domingo, 1 de abril de 2018

Marcos Ana, el Quijote. Por Cristina Castello



(Marcos Ana murió el 24/11/2016- Esta nota es anterior)
Decidme cómo es un árbol. /Decidme el canto de un río/
cuando se cubre de pájaros.
Marcos Ana

Es el hombre que más tiempo estuvo en la cárcel durante la Guerra Civil española. Sin sueños de venganza, Marcos Ana sigue luchando contra el fascismo. Su historia es testimonio de los pájaros sin alas de aquella barbarie; y también una juerga de ternura que iza la Bondad por encima de todo horror.


Marcos Ana, poeta y Quijote. Emblema universal de la lucha por la libertad —88 años, hoy— estuvo en las cárceles del franquismo entre 1939 y 1961. Conoció el espanto en su piel, en su corazón, y a través de los ojos de sus compañeros; descubrió el oprobio en las manos de los torturadores: manos extranjeras a la vida que sólo los domingos cesaban de masacrar, pues entonces los verdugos rezaban en la Iglesia y con el capellán.
Pero también supo de deleites: en las mazmorras del fascismo español, Marcos Ana «adoptó» —como se adopta un bebé— una flor inocente, nacida en la grieta tenebrosa del muro más cruel. Así como, aunque trepado a los barrotes y castigado duramente por ello, se extasió con cada plenilunio que —gracias a su obstinación— pudo gozar. Igual que contrabandeó, reja a reja, la poesía de Neruda y sus propios versos, como una letanía que invocaba la libertad. Tenía sólo 19 años cuando cayó en aquel infierno del Régimen, y veintitrés más cuando —como una salva de pájaros contentos— pudo dejar la jaula para abrazar la nitidez de la luz.

Luz cegadora para él, que no conocía más que las tinieblas. Pero la vida, que sólo le había ofrecido su mano mezquina, le llegaba por fin con la mano que da. Entre todos sus dones, le dio los viajes, el reconocimiento mundial —el abrazo de la humanidad— y la posibilidad de luchar. Le dio la poesía, y le descubrió el amor y el sexo... recién a sus 42. Ella era joven y morena, delgada, bella y sutil. Se llamaba Isabel Peñalba y tenía la mirada azul.

¿Serán los ojos de Penélope Cruz, la actriz fetiche de Almodóvar, los que lo mirarán desde aquel azul de Isabel? Quién sabe. Primero terminará la filmación de «Los abrazos rotos» y, quizás, rodará «La piel que habito». Y entonces se dedicará a «Decidme cómo es un árbol», el último libro de Marcos Ana; obra que recorre el mundo con sus memorias de la prisión y de la vida, flameantes de humor, de la poesía de su prosa y del sentido de la existencia como un hecho trascendente.

¿Cuántos filmes podrían hacerse con cada latido de este Quijote? En cualquier caso, Almodóvar eligió tomar la historia de Marcos, «un superviviente», cuando era ya un pájaro en vuelo libre que surcaba cielos a la salida del infierno. Al cineasta le impresiona que, después de haber respirado tanta muerte, el poeta sepa de justicia y paz, de fraternidad y siembra, de imaginación y esperanza, y no de rencor. Le sorprende su pasión por la vida del prójimo. Se emociona porque en «Decidme cómo es un árbol», nuestro autor cuenta que —a causa de un compañero que lo denunció— recibió una de sus dos condenas a muerte; y, aun así, no da su nombre para evitar un daño a la posible familia del traidor.

Curiosa audacia la de Almodóvar, artista de un lenguaje cinematográfico barroco y brillante, cuyos temas habían sido hasta ahora el amor por su madre y por las mujeres, la sexualidad, el maