lunes, 20 de mayo de 2013

Osvaldo Álvarez Guerrero: «Las máscaras del poder», por Cristina Castello

 En alguna página de este libro -el cuarto de su autoría- el doctor Osvaldo Álvarez Guerrero cuenta que en la tumba del padre de Moisés Lebensohn -Salomón-, está escrito: "cultura y libertad". En alguna otra página, indaga en el concepto de "felicidad humana".

"Cultura y libertad" y "felicidad humana", no son -explícitamente- los temas de "Las máscaras del Poder", ya que así se llama el libro. Pero "cultura y libertad", y el empeño del verdadero político en su lucha por la felicidad de los demás, son la médula de este trabajo; porque son, creo yo, el fundamento de la lucha de su autor, personalidad señera de la democracia.

El autor, Osvaldo Álvarez Guerrero, radical en el sentido profundo del término,  ex-gobernador de Río Negro y con una trayectoria política tan extensa como coherente,  es también abogado, escritor, filósofo y caballero de una vastísima cultura; además de un político -en verdad poco convencional- es un pensador y un intelectual quien, sin embargo, no tiene esa distancia con la vida que suele caracterizar a los intelectuales, y alejarlos de la vida de las personas.

"Las Máscaras del Poder", es un ensayo político, un análisis sociológico, y una visión del pasado y del presente de la Argentina, desde una valoración ética y estética.

Es también una "declaración de principios". Y es, creo yo, una enseñanza de vida. "Las Máscaras del poder", son -para Álvarez Guerrero- las que "esconden la realidad del Régimen" con la simulación y el engaño". "El Régimen -dice- es una máscara". Por eso, los "tiempos de opacidad y penumbra" en la Argentina. A partir de allí Álvarez Guerrero investigó y analizó, cómo reaccionaron los "Espíritus Inquietos" en nuestro país en épocas de opacidad y penumbra. Los espíritus inquietos son, según Álvarez Guerrero, los que -incómodos con el Régimen- "abren nuevos rumbos en la sociedad"; son "los que buscan la pureza unívoca y la armonía originaria". Son los que, con "indignación ética rechazan toda neutralidad". Son los que tienen una "inquietud ejemplarizante, docente en la teoría y en la acción".

Álvarez Guerrero toma a dos espíritus inquietos en su libro. A Moisés Lebensohn, radical, "un luchador por un socialismo democrático", un hombre que actuó con "el sentido del deber y con la serenidad de la verdad", según el autor; y a John William Cooke, peronista, agitado, y "siempre bordeando el peligro y la muerte". A partir de esos dos personajes, Álvarez Guerrero desarrolla su pensamiento. Para él, hay una "ética de las ideas" y una "ética de la acción". La ética de la acción, dice, "supone una actitud espiritual, una concepción misional, un darse hacia los demás, que otorga extraordinaria nobleza a la vocación política".

En una palabra, reivindica a la política -verdadera y trascendente- en contra de la "tecnologización de la política", que -dice-"la desvincula de los contenidos ético-sociales, que son el sustento de la democracia". Por eso, cuando habla de economía, no se queda en la mera "ingeniería social". Apunta, sobre todo, al hombre como tal, como persona humana; y se pregunta, también y por ejemplo -y me parece novedoso- de qué manera repercutieron las hiperinflaciones en la vida cotidiana, en la vida personal: en el alma de la gente.
Desde esa óptica humanista, esclarecedora -y fundamentada intelectualmente con mucha solvencia Álvarez Guerrero habla de nuestra historia y de nuestra cultura, de peronismo, de radicalismo y de los sindicatos, y repasa el origen ideológico de la democracia (¿democracia'?) argentina. También, de vela el lenguaje del Régimen: "a veces -dice- se miente con la verdad", y lo explica.

En fin, el libro es un alerta: "el Régimen siempre recrea sus máscaras, pero permanece en el poder, para conservarlo". Y termina con lo que yo interpreto, como un llamado a la resistencia para los espíritus inquietos. "La resistencia de Prometeo al suplicio cruel a que fue sometido -dice- es el símbolo del espíritu inquieto"; "éste -agrega- en su victoria y en su martirio consecuente, en su derrota -contra la que se rebela- y en su glorificación final, va cumpliendo el mito eternamente".

Yo recomiendo calurosamente "Las Máscaras del Poder". Porque da luz. Porque ratifica que hay otros caminos. Y porque cuando yo lo leí, recordé unas palabras de Rilke: "siento un enorme agradecimiento por lo que he leído". Espero que a ustedes les pase lo mismo.


Cristina Castello, publicado en revista “Generación 83” – Año 1992
Foto: Ramón Puga Lareo
 Osvaldo Álvarez Guerrero, " Las máscaras del poder/ Lebensohn - Cooke"
Tomos 1 y 2 (343 y 344)
Centro Editor de América Latina, 1992
Dr. Osvaldo Álvarez Guerrero en Wikipedia, clic AQUÍ

viernes, 16 de marzo de 2012

¿Fin del mundo, o renacimiento?, por Cristina Castello

Orphée, Odilon Redon
Cuando la música acabe
por Cristina Castello

¿Qué le han hecho a la tierra?
 ¿Qué le han hecho a nuestra bella hermana?
Devastada, saqueada, violada y golpeada
Perforada con cuchillos en su amanecer
The Doors

