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jueves, 28 de marzo de 2019

Poema de Antonio Gamoneda, para "Orage/Tempestad", de Cristina Castello


Antonio Gamoneda con Cristina Castello
París, 10/02/09

«Cristina»   

por Antonio Gamoneda para Cristina Castello

(frontispicio de «Orage/Tempestad» , de la autora)
Las palabras o frases que aparecen en letra cursiva pertenecen a Cristina Castello y aparecen, dispersas, tomadas por Gamoneda pars su poema «Cristina»   
En el equilibrio mortal de los equinoccios, cuando se manifiestan las apariciones sangrientas y
sólo se oye el llanto de los perros.
Cuando los pájaros se suicidan al amanecer y los estambres del dolor envuelven la
desesperanza,
entonces, los animales pensativos se dirigen a países inversos. Allí les espera un tren que
llevará a la tumba su corazón sin guantes.
Todos los cálices convergen en ti que permaneces asida al murmullo de los astros y das de
beber al portador del vértigo y al ruiseñor sediento de luz.
Tú lo has dicho; tú has escrito la verdad amarilla en el papel desgarrado por las madres: un
pelotón de verdugos persigue a los jazmines; lo has dicho mientras acunas dulcemente a
una paloma muerta y bandadas de jacintos acuchillan a la indiferencia.
Tú eres portadora de sílabas negras, guardas el sufrimiento universal bajo tus párpados
y seduces a las serpientes y a las alondras ciegas;
tú llevas en ti la cifra de la misericordia, eres roja y solar y te pronuncias enlágrimas que,
lentamente, surcan tus venas.
Eres un alma vestida de silencio y celebras el fuego porque estás ebria de luz
un motín de violines incesantes se desprende de ti
para cubrir el llanto, el llanto, el llanto.
Eres el mar insomne que se derrama sobre el corazón del pastor,
eres la tempestad y el amor, eres la sarga azul
sumergida en el manantial de la injusticia.
Nunca sabrás el vuelo de las geometrías,
nunca abrirás tus ojos a los insectos del miedo.
Vas a extender tus manos sobre las últimas llagas.
En ti,
“adiós” — dice el dolor con voz descalza.

Antonio Gamoneda es un hito en mi vida; hay un "antes" y un "después" en mi ser
desde que escribió "Cristina",
el poema que es el frontispicio de mi segundo poemario.
Ni siquiera nos conocíamos entonces y, como una Gracia,
me llegó su palabra escrita.
Una implosión

Después, ya el libro publicado, nos encontramos en París, como se ve en las fotos.C. C.
 


viernes, 6 de abril de 2018

Cristina Castello: el soplo del rayo, por Claude Darras

Cristina Castello, el soplo del rayo
Par Claude Darras


         No hace falta recordar el lugar que ocupan Paul Éluard, Jorge Luis Borges, Robert Desnos, Pablo Neruda, Victor Hugo y Miguel Hernández en su biblioteca intelectual. Poesía magnánima, sensual, desgarradora, Cristina Castello canta y clama, incansable, la verdad de la existencia, mezclando todos los perfumes, todos los gritos, todos los sueños, todas las caricias, todas las visiones, los de la mujer celebrada y los de la ceniza aborrecida.
         Periodista y pedagoga argentina, abre el tiempo de una epopeya nueva, nada menos; una epopeya del verbo en que lo auténtico del testimonio se armoniza con lo sensual de la expresión. Apenas leídos un versículo, una estrofa, un párrafo, exigen que se aprenda más de esta mujer que, en Francia desde el año 2001, comparte hoy la vida con el poeta André Chenet.
         Un vistazo retrospectivo sobre su experiencia profesional y poética  confirma la exigencia que puso en palabras, con el imperativo -como Antonin Artaud- de que no estuviesen desvinculadas de la vida. El resultado es una escritura del compromiso total, ético y político, de la palabra dada como acto de insumisión frente a todas las concesiones. Sus amigos, escritores que comparten con ella la misma palabra (Bernard Noël y Jean-Pierre Faye), expresaron su júbilo al escuchar y volver a escuchar a la«mensajera de las sílabas negras», según la definición de Antonio Gamoneda al escribir el prefacio de una de sus obras.
         Las voces mezcladas, coros que susurran o coros polifónicos, el desenfreno de la frase, los ritmos locos de la narración, la inventiva del recitativo, restituidos con brillo del castellano al francés por Pedro Vianna, todos estos componentes atestiguan que la poesía siempre será una cuestión de soplo, sabiendo que aquí se trata del soplo del rayo.

