Bilardo: «Estoy desnudo, como nunca»
Por Cristina Castello
(Entrevista del 17/03/96)
Empieza a ser todo él, cuando alguna
pregunta se le filtra por una de esas grietas donde tiene—escondidos celosamente—
el amor y la alegría, la ilusión y la piedad. Entonces se saca el casete que
suele ponerse en las entrevistas y se entrega a nuestra charla, confiado. Como
si hubiera un acuerdo tácito de buena fe, entre él y yo. Y de hecho, lo hay.
Sólo que para cumplirlo y que el diálogo pueda continuar, hay que seguirle el
tren: empezar en Buenos Aires, continuar en San Martín de los Andes, después en
Bariloche y de nuevo en Buenos Aires. Hay que ser su sombra. Pero el hombre
tiene palabra y en todas las geografías, contesta -dócil- a las preguntas. Le
gusta hablar de sí mismo. Y cuando lo hace, surge que —de tanto
"hacer"— se olvidó de vivir, y que tiene dos obsesiones: el orden y
el fútbol… aunque durante la charla, también se repite el tema de la muerte
—¿Ganar o morir?
—Ganar, ganar, ese es mi placer, por el cual estoy agradecido. Usted sabe… Dios podría decirme "basta"; y entonces, la cosa sería: mortaja-brazos en cruz-cajón-qué bueno era-y chau... ¿usted me entiende, no?
—Ganar, ganar, ese es mi placer, por el cual estoy agradecido. Usted sabe… Dios podría decirme "basta"; y entonces, la cosa sería: mortaja-brazos en cruz-cajón-qué bueno era-y chau... ¿usted me entiende, no?
—¿Quiere ser el mejor?
—Sí, no me conformo con otra cosa, (muy formal) a pesar de que ya tengo
pantalones largos. Digo...porque empecé a sentirme grande la primera vez que
los usé: a los quince, para ir al billar del "Gasómetro". Fue todo un
acontecimiento y sin embargo, cuando volví a mi casa me puse de nuevo los
cortos.
—¿Y de su niñez conserva algo más?
—Sí, sigo
tan ordenado como entonces. A ver... (mira alrededor hasta que encuentra una
basura, pequeñísima)...¿ve eso que está tirado ahí?: ¡no lo soporto! Por
eso en mi casa escribo papelitos así chiquitos
(abre los dedos, un centímetro) con
cosas como: "son las 17 horas". Entonces después llamo a mi señora, a
la nena y a la chica, y les digo: "¿ven eso? hace una hora que está en el suelo y nadie lo levanta".
—¿Lo que más detesta es el desorden?
—No, lo peor para mí es comer hígado y, peor
todavía es la ingratitud; me gusta la
gente normal: la que respeta la amistad, la seriedad, la disciplina y los
semáforos. En una palabra, la que no hace daño a los demás.
—¿Dañó a su hija con sus ausencias?
- Sí, porque
durante los ocho años que estuve en la Selección, casi no la vi; ni al colegio
fui, cuando le dieron el título. Y de golpe me encontré con que ella tenía veinte
años, cuando para mí seguía siendo de doce. ¿Se da cuenta?...Yo tenía la foto
de una nenita y Daniela ya era una mujer: me había quedado detenido en el
tiempo.
—¿Tanto dejó para ser el mejor?
- Sí, para
ser el mejor en el fútbol dejé todo, hasta la lectura: de adolescente sólo leía
el "Martín Fierro" y "El alma que canta"; y un día en un
avión que me llevaba a Japón, escuché a Julio Iglesias en "Me
olvidé de vivir" y... sentí que se me había pasado la vida.
—¿Ahí cambió?
—No, porque
yo no puedo vivir sin el fútbol. ¿Ve
esta pelota? (hace como si sostuviera una con los dedos: se ilumina) es
tan chiquita...y sin embargo mueve más que la música. Porque gracias a ella,
miles de millones de personas en todo el mundo ven -en el mismo momento- un
campeonato. ¿Entiende por qué mi vida es fútbol y solamente fútbol?
—¿Y de su niñez conserva algo más?
—Sí, sigo
tan ordenado como entonces. A ver... (mira alrededor hasta que encuentra una
basura, pequeñísima)...¿ve eso que está tirado ahí?: ¡no lo soporto! Por
eso en mi casa escribo papelitos así chiquitos
(abre los dedos, un centímetro) con
cosas como: "son las 17 horas". Entonces después llamo a mi señora, a
la nena y a la chica, y les digo: "¿ven eso? hace una hora que está en el suelo y nadie lo levanta".