          Fin del mundo, apocalipsis, epílogo de una Era... expresiones para nombrar el miedo que atraviesa el corazón del mundo. Sed de petróleo, guerras, hambre, huracanes, maremotos, discriminación, guerras, deforestación, calentamiento global. Extenso sería el inventario de las ignominias perpetradas por el Hombre contra la Tierra, y contra el hombre. El planeta se estremece, nos sacude y golpea, y cada uno trata de ampararse a su manera: por la fe, la negación de la realidad, el humor o... el ridículo; algunos asisten a cursos para «hacer milagros» [sic], otros comen dentro de un ataúd, y algunos intentan volar como los pájaros.
           «Cuando la música acabe», alertó Jim Morrison («The Doors») en 1967, como una metáfora del fin del mundo. ¿Fue profético? ¿Desaparecerá? Cada vez son más las voces de notables —entre ellos, la mayoría de los republicanos estadounidenses—, que anuncian la caída de la larga etapa liderada por la superpotencia del Norte. Los ojos de la Humanidad, aun los que estuvieron sordos, ciegos y mudos, empezaron a abrirse. Sí. Vivimos el principio del final del capitalismo, la caída del Imperio Americano. 
 Por cierto que este Régimen hegemónico y unipolar que adoró al «Dios Mercado» en detrimento de los ciudadanos, no se agotará de un día para otro. El futuro de Rusia no está definido; China no piensa sino en alimentar a sus casi 1.400 millones de almas, y Europa está desorientada. El presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, es el Amigo americano, el mejor alumno de los USA de George W. Bush. Este monsieur que está liquidando los derechos sociales del país de los derechos humanos; el mismo que  está rematando la France como si fuera un mercadito; el que construye un Estado policíaco, se ha permitido decir que el capitalismo —el mismo con que él comulga— es el «culpable». La música es tu amigo especial / Baila sobre el fuego como te lo pide / La música es tu único amigo / Hasta el final, tañe la voz de Jim Morrison, en medio del disparate general. 
Odilon Redon
El silencio. El silencio que rasga el alma del mundoel miedo— se quiebra en dislates, a veces divertidos. En Villa Borghese (Roma), veinte personas comieron hace poco, a cincuenta metros de altura, sobre la copa de los árboles, sostenidos por una grúa: querían disfrutar del paisaje. Y a los pocos días, el alcalde de la ciudad dijo a la prensa que el fascismo no encarnaba el «mal absoluto». ¡Vaya tiramisú!
           Desde que en el «septiembre negro» empezó la crisis financiera de Wall Street y se extendió por el mundo, quedó claro que el precio no lo pagan los ricos, sino las personas del común. Recesión, suba de precios, salarios caídos, huelgas, estallidos sociales y aumento de la pobreza, son moneda cotidiana. Y continuarán. Como contrapartida, las grandes fortunas, lejos de volatilizarse, pasan de unas a otras manos; de las de Merrill Lynch a las del Bank of América, por citar uno de los casos.
           ¿Es el fin? El «septiembre negro» — más que una causa de lo que vivimos hoy— fue un disparador. Y es una consecuencia. Esta caída empezó en 1981 con Ronald Reagan y el fundamentalismo del mercado: la «Reaganomics», como se conoció su invento. El de la más despiadada plutocracia, y también el de la desvinculación de la responsabilidad del Estado para con sus ciudadanos. Durante casi treinta años, los «amos del universo» —llamados así por el escritor Tom Wolfe en La Hoguera de las vanidades— dirigen los destinos del planeta. Los amos, son los menos. Empalagados de riquezas materiales incalculables, deciden los destinos de los más: de los sufrientes y cada vez más excluidos de toda esperanza. El desamparo crece y se extiende sobre las generaciones, como una telaraña.
           Por otra parte, ni el centroizquierda ni la izquierda pudieron todavía articular una propuesta seria; están todavía bajo el shock de las sucesivas crisis —salvo en algunos pocos países de América Latina—, y no tienen respuestas ante al desastre.
           ¿Cuánto durará esta caída? Según la mayoría de los analistas más conservadores, entre diez y quince años, aunque más probablemente veinte. Todo depende del resultado de la puja entre los menos que quieren destruir en pro de esa oligarquía financiera; y los menos que abogan por el bien de los más: la mayoría doliente. Y aquí no caben ni pesimismo ni optimismo sino la conciencia despierta del mundo, para recordar que la responsabilidad es de todos. Porque tantas veces esos «todos» bendijeron en las urnas lo mismo que los sacrificaba en la vida, y porque es tan bello el paisaje de las ovejas en sus rebaños, como degradante que el Hombre viva para dar balidos. 
Glorificación de la música
Benjamin Constantin

Titilan las mariposas, despavoridas, ante la inminencia de lo desconocido, mientras el hombre parece una hoja en la tormenta, sin saber siquiera cómo reaccionar. «Voy a bailar el Apocalipsis», dijo frente a multitudes el bailaor sevillano Israel Galván, y su danza tradujo en imágenes esa sensación de final. Con sonidos reales de bombardeos y misiles. ¿Un anuncio? Ya Francis Coppola había hecho su «Apocalypse Now», pero el mundo siguió andando. Bueno, ¿anduvo?

