martes, 21 de febrero de 2012

Thiago de Mello, un girasol que alumbra al sol. Por Cristina Castello

«Thiago de Mello ha puesto en el mapa verdadero, el del amor, lo que antes [sólo] se presumía», escribió Pablo Neruda, quien tradujo la poesía de Thiago al castellano, como también lo hicieron Mario Benedetti y otros Grandes nombres de la poesía.
«Poetas da América de Canto Castelhano», su último libro, es una ciudad dentro del mapa de amor que es Thiago. Es una antología que reúne poetas de renombre mundial: José Martí, Pablo Neruda, Juan Gelman, Jorge Luis Borges, Alfonsina Storni, Gabriela Mistral, Vicente Huidobro, Nicolás Guillén, José Emilio Pacheco (Wichi), César Vallejo, Rubén Darío, José Asunción Silva, Juana de Ibarbouru y otros, con poetas menos conocidos pero que no son menos representativos de la mejor poesía latinoamericana.
 Lamentablemente, 80 de los seleccionados por Thiago –y cuyos poemas ya había traducido- quedaron afuera (Véase abajo las listas completas de los autores y la Nota del Editor). Con esos 80 poetas podría hacerse otra antología.
En el silencio de su floresta y en comunión con la naturaleza; con la serenidad de un sabio y la potencia de su poesía; con su belleza salvaje y refinada, Thiago de Mello talló una obra de orfebre con esta antología, a través de la cual invita al lector a amar la vida.
Nos ofrece 495 páginas que albergan 400 poemas de 120 autores de los 18 países de América Latina, además de Puerto Rico, seleccionados y traducidos por él en portugués.
«Creo que el artista y los creadores en general, tienen el deber de servir a la vida, porque el hombre con su arte debe servir a la vida del hombre, y esto significa sobre todo cuidar la gran casa donde todos vivimos, nuestra morada, que se llama Tierra. Yo vengo de la patria del agua, de la Amazonia. Yo creo ardientemente en la utopía, más que en la esperanza, la confianza, la fe, yo creo que la ciencia, la tecnología que nos ha permitido fotografiar la luna fosilizada de los primeros destellos del Big Bang, será capaz de despertar en el corazón del hombre el límpido sentimiento de la solidaridad», ha dicho Thiago*. Y así vive él, como un girasol que alumbra al sol, en palabra y obra.
Thiago, uno de los Grandes de la América morena y del mundo, es un combatiente de la ternura humana y de la belleza.

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
Porque nunca me diste ni esperanza fallida,
Ni trabajo injusto, ni pena inmerecida.
Porque veo al final de mi rudo camino
Que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
Que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
Fue porque en ellas puse hiel o hieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.

Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno
Mas que tú me diste que mayo fuese eterno.
Hallé sin duda largas noches de mis penas.
Mas no me prometiste tú solo noches buenas
Y en cambio tuve algunas santamente serenas...
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

Poema «En paz», de Amado Nervo, con que Thiago de Mello cierra «Poetas da América de Canto Castelhano».
No, el ocaso nunca alcanzará tu alba, Thiago de Mello.
Porque espantas la sombra.

Cristina Castello

Nota del Editor
 
Thiago de Mello trabajó más de 20 años en esta antología, que llena un enorme vacío en el acervo bibliográfico brasileño y cumple un importante papel en la interpretación cultural de América Latina. El proyecto original presentado a Global Editora contemplaba más de doscientos poetas de dieciocho países, más Puerto Rico. Pero la presentación de una obra de esa entidad, como es fácil imaginar, implica enormes dificultades. No sólo por su amplitud, desde el punto de vista de la producción editorial propiamente dicha, sino, sobre todo, por las cuestiones relacionadas a los derechos de autor en condiciones excepcionales, indispensables para concretar el proyecto. Las negociaciones finales con autores, herederos y agentes literarios –en la mayor parte de las cuales Thiago de Mello se empeñó personalmente para templar las pasiones- tomaron cerca de dos años. A lo largo de esa larga jornada, hubo bajas.

Algunas de esas bajas se deben a sorprendentes dificultades de comunicación y a reivindicaciones imposibles de ser atendidas; otras, tal vez, a la comprensión del significado de la obra. Para tristeza de nuestro poeta de la floresta, quedaron afuera algunos autores cuyos poemas ya estaban seleccionados y traducidos. Nombres que, no obstante, merecen registro por la belleza de su arte. Ellos son: De Argentina, Alejandra Pizarnik y Hugo Diz; de Bolivia, Julio Ameller Ramalho, Julio de La Vega, Jaime Sáenz Guzmán y Pedro Shimose; de Chile, Braulio Arenas, Floridor Pérez, Jorge Enrique Torres Ulloa, Lionel Lienlaf y Rosabetty Muñoz Séron, de Colombia, Porfirio Barba Jacob, Maruja Vieira, Gonzalo Arango, Jotamario Arbeláez, Darío Jaramillo Escobar, Julián Malatesta, Juan Carlos Galeano, Ana Mercedes Vivas y Luz Estrella Agudelo; de Cuba, Jorge Luis Arcos, Luis Rogelio Nogueras, Raúl Hernández Novás, Jorge Timossi y Pablo Milanés; de El Salvador, Roberto Armijo y Mario Noel Rodríguez; de Guatemala, Enrique Noriega, Mario Martínez, y Francisco Morales Santos; de Honduras, Antonio José Rivas, de México, Octavio Paz y Homero Aridjis; de Nicaragua, Gloria Gubuardi y Rosario Murillo; de Paraguay, Mario Casartelli y Hérib Campos Cervera; de Puerto Rico, Juan Antonio Corretjer; de República Dominicana, Pedro Mir, Norberto Jaames Rawilling y Wilfredo Lozano Lopes; de Uruguay, Saúl Ibargoyen; y de Venezuela, Francisco Pérez Perdomo.