Torbellino

[...]
La palabra puede ser una cruz o una flor
Acaso un cerrojo abierto hacia la libertad
Un abecedario de alas, un violín de Chagall.

O quizás un cóndor genuflexo, un edén mendigo,
Unas sábanas fósiles en su destino de espera
Sin el perfume a placer del amor fecundado...
...
Tinieblas

Están agotados. Como las páginas
De los libros que se clausuran
Sin Ser jamás otra edición, la vida
Los desaparecidos de Argentina
Tulipanes sin tumbas, derruidos
Fantasmas sin huesos, grito mudo
Lágrimas que surcan mis venas...

(Extractos de «Ares», Buenos Aires, 12/II/2007 y/19/III/2007en «Orage/Tempestad», de Cristina Castello).

Nada más difícil que hablar de poesía, esbozar aunque sólo fuera una nota crítica que dé cuenta de un poemario o de una antología. ¿Habré de repetir la advertencia de Louis Aragon cuando apunta que «hay que estar loco para escribir sobre la poesía»  «La poesía se escribe, no se explica»  plantea Aragon, en 1968, en su prefacio a un texto suyo titulado Y «Quien habla de poesía está loco porque la poesía empieza allí donde se pasa a lo incomunicable». No, de veras, no reiteraré el desafío de Aragón. Prefiero refugiarme en el reto de Jean Cocteau que incita a «hacer comunicable lo incomunicable» de la escritura poética. Con esta perspectiva atrevida, escogí, en el tablero de mis lecturas, a cuatro de nuestros contemporáneos. [Acá, Cristina Castello], para quienes la poesía es un prisma que desde el fulgor deslucido de los periódicos, hace brotar los siete colores, fuente de matices infinitos y de múltiples escrituras.

Traducción del francés: Denise Peyroche

jueves, 12 de marzo de 2015

«Sed» de Cristina Castello: «Destellos iluminados de la palabra liberada», por François Xavier

Destellos iluminados de la palabra liberada


 La pequeña hermana de Rimbaud vive en Buenos Aires. Es verbo puro. Nombre desnudo de la palabra encantada, lleva consigo el diamante perdido de la humanidad: el amor. En el torbellino del horror cotidiano de un mundo enloquecido, Cristina Castello persiste en buscar la belleza en un estallido de silencio. Salida indemne del diluvio de oscuridad que se abatió sobre Argentina, en una época en que los militares creyeron que el ejército tenía un alma, ella se convirtió en periodista para ayudar a salvar al país sin dejar de ser la poeta que en cada segundo de vida respira a pleno pulmón. 
        Hispanófona de nacimiento pero políglota de vocación, aquí está presente, en la lengua de Voltaire, con este espléndido libro de poemas dedicado a la condición humana. André Malraux la habría acogido con los brazos abiertos, mensajera de una cultura tan lejana en kilómetros pero tan presente en paralelo de crepúsculos. Poesía bendita de la lengua universal, el misterio del agua azul infinita de mar y París, como capital mística, reunidos aquí bajo la cobertura de un editor del sur con nombre de viento, y así se cierra el círculo de un poeta al otro con suelas de viento, ese aire insuflado, precisamente, para pregonar en los senderos de la vida las esperanzas del corazón de los hombres.
          Poeta de miríadas de estrellas en la noche del mundo, Cristina siembra las pequeñas semillas de un himno dedicado a los justos, una Novena Sinfonía argentina, milagro de la sintaxis en el flujo y reflujo de las mareas humanas. Alabemos entonces nuestro tercer milenio, que nos habrá aportado también este Internet, magnífica tela de araña donde cada día se tejen los amores del mañana; espacio de libertad y creatividad donde encontré a la bella argentina un día de septiembre del año 2003, a la vuelta de un enésimo vínculo que me impulsó hacia su sitio, extraordinario santuario de la palabra justa, de la artista inocente apasionada por la justicia y el amor.
          Leamos Sed como un náufrago del desierto ¾lo que somos en realidad¾ y aprehendamos esta pequeña muerte, que es placer vivo, en la cascada del poema, en la música de la palabra justa, al ritmo de la puntuación insolente de verdad. Leamos, leamos y releamos, en la claridad del sol poniente, el hielo azul del poema cristalizado en páginas blancas. Leamos la Argentina bajo sus mas bellos atavíos, amémosla también como el país de Borges, pero desde ahora como el anclaje de una voz de bronce; Argentina, el país de Cristina Castello.

