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©Cristina Castello |
«Porque los
hombres, Sócrates, han olvidado la obligación de pensar...»
Miguel Betanzos:
Sócrates, el sabio envenenado
Nosotros, poetas del universo decimos
«¡Basta!» y decimos «lobos».
« ¡Basta!»: una de las más hermosas palabras
poéticas pronunciadas o a ser pronunciadas aún.
«Lobos».
Los poetas somos «lobos esteparios», y nos «organizamos», al modo de los
lobos, no al del hombre lobo del hombre.
«Los lobos sanos y las mujeres sanas... han sido
perseguidos, hostigados y falsamente acusados de ser voraces, taimados y
demasiado agresivos y de valer menos que sus detractores. Han sido el blanco de
aquellos que no sólo quisieran limpiar la selva sino también el territorio salvaje
de la psique, sofocando lo instintivo hasta el punto de no dejar ni rastro de
él. La depredación que ejercen sobre los lobos y las mujeres aquellos que no
los comprenden es sorprendentemente similar.” -Clarissa Pinkola Estés, «Mujeres que
corren con los lobos».
Nosotros, poetas del universo, somos lobos en
defensa de ese «territorio salvaje» y sublime que, por fortuna, aún existe debajo
de la vida transformada en «Dios Mercado».
Los poetas del universo aullamos que la Poesía es opositora,
crítica, rebelde y subversiva por naturaleza.
Que la poesía destruye y se autodestruye en un
solo movimiento.
Que se recrea a sí misma, y recrea el mundo
permanentemente. Nietszche: «Di tu palabra y rómpete».
Decimos, con los surrealistas, que la Poesía es libertad absoluta.
Que es imaginación.
Y
con el fuego prometeico de León Felipe, en un grito de ángeles, aullamos que la Poesía es un sistema
luminoso de señales.
Aquí
nuestro « ¡Basta!», nuestro aullido, nuestras señales.
Y nuestro intento de alas:
- « ¡He aquí el tiempo de los
asesinos!», escribió Rimbaud. Este tiempo se ha extendido hasta el siglo
XXI, se ha profundizado como nunca y, por fin, parece haberse arraigado en
la Tierra
para siempre.
- Nosotros, poetas del universo, nos
revolvemos contra ese «Tiempo de los Asesinos», como lo hizo la Poesía desde que el
primer ser humano alumbró el primer verso y el primer ser humano dejó su
primer trazo en la primera caverna.
- El Tiempo de los Poetas es el de las
Madres dadoras de Vida. « ¡Ah, qué buena la tierra de mi huerto. Hace un
olor a madre que enamora!» (Miguel Hernández).
- Es el tiempo de la poesía escrita y
cantada en femenino, aunque la cólera, la disonancia, las aberraciones del
lenguaje (para los «académicos»), la falta de «decoro» (para los
«bienpensantes»), y la sed angustiosa de reparación dominen, y nos
muestren como retoños de los viejos «asesinos».
- Las mujeres y los varones poetas del
Siglo XXI hemos decidido «matar» con palabras a los Asesinos con armas.
Palabras no regladas por nadie más que por el propio poeta. Palabras no
fraguadas en ninguna fragua más que en la suya: ni siquiera en la de los
dioses, aunque el canto sea un don de ellos, ni menos que menos en la del
lenguaje al uso (o «no lenguaje», en rigor), burda caricatura del Lenguaje
Común y, por tanto, de la
Razón Común, que les han sido arrebatados por los
Asesinos al Pueblo convertido en masa.
- La masa no entiende la poesía; el
Pueblo –o lo que aún pueda quedar de él–, sí.
- La Ilíada o la Odisea
eran poemas tan extraordinariamente bellos como populares. En aquellos
remotos tiempos no existía ninguna diferencia entre los griegos, o los
antecesores de los griegos, y sus poetas. Grecia fue primero la Poesía y luego la Filosofía. Y la Poesía, durante
siglos, se transmitió de boca en boca (y así se fundó la tradición oral),
y la Filosofía
era discutida en la plaza pública, en el mercado -con minúscula: tan sólo se trataba del
mercado de huevos y gallinas- (y así se fundó la dialéctica, la
discusión razonable tan vituperada hoy por el positivismo, el pragmatismo
o la Razón Técnica).