Esta antología, espléndidamente representativa del canto castellano en las Américas, reúne cerca de 400 poemas de 120 poetas latinoamericanos, entre los cuales despuntan las figuras luminarias de Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, César Vallejo, Rubén Darío, Gabriela Mistral, Nicolás Guillén, José Asunción Silva, Jaime Sabines, Ernesto Cardenal y Mario Benedetti, entre otros.
En la introducción a su monumental obra, Thiago de Mello afirma considerar cumplida su misión. Nosotros también. Global Editora se enorgullece de haberse asociado con la figura iluminada de la floresta para ofrecer al lector brasileño de poesía, este admirable Poetas da  América de canto castelhano. 

POETAS DA AMÉRICA DE CANTO CASTELHANO.
Seleção, tradução e notas THIAGO DE MELLO.
São Paulo: Global Editora, 2011.  495 p.
ISBN  978-85-260-1561-6

Para comprar «Poetas da América de Canto Castelhano» clic Acá
Traducción del portugués de la Nota del Editor: Cristina Castello
* Extracto de un artículo periodístico realizado por Mireya Castañeda en francés  y traducido por C.C.  

viernes, 8 de octubre de 2010

Federico Storani: «El techo del cielo», por Cristina Castello

 «El techo del cielo»
Conversaciones con el alma
Federico Storani
Por Cristina Castello
  
Es un viaje al corazón de la esencia humana, un  itinerario a través de la belleza, la poesía y la pasión, que son la substantifique moelle del libro. Aunque escrito con un estilo apolíneo, cada palabra arde con la vida y se encarama a una axiología no explícita pero presente.
Este particular ensayo filosófico-metafísico con una escritura de matices bien contemporáneos, se inicia con un poema donde se descubren –ya en esa instancia inaugural- algunas claves de sus 159 páginas. «La sangre del rojo» –la pasión-, el deleite de « extasiarse explorando la esencia», «la eternidad de la utopía», la «locura que cura» o el «insondable abismo del amor», se perciben como el pasaporte para que el cielo pueda estar abierto a la infinitud del infinito.
  Título singular: ¿a quién  sino a Storani se le ocurre hablar del cielo, hoy y en este mundo?, ¿a quién, plantear si ese cielo tiene límites, un techo? El autor crea un diálogo exquisito entre sus protagonistas: el cuerpo y el alma, para recorrer  «el camino que va de la juventud y la inexperiencia hasta la sabiduría». 

El diálogo parece cómplice por momentos, siempre sin rivalidades entre los dos protagonistas, y con el reconocimiento recíproco de la naturaleza del uno y del otro y de las complementariedades indispensables para la unicidad.
Más: hay  partes en las cuales el lector debe prestar mucha atención, para descubrir cuál de los dos «personajes» está hablando; y hay pasajes donde el alma parece haber vivido también una experiencia corporal y el cuerpo, haberse aventurado hacia las alturas del espíritu. Un erotismo del alma: la belleza.
 Todo lo escrito, son interrogantes que  el autor se planteó a sí mismo y que vivió bien a lo hondo, es evidente.
—El alma: La poesía devora por dentro y a veces logra resucitarnos
Sí, habitado por la poesía, con metáforas enriquecedoras e imágenes deliciosas, Storani nos revela y se revela a sí mismo, sin habérselo propuesto. Tiene el gusto del Absoluto que, si en ocasiones toma prestado el lenguaje de la duda, de la angustia o del escepticismo, es porque tiene «una fe total, profunda, en la belleza, en la bondad, en el genio» (Louis Aragon).

  Con «El techo del cielo » confirmamos que la libertad adviene cuando no se pretende poseer compulsivamente; que el insomnio puede ser una forma de lucidez; que el estado de gracia ocurre cuando los sentidos se agudizan y las emociones estallan; que el talento contraviene las leyes de la física y necesita de la inspiración para manifestarse. Que la esperanza es un acto de fe.  Los ejemplos son muchos: los sueños y la utopía, la delicia que sería un baño de savia, el aburrimiento de lo previsible, la dicha, el éxito vacío, la culpa, la sutil línea que separa realismo de conformismo; la amistad y el amor, la muerte…
 Y no es caprichoso que en alguna de las páginas se rescate la figura del Caballero Andante y que en todo el libro se afirme –sobriamente y sin nombrarla- la ética. Pues a pesar del título, el autor sabe que nadie podrá techar el cielo y que todo lo bueno puede acontecer, todavía. Que todo es camino. Que todo consiste en un darse cuenta. En tomar conciencia. Y desde ese punto de vista, el autor parece decirnos, con René Daumal: «… La tentativa que te propongo hacer conmigo/Puede resumirse en dos palabras: permanecer despiertos».    

«El techo del cielo» – Conversaciones con el alma
Federico Storani
Ilustraciones de tapa e interiores: Rodolfo Zagert
©Libros del Zorzal, 2011
ISBN 978987599180 4  

Federico Storani,  breves notas biográficas

Político, académico, ensayista y escritor, Federico T. M. Storani, (1950), es actualmente Profesor titular por concurso en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata. Fue en esa Universidad  y en la Mar del Plata, donde inició sus tareas docentes como catedrático, en 1984.
Dictó conferencias en Universidades, Centros de Estudios y Fundaciones, sobre Ciencia Política, Filosofía y Política Internacional.
Fue Profesor invitado en el St. Antony’s College de la Universidad de Oxford, Inglaterra (1992) e Investigador en The Woodrow Wilson Center, EEUU (1994); en los cursos internacionales iberoamericanos: Iberoamérica hacia el siglo XXI, Cáceres, España (2007); y en la  Fundación Memorial de América Latina, de la Universidad Estatal Paulista, UNESP, Brasil (2009).
Ha sido Director de las revistas «Generación ‘83» y «Cauces». Publicó numerosos artículos y ensayos en los diarios nacionales «Clarín» y «Página 12», entre otros, y en revistas y periódicos del exterior.
Entre sus publicaciones, se destacan: «Legitimidad y transiciones en América Latina», The Woodrow Wilson Center, Washington, (1994), «La Oposición Democrática», Universidad de Londres (1996) y «Gobernabilidad y Cohabitación», Universidad de Oxford (2000).

