinante, como un
juego, y también Los Premios es fantástico. Es extraordinario cómo ¾después de vivir
tantos años lejos de su país, y con otro idioma¾ logró conservar el
lenguaje de Buenos Aires.
¾Cortázar fue distancia y soledad; amor, nostalgia y
dolor de Buenos Aires, así como su silencio con palabras.
¾Es verdad, y yo soy muy lectora de sus cuentos. En
«La noche boca arriba» ¾uno de mis preferidos¾ él mezcla
espacio y tiempo, de una manera
extraordinaria; y también lo hace en Prosa del Observatorio, en realidad
una nouvelle, una prosa poética fascinante. Esa es la parte suya que más
me interesa.
¾María: año 1981 y dos actitudes. Cortázar en el Centro
Cultural de la Villa
de Madrid y aquel texto suyo sobre el poder de las palabras; y Borges, quien
clamaba por «cien años de dictadura militar», mientras desaparecían miles de
personas en Argentina.
¾Sí, pero Borges también estaba muy comprometido con
lo que él pensaba.
¾¿Qué pensaba?
¾ Pensaba lo que publicó, dijo, se discutió, se le
criticó y por lo cual se lo sigue criticando, a diecisiete años de su muerte.
Pero él había creído que aquello era lo mejor. Lo que él sintió, lo sintió. Y
cuando vio que no funcionaba lo que él había defendido, cambió. Es decir: no
era rebaño ni era hipócrita. Era coherente y nunca se traicionó, no medró, ni
coqueteó con unos u otros para conseguir cosas. Y eso me parece extraordinario.
¾¿Usted coincidía con sus
opiniones?
—No, diferíamos mucho y discutíamos. Pero lo admiré
porque fue honesto.
¾¿Fue
por influencia suya que él recibió después a las Madres de Plaza de Mayo y se
conmovió con ellas?
—Las recibió, pero no sé si yo
influí. Sólo le dije que soy pacifista y que lo peor que hay es utilizar el Poder para el mal.
¾Ahora
hace usted una reedición de su obra, que incluye textos dispersos en diarios y
revistas. El mundo se lo agradecerá...
¾Mire...
yo creo que será importante para profesores, estudiantes y escritores, porque
la obra de Borges es una lección de estilo. Permitirá ver el revés de la trama
de lo que siempre hizo él: la reelaboración permanente, sobre todo de su obra
poética.
¾¿Publicará «Los salmos rojos», que Borges escribió a sus
diecisiete años y enamorado entonces de la Revolución Rusa?
¾No. A los veinte años
Borges destruyó el libro donde está ese poema, porque al principio creyó que la Revolución bolchevique
elevaría el conocimiento y las condiciones del pueblo. Pero cuando vio que los jerarcas de entonces querían ocupar el
lugar de los zares, cortó con esa ideología. Para siempre.
¾Pero «Los salmos rojos» se publicó en la revista «Grecia» y
en alguna otra de España...
¾Sí, y en un periódico
de Ginebra. Pero lo único que quedó fue el poema «Los salmos rojos», que daba
título a la obra; y lo que quedó... eso sí está.
¾¿Alguna vez lo vio llorar?
¾Sí, cuando conocí el original de la «Victoria de
Samotracia», lloré de emoción, y Borges lloró conmigo. La visión de esa
escultura en un libro fue la primera lección de estética que me dio mi padre.
¾¿Cuándo lo oyó reír?
¾Muchas veces. Mire... a mí me gusta mucho nadar,
montar a caballo y bailar. De niña estudié danzas clásicas, después empecé
flamenco, y con mis amigos bailo rock, salsa... todo eso. Y cuando Borges me
acompañaba a mis clases de baile griego, se divertía mucho porque ¾como todos los
alumnos se iban a hablar con él¾ mi profesor le decía que yo me hacía
acompañar por Borges para gozar de unas «clases particulares».
¾Tiene usted una cultura vastísima y sigue
estudiando...
¾Sí, adoro estudiar. Me serena. Y escribir es para mí
como un jardín secreto. Fíjese que Borges decía que soy como el ojo del
huracán: serenidad y silencio cuando todo se arremolina a su alrededor.
¾Y eso le gustaba de usted... ¿Qué más?¾Mi relación lúdica con la vida, que él no había
encontrado más que en su abuela inglesa, aunque yo creo que el lúdico era él.
Pero... después de su muerte, quedé durante mucho tiempo como recortada en un
centro de silencio y me sentí en la mira telescópica. Porque si bien el
amor de Borges me protegió, lo que ese amor despertó en otros me dejó a la
intemperie. Y fui acosada, perseguida y hostigada, aunque no por todos; y
sufrí, pero gracias a los horrores, descubrí en mí un centro de equilibrio.
Entonces entendí las palabras místicas de Dante, cuando en el Paraíso ¾en referencia a
Dios¾ dice: «El
amor que mueve el sol y las estrellas».
¾Amor sublime el de ustedes, pero, ¿y la
cotidianeidad...? ¿Dónde convivieron, un misterio para tantos?
—En mi casa, y tomábamos el
desayuno, con aroma a café y a naranjas, en algún bar. Yo no lo preparé jamás,
porque no sé cómo hacerlo ni quise aprender.
¾¿Y cuándo descubrió usted que él era «su» hombre?
—Me di cuenta... en un avión, donde pasó algo muy
especial que me hizo sentir «eso», pero... no se lo dije. Bueno, por favor, no me pregunte: esto es mío.
—Contarlo la humaniza...