—¿Lo que más detesta es el desorden?
—No, lo peor para mí es comer hígado y, peor
todavía es la ingratitud; me gusta la
gente normal: la que respeta la amistad, la seriedad, la disciplina y los
semáforos. En una palabra, la que no hace daño a los demás.
—¿Dañó a su hija con sus ausencias?
- Sí, porque
durante los ocho años que estuve en la Selección, casi no la vi; ni al colegio
fui, cuando le dieron el título. Y de golpe me encontré con que ella tenía veinte
años, cuando para mí seguía siendo de doce. ¿Se da cuenta?...Yo tenía la foto
de una nenita y Daniela ya era una mujer: me había quedado detenido en el
tiempo.
—¿Tanto dejó para ser el mejor?
- Sí, para
ser el mejor en el fútbol dejé todo, hasta la lectura: de adolescente sólo leía
el "Martín Fierro" y "El alma que canta"; y un día en un
avión que me llevaba a Japón, escuché a Julio Iglesias en "Me
olvidé de vivir" y... sentí que se me había pasado la vida.
—¿Ahí cambió?
—No, porque
yo no puedo vivir sin el fútbol. ¿Ve
esta pelota? (hace como si sostuviera una con los dedos: se ilumina) es
tan chiquita...y sin embargo mueve más que la música. Porque gracias a ella,
miles de millones de personas en todo el mundo ven -en el mismo momento- un
campeonato. ¿Entiende por qué mi vida es fútbol y solamente fútbol?
—¿Tiene sueños?
—No tengo
sueños: tengo objetivos. Y mi objetivo hoy, es Boca campeón.
—¿Más que un amor, el fútbol es su obsesión?
—Es mi amor,
mi pasión, mi obsesión... ¡todo! Y hasta se mete en mi vida personal, porque me
casé cuando el fútbol me lo permitió. Yo estaba en Estudiantes y (el entonces
director técnico Osvaldo) Zubeldía había
dado tres días a los que quisieran casarse. Entonces -por eso- (se entusiasma) yo llamé a la chica que salía conmigo desde
hacía dos años y le dije que nos casábamos... ¡al día siguiente!
—¡No le dio tiempo ni para el vestido!
—Sí, porque
su mamá es modista y se lo hizo. Pero el día de la boda me arrepentí y le dije
a Gloria que lo dejáramos para el año siguiente: es que casarme era un lío,
porque se me venía el campeonato encima. Entonces estábamos en la puerta del
Civil y yo no quería, no quería... y ahí nomás se armó una discusión. (Como si contara una comedia de enredos)
¿Usted sabe? Éramos como diez los que discutíamos, ahí... ¡en la calle!: los
testigos, la familia, la madre, todos: "que sí-"que no".
—Y fue que sí...
—Y sí,
porque salió la jueza y dijo: "muchachos: o se casan o me voy".
Entonces (los jugadores) Manera y Poletti me empujaron: "dale, Carlos,
dejate de joder"; y yo contesté:
"Y bueno, está bien, metele". Y le metí, e hicimos todo junto: a las
dos de la tarde el Civil y a las cuatro la Iglesia, para poder llegar a las
ocho a fiesta en el City (muerto de risa)...¡y pim, pum, pam,
todo de un saque!
Su admirado Dr. René Favaloro |
—¿Era una boda o una maratón?
—Y... yo
quería una familia. Pero necesitaba ir
rápido a la luna de miel -fue en Mar del Plata, tres días- (con pasión) para volver... ¡a
entrenar!
—¿Siempre se auto exigió tanto?
—Sí, porque
mi mamá quería que yo fuera un ejemplo. Y yo quería y quiero ser el mejor.
— ¿Competencia, complejo... qué?
—No, no sé... es que hay que ser el mejor.
—¿Era linda su mamá?
—
—No, no sé... es que hay que ser el mejor.
—¿Era linda su mamá?
—Era una
mujer imponente... ¡y me pegaba tanto!
Me encerraba y me daba la vieja, (sin
dolor ni reproches) cómo me mataba. ¿Usted sabe?... Me hacía estudiar en
Navidad y en Año Nuevo y una vez que le saqué cinco centavos para un
chocolatín, me dio una paliza infernal.