La caída encantada

           Fue el escritor finlandés Arto Paasilinna quien encontró una salida armoniosa a este intríngulis universal. Escribió en 1991 El Cántico del apocalipsis alegre, traducido por ahora sólo en francés. Es una fábula gozosa que alumbra la esperanza, y nos conduce hasta 2023. Como una fantasía que alienta la imaginación, rescata la utopía y nos invita a un mundo fantástico, sin negar el pavor.
           Curiosamente, el apellido del autor —traducido a nuestra lengua—, significa «fortaleza de piedra»; y es justamente lo que Arto nos ofrece en su Cántico: un enjambre de luces sobre nuestro futuro azaroso. Pero –eso sí— nos pide el deber de resistir durante este final provisorio del mundo que él prevé en 2023... con más víctimas, fruto de los estertores del capitalismo. Por cierto que Paasilinna relata la caída del Muro de Berlín (1989) y —aunque jubiloso e irónico— profetiza lo que vivimos y viviremos.
           Con el Muro, uno de cuyos iconos más conocidos fue la «Guerra Fría», se desplomaba el sistema económico, político y social representado por la Unión Soviética, Hoy, según los especialistas más lúcidos del mundo, entre ellos Joseph Stiglitz —Premio Nobel de la Economía 2001—, la crisis de Wall Street fue al capitalismo lo que la caída del Muro al comunismo. Stiglitz, como tantas otras voces, vaticina el fin del enriquecimiento obsceno de los sectores financieros y de las multinacionales, que aún retienen el Poder.  Para revertir la situación, habrá que esperar años.
Sí, el número de hambrientos en el mundo es de 925 millones: sólo en un año, 75 millones se sumaron a los famélicos. Y aunque, por un lado y con una mirada idealizada, algunos ven en América latina una esperanza, no menos de 26 millones de sus gentes engrosarán —casi de un día para el otro— las filas de los hambrientos. La música es tu amigo especial/Baila sobre el fuego como te lo pide/La música es tu único amigo/Hasta el final, nos desafían «The Doors».

¿El ojo de Dios?

           En la frontera entre Francia y Suiza, los científicos buscan la «partícula de Dios». Inventaron un Gran Colisionador de Hadrones (LHC), para descubrir el origen del Universo. Todo está puesto en duda. «Todo lo sólido se desvanece en el aire», como escribió en el ‘88 Marshall Bergman.
           El miedo, el miedo que lacera; la sensación de ser títeres bajo la locura de los poderosos; lo desconocido y acechante incitan también al humor... negro. Enterradores ucranianos de la empresa «Eternidad» hicieron un restaurante en un espacio de veinte metros de largo. Es un ataúd —el mais grande do mundo—, decorado con féretros y cuyos platos tienen nombres relacionados con la muerte: «Nos vemos en el Paraíso», o «Ríase del infierno», por ejemplo. Otro caso: enfermo de vacío y sediento de sangre, un joven argentino mató a su papá, lo cocinó y... se lo comió.  Como contrapartida, el suizo Yves Rossi, provisto de alas equipadas con reactores sobre sus espaldas y su cuerpo como fuselaje, voló sobre los 35 kilómetros del Canal de la Mancha en diez minutos. Por gracia, también hay pájaros.
 
Crisis energética, cambio climático, calentamiento global, deforestación, discriminación, inmigrantes que buscan un lugar bajo el sol y encuentran la muerte de la mano de su hermano, el hombre; ocupaciones de países y masacres por parte del Imperio; la crisis financiera; la militarización de la América indígena; la amenaza de carencia de agua, mientras los sin conciencia la despilfarran; la medicina inaccesible para la mayoría, la falta de viviendas y de educación, las muertes por pánico…
             El hombre horrorizó a la Naturaleza y hoy estamos expuestos a su justa furia. Pero ahora, cuando lo que se juega es nada menos que el destino de todos, lo peor es la pérdida del sentido de la vida, de los valores humanos. Tomados por las urgencias y por la banalidad con que el Sistema distrae la atención de los desprevenidos o indiferentes, no vemos el caleidoscopio que —como un milagro— nos convoca con mil imágenes a dar vida a la vida.   
Odilon Redon
Hoy conocemos la realidad. ¿Qué viene después? Sólo hay presunciones. ¿Se harán ciertas las profecías mayas? Según ellas, después de sufrir no pocas desventuras, el 22 de diciembre de 2012 comenzará una nueva Era. ¿Cambiamos de paradigmas... o elegimos las sombras?
           Según Una breve historia del futuro, libro del economista y pensador francés Jacques Attali, hay tres alternativas. La primera —que todos, y aun los hechos, descartan— es la continuación del Imperio de los USA, lo que significaría el fin del mundo. Otra, igualmente grave, es el súper-conflicto que seguiría a su caída, en cuyo caso continuaría la mundialización capitalista, el caos seguiría in crescendo, mientras que la anomia internacional permitiría que nuevos grupos de depredadores —con acceso a armas de destrucción masiva— cruzaran el espacio y los mares. De cumplirse esta hipótesis, la especie humana se extinguirá.
           Otra posibilidad: la súper-democracia. Si la humanidad no quiere autoaniquilarse, el camino sería un contrato social planetario, con instancias de gobernabilidad y acciones colectivas en pro de la naturaleza. Así, podría inaugurarse la existencia, como una posibilidad humana de transitar el tiempo.
           Hoy, un nuevo mandatario fue elegido para la Casa Blanca. Pero cuidado: Bush, calificado como «el peor entre todos los presidentes de los USA», seguirá en el Poder hasta el 20 de enero. ¿Cuántas aberraciones puede cometer, si hasta hoy no se privó de ninguna?
           Y después, con el flamante electo, ¿qué? ¿Seguiremos soñando ser «libres como el viento», mientras vivimos prisioneros y amurallados por el miedo?
           ¿O quizá los pájaros nos mirarán desde su camino aéreo y desearán ser «libres como los hombres»?