París, 1 de junio de 2004
Traducción de francés: Patricia Cadranel


Prólogo de Thiago de Mello, para "Orage/Tempestad", de Cristina Castello

Ya revisaba las últimas pruebas de Poetas da América de Canto Castelhano [1] cuando me llega la poesía de Cristina Castello: el mejor premio para mi trabajo perseverante de largos años con el fin de terminar la primera antología que se publica en Brasil de poetas de todos los países de América Latina. Poetas de mi corazón.
El mismo fervor amoroso con el que traduje a Rubén Darío, Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Jorge Luis Borges, Nicolás Guillén, Alfonsina Storni, Jorge Adoum, Mario Benedetti, la obra completa de César Vallejo, crece feliz cuando comienzo a alumbrar en el idioma de mi pueblo[2] los decasílabos perfectos deJazmines y Verdugos, cuya sonoridad profunda se acurruca en el silencio nocturno de mi selva.
           Um pelotão de verdugos persegue
           os jasmins que dançam com a brisa.
           Libaneses, palestinos. Humanos.
           Nas suas pálpebras os seus sóis se apagam,
           Horizontes cortados com tesouras[3].
Inventora de una lengua poética construida con talento y afán, de conmovedora belleza, Cristina pone de rodillas la ferocidad ciega que pretende aniquilar la belleza de la condición humana. Con sus perturbadoras metáforas, lo que planta no es ya la semilla, sino el gran árbol de la esperanza y la certeza de que el amor triunfará, poco importa cuándo. La poesía de Cristina funda la verdad, como Hölderlin[4] nos enseñó.
En la mañana amazónica brillan las escamas esmaltadas del río de mi infancia. Frente a ellas, apoyado sobre el parapeto de vieja caoba, leo en voz alta versos deOrage. Libro cuyo esplendor me descubre recovecos en los que anidan palabras llenas de estrellas, me lleva por subterráneos secretos del reino de la Poesía, de donde se yerguen para lavar la negrura del mundo, poemas de brasa y rocío.
Orage reclama un estudio de grandes honduras, de esas por donde se pasean peces de fabularios, ciegos que descifran sortilegios.
Lo que aquí te ofrezco, Cristina Castello, son las palabras de un poeta agradecido por la felicidad inefable que me entrega este libro, edificado por tu don creador, con belleza de incesante permanencia, metal que canta. A joy forever[5].
Poeta Cristina Castello, los pájaros de la selva cantan alegres tu nombre.
Thiago de Mello, julio de 2009
Traducido del portugués (Brasil) por Cristina Castello




[1] Literalmente: Poetas de América de Canto Castellano.
[2] Se trata del portugués de Brasil. 
[3] Un pelotón de verdugos persigue / A los jazmines que danzan con la brisa / Libaneses, palestinos. Humanos. /
Se les mueren los soles en los párpados /Tienen horizontes cortados con tijeras
Cf. el poema completo, en
pp. 18 (castellano) y 19 (francés).
[4] Alusión al último verso del poema Andenken (Memoria) de Friederich Hölderlin:Was belitbet aber, stiften dier Dichter (La poesía es la morada del ser). Para más detalles, ver la nota 5 de la versión en francés de este Prefacio. 
[5] Cf. John Keats: Endymion, libro I: A thing of beauty is a joy forever (Lo bello es alegría para siempre).