Es que mi viejo nos daba el ejemplo de conducta: empezó como peón y, con
trabajo, hizo la fábrica.
—Fue un niño golpeado, ¿se rebeló?
—No, porque
la vieja hizo -también-"lo más": me empujó a que estudiara y me llevó
de la mano a San Lorenzo, a mis cinco años. Entonces, aunque me daba
tanto...¡las marcas que me dejaba!, yo me callaba porque la amaba (trata de no demostrarlo pero aquellas
palizas todavía lo impresionan).
—¿Y usted también castigó a su hija?
—No, una
sola vez le pegué y sentí que le había hecho daño y que no era correcto actuar
así. Pero es que cambiaron los tiempos y ahora está la psicología y todo eso.
—Ajá, ¿usted se analizó?
—No, mi mejor psicólogo es ir a un entierro
porque digo: "¡pucha, eso sí que no tiene solución!"; o también
pensar en los jóvenes que murieron en Malvinas: el día que me enteré, en
Venezuela, ese día (disimula la
emoción)... lloré (alguien de su
equipo lo llama) No...no puedo ahora, estoy con la periodista de
"Viva" (se ríe, quiere
recomponerse)... Cristina Castello es mi stopper (el que marca hombre
a hombre, en la cancha) y estamos haciendo una telenovela.
—No es una telenovela, es su vida, ¿es grave llorar?
— No, pero...¡me da vergüenza!
—¿Qué otra cosa le da vergüenza?
—(Está coloradísimo) Ir al programa de
Tinelli: me invitó pero...¡no puedo, no me sale! Porque yo me divierto y bailo salsa pero...
—¿Y también "Cachete, pechito y ombligo", como bailó con los muchachos de Boca?
—¿Y también "Cachete, pechito y ombligo", como bailó con los muchachos de Boca?
—Sí, sí (radiante) y toco el saxo, canto y me
despeino, pero...en la familia o con el equipo. Digo...soy así cuando estoy con
los míos, pero cuando lloro me encierro
solo y ni ellos se enteran.
—¿Lloró cuando perdió la licitación del Parque Jorge Newbery, para hacer el "Centro de Iniciación Deportiva"?
—Ah...(con mucho dolor) esa fue la peor
injusticia: se la dieron a unos tipos que vendían pan y chorizos. Fue la peor
frustración de mi vida, tanto que todavía no puedo superarla.
— No me contestó, ¿lloró?
—Sí, subí
llorando al avión que me llevaba a Sevilla. Lloraba de impotencia y porque no
quería irme, pero nadie me vio una lágrima, ¿eh? Y eso que aquello me dolió
mucho más que los golpes de mi vieja (necesita seguir con el tema)… ¿usted
sabe?... por un insulto mío, a los seis años,
mi mamá (todavía asombrado) me
pinchó la lengua con una aguja. ¡Toda la lengua, al milímetro!
—¿Y usted tomó ese ejemplo para “pinchar” a sus rivales, en el equipo de los "pincharratas"?
—No...¿cómo va
a “pinchar” uno a un jugador? (muerto de
risa la contiene, serio). No, no a eso lo inventaron...¡es cosa de mamados!
—¿Por qué? También es médico y de agujitas conoce...
—No, no,
pare un poco: yo no estudié para
“pinchar” jugadores. ¡Si era un esfuerzo bárbaro!: estudiaba desde las
diez de la noche hasta que tocaba el pito de la fábrica Fontanares,
anunciando las seis de la mañana; y
entonces me daba una ducha y me iba a jugar San Lorenzo. Y era
sacrificado pero yo tenía el ejemplo de mi amigo -del doctor Juan
Gandulla- y me parecía que terminar la carrera valía la pena.
—¿Por qué?
—Porque la
medicina tiene relación con la vida y
porque me gusta ver nacer, (se
apasiona...¿dónde está el "Bilardo
sólo fútbol"?). Y me gusta la primavera, y me gusta ver crecer la vida, y plantar
árboles, y ver abrirse las flores y, bueno...
—¿Y qué más?
- Bueno… y
me gusta ver a las mujeres embarazadas. Vea...si usted me pone diez ahí, yo
digo que la más linda es la que espera el hijo. Y también me gusta ver los
museos cuando voy a Europa...claro que paso corriendo: un cuadro de Goya, unos
segundos; uno de Velázquez, otros
segundos y el Coliseo, un minuto. Pero hago que los muchachos compren la guía
de cada lugar, para que sepan por lo menos lo mínimo.