Cristina Castello, en revista "Playboy" México - septiembre 2008
           

martes, 21 de febrero de 2012

Thiago de Mello, un girasol que alumbra al sol. Por Cristina Castello

«Thiago de Mello ha puesto en el mapa verdadero, el del amor, lo que antes [sólo] se presumía», escribió Pablo Neruda, quien tradujo la poesía de Thiago al castellano, como también lo hicieron Mario Benedetti y otros Grandes nombres de la poesía.
«Poetas da América de Canto Castelhano», su último libro, es una ciudad dentro del mapa de amor que es Thiago. Es una antología que reúne poetas de renombre mundial: José Martí, Pablo Neruda, Juan Gelman, Jorge Luis Borges, Alfonsina Storni, Gabriela Mistral, Vicente Huidobro, Nicolás Guillén, José Emilio Pacheco (Wichi), César Vallejo, Rubén Darío, José Asunción Silva, Juana de Ibarbouru y otros, con poetas menos conocidos pero que no son menos representativos de la mejor poesía latinoamericana.
 Lamentablemente, 80 de los seleccionados por Thiago –y cuyos poemas ya había traducido- quedaron afuera (Véase abajo las listas completas de los autores y la Nota del Editor). Con esos 80 poetas podría hacerse otra antología.
En el silencio de su floresta y en comunión con la naturaleza; con la serenidad de un sabio y la potencia de su poesía; con su belleza salvaje y refinada, Thiago de Mello talló una obra de orfebre con esta antología, a través de la cual invita al lector a amar la vida.
Nos ofrece 495 páginas que albergan 400 poemas de 120 autores de los 18 países de América Latina, además de Puerto Rico, seleccionados y traducidos por él en portugués.
«Creo que el artista y los creadores en general, tienen el deber de servir a la vida, porque el hombre con su arte debe servir a la vida del hombre, y esto significa sobre todo cuidar la gran casa donde todos vivimos, nuestra morada, que se llama Tierra. Yo vengo de la patria del agua, de la Amazonia. Yo creo ardientemente en la utopía, más que en la esperanza, la confianza, la fe, yo creo que la ciencia, la tecnología que nos ha permitido fotografiar la luna fosilizada de los primeros destellos del Big Bang, será capaz de despertar en el corazón del hombre el límpido sentimiento de la solidaridad», ha dicho Thiago*. Y así vive él, como un girasol que alumbra al sol, en palabra y obra.
Thiago, uno de los Grandes de la América morena y del mundo, es un combatiente de la ternura humana y de la belleza.

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
Porque nunca me diste ni esperanza fallida,
Ni trabajo injusto, ni pena inmerecida.
Porque veo al final de mi rudo camino
Que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
Que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
Fue porque en ellas puse hiel o hieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.

Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno
Mas que tú me diste que mayo fuese eterno.
Hallé sin duda largas noches de mis penas.
Mas no me prometiste tú solo noches buenas
Y en cambio tuve algunas santamente serenas...
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

Poema «En paz», de Amado Nervo, con que Thiago de Mello cierra «Poetas da América de Canto Castelhano».
No, el ocaso nunca alcanzará tu alba, Thiago de Mello.
Porque espantas la sombra.

Cristina Castello

Nota del Editor
 
Thiago de Mello trabajó más de 20 años en esta antología, que llena un enorme vacío en el acervo bibliográfico brasileño y cumple un importante papel en la interpretación cultural de América Latina. El proyecto original presentado a Global Editora contemplaba más de doscientos poetas de dieciocho países, más Puerto Rico. Pero la presentación de una obra de esa entidad, como es fácil imaginar, implica enormes dificultades. No sólo por su amplitud, desde el punto de vista de la producción editorial propiamente dicha, sino, sobre todo, por las cuestiones relacionadas a los derechos de autor en condiciones excepcionales, indispensables para concretar el proyecto. Las negociaciones finales con autores, herederos y agentes literarios –en la mayor parte de las cuales Thiago de Mello se empeñó personalmente para templar las pasiones- tomaron cerca de dos años. A lo largo de esa larga jornada, hubo bajas.