 NDLT*:
Al descubrir, en este interesantísimo artículo, el contenido de los poemas de Federico Storani, no pude menos de pensar en las disputas españolas de la Edad Media entre Cuerpo y Alma, Don Carnal y Doña Cuaresma… También son reveladoras la evocación de Don Quijote y la alusión a Antonio Machado «Caminante no hay camino / se hace camino al andar…»

*Denise Peyroche,
traductora para la versión francesa

Ilustraciones: Rodolfo Zagert

Cristina Castello

domingo, 14 de marzo de 2010

Alan «Caballo loco» García Pérez: «Tiren, no piensen», por Cristina Castello

He soñado una fuga, un 'para siempre', suspirando en la escala de una proa; he soñado una madre, unas frescas matitas de verdura, y el ajuar constelado de la aurora
César Vallejo

Mientras el mundo celebra la poesía de César Vallejo —vate máximo del Perú y uno de los más grandes del mundo, en el 80º aniversario de su muerte en París— el presidente actual encarcela poetas y canta «Viva la muerte».

           Le dicen «Caballo loco», «Patadita» y «Alan Babá».  Cantaba por placer en los metros de París, adora tocar marineras en su guitarra, y con Lula da Silva en la Cumbre de los Pueblos del mayo que pasó, interpretó el Tico Tico Non Fubá. Multifacético en sus artes, en este enero entonó en público el Viva la Muerte de los falangistas españoles, de todo corazón. En su primera presidencia y por la noche se enfundaba en ropas negras, tomaba una motoneta y salía en busca de la hija de un poderoso empresario árabe: era «aquel» amor. Con su metro 93 y gordinflón, inventó el matrimonius interruptus y le obsesiona seducir. Fue diferente casi desde bebé: a los cinco años conoció a su papá y lo llamó siempre «señor»; y ya en la Facultad, maletín en ristre y al estilo James Bond, portaba cachiporra y pistola, con devoción.

           Es Alan García, presidente del Perú. Divertido con sus íntimos, y afuera pendenciero y feroz. Comando civil en la universidad, enfrentaba a palos y balas toda acción, idea o sueño de las izquierdas. Durante su primer mandato —del ’85 al ‘90— la inflación trepó al 7.500%, y fue acusado de corrupción, crímenes y traición; había sido l’enfant terrible para el FMI, en la etapa inicial, pero después fue su alumno más fiel. Durante aquel gobierno, se organizó el Comando Rodrigo Franco, que barrió poblados andinos enteros, las matanzas de campesinos eran habituales y también los desaparecidos. Hombre de derechas, en el ’88, sin embargo, se deslumbró con el grupo guerrillero «Sendero luminoso»: «Siento admiración por la mística y entrega de sus militantes», dijo entonces. 
Contradictorio este Monsieur «Caballo loco», apelativo que ganó cuando, siendo diputado, agredió intempestivamente a puntapiés al entonces ministro de Economía. Admiraba a Sendero, sí. Pero en el ’85 había ordenado la Masacre de Accomarca, donde el Ejército peruano asesinó 45 personas. Y dos años antes, el 19 de junio del ’86, se ejecutaron extrajudicialmente más de 200 prisioneros de El Frontón, Lurigancho y Santa Bárbara. Entre ellos había detenidos de Sendero Luminoso, quienes —amotinados—reclamaban por condiciones mínimas de vida, contra la lentitud de los procesos judiciales, y por el cese de las torturas sistemáticas. En aquella Masacre de las Prisiones, todas las evidencias señalan que fue él —«El gran estratega del demonio», como también lo llaman quien dio la orden de matar. Hace unos meses se reabrió la investigación.
           Aquella matanza se ordenó cuando los amotinados se habían rendido y a pesar de que la mayoría eran inculpados, no procesados. En juicios post-mortem, varios de ellos fueron declarados inocentes, hecho probado por la Justicia peruana y la Corte Internacional de Derechos Humanos. Por cierto que la venganza de los senderistas no se hizo esperar. Y tampoco la respuesta desde el Poder, que siguió con la Masacre de Cayara en mayo del '88, cuando treinta personas fueron exterminadas, y hubo decenas de desaparecidos.

Padrenuestro sin Jesús
Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios (César Vallejo)