—Mire...nos pasó como en la
historia de la mayor de las hermanas y de su muchacho, en la película Sensatez y sentimientos. Todo era tan
victoriano al principio, como la contención primera entre Borges y yo.
—Y como en la película, ¿hubo después un estallido
pasional?
—¡Ah, no!... del estallido no hablaré: es mi autobiografía....compréndame.
¾¿La complicidad entre ustedes hacía que él le diera
a leer sus textos?
¾Sí, él era muy personal y me decía, por ejemplo:
«Vea, María, vamos a cambiar esta palabra», y luego ... «¿O usted prefiere la
otra?». Si yo le decía «la otra» o «ésta», él me decía: «¿Por qué?». Entonces
yo le explicaba mis razones y él contestaba: «Bueno, voy a pensarlo». A veces
aceptaba, y otras veces me decía: «Usted tiene razón, pero yo prefiero ésta».
Éramos muy libres.
¾Él, emocional y racional a la vez. ¿Cómo era esa
dicotomía?
¾Esa es, justamente, toda la fuerza de su vida y de
su escritura. Con la sola emoción, no habría logrado esa precisión del
lenguaje.
¾A ustedes les
gustaban mucho Thomas
De Quincey, Emily Dickinson...
¾...Y Kipling
y «La balada del Oriente y el Occidente». Y John Donne, quien
consigue un ritmo y una musicalidad en cada verso...
¾«Música», me dice... ¿como la que usted, según me
contó en otra ocasión, siente en el desierto?
¾Sí... ese sonido de notas lejanas, o el de la arena
cuando algún animalito la agita a su paso. O el del mar, tan potente, que
parece que, de pronto, diera la vida; acre a veces y fuerte; también tiene el
olor de un animal y también tiene música.
¾La música, que parece unir cielo y tierra…
¾¡Sí! Y puede desarmar las pasiones más negativas. Recuerdo El
silencio, de Bergman, donde dos hermanas ¾dentro de un hotel¾ se aman, se odian y
se gritan. Ni siquiera reparan en la música de la radio. Pero entra el mucamo
y, conmovido, dice:«Es Johann Sebastian Bach». Entonces esos rostros que
estaban crispados se van suavizando y la historia se trasforma...¡y es como si
de pronto uno entendiera los misterios de Orfeo! Es el Infinito.
¾A propósito, a pesar del supuesto agnosticismo de
Borges, su obra es una apelación al Infinito, y cuando se convoca al Infinito
se convoca a Dios. Y en vísperas de su muerte rezaron ¾aunque
haya sido por mandato de su abuela inglesa¾ el Padre Nuestro en anglosajón...
¾No es que él creyera o no. Era agnóstico. Pero
también su madre le había pedido el «Padre Nuestro». Antes de su muerte le dije
que sobre ciertos temas yo no podía opinar, puesto que no tenía una formación
religiosa; pero le pregunté si quería un sacerdote para que conversara de esto
con él. Entonces Borges me dijo: «Lo que usted quiere decir es si yo
necesito un sacerdote». Le dije: «No, sólo si usted quiere conversar con él
de estos temas de los que yo no puedo hablar». Entonces me contestó: «Bueno,
llamemos a un protestante y a un católico, así converso con los dos». Y fue por
eso que, cuando murió, se celebró una ceremonia ecuménica. Con un sacerdote
católico y con otro protestante.
¾¿Qué fue lo último que él le dijo antes de morir?
¾En los días anteriores a su muerte, me contaba de
los caramelos «toffie» que le compraba su abuela y charlábamos de literatura y
estudiábamos árabe. Y lo último que me dijo, bueno... él habló de los dos, pero
jamás diré qué: eso es mío.
¾En un artículo reciente, John Berger describe la
lápida de Borges en Ginebra. ¿Por qué fue a morir a Suiza?
¾Porque él admiraba aquel país, desde donde partió
hacia Buenos Aires recién a sus veinte años; y ¾según me contó¾ al principio
trataba de hablar mal de su lugar tan amado, para «despegarse»: porque sabía
que tenía que hacer su vida en Argentina. Pero después no tuvo esa necesidad
porque ya tenía perspectiva.
¾¿A quién se le ocurrió el bajorrelieve de la tumba?
¾No sé,
probablemente a los dos. Se trata de la
descripción de un fragmento de un poema medieval, La Batalla de
Moldon, y comienza justamente con: “Y que nada temieran... » El primer
libro que Borges me regaló era sobre literatura anglosajona, y la cubierta
tenía ese escrito, ese fragmento.
¾Borges fue a morir a un barrio cerca del Ródano ¾sigo con Berger¾ cuyas calles
estrechas parecen pasillos que corren entre inmensas estanterías de libros,
como una suerte de biblioteca...
¾Sí, y sobre todo lo eligió porque es como su testamento a
la humanidad.
¾¿Qué ofrendas le dejan en la «La Cimitére des Rois», donde está enterrado?
¾Flores, velas o alguna carta donde dicen que leyeron
su obra.
¾«Yo pronuncio ahora su nombre, María Kodama. /
Cuántas mañanas, cuántos mares, cuántos jardines del Oriente y del Occidente,
cuánto Virgilio», le escribió. María,
hoy, yo le pregunto, ¿cuántas mañanas, mares, jardines, ahora, sin él?
¾Todos los mares, todos los
jardines. Y todo Virgilio. Toda mi vida en él. Forever and ever… and a day.
Cristina Castello, en «Cuadernos Hispanoamericanos», Madrid- Septiembre 2004
Foto de apertura: Ramón Puga Lareo