Algunas de esas bajas se deben a sorprendentes dificultades de comunicación y a reivindicaciones imposibles de ser atendidas; otras, tal vez, a la comprensión del significado de la obra. Para tristeza de nuestro poeta de la floresta, quedaron afuera algunos autores cuyos poemas ya estaban seleccionados y traducidos. Nombres que, no obstante, merecen registro por la belleza de su arte. Ellos son: De Argentina, Alejandra Pizarnik y Hugo Diz; de Bolivia, Julio Ameller Ramalho, Julio de La Vega, Jaime Sáenz Guzmán y Pedro Shimose; de Chile, Braulio Arenas, Floridor Pérez, Jorge Enrique Torres Ulloa, Lionel Lienlaf y Rosabetty Muñoz Séron, de Colombia, Porfirio Barba Jacob, Maruja Vieira, Gonzalo Arango, Jotamario Arbeláez, Darío Jaramillo Escobar, Julián Malatesta, Juan Carlos Galeano, Ana Mercedes Vivas y Luz Estrella Agudelo; de Cuba, Jorge Luis Arcos, Luis Rogelio Nogueras, Raúl Hernández Novás, Jorge Timossi y Pablo Milanés; de El Salvador, Roberto Armijo y Mario Noel Rodríguez; de Guatemala, Enrique Noriega, Mario Martínez, y Francisco Morales Santos; de Honduras, Antonio José Rivas, de México, Octavio Paz y Homero Aridjis; de Nicaragua, Gloria Gubuardi y Rosario Murillo; de Paraguay, Mario Casartelli y Hérib Campos Cervera; de Puerto Rico, Juan Antonio Corretjer; de República Dominicana, Pedro Mir, Norberto Jaames Rawilling y Wilfredo Lozano Lopes; de Uruguay, Saúl Ibargoyen; y de Venezuela, Francisco Pérez Perdomo.

Esta antología, espléndidamente representativa del canto castellano en las Américas, reúne cerca de 400 poemas de 120 poetas latinoamericanos, entre los cuales despuntan las figuras luminarias de Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, César Vallejo, Rubén Darío, Gabriela Mistral, Nicolás Guillén, José Asunción Silva, Jaime Sabines, Ernesto Cardenal y Mario Benedetti, entre otros.
En la introducción a su monumental obra, Thiago de Mello afirma considerar cumplida su misión. Nosotros también. Global Editora se enorgullece de haberse asociado con la figura iluminada de la floresta para ofrecer al lector brasileño de poesía, este admirable Poetas da  América de canto castelhano. 

POETAS DA AMÉRICA DE CANTO CASTELHANO.
Seleção, tradução e notas THIAGO DE MELLO.
São Paulo: Global Editora, 2011.  495 p.
ISBN  978-85-260-1561-6

Para comprar «Poetas da América de Canto Castelhano» clic Acá
Traducción del portugués de la Nota del Editor: Cristina Castello
* Extracto de un artículo periodístico realizado por Mireya Castañeda en francés  y traducido por C.C.  

viernes, 8 de octubre de 2010

Federico Storani: «El techo del cielo», por Cristina Castello

 «El techo del cielo»
Conversaciones con el alma
Federico Storani
Por Cristina Castello
  
Es un viaje al corazón de la esencia humana, un  itinerario a través de la belleza, la poesía y la pasión, que son la substantifique moelle del libro. Aunque escrito con un estilo apolíneo, cada palabra arde con la vida y se encarama a una axiología no explícita pero presente.
Este particular ensayo filosófico-metafísico con una escritura de matices bien contemporáneos, se inicia con un poema donde se descubren –ya en esa instancia inaugural- algunas claves de sus 159 páginas. «La sangre del rojo» –la pasión-, el deleite de « extasiarse explorando la esencia», «la eternidad de la utopía», la «locura que cura» o el «insondable abismo del amor», se perciben como el pasaporte para que el cielo pueda estar abierto a la infinitud del infinito.
  Título singular: ¿a quién  sino a Storani se le ocurre hablar del cielo, hoy y en este mundo?, ¿a quién, plantear si ese cielo tiene límites, un techo? El autor crea un diálogo exquisito entre sus protagonistas: el cuerpo y el alma, para recorrer  «el camino que va de la juventud y la inexperiencia hasta la sabiduría». 

El diálogo parece cómplice por momentos, siempre sin rivalidades entre los dos protagonistas, y con el reconocimiento recíproco de la naturaleza del uno y del otro y de las complementariedades indispensables para la unicidad.
Más: hay  partes en las cuales el lector debe prestar mucha atención, para descubrir cuál de los dos «personajes» está hablando; y hay pasajes donde el alma parece haber vivido también una experiencia corporal y el cuerpo, haberse aventurado hacia las alturas del espíritu. Un erotismo del alma: la belleza.
 Todo lo escrito, son interrogantes que  el autor se planteó a sí mismo y que vivió bien a lo hondo, es evidente.
—El alma: La poesía devora por dentro y a veces logra resucitarnos
Sí, habitado por la poesía, con metáforas enriquecedoras e imágenes deliciosas, Storani nos revela y se revela a sí mismo, sin habérselo propuesto. Tiene el gusto del Absoluto que, si en ocasiones toma prestado el lenguaje de la duda, de la angustia o del escepticismo, es porque tiene «una fe total, profunda, en la belleza, en la bondad, en el genio» (Louis Aragon).

  Con «El techo del cielo » confirmamos que la libertad adviene cuando no se pretende poseer compulsivamente; que el insomnio puede ser una forma de lucidez; que el estado de gracia ocurre cuando los sentidos se agudizan y las emociones estallan; que el talento contraviene las leyes de la física y necesita de la inspiración para manifestarse. Que la esperanza es un acto de fe.  Los ejemplos son muchos: los sueños y la utopía, la delicia que sería un baño de savia, el aburrimiento de lo previsible, la dicha, el éxito vacío, la culpa, la sutil línea que separa realismo de conformismo; la amistad y el amor, la muerte…
 Y no es caprichoso que en alguna de las páginas se rescate la figura del Caballero Andante y que en todo el libro se afirme –sobriamente y sin nombrarla- la ética. Pues a pesar del título, el autor sabe que nadie podrá techar el cielo y que todo lo bueno puede acontecer, todavía. Que todo es camino. Que todo consiste en un darse cuenta. En tomar conciencia. Y desde ese punto de vista, el autor parece decirnos, con René Daumal: «… La tentativa que te propongo hacer conmigo/Puede resumirse en dos palabras: permanecer despiertos».    