           Se creyó «tocado por el destino» cuando asumió su primer mandato con sólo 36 años. Desde 1930 el APRA, su partido, no llegaba al Poder: grandes festejos y júbilo; la esperanza desplegaba sus alas sobre aquel joven abogado y sociólogo, nacido el 23 de mayo del ’49, fecha que hoy el 78% de los peruanos que apostaron su ilusión quisieran borrar del calendario. Ése es el porcentaje de las personas que hoy se oponen a quien —por esas cosas éticamente incomprensibles— ocupa desde el 28 de julio del ’06, y por segunda vez, el sillón presidencial. Su gestión debe expirar en 2011... ¿Llegará?
           Había dejado el gobierno en julio del ’90, por la puerta trasera, sin poder siquiera dar su último mensaje, porque los carpetazos y gritos de legisladores y público no se lo permitieron. El Parlamento lo procesó por un sinnúmero de delitos. Asesinatos y torturas, enriquecimiento ilícito, coimas en la compra de aviones Mirage, venta irregular de acciones de la deuda externa, licitación de un tren eléctrico que sólo avanzó cinco kilómetros… y la lista continúa. «Alan Babá» — alias éste que se explica en sí mismo—, burló a la Justicia. Eludió las causas por crímenes de lesa humanidad, con la ayuda del entonces presidente, ahora procesado por veinte homicidios y dos masacres, Alberto Fujimori; y su exilio —primero en Colombia y luego en París— lo salvó de la cárcel por corrupción financiera. Después volvió al Perú para decir... ¡Viva la libertad! Las causas habían prescripto.   
4.-Junio de 2009 - La última "obra" de Alan Garcia
En París, «Patadita» vivía en un apartamento que en 1997 compró en el 118 de rue de la Faisanderie, en el súper chic 16ème arrondissement (distrito) de París. En los 196 metros cuadrados por los que pagó entonces 2,6 millones de francos —3 millones 965 mil euros de hoy—, su estatura hizo nido igual que un cuervo glotón. «Patadita» es el apodo que recibió cuando en el Perú dio un puntapié furioso a un discapacitado, frente a la tevé.
¡Ah, pobre la poeta Doña Nytha Pérez Rojas! Es una de las fundadoras del APRA, culta, incansable luchadora, y... su mamá. De ella heredó su verba, pero, de lo bueno... nada más. Madre amantísima, lo crió sola hasta que el niño cumplió sus cinco, pues «El Blanqui» estaba encarcelado, torturado y  hasta fue deportado, justo en aquella etapa.  «El Blanqui» era Don Carlos García Ronceros, su padre, político y buena persona, quien tras las rejas añoraba a su bebé. Pero una vez que el papá dejó la cárcel, el bebé se asustó al verlo, nunca dejó de llamarlo «Señor García», e hizo volar como a los Mirage los poemas que Don Carlos le había escrito en El Frontón.
El quinquenio 1985-90 significó para el Perú una de las crisis más severas sufridas hasta entonces. Y su gestión actual se revela peor aún. Mientras tanto, y por la tele oficial, rezó un Padrenuestro cuyo copyright no es del Jesús. «Padre nuestro Perú/Perú nuestro que estás en el mundo /hágase, patria, tu voluntad/así en la tierra como en el cielo», oró con devoción.

Cinco hijos y otro bebé
Vámonos a beber lo ya bebido,
vámonos, cuervo, a fecundar tu cuerva. (César Vallejo)

            Su adicción a las relaciones amorosas es proverbial. A los 22 se casó en Suiza con Carla Buscaglia, de quien nació Carla García; poco después conoció en España a la argentina Pilar Nores Bodereau, y el impacto los selló en un para siempre que dura hasta hoy.  En 1977 volvió al Perú y enseguida llegó Pilar con Josefina —la primera hija de los García Nores—, nacida en Madrid; con el tiempo, se divorció de su primera esposa.
Siempre impetuoso, seductor y donjuán, tuvo amores por doquier. Y todo soporta la Primera Dama, que es inteligente, que bien conoce a su honorable esposo y mucho influye en sus decisiones.  ¿Soporta entonces, o es su cómplice?  Cuatro hijos tenían ellos, y cinco García. Pero llegó la televisión. El periodista César Hildebrnadt había revelado que el presidente tenía un hijo de un año y 8 meses, cuya madre era Roxanne «Cuqui» Cheesman Rajkovic. Gran alboroto. Y dos días después, conferencia de prensa en el Palacio de Gobierno. Allí estaba García, parado cuan alto es y libreto en mano, que leyó. Pilar Nores miraba hacia la punta de sus zapatos, dos pasos atrás, manos en cruz. Mintió que habían estado separados durante seis meses, que en ese lapso tuvo una relación con la otra «distinguida dama», de la cual nació su sexto hijo, Federico García Cheesman, al que había reconocido como tal, pero que su vida marital se había reconstruido. De allí, la expresión matrimonius interruptus, que acuñó Hildebrnadt: hoy nos separamos, voy, tengo un hijo, vuelvo, y ya está.
            Violento. De una violencia atribuida a su enfermedad maniaco-depresiva, por la cual toma litio regularmente, está empecinado en imponer la pena de muerte, al mejor estilo del jefe George Bush, a quien sirve más allá de sus expectativas. La doctrina Bush se extiende a Perú.

Rodillas obsecuentes
Jamás, hombres humanos,
Hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa... (César Vallejo)