—¿Ninguna obra de arte lo conmueve por más de unos segundos?
—Sí, sí...cuando veo "La Piedad" o
"El David”...vea: ahí se me pone la piel de gallina y me quedo frío... ¿cómo
un tipo pudo hacer algo así?
—¿Me permite, doctor? Usted es un "tapado"...
- (Se siente descubierto) ¿Por qué lo
dice?
—Se pretende ajeno a la emoción y al afecto, pero los siente...
—(Acepta pero sólo con la cabeza) Mire,
yo siento amor por los jugadores, por
mi señora y por mi hija: Daniela me domina. Pero (durito) no grito un gol ni guardo medallas, porque me importan la voluntad y el esfuerzo, no el
festejo.
—¿Qué lo enamoró de Gloria?
—Prefiero decirle qué me gusta ahora; que es fuerte, que siempre sabe qué bocado meter,
que me apoya e influye en todo y que decide en mi vida. Y aunque yo nunca la
abrazo en público, ni la llevo de la mano...¡y jamás la beso delante de otros!,
sabe que la re-quiero y que la re-extraño: cuando estoy afuera la llamo todos
los días.
—¡Mire que haberla conocido en un velorio! ¿no?
—Sí, sí (resta importancia a aquello) y era
linda pero no le di mucha bolilla, porque a mí sólo me importaba jugar en
Primera.
—Pero algo lo enamoró, ¿por qué no lo dice?
— Porque no me acuerdo.
—Qué tenía ella de distinto de las demás?
—(Escarba en sus recuerdos) Es que no
hubo "las demás", porque yo era puro fútbol. Y de Gloria, no
sé...¿qué me habrá gustado? Y...era linda pero me parece que me impresionó porque siempre ayudaba a todos.
—Lo enamoró un “valor”, su costado solidario, ¿también por solidaridad internó a jugadores operados en su casa y viajó muchos kilómetros, por la operación de un amigo?
—(Le da pudor) No sé, no me haga contar
esas cosas… Me gusta auxiliar pero
cuando sé que un enfermo está bien, me voy...no estoy para la fiesta.
—¿Es un bombero que apaga el incendio y se va?
—Eso me
pasa, soy como un bombero: corro, soluciono, apoyo en el dolor y… chau, chau.
—A lo mejor —más que compartir el dolor— la gran prueba es poder disfrutar de la dicha del otro, ¿no?
—Sí, sí,
¡eso! Yo disfruto cuando la gente está bien: me gustan los casamientos, los
nacimientos y los cumpleaños de quince. Y también me gusta enseñar a los
jugadores que lo normal, no es que a uno
lo lleven en charter, porque ese circo se termina; a eso lo aprendí de Zubeldía.
—¿El fue su maestro también en la vida?
—Sí, de la
vida también. Porque nos llevó dos veces a Constitución a ver qué mal viajaban
los pobres tipos que venían de Quilmes o de Berazategui: corrían y se atropellaban. Entonces nos dijo:
"ellos sí que trabajan, no nosotros, porque nos divertimos y podemos
progresar". Y ahí aprendí a ver el
dolor de los demás.
—¿Y si es así, por qué no lo cuenta nunca y se muestra cerrado o neurótico?
—Porque soy
tímido. Y al equipo no le hablo de mí...por ejemplo, nunca le conté que dejé la
medicina porque ella y el fútbol eran dos pasiones muy fuertes y no podían
convivir.
—¿Habla de sexo con los jugadores para ayudarlos como personas, o para que rindan más en la cancha?
—Les digo
todo lo que sé, porque los quiero y porque hay muchos chicos que no saben nada.
Por ejemplo había uno que no lo decía pero estaba muy mal y entonces lo hablé;
era porque la señora no podía tener hijos y cada vez que le llegaba la
menstruación era un drama. Entonces los hice ver por especialistas y después
—cuando ella estaba ovulando— no le dije a nadie, pero le di permiso para que
se fuera a "buscar el bebé". ¡Y ahí tuvieron el hijo! Fue un caso
similar al de un jugador colombiano: el hijo se llama Carlos,
por mí...¿qué más puedo pedir?
—¿Por qué hace esas cosas?
—Porque a
algunos jugadores, me gusta mimarlos.
—¿También a Maradona?