«El techo del cielo» – Conversaciones con el alma
Federico Storani
Ilustraciones de tapa e interiores: Rodolfo Zagert
©Libros del Zorzal, 2011
ISBN 978987599180 4  

Federico Storani,  breves notas biográficas

Político, académico, ensayista y escritor, Federico T. M. Storani, (1950), es actualmente Profesor titular por concurso en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata. Fue en esa Universidad  y en la Mar del Plata, donde inició sus tareas docentes como catedrático, en 1984.
Dictó conferencias en Universidades, Centros de Estudios y Fundaciones, sobre Ciencia Política, Filosofía y Política Internacional.
Fue Profesor invitado en el St. Antony’s College de la Universidad de Oxford, Inglaterra (1992) e Investigador en The Woodrow Wilson Center, EEUU (1994); en los cursos internacionales iberoamericanos: Iberoamérica hacia el siglo XXI, Cáceres, España (2007); y en la  Fundación Memorial de América Latina, de la Universidad Estatal Paulista, UNESP, Brasil (2009).
Ha sido Director de las revistas «Generación ‘83» y «Cauces». Publicó numerosos artículos y ensayos en los diarios nacionales «Clarín» y «Página 12», entre otros, y en revistas y periódicos del exterior.
Entre sus publicaciones, se destacan: «Legitimidad y transiciones en América Latina», The Woodrow Wilson Center, Washington, (1994), «La Oposición Democrática», Universidad de Londres (1996) y «Gobernabilidad y Cohabitación», Universidad de Oxford (2000).

 NDLT*:
Al descubrir, en este interesantísimo artículo, el contenido de los poemas de Federico Storani, no pude menos de pensar en las disputas españolas de la Edad Media entre Cuerpo y Alma, Don Carnal y Doña Cuaresma… También son reveladoras la evocación de Don Quijote y la alusión a Antonio Machado «Caminante no hay camino / se hace camino al andar…»

*Denise Peyroche,
traductora para la versión francesa

Ilustraciones: Rodolfo Zagert

Cristina Castello

domingo, 14 de marzo de 2010

Alan «Caballo loco» García Pérez: «Tiren, no piensen», por Cristina Castello

He soñado una fuga, un 'para siempre', suspirando en la escala de una proa; he soñado una madre, unas frescas matitas de verdura, y el ajuar constelado de la aurora
César Vallejo

Mientras el mundo celebra la poesía de César Vallejo —vate máximo del Perú y uno de los más grandes del mundo, en el 80º aniversario de su muerte en París— el presidente actual encarcela poetas y canta «Viva la muerte».

           Le dicen «Caballo loco», «Patadita» y «Alan Babá».  Cantaba por placer en los metros de París, adora tocar marineras en su guitarra, y con Lula da Silva en la Cumbre de los Pueblos del mayo que pasó, interpretó el Tico Tico Non Fubá. Multifacético en sus artes, en este enero entonó en público el Viva la Muerte de los falangistas españoles, de todo corazón. En su primera presidencia y por la noche se enfundaba en ropas negras, tomaba una motoneta y salía en busca de la hija de un poderoso empresario árabe: era «aquel» amor. Con su metro 93 y gordinflón, inventó el matrimonius interruptus y le obsesiona seducir. Fue diferente casi desde bebé: a los cinco años conoció a su papá y lo llamó siempre «señor»; y ya en la Facultad, maletín en ristre y al estilo James Bond, portaba cachiporra y pistola, con devoción.

           Es Alan García, presidente del Perú. Divertido con sus íntimos, y afuera pendenciero y feroz. Comando civil en la universidad, enfrentaba a palos y balas toda acción, idea o sueño de las izquierdas. Durante su primer mandato —del ’85 al ‘90— la inflación trepó al 7.500%, y fue acusado de corrupción, crímenes y traición; había sido l’enfant terrible para el FMI, en la etapa inicial, pero después fue su alumno más fiel. Durante aquel gobierno, se organizó el Comando Rodrigo Franco, que barrió poblados andinos enteros, las matanzas de campesinos eran habituales y también los desaparecidos. Hombre de derechas, en el ’88, sin embargo, se deslumbró con el grupo guerrillero «Sendero luminoso»: «Siento admiración por la mística y entrega de sus militantes», dijo entonces. 
Contradictorio este Monsieur «Caballo loco», apelativo que ganó cuando, siendo diputado, agredió intempestivamente a puntapiés al entonces ministro de Economía. Admiraba a Sendero, sí. Pero en el ’85 había ordenado la Masacre de Accomarca, donde el Ejército peruano asesinó 45 personas. Y dos años antes, el 19 de junio del ’86, se ejecutaron extrajudicialmente más de 200 prisioneros de El Frontón, Lurigancho y Santa Bárbara. Entre ellos había detenidos de Sendero Luminoso, quienes —amotinados—reclamaban por condiciones mínimas de vida, contra la lentitud de los procesos judiciales, y por el cese de las torturas sistemáticas. En aquella Masacre de las Prisiones, todas las evidencias señalan que fue él —«El gran estratega del demonio», como también lo llaman quien dio la orden de matar. Hace unos meses se reabrió la investigación.
           Aquella matanza se ordenó cuando los amotinados se habían rendido y a pesar de que la mayoría eran inculpados, no procesados. En juicios post-mortem, varios de ellos fueron declarados inocentes, hecho probado por la Justicia peruana y la Corte Internacional de Derechos Humanos. Por cierto que la venganza de los senderistas no se hizo esperar. Y tampoco la respuesta desde el Poder, que siguió con la Masacre de Cayara en mayo del '88, cuando treinta personas fueron exterminadas, y hubo decenas de desaparecidos.