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©Cristina Castello |
- El positivismo, el pragmatismo y la Razón Técnica
cumplieron la «misión» para la que nacieron: despojaron a los seres
humanos de su herramienta fundamental: la posibilidad de decir «No», de
criticar, de disentir. Lo despojaron de su «negatividad», el atributo
humano por excelencia, el único que nos diferencia del resto de las
criaturas del universo. Le domesticaron la rebeldía. En suma, nos
transformaron en un «Sí» absoluto. Somos máquinas de admitir, consentir y
asentir «consensos». Reflejos condicionados. La Humanidad se
encuentra al borde de un precipicio cuyo fondo monstruoso no podemos
concebir siquiera. « ¡Basta!», bramamos los poetas del universo.
- De las dos dimensiones esenciales que
nos constituyen (la del «Sí» y la del «No»), nos han dejado sólo la
primera, porque descarada pero insensiblemente se robaron la segunda. De
ahí que los hombres sean hoy la reproducción fiel de aquel Hombre
Unidimensional del que nos habló por primera vez el filósofo Herbert Marcuse
en 1964.
- Sin embargo, la Belleza, la Verdad y el Bien (los
valores supremos socráticos y de toda la filosofía que siguió) sólo pueden
ser captados en todo su esplendor por el «No».
El «No» niega la comodidad, la facilidad y la vulgaridad del dato
inmediato, los «hechos». El «No» es símbolo de libertad.
Que la Tierra
gira alrededor del sol, y no a la inversa; que el «David» de Miguel Ángel tiene
la perfección de la que no hubiera podido gozar jamás el David real; y que el
«otro», el prójimo, soy yo, constituyen revelaciones, manifestaciones del Ser
que sólo se pueden avizorar más allá de los datos brutos de los sentidos, más
allá del consentimiento ingenuo (del «Sí» asesino) que damos a lo que se nos
aparece cotidianamente.
- Los poetas del universo seremos los
Poetas del «No», o no seremos nada.
- Para nosotros «la Belleza será convulsa
o no será» (Bretón).
- Ese «No» es «totalitario» en el mejor
sentido del término, es decir, es un «No» «totalizador». Incluye todos los
asuntos del mundo humano, puesto que «nada humano nos es ajeno».
No nos son ajenos ni el amor, ni el erotismo, ni la sexualidad.
Ni la Pasión
del Absoluto (Louis Aragon).
Ni las hoy llamadas «guerras».
«Guerras», dicen de las agresiones contra los pueblos más
débiles de la Tierra,
si son poseedores aún de alguna riqueza que se pueda saquear; o si ocupan
alguna posición estratégica desde el punto de vista de la prosecución de la
sagrada tarea del saqueo de otros pueblos que todavía queden relativamente
indemnes. A los poetas del universo no nos son ajenas, y las vibramos.
Como no nos son ajenas la miseria crecientemente «globalizada», ni la
falsedad de los también cada vez más
globalizados «derechos humanos» que, en realidad, son los «derechos de los
solventes». «Derechos Humanos»: he aquí
otra jugarreta con las palabras, esas palabras que tenemos el deber
irrenunciable de defender de todo truco, de todo pase mágico que pretenda
ocultar o deformar la verdad.
- Los poetas del universo tenemos el deber
de alumbrar auroras. Puesto que nuestro oficio son las palabras, nuestra
obligación -junto a nuestros camaradas creadores de la
ficción literaria- es la de desenmascarar los millones de términos y frases obviamente
falsos que nos «venden» como
obviamente verdaderos. Al igual que
en el caso de los tan recitados «derechos humanos», nuestro deber moral,
subversivo, escandaloso, demencial, para el mundo «políticamente correcto»,
consiste en denunciar la ya insoportablemente extendida y normalizada «defensa
del medio ambiente». ¡No! Rechazamos esa
bandera cuando, hoy más que nunca, es enarbolada hasta el cielo por los mismos
que depredan el planeta sistemáticamente. Abominamos también del resto de las banderas negras
de los piratas del siglo XXI. Estas banderas ya no ostentan una calavera con
dos huesos atravesados. En una mueca de puro mentir, nos exhiben los rostros de
jóvenes bonitas o fascinantes, según corresponda, rostros con los que nos
venden desde un automóvil hasta la creencia ingenua de que lo único que les
importa a estos Asesinos internacionales, multinacionales y nacionales es
nuestro bienestar o la preservación de la Naturaleza, nuestros «derechos humanos» y nuestra
bendita -pero en el fondo
despreciada por ellos- Madre Tierra. ¡Fariseos!