—Sí, pero
vea, es que… que a mí me hubiera gustado que Diego fuera mi hijo; porque es muy
derecho, porque no le debe nada a nadie y porque vive adelantado diez años.
—¿Por qué no tuvo más hijos propios?
—Porque
tuvimos a Daniela y después -aunque no nos cuidamos- Dios no nos mandó más.
Pero...¡todo bien! ¿eh?, porque la nena es lo que más quiero y además me salió
como yo la quise criar. Porque por
suerte sabe manejarse en un mundo terrible como este, de cheques sin fondo y de
falta de palabra; yo la hice fuerte.
—No le habrá sido fácil educarla, usted vivió un mundo de hombres...
—-Es
verdad...y cuando era chico yo tenía dos vidas: la escuela y "La
Puñalada", que era "mi" café -de gente brava- y estaba a cuatro
cuadras del "Café La Humedad". Pero en "La humedad" -como
dice el tango- había billar y reunión, carreras y baile; en cambio en el mío se
hablaba de fútbol y de burros...¡y eso era lo mío! Me fascinaba: todos eran
mayores que yo, tenían pantalones largos y yo cortos, pero (con bronca todavía)...¡no te dejaban entrar los desgraciados!
—"De chiquilín los miraba de afuera...”
—Sí, eran
como un misterio para mí: ellos entraban y tomaban caña "Legui", apoyados en la barra. Y yo desde los doce
años los miraba de afuera como se mira un templo, porque para entrar necesitaba
la libreta de enrolamiento. Pero un día -a los diecisiete- me mandé y me
llevaron en cana: mi viejo se había
puesto de acuerdo con el juez porque -como él iba- no tenía autoridad para
prohibírmelo.
—¿Su padre era autoritario, como su mamá?
—-Sí, pero
el más autoritario -y el que lo dominaba- era mi abuelo...¡ese sí que era una
piedra! Pobre mi viejo, lo vi sólo dos veces en partidos: una, cuando yo tenía
doce años y él me presentó y otra vez, después de perder con Paraguay en el
'85. ¡Toda la cancha me gritaba "Bilardo compadre...!" Y él a la
salida me dijo: "Por favor, hijo, no dirijas más".
—¿Cómo se relacionó con las mujeres, si no iban al café?
—No, pero es
que… no me relacioné. Es que era difícil: cuando volví del primer baile mi
vieja me dio un palizón; y después fui a
otros, pero yo era puro fútbol: volvía temprano para jugar.
—Pero a alguien le dio el primer beso
y con alguien tuvo su despertar sexual...
—No,
no..."eso" sólo con mi señora.
—Vamos, doctor...¡se casó a los treinta años!
—Sí, pero es
que yo… me casé virgen
—¿Hay que creerle?
—Corre por
su cuenta, pero hasta mi señora yo..¡no sentía nada!
—Y ahora, ¿qué le gusta del cuerpo de una mujer?
— La
cara...ahí está la belleza.
—¿Tiene pudores con el sexo?
—Ninguno,
pero sí una condición: saber esperar a la mujer y no ser grosero, no tratarla
como Dios, "antes", y como el demonio -dándose vuelta- después.
Salvado esto, el sexo no tiene límites para mí
...pero –eso sí- con mi señora.
—¿Usted se ríe poco, no?
—Vea, cuando
yo era chico me decían "Sonrisa" pero desde que estuve en la
Selección me puse muy ansioso. Es que en aquella época tenía que andar
esquivando gente mala y yo no nací para
eso.
—¿Qué le hacían?
—Y...me ofrecían dinero para que jugara en un
país o en otro. Pero yo no "arreglo" porque mi padre me enseñó a
ser decente y a morir decente...si casi
nunca firmo contratos, porque mi palabra basta. Así que...¡asco me dan esos tipos
que sólo quieren hacer negocios! Son como los que van a los velorios y esperan
que entierren rápido al muerto, para correr tras la plata.
—Tanta referencia a velorios, ¿alguna muerte lo marcó?
—Sí, cuando
yo tenía catorce años fui con dos amigos al río y casi nos ahogamos los tres. Y
dos pudimos salir, pero al tercero -a Lito- lo encontramos al día siguiente y
lo distinguimos por la mallita:. Estaba como tomando sol, pero estaba muerto.
—¿También tiene miedo a la vejez?