Padrenuestro sin Jesús
Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios (César Vallejo)

           Se creyó «tocado por el destino» cuando asumió su primer mandato con sólo 36 años. Desde 1930 el APRA, su partido, no llegaba al Poder: grandes festejos y júbilo; la esperanza desplegaba sus alas sobre aquel joven abogado y sociólogo, nacido el 23 de mayo del ’49, fecha que hoy el 78% de los peruanos que apostaron su ilusión quisieran borrar del calendario. Ése es el porcentaje de las personas que hoy se oponen a quien —por esas cosas éticamente incomprensibles— ocupa desde el 28 de julio del ’06, y por segunda vez, el sillón presidencial. Su gestión debe expirar en 2011... ¿Llegará?
           Había dejado el gobierno en julio del ’90, por la puerta trasera, sin poder siquiera dar su último mensaje, porque los carpetazos y gritos de legisladores y público no se lo permitieron. El Parlamento lo procesó por un sinnúmero de delitos. Asesinatos y torturas, enriquecimiento ilícito, coimas en la compra de aviones Mirage, venta irregular de acciones de la deuda externa, licitación de un tren eléctrico que sólo avanzó cinco kilómetros… y la lista continúa. «Alan Babá» — alias éste que se explica en sí mismo—, burló a la Justicia. Eludió las causas por crímenes de lesa humanidad, con la ayuda del entonces presidente, ahora procesado por veinte homicidios y dos masacres, Alberto Fujimori; y su exilio —primero en Colombia y luego en París— lo salvó de la cárcel por corrupción financiera. Después volvió al Perú para decir... ¡Viva la libertad! Las causas habían prescripto.   
4.-Junio de 2009 - La última "obra" de Alan Garcia
En París, «Patadita» vivía en un apartamento que en 1997 compró en el 118 de rue de la Faisanderie, en el súper chic 16ème arrondissement (distrito) de París. En los 196 metros cuadrados por los que pagó entonces 2,6 millones de francos —3 millones 965 mil euros de hoy—, su estatura hizo nido igual que un cuervo glotón. «Patadita» es el apodo que recibió cuando en el Perú dio un puntapié furioso a un discapacitado, frente a la tevé.
¡Ah, pobre la poeta Doña Nytha Pérez Rojas! Es una de las fundadoras del APRA, culta, incansable luchadora, y... su mamá. De ella heredó su verba, pero, de lo bueno... nada más. Madre amantísima, lo crió sola hasta que el niño cumplió sus cinco, pues «El Blanqui» estaba encarcelado, torturado y  hasta fue deportado, justo en aquella etapa.  «El Blanqui» era Don Carlos García Ronceros, su padre, político y buena persona, quien tras las rejas añoraba a su bebé. Pero una vez que el papá dejó la cárcel, el bebé se asustó al verlo, nunca dejó de llamarlo «Señor García», e hizo volar como a los Mirage los poemas que Don Carlos le había escrito en El Frontón.
El quinquenio 1985-90 significó para el Perú una de las crisis más severas sufridas hasta entonces. Y su gestión actual se revela peor aún. Mientras tanto, y por la tele oficial, rezó un Padrenuestro cuyo copyright no es del Jesús. «Padre nuestro Perú/Perú nuestro que estás en el mundo /hágase, patria, tu voluntad/así en la tierra como en el cielo», oró con devoción.

Cinco hijos y otro bebé
Vámonos a beber lo ya bebido,
vámonos, cuervo, a fecundar tu cuerva. (César Vallejo)

            Su adicción a las relaciones amorosas es proverbial. A los 22 se casó en Suiza con Carla Buscaglia, de quien nació Carla García; poco después conoció en España a la argentina Pilar Nores Bodereau, y el impacto los selló en un para siempre que dura hasta hoy.  En 1977 volvió al Perú y enseguida llegó Pilar con Josefina —la primera hija de los García Nores—, nacida en Madrid; con el tiempo, se divorció de su primera esposa.
Siempre impetuoso, seductor y donjuán, tuvo amores por doquier. Y todo soporta la Primera Dama, que es inteligente, que bien conoce a su honorable esposo y mucho influye en sus decisiones.  ¿Soporta entonces, o es su cómplice?  Cuatro hijos tenían ellos, y cinco García. Pero llegó la televisión. El periodista César Hildebrnadt había revelado que el presidente tenía un hijo de un año y 8 meses, cuya madre era Roxanne «Cuqui» Cheesman Rajkovic. Gran alboroto. Y dos días después, conferencia de prensa en el Palacio de Gobierno. Allí estaba García, parado cuan alto es y libreto en mano, que leyó. Pilar Nores miraba hacia la punta de sus zapatos, dos pasos atrás, manos en cruz. Mintió que habían estado separados durante seis meses, que en ese lapso tuvo una relación con la otra «distinguida dama», de la cual nació su sexto hijo, Federico García Cheesman, al que había reconocido como tal, pero que su vida marital se había reconstruido. De allí, la expresión matrimonius interruptus, que acuñó Hildebrnadt: hoy nos separamos, voy, tengo un hijo, vuelvo, y ya está.
            Violento. De una violencia atribuida a su enfermedad maniaco-depresiva, por la cual toma litio regularmente, está empecinado en imponer la pena de muerte, al mejor estilo del jefe George Bush, a quien sirve más allá de sus expectativas. La doctrina Bush se extiende a Perú.