«Ladrón, genocida, coquero» y otros calificativos es lo mínimo que el diario «La Nación», de Chile, dice de él. Y obsecuente. En mayo pasado, García se puso de rodillas también frente a la presidente chilena Michelle Bachelet, cuyo gobierno realizó inversiones enormes en el Perú. Inversiones o «una especie de ocupación económica sin límites», según el periodista Carlos Angulo Rivas. A pesar de ello, Bachelet se enfadó frente a las rodillas obsecuentes: pocos soportan ciertas indignidades... aunque fomenten otras.
            «Tiren, no piensen», ordena Alan García a la Policía. Incapaz de dar respuesta a la protesta social, «Patadita» la criminaliza. Sigue el ejemplo de la guerra preventiva que proclama su jefe de la Casa Blanca: reprime y encarcela. Obsesionado, ve terroristas hasta en los tragos que toma, abundantes. De allí la detención de Melissa Patiño, poeta de 20 años, y de otros seis jóvenes, sin más pecado que el de ser poetas. Melissa estuvo 70 días en la prisión de máxima seguridad de «Santa Mónica», en Chorrillos, Lima, tomada como un rehén. El presidente quiso asociarla al MRTA (Movimiento Revolucionario Túpac Amaru), del cual la niña no tiene ni noticias; pero él sigue empeñado en que aquél es un grupo guerrillero, a pesar de que el Parlamento Europeo y el Departamento de Estado de los Estados Unidos —nada menos— lo excluyeron de sus listas de organizaciones terroristas, pues no registra actividades ilegales desde hace 8 años.
Además, sus líderes están condenados y han expresado su deseo de trabajar para la democracia, dentro de un partido político. Así, Víctor Polay quien fue líder del MRTA y lleva 17 años en prisión, con ocho de torturas cotidianas pidió perdón. Un comité de personas intachables trabaja por su libertad y su reinserción cívica. Pero no: García hizo aumentar su condena, más y más. En realidad, no perdona a Polay el romance que tuvo con Pilar Nores, su mujer, tantos años atrás.  «El Perú lo que necesita es orden. Están notificados», es la consigna del hombre que de noche usa ropas negras y motoneta... ¿vestido para matar?
Melissa —y luego otras cinco jóvenes detenidas — salieron de la cárcel gracias a la acción del PEN Club y su «Comité de Escritores en Prisión»; y sobre todo por la potencia de los 1.700 firmantes que exigieron... ¡Libertad! Entre ellos, Noam Chomsky, Thiago de Mello y otros renombrados editores, escritores y artistas de todo el planeta. Contrariado el gobierno, acusó a Chomsky y a todos los signatarios de «co-terroristas». Si no hay respuesta, el disparate puede ser un recurso.
Autoproclamado —con la consiguiente burla mundial— un hombre de izquierdas, persigue poetas, persigue ideas. Arrasa centros culturales, y les envía hombres armados como para enfrentar a asesinos seriales. «Garcichet» —mix entre García y Pinochet—, según lo llamó el periodista Javier Diez Canseco, sigue su avanzada contra todos. 
           En su visita al Perú en este mes de mayo, el sociólogo francés Alain Touraine dijo que el mandatario peruano tiene diez años de atraso, pues la idea de liberalización y privatización total ya está abandonada. Pero «Caballo loco» sigue su carrera desenfrenada: entre otros desatinos, hizo seis proyectos de ley para cercenar territorios a los campesinos y vender los bosques amazónicos a las multinacionales...  a perpetuidad. Y en abril dijo en Madrid: «Vengo a pedir que regresen las carabelas de Cristóbal Colón, ahora en forma de inversiones».
           ¿No tiene límites? En febrero de 2006, cuarenta días antes de las elecciones, su asesor lo incitó a ganar el voto de los jóvenes: el 30% del electorado.
—Tenemos que ganarlos como sea se encendió el candidato. ¿Qué hay que hacer?
Tienes que bailar le respondió su consejero.
Y Alan Ludwig García Pérez, gordinflón, exhibió su figura obesa que en fotografías por el mundo lo mostraron, ridículo, bailando reggaetón.
           El 9 de este mes hay un paro nacional y la ciudadanía comienza a reaccionar. «Tiren, no piensen», insiste el danzarín, mientras continúa perseguido con la idea de que morirá como John Kennedy. Y sigue rematando el Estado, sin moderación: «¡Ah! Desgraciadamente, hombres humanos, /Hay, hermanos, muchísimo que hacer» (César Vallejo).

Cristina Castello, en revista "Playboy" México - julio 2008

lunes, 16 de marzo de 2009

lsla Diego García: el peor Guantánamo, por Cristina Castello

Obra de Odilon Redon
Isla «Diego García», embrión de muerte
Por Cristina Castello

«¿Qué leyes dictarían ya los senadores?
Cuando lleguen las dictarán los bárbaros [...]
Por qué empuñan bastones tan preciosos labrados
maravillosamente en oro y plata?
Porque hoy llegan los bárbaros»
Constantino P. Kavafis 

Es una prisión secreta que se levanta en tierras que fueron robadas a los habitantes originarios del lugar. De su pista de vuelo despegaron los bombarderos de los USA, para invadir Camboya, Afganistán e Irak, a fuego, crímenes e impiedad;  para controlar el Oriente medio y... hay más, ya se verá.
           «Diego García» es un embrión de la muerte. Es la cueva que eligieron los bárbaros —con la excusa de un supuesto «terrorismo» — para mejor torturar. Es un verdadero tesoro para Norteamérica y el Reino Unido. Es la base militar más importante que el Imperio tiene, para vigilar el mundo; y junto a  sus pares — las bases de Guam y Ascensión— son claves para el invasor. Es un sitio ideal para acoger misiles de la ojiva nuclear, aunque estén prohibidos por los tratados internacionales. Pero, ¿acaso esto importa a los bárbaros?
           Los bárbaros no viven en el océano Índico, donde está «Diego García», ese atolón que nació con destino de oasis y se convirtió en el infierno mismo. No. Los bárbaros dan las órdenes a bárbaros de la CIA norteamericana, apoyados por Gran Bretaña y por la Unión Europea, que tan bien sabe callar cuando es el Poder la causa del terror.
           «Diego García», es el enclave justo, por si a los bárbaros se les ocurriera una acción sangrienta contra Irán.  Es el lugar donde la tortura exhibe su mayor sofisticación. Es una suerte de patíbulo —la muerte en vida—, y el primer escalón, la antesala, para merecer el alivio de pasar a Guantánamo: ese cadalso con el que Barack Obama prometió terminar. A «Diego García» nadie la nombra y no figura en las agendas presidenciales, a pesar de ser peor aún que Guantánamo. Está dicho: «peor». Pero comparar dos horrores no arroja claridad: ¿Quién es peor, Drácula o Frankestein?
           La tierra del planeta no ha sido suficiente para el Poder imperial. Los Estados Unidos del norte surcan los mares del mundo con entre diecisiete y veinte barcos- «prisiones flotantes». En ellas fueron detenidas e interrogadas bajo suplicio, miles de personas. Pero casi nadie informa sobre esto. No, de eso no se habla.  

Habla, sí, y actúa por la justicia, la ONG londinense de derechos humanos «Reprive», que representa a treinta detenidos no procesados de Guantánamo, a los presidiarios que esperan condenas y a los acusados de supuesto «terrorismo».
           Fue en 1998, durante la presidencia de Bill Clinton y la vicepresidencia de Al Gore —Premio Nobel de la Paz— cuando empezaron las detenciones fuera de toda ley y sentido  de la existencia humana. Y George Bush los fomentó en progresión geométrica. Cuando todavía era presidente, admitió la existencia de al menos 26.000 personas en prisiones flotantes; pero según los sondeos de «Reprive», la cifra de quienes pasaron por ellas, es de 80.000, a contar desde 2001. ¿A quién creer? La opción es clara.    