—No...¡a la
muerte le tengo miedo y por eso duermo
poco, para disfrutar! Pero con la edad
me ubico, porque cada etapa tiene una música, un color y una ropa. Y me
gusta que los chicos se vistan como se les ocurra y que sean libres, pero yo
no; me visto con cualquier cosa, pero que tenga que ver con mis años.
—A ver: describa su cuerpo por favor.
—No sé, yo
ni me miro en el espejo pero (divertido,
entra en el juego) mal no debo estar, porque a mi señora le gusto. Y cuando
era jovencito estuve por hacerme la cirugía en la nariz pero al final me dejé
la que tengo y con esta le meto pa'delante..bien, ¿eh?. Y viajo y recorrí el
mundo pero...no conozco nada: sólo tengo flashes de cada sitio. ¿Y sabe por
qué? Porque no puedo estar quieto dos minutos, así que -si no fuera por las
fotos- no sabría que estuve en París y pensaría que la Torre de Eiffel está en
Turquía.
—¿Por qué, adónde quiere llegar como correcaminos?
—¿Sabe? Ayer
me lo pregunté por primera vez en la vida, pero no tengo la respuesta. Y
tampoco sé por qué no puedo estar dos
horas mirando esa montañita, no sé por qué no puedo parar.
—¿Y nunca tiene un diálogo interno, ni conoce el silencio?
—En eso
tiene razón. Tuve una sola experiencia de silencio, en el cerro Pucará -en
Tilcara- (está metido en un mundo donde sólo él cabe) y no
había nada, ni pajaritos y yo gocé... yo no sabía que se podía gozar del
silencio.
—¿Le gustaría volver?
—Me gustaría
ir al desierto para ver cómo es el
silencio allí, pero –en realidad- me gusta más el ruido para estar con mi
señora, y en el centro, y cambiar y cambiar de lugar.
—¿Para seguir en la lucha por ser el mejor?
—Sí, porque
lo que más me gusta es: comer pizza y pastas, pelear para ser el mejor, mojar
las facturas en el café con leche y -ahora sí- acompañar la juventud de mi hija.
Radiografía
- Nació el
16 de marzo de 1938, en Gavilán 1685 (La
Paternal). A esa casa la había construido -con sus propias manos- su abuelo Salvador.
- Salvador
era siciliano: de Mazzarino, provincia de Caltanisseta y estaba casado con Catalina, también italiana.
- Sus padres
son Calogero Bilardo (84) y María Angélica Digiano (79), ambos argentinos.
- El padre
fue primero obrero aprendiz: pagaba para que le enseñaran el oficio de
ebanista. Después puso una fábrica de muebles, al frente de la cual está todavía (Carlos fue parte de esa
fábrica hasta el '76) . La madre trabajó en una lavandería y después -y hasta
hoy- es ama de casa.
- Cuando
tenía cinco años, su madre lo llevó a San Lorenzo de Almagro (al
"Gasómetro) para que hiciera gimnasia: era muy flaquito.
- Hizo el
primario en la Escuela "Avelino Herrera" de su barrio y el secundario
en el colegio-escuela Bartolomé Mitre.
- A los 12
años empezó a jugar -con inscripción en la AFA- en las divisiones
inferiores de San Lorenzo.
- A los 17
años empezó a estudiar Medicina.
- Simultáneamente, seguía con el fútbol. Debutó
oficialmente en la Primera División de San Lorenzo a los 20 años; a los 23 pasó
a Deportivo Español -jugó en Primera B- y siguió allí hasta 1964.
- En 1964 lo
contrató Estudiantes de La Plata. Allí conoció a quien fue decisivo en su vida:
Osvaldo Zubeldía, su maestro.
- En 1966 se
recibió de médico, profesión que ejerció -sin dejar el fútbol- durante diez
años (hasta 1976). En ese lapso, trabajó
en Ginecología y Obstetricia (tres años) y en Unidad Hospitalaria,
primero en el Sanatorio Segurola y después en el Hospital Alvear.
- El 18 de
diciembre de 1968 se casó con Gloria Isabel Di Bello, en la Iglesia de San
Carlos. Con ella tuvo una hija: Daniela (22).
- En 1970
se retiró de Estudiantes -como jugador- pero enseguida se integró al
cuerpo técnico de los "pincharratas".
- En Europa
('71 y '72) conoció los centros de entrenamiento de los clubes europeos.
- En 1973 se
recibió de director técnico.