Los poetas del universo tomamos como
ejemplo al Cristo de los Evangelios, y marcharemos junto a los Pueblos cuando
despierten y griten « ¡Basta!», y echen a los mercaderes del Templo.
El Templo del siglo XXI ya no está
en Jerusalén: es la propia Humanidad encadenada y utilizada como hiedra
enmohecida. « ¡Basta!»: Basta de seres humanos condenados y agradecidos de ser
sometidos a las sombras.
- Los poetas del universo nos comprometemos
al amor.
Porque tenemos la certeza de que ya
no se vive el amor en los tiempos del cólera, sino la cólera despojada de todo
amor. Y que por el sexo sin alma, ni vida, ni albores que nos rodea -virtual, incoloro, inodoro e insípido- , el Eros terminó en mera gestualidad
patética y olvidó toda trascendencia.
El deseo pasó a los objetos de consumo y se consumió en ellos. Renunció al
deleite de la comunión de cuerpos, almas y mentes, y convirtió al mundo en un
«no lugar» deserotizado, con hombres y mujeres librados al consumo de su propia
soledad.
Nosotros decimos « ¡Basta!» a este «hoy» deserotizado del mundo, donde cada
«yo» es una mónada sin ventanas desde la cual nadie puede comunicarse con
nadie. En esta compra-venta «global» donde también el amor es una mercancía, es
hora de decir -otra vez con Marcuse- que la llamada «Revolución Sexual», que
por fin iba a liberarnos y entregarnos la Felicidad, se convirtió finalmente en la «Revolución
de los Negocios».
La
Belleza es
nuestro deber.
- Un mundo sin amor es un mundo sin poesía.
Si John Donne, Paul Eluard, Julio Cortázar, Paul Celan, García Lorca, Miguel
Hernández, Nazim Hikmet o Robert Desnos resucitaran en este siglo
«cambalache», continuación y superación insuperable del «cambalache»
anterior, no escribirían, sin embargo, poemas ajenos al erotismo ni a la
excelsitud del amor. Y nosotros, poetas del mundo situados en la más
dramática encrucijada de dos siglos, levantamos sus antorchas y tratamos
desesperadamente de reerotizar el mundo, desde y con nuestra Poesía.
17. «No son restos, son semillas»,
dijo Tencha Bussi, frente a los «restos»
de su amadísimo hombre y esposo, Salvador Allende. Y nosotros, poetas del mundo,
nos comprometemos en la esperanza, en la lucha celeste y en la siembra. Para
poder decir un día:
«Cumplimos. Hemos ‘matado’, con palabras, a los
Asesinos».
* «Las semillas dieron sus frutos y petrificaron guadañas, para que nunca
más haya mártires. Nunca. Nunca. ¡Nunca Más!»
* « ¡He aquí
Por fin
El tiempo de los que aman!»
[«... y aun cuando el rebaño pudiera vivir amordazado, aun cuando
algunos toleraran o acaso prefirieran la discreción, él, Sócrates, no imaginaba
siquiera un mundo hecho de silencios, un mundo sin la palabra que despierta,
que aviva, que estimula, un mundo en que no existieran los versos de Homero ni
las tragedias de Eurípides ni las historias de Heródoto. No imaginaba un mundo
ayuno de voces y palabras, pues la palabra era como el antiguo fuego que
Prometeo había robado a los dioses; la palabra otorgaba sentido al hombre y le
confería un aura sagrada, casi divina, y sin ella quedaba reducido a una mera
criatura salvaje y sentenciada a errar por el mundo como una sombra». Ibídem.]
Buenos Aires, 21 de noviembre de 2005