Castrar la isla
«Sin miramiento, sin pudor, sin lástima
Altas y sólidas murallas me han levantado en torno»
Constantino Kavafis

           Los 44 kilómetros de «Diego García», huelen a ausencia. Bajo su cielo, la gran ausente es la sacralidad de la existencia humana.
           La isla es un territorio británico de ultramar, situado en el archipiélago de Chagos, en el océano Índico. En 1966 se produjo un maridaje perfecto entre los bárbaros. El lugar —tan bello, que parece una sonrisa de la naturaleza— fue ofrecido por Inglaterra  a Norteamérica, que lo quería para instalar esta base militar. Fue un canje ignominioso: el alquiler por cincuenta años de tierras inglesas, a cambio de catorce millones de dólares y misiles del submarino nuclear «Polaris».
¡Que siga la música, Maestro!
           Pero —eso sí,  había una premisa a respetar— en aquel momento, más temprano que tarde, había que impedir «problemas de población». Había que desinfectar de seres humanos, el archipiélago.
            Castrar la isla. Cortarle las raíces, clausurar la vida. Manos a la obra de inmediato, el Reino Unido le bloqueó toda entrada de alimentos. La vieja  y maléfica bruja —el hambre—, hizo sonar un concierto de estómagos vacíos, al mismo tiempo que los habitantes empezaban a irse... o a ser echados. El destino de los desterrados fue, y es, las villas de miseria de la Isla Mauricio.
           Allá, a más de 200 kilómetros de la tierra que los vio nacer, los desterrados sueñan tanto con comer, como con volver a su patria despatriada. 

Salvajemente los 2.000 habitantes nacidos en la isla, fueron expulsados. Un caso, que sintetiza muchos similares, fue el de Marie Aimee, nacida y criada en «Diego García», quien en 1969  llevó a sus hijos a Port Louis (Mauricio), para un tratamiento médico. El gobierno británico nunca le permitió subir al barco para regresar y nunca más pudo volver.
           Su marido, quedó dos años en la isla y después llegó a reunirse con su esposa, sólo con una bolsa y en un estado lamentable.  Había sido arrojado de su tierra. Las historias de los otros miles de isleños abandonados, es escalofriante; desterrados y humillados, fueron reunidos en conventillos, donde vivían en cajas o chozas de hojalata. De muchos se habían librado, con mentiras de vacaciones gratis, en lugares de ensueño. Había que barrerlos de la isla: esterilizarla de la presencia de los paisanos.
           La gran mayoría de los chagosianos fueron detenidos, expulsados de sus hogares, literalmente «empacados» y depositados en las bodegas de las embarcaciones, entre gritos y llantos; antes, habían visto exterminar a sus animales domésticos y a su ganado. Así, podían bombardear más fácilmente Vietnam, Laos y Camboya; amenazar a la China revolucionaria cuando la Revolución Cultural, para seguir con el Golfo Pérsico, Afganistán, Irak, y... hay mucho más. Estos bárbaros no tienen corazón.
           ¡Y vaya que no! Muchos murieron de tristeza, se suicidaron, o se hicieron alcohólicos, mientras soñaban con la tierra prometida. Pero nadie abandonó la idea de volver a su isla de corales y palmeras; a la isla que —hasta que ellos la vieron— no estaba contaminada por armas ni maldad.  En el «Times» de Londres del 9 de noviembre de 2007, una de las lugareñas sintetizó: «Era el paraíso, éramos como aves libres, y ahora estamos igual que en una prisión».
           La Alta Corte británica primero, y la Corte de Apelaciones después, sentenciaron que la expulsión fue ilegal y dieron a la población el derecho a regresar; pero ningún gobierno quiso cumplir esas sentencias. Y la Oficina de Asuntos Internos e Internacionales del Reino Unido, en cambio, dijo que no habría población indígena. El único derecho a ciudadanía se concedía a las gaviotas.
            Hoy, de los 2000 expulsados originariamente, conservan la vida menos de 700.  ¿Juegan los bárbaros a la extinción final?
           Los USA alquilaron la isla hasta 2016. Y hasta entonces, y después, ¿qué?

Drácula, Frankestein y los eufemismos
«¡Ay, cuando levantaban las murallas, cómo no me di
cuenta!/Pero nunca oí ruido ni voces de albañiles.
Desde el mundo exterior –y sin yo percibirlo- me encerraron»
Constantino Kavafis