- En
Argentina dirigió a Estudiantes de la Plata
(1971, 1973-76, y 1982-83), a la Selección Nacional.
- Como
director técnico, fue subcampeón nacional en 1975. En 1976, como D.T. del
Deportivo Cali (en Colombia), consiguió llevar al club a la final de la Copa
Libertadores.
- En 1982
volvió a la Argentina y salió campeón con Estudiantes de La Plata.
- En el 83
se hizo cargo de la Selección Nacional, donde estuvo hasta el final del Mundial
90 de Italia.
- Fue
campeón mundial en 1986 y subcampeón en 1990.
- En 1990
empezó a dedicarse a las escuelas de fútbol y decidió alejarse para siempre de
la dirección técnica.
- Entonces
fundó la Escuela Internacional de Fútbol "Carlos Bilardo".
- En 1991,
para que su escuela creciera, se
presentó a licitación del Parque Jorge
Newbery. Quería fundar el "Centro de Iniciación Deportiva Carlos
Bilardo". Pero perdió. Entonces se
fue a España a dirigir al "Sevilla".
- Cuando
volvió a la Argentina, se convirtió en asesor de la empresa Torneos y
Competencias.
- También
fue comentarista deportivo y participó del programa de la tele "Dos en la
cancha", con Fernando Niembro.
- Tiene un
hermano que se llama Jorge: fue jugador
de fútbol y después se integró a
la fábrica de la familia.
- Hizo
periodismo de deportes: empezó en Canal 13. En Radio Nacional hizo el programa
"La hora de Bilardo", experiencia que repitió en Sevilla, donde
también -y con Maradona- hacía los comentarios de los partidos de la Selección.
-
Actualmente estudia periodismo deportivo en la Escuela de los Dos Congresos.
- Vive en el
barrio de Flores, con su mujer y su hija.
- Daniela
tiene 22 años, estudia Derecho en la Universidad de Morón y trabaja en la
Justicia.
- Desde
diciembre es el director técnico de Boca.
Identikit
- En el
secundario se llevó una sola vez una materia: historia. En Medicina sólo reprobó farmacología.
- De
jovencito vendía frutas y verduras con los amigos. Los padres no necesitaban que él ganara plata, porque
tenían una buena situación económica pero él no podía estar sin trabajar.
-
De adolescente le gustaban las carreras de caballos, por la ceremonia que rodea
a cada una.
- En aquella
época, cuando iba a bailar lo acompañaba Juan Carlos Calabró (entonces era
ciclista y paraba en el "Café La Humedad"). Pero -más que para encontrar alguna chica- él iba para escuchar
a Alberto Castillo.
- Cuando era
médico, estudiaba las enfermedades que sólo sufre el uno o dos por ciento de la
población mundial. Nadie les daba importancia. Pero él se empecinaba: "un
uno por ciento son personas", decía.
- Es
creyente de la Virgen de Luján y tiene muchas cábalas, sobre todo con la ropa
que usa en los partidos.
- Tiene más
de cuatro mil videos de fútbol.
- No va al
cine, ni al teatro y hasta hace poco creía que en Carlos Paz (Córdoba) todavía
había que andar a caballo.
- A los
cincuenta y ocho años, hay dos cosas que lo asombran: la computación y la velocidad con que dan de alta a los
enfermos cardíacos.
- De
computación, no sabe manejar ni una agenda electrónica.
- Tine el
proyecto de hacer dos programas de radio: uno de fútbol y otro para hablar de
cosas de la vida.
- No le
importa qué marca de reloj tiene: le interesa que marque la hora.
- Tiene un
Renault '82 Fuego -que no quiere vender, porque le trajo suerte- y un Renault
21. Pero prefiere andar en taxi o en remis.
- Le gusta
la naturaleza: en la quinta de dos hectáreas que tiene en Moreno, planta
árboles y flores: "eso me pone bárbaro", dice.
- Hace poco
recorrió Sicilia, la tierra de sus ancestros: lo recibieron como a un héroe
mundial. El es de construir, ladrillo a ladrillo, como sus antepasados
sicilianos: los abuelos -en Buenos Aires- caminaban todos los días cuarenta
cuadras, para llevar al colegio a su papá.
- Dice:
"nuestros padres construyeron este país, nosotros lo destruimos y nuestros
hijos lo sufren".
- Cuando
está en Sevilla o en Marbella, se siente como pez en el agua.