Rodillas obsecuentes
Jamás, hombres humanos,
Hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa... (César Vallejo)

«Ladrón, genocida, coquero» y otros calificativos es lo mínimo que el diario «La Nación», de Chile, dice de él. Y obsecuente. En mayo pasado, García se puso de rodillas también frente a la presidente chilena Michelle Bachelet, cuyo gobierno realizó inversiones enormes en el Perú. Inversiones o «una especie de ocupación económica sin límites», según el periodista Carlos Angulo Rivas. A pesar de ello, Bachelet se enfadó frente a las rodillas obsecuentes: pocos soportan ciertas indignidades... aunque fomenten otras.
            «Tiren, no piensen», ordena Alan García a la Policía. Incapaz de dar respuesta a la protesta social, «Patadita» la criminaliza. Sigue el ejemplo de la guerra preventiva que proclama su jefe de la Casa Blanca: reprime y encarcela. Obsesionado, ve terroristas hasta en los tragos que toma, abundantes. De allí la detención de Melissa Patiño, poeta de 20 años, y de otros seis jóvenes, sin más pecado que el de ser poetas. Melissa estuvo 70 días en la prisión de máxima seguridad de «Santa Mónica», en Chorrillos, Lima, tomada como un rehén. El presidente quiso asociarla al MRTA (Movimiento Revolucionario Túpac Amaru), del cual la niña no tiene ni noticias; pero él sigue empeñado en que aquél es un grupo guerrillero, a pesar de que el Parlamento Europeo y el Departamento de Estado de los Estados Unidos —nada menos— lo excluyeron de sus listas de organizaciones terroristas, pues no registra actividades ilegales desde hace 8 años.
Además, sus líderes están condenados y han expresado su deseo de trabajar para la democracia, dentro de un partido político. Así, Víctor Polay quien fue líder del MRTA y lleva 17 años en prisión, con ocho de torturas cotidianas pidió perdón. Un comité de personas intachables trabaja por su libertad y su reinserción cívica. Pero no: García hizo aumentar su condena, más y más. En realidad, no perdona a Polay el romance que tuvo con Pilar Nores, su mujer, tantos años atrás.  «El Perú lo que necesita es orden. Están notificados», es la consigna del hombre que de noche usa ropas negras y motoneta... ¿vestido para matar?
Melissa —y luego otras cinco jóvenes detenidas — salieron de la cárcel gracias a la acción del PEN Club y su «Comité de Escritores en Prisión»; y sobre todo por la potencia de los 1.700 firmantes que exigieron... ¡Libertad! Entre ellos, Noam Chomsky, Thiago de Mello y otros renombrados editores, escritores y artistas de todo el planeta. Contrariado el gobierno, acusó a Chomsky y a todos los signatarios de «co-terroristas». Si no hay respuesta, el disparate puede ser un recurso.
Autoproclamado —con la consiguiente burla mundial— un hombre de izquierdas, persigue poetas, persigue ideas. Arrasa centros culturales, y les envía hombres armados como para enfrentar a asesinos seriales. «Garcichet» —mix entre García y Pinochet—, según lo llamó el periodista Javier Diez Canseco, sigue su avanzada contra todos. 
           En su visita al Perú en este mes de mayo, el sociólogo francés Alain Touraine dijo que el mandatario peruano tiene diez años de atraso, pues la idea de liberalización y privatización total ya está abandonada. Pero «Caballo loco» sigue su carrera desenfrenada: entre otros desatinos, hizo seis proyectos de ley para cercenar territorios a los campesinos y vender los bosques amazónicos a las multinacionales...  a perpetuidad. Y en abril dijo en Madrid: «Vengo a pedir que regresen las carabelas de Cristóbal Colón, ahora en forma de inversiones».
           ¿No tiene límites? En febrero de 2006, cuarenta días antes de las elecciones, su asesor lo incitó a ganar el voto de los jóvenes: el 30% del electorado.
—Tenemos que ganarlos como sea se encendió el candidato. ¿Qué hay que hacer?
Tienes que bailar le respondió su consejero.
Y Alan Ludwig García Pérez, gordinflón, exhibió su figura obesa que en fotografías por el mundo lo mostraron, ridículo, bailando reggaetón.
           El 9 de este mes hay un paro nacional y la ciudadanía comienza a reaccionar. «Tiren, no piensen», insiste el danzarín, mientras continúa perseguido con la idea de que morirá como John Kennedy. Y sigue rematando el Estado, sin moderación: «¡Ah! Desgraciadamente, hombres humanos, /Hay, hermanos, muchísimo que hacer» (César Vallejo).

Cristina Castello, en revista "Playboy" México - julio 2008