                       ¿Y qué, con la prisión de «Diego García»? «Diego García» es el mayor centro de torturas  —les llaman eufemísticamente «interrogaciones»—  para los presos considerados más «importantes» por el Imperio. Fue allí que el prisionero Ibn Al-Sheikh Al-Libi tuvo que mentir, pues no resistía el suplicio a que era sometido.  Dijo, para evitar que siguieran lacerándolo, que Saddam Hussein era aliado de Al-Qaeda, y que tenía las famosas armas destrucción masiva, de las cuales tanto se ha hablado.
           Por cierto que se demostró que esas armas no existían. Pero eran los argumentos que George W. necesitaba, para la guerra del petróleo: la que el lanzó, hambriento de dólares, con la excusa del «terrorismo»; como si hubiera sido un salvador del mundo, al que aniquilaba y por lo cual hoy se intenta juzgarlo. Desde todo el planeta, se levantan cada vez más voces que demandan, precisamente, llevarlo frente a la justicia como un reo que cometió crímenes contra la humanidad.
           La mazmorra de «Diego García» se conoce como «Campamento de Justicia». Seguimos con los eufemismos. Y las seis mil bases militares mundiales de los USA, se mencionan como «huellas» en la jerga castrense estadounidense. Entre ellas, «Diego García» tiene un nombre que suena a burla: «Huella de la libertad». Las palabras perdieron su significado.
Mientras tanto, los traslados de prisioneros drogados, encapuchados, y fuertemente torturados,  desde allí hasta Guantánamo, ha sido lo habitual. Personas cautivas trasladadas de un horror, a otro. De «Diego García» a Guantánamo. De Drácula a Frankestein, estaba dicho.
           Los 2.000 soldados yanquis destinados permanentemente en el lugar, son la población central de «Diego García ». La tortura necesita vigilancia, ¡caramba! Ironías de la vida, son 2.000 también los desterrados: las armas reemplazan a la vida.
           Los bárbaros niegan todo, pero las evidencias y pruebas existen. Por ejemplo, las de ex prisioneros que, por algún milagro lograron la libertad, y cuentan cómo fueron trasladados a Guantánamo, así como el espanto de las torturas, imposibles siquiera de imaginar por cualquier mente humana.          Por ejemplo,  el testimonio fundamentado del historiador británico Andy Worthington, autor de «The Guantánamo files: the stories of the 774 detainees in America's illegal prison» (Los archivos Guantánamo: las historias de los 774 detenidos en la prisión ilegal de América).
           Worthington relata que «una honrada persona con acceso a información privilegiada», Barry McCaffrey, general norteamericano en retiro y profesor prestigioso de estudios de Seguridad internacional, reconoció en dos oportunidades que  en «Diego García» se retienen personas acusadas de terrorismo; de la misma manera, aceptó que lo mismo ocurre en Bagram, Guantánamo, por cierto, e Irak.
           Por su parte, Clive Stafford Smith, director de la ONG «Reprive», de cuya seriedad nadie duda, aseguró al «Guardian» que es categóricamente cierta la existencia de los prisioneros en la isla.
Dos de los 2000 desterrados de Diego García
Nunca pudieron volver
También el senador suizo Dick Marty, confirmó en 2006 las «entregas extraordinarias» de detenidos, desde allí hacia Guantánamo. En un informe que entregó al «Consejo de Europa», certificó que  los USA, bajo la responsabilidad legal internacional del Reino Unido, utilizaron este atolón del Índico como prisión secreta para «detenidos de alto valor». El relator especial sobre la Tortura de la ONU, Manfred Novak, lo ratificó.

           Guantánamo parece ser prioridad en la agenda de Barack Obama.  ¿Y «Diego García»? Es verdad que el flamante presidente de la Casa Blanca tiene demasiados desafíos, rompecabezas y crisis a resolver, así como una oposición conservadora que no le hace fácil gobernar. Pero, ¿tiene la voluntad política para terminar con esta abyección? ¿Podrá —y sobre todo querrá— ir contra la siembra de muerte de los bárbaros?
           La libertad, la justicia y los desterrados de «Diego García» esperan su palabra y la de la Unión Europea. Esperan, «como cuerpos bellos de muertos que no han envejecido/y los encerraron, con lágrimas, en una tumba espléndida/
—con rosas en la cabeza y en los pies jazmines» (Constantino Kavafis).

Cristina Castello, en revista "Playboy" (México), diciembre 2008

domingo, 1 de marzo de 2009

Martti Ahtisaari, Premio Nobel de la Paz 2008 y la invasión a Irak

 Lo llaman «Papá Mumin» por su parecido con un corpulento personaje de la familia Moomins, de cuentos y cómics escandinavos. Martti Ahtisaari recibirá la recompensa, equivalente a 1.4 millones de dólares en coronas suecas, el próximo 10 de este diciembre; y el 11 gozará de una fiesta que reunirá al Jet Set, en su honor. ¿No será hora de cuestionar este galardón, el Premio Nobel de la Paz
       Los motivos abundan: también estuvo nominado Georges W. Bush, por ejemplo. Sí. El mismísimo, a quien gran parte de los estadounidenses quieren juzgar por crímenes contra la humanidad. ... justamente él, el adalid de la paz.
           ¿Y qué tal si pensamos en Alfred Nobel, el padre del premio? Primero inventó la dinamita y otros explosivos que sirvieron a fines militares: la balistita o pólvora sin humo, por caso. Pobló a la humanidad de municiones, y con el rédito de sus inventos colmó su vida: hizo una fortuna colosal.  Pero antes de morir quiso lavar su culpa, y creó este y otros laureles que llevan su nombre: para literatura, medicina, física y química. «Ahí anda el artesano del desprecio, implorando el amor del despreciado» (Pablo Neruda).  
           Sin embargo, el mundo acepta la curiosa expiación de Alfred Nobel, y aplaude sus premios.