- Le gustan
los desafíos fuertes: por eso aceptó dirigir Boca. "Quiero seis meses para
armar esta 'empresa', una 'empresa' que en veinte años salió campeón dos
veces", dice.
- La hija
-Daniela- trabaja en la Justicia por la mañana y estudia Derecho por la tarde.
Educada con los valores del padre, quiere ganar su propio dinero: y ahorra.
- Bilardo
dice que no es vanidoso pero que le hace bien el reconocimiento. Que se diga:
"a este árbol lo plantó Bilardo" o "a este equipo lo formó
Bilardo".
- Gloria, la
esposa, se ocupa de la casa y hace cursos.; hizo de cocina, de idiomas y ahora
aprende a pintar jarrones.
- Cuando la
conoció, salió dos años con ella. Pero sin ningún compromiso: aparecía cuando
el fútbol se lo permitía. Ella nunca le pidió nada, ni le hizo reproches:
"siempre fue incondicional".
- La
relación empezó a oficializarse cuando él entró en la casa. Cuando se integró a
la familia de Gloria, todos veían
"Cuatro hombres para Eva" en la tele.
- Dice que
ama a su mujer: "el amor es querer estar con la pareja".
- No da
valor a los regalos que le hacen. Y él tampoco regala, salvo a su mujer y a su
hija: las lleva para que los elijan ellas mismas.
- Se tomó
vacaciones dos veces en la vida: una semana en el '86 y otra en el '90. Una vez fue a Miami y la otra Hawai,
pero no disfrutó: extrañaba el trabajo.
- Cuando
algún jugador está suspendido pero le cuenta algún problema, él lo deja salir
(sin contar a nadie).
- Le gusta
leer biografías de hombres que hicieron grandes cosas: de Napoleòn, por
ejemplo.
- Se
reconoce resultadista en el fútbol. Y dice que la importancia que se da al
rating en la tele, le ratifica que importan los resultados.
- Cuenta que
por salir campeones del mundo en el '86, les pagaron 30.00 dólares a cada uno.
- Define al
bien como "no hacerle a la gente lo que no le gusta"; la Justicia (la
de Tribunales) no lo convence, porque "si hay conducta no hace
falta"; y dice que la belleza es "la cara de una mujer y las flores
multicolores".
-Sostiene
que a los chicos no habría que mostrarles Hiroshima ni Pearl Harbor. Le da
miedo que tomen el ejemplo de lo malo, en vez de horrorizarse ante ello.
- Dice que
durante el Mundial '78 no se enteró de nada. Que escuchaba las bombas pero
nunca se preguntó por qué eran. No sabía que había Desaparecidos: cuando se
enteró se horrorizó.
- Como un
boy scout, da charlas a todas partes: a
las escuelas de Frontera en Chaco, a Laferrere, a Malargüe, a La Matanza.
Cuando estuvo con los indios tobas, les llevó medias que consiguió de una
fábrica: "andaban desnudos y en medias", dice.
- Cuando da
charlas y/o conferencias en la Argentina, no cobra un peso. En el exterior, le
pagan -sin que lo pida- 10.000 dólares
por charla, porque es el cachet que se
fija afuera para esas cosas.
- No dice
por cuánto firmó en Boca.
- Se
considera un pésimo inversionista: quema la plata, dice.
- Al primer
dinero que ganó en el fútbol, lo invirtió en la fábrica de muebles del padre. A
lo que ganó entre el '77 y el '81 -en Colombia y en Argentina- lo invirtió en
propiedades en Punta Mogotes. Allí tiene dos duplex, una casa y un terreno: les
saca fotos todos los años. Pero se queja: le dan pérdida porque no los alquila
(por si puede venderlos), así que se pasa pagando impuestos.
- También
tiene una quinta en Moreno, un departamento en el centro de Mar del Plata, la
casa donde vive -en Flores- y un departamento en Corrientes y Esmeralda.
- Fue una de
las víctimas "de los señores de
saco y corbata de las financieras"
- Atribuye a
la Medicina, el haber aprendido que "la vida nunca está perdida y que
siempre hay que luchar".
- Dice que
está en la vida "para la familia y para el trabajo". Y agrega:
"Para que mi hija tenga un futuro y para tratar de inculcar su experiencia
a las generaciones jóvenes".
Cristina Castello, en "Viva", de Clarín, 17 de marzo de 1996
Cristina Castello, en "Viva", de Clarín, 17 de marzo de 1996