           «Papá Mumin» había dicho que le hubiera sido más fácil ganar la lotería que obtener este reconocimiento. ¿Será que el ansiado Nobel de la Paz se juega a los dados que tira el Poder, según convenga a sus designios?  De cualquier manera, nuestro premiado tiene méritos, aunque también... Ya se verá.
             Martti fue presidente de Finlandia entre el ’94 y el 2000 y acumula tres décadas consagradas a la mediación y resolución de conflictos en el planeta. Como comisionado y enviado especial de la ONU, su logro mayor fue haber supervisado la independencia de Namibia en 1990, causa por la cual luchó durante trece años. Además, atesora como éxitos su tarea como mediador en la guerra entre la OTAN y Serbia —donde no lo quieren ni un poquito—, y, muy especialmente, la supervisión del acuerdo de paz en el prolongado conflicto en la región indonesia  de Aceh.  Gracias a sus buenos oficios, lo firmaron las partes beligerantes el 15 de agosto de 2005 en Helsinki y con él como testigo.
Obama, Premio Nobel
Sus ojos celestes nacieron en Viipuri, hoy Viborg, ciudad de la ex Unión Soviética. Es curioso: si naciera ahora sería ruso.  Hijo de un suboficial del ejército, sufrió desde los dos años —en 1939 era casi un bebé— las consecuencias de la guerra entre la entonces URSS y Finlandia, que terminó en el ’44. Después quiso ser maestro, se graduó en la Universidad de Oulu y partió hacia el servicio militar obligatorio. Pero él no podía ser uno más. Entonces salió de allí, pero no como todos, sino con el grado de capitán.  Siempre atento a los asuntos de comercio e industria de los países llamados «en vías de desarrollo», formó parte del Comité Asesor del gobierno finés.
           «Papá Mumin» —gesto siempre adusto— es persona de costumbres simples. Cuando fue presidente por la socialdemocracia de su país, todo lo que tenía un tufillo ceremonioso le molestaba, y por eso y sin proponérselo, resultaba tan gracioso como su personaje de historieta. Provocó un pequeño escándalo en la prensa cuando se cayó dos veces al suelo durante recepciones oficiales y elegantes. No soportaba el frac, y los zapatos de charol le eran demasiado estrechos; el golpe era tan inevitable como lo fueron sus heridas en la nariz.
           «El hipopótamo», lo llaman también así, sonríe serio y feliz... fiel a su estilo, a pesar de todo. Tiene humor y sigue enamorado. Se casó con la historiadora Eeva Irmeli Hyvärinen en el ’68. Cuarenta años de amor, que los hicieron recibir juntos la noticia de la lotería, del juego de dados, o el Premio Nobel de la Paz, según se vea.
El hijo de ambos, Marko, nació en 1969. Altísimo ejecutivo empresarial de telefonía móvil y músico reconocido, papá Ahtisaari lo educó en la Universidad de Columbia, en los Estados Unidos de América.
Martti Ahtisaari, también un sello postal

Curioso carnaval

           En enero de 2007, el hoy flamante premiado había presentado su plan de paz, incluida una propuesta de «soberanía limitada», para Kosovo;  y esa independencia que  ayudó a conseguir, lo enorgullece, a pesar de las reticencias de países como España y Grecia; y del rechazo por parte de Serbia, Rusia y Cuba. El embajador ruso ante la OTAN, Dimitri Rogosin, se mostró francamente molesto por el Nobel para Ahtisaari y, como muchos otros, interpretó que su plan para Kosovo no hizo más que perjudicar a Serbia.
           De todos modos, «Papá Mumin» parece estar más allá de las críticas. A los 71 años se regocija porque su rostro será inmortalizado en un sello de correos de alrededor de un dólar, en moneda finesa, mientras espera la gran fiesta en honor de su premio.
           En Oslo, la capital noruega, los ricos y famosos
—sobre todo los poderosos— le rendirán homenaje durante una celebración que comenzará con un concierto y donde no faltará ni el mayordomo de Batman. Precisamente, el presentador será Michael Caine  —quien desempeñó ese papel en el reciente filme El caballero negro—, junto a la actriz norteamericana Scarlett Johansson; y entre otras stars, desfilarán por el escenario Diana Ross, la mexicana Julieta Venegas, la cantautora canadiense Leslie Feist y el cantante de country Dierks Bentley.
           Claro que el día anterior Martti Ahtisaari habrá embolsado el dinero del premio que, según ha dicho, le servirá para fortalecer la CMI, su ONG; se trata de la «Iniciativa para la Gestión de Conflictos», creada en el año 2000 para apoyar los esfuerzos de la comunidad internacional para prevenir y resolver crisis de seguridad en diversas áreas del mundo. Tal, la declaración de principios; pero según el diario ruso «RBC Daily» esta empresa es un verdadero negocio que le reporta grandes beneficios... ¿Qui sait?
           Defensor de la causa de Palestina y el Líbano, la posición de Ahtisaari con respecto a Irak fue, en cambio, francamente paradójica. En 2003 encabezó un equipo que evaluó las condiciones de seguridad para el personal de la ONU en Irak, tras la ocupación anglo-norteamericana. En aquel momento, fue favorable a la invasión. No compró el argumento mentiroso de las supuestas armas de destrucción masiva que dieron la excusa a Bush para atacar; pero justificó su defensa en los crímenes y violaciones a los derechos humanos cometidos por Saddam Hussein. 
           En una palabra: el flamante Premio Nobel de la Paz invocó la defensa de la vida para apoyar la muerte: los crímenes de lesa humanidad que cometerían los EEUU y su aliado británico. 
Henry Kissinger, Nobel 1973
con el criminal Pinochet
Desde 1901, fecha de la entrega de los primeros premios del arrepentido creador de explosivos de muerte, Alfred Nobel, la nómina de los ganadores es —por lo menos— discutible. Es verdad que entre los premiados, muchos hicieron honor a aquellas palabras de Erich Fromm según las cuales el corazón de hombre nunca deja de ser humano. Albert Schweitzer, Linus Carl Pauling, Martin Luther King, la Madre Teresa de Calcuta, y la latinoamericana Rigoberta Menchú.
           
Pero también, en una suerte de carnaval perverso, recibieron el galardón hombres cargados de sombra y muerte. Entre ellos, Theodore Roosevelt (no confundir con Franklin Delano Roosevelt), Henry Kissinger, Shimon Peres y Menachem Begin. Según Gabriel García Márquez, Begin —a quien con razón comparó a Adolf Hitler debería haber merecido el «Premio Nobel de la Muerte».

           Martti Ahtisaari, la figura viviente de «Papá Mumin», se lleva el premio en momentos en que el planeta padece más que nunca la mundialización de la miseria, la violencia y el desamparo. El día de su fiesta, mientras El caballero negro se verá en todas las pantallas del mundo, brindará con Michel Caine, el mayordomo de Batman, por su Nobel de la Paz. Y pues la crisis de la Tierra toda se acrecienta cada día, palpitarán también con más fuerza, las palabras de Martin Luther King en 1963: «Tengo un sueño». La libertad, la justicia, la paz.

Cristina Castello, en revista "Open"-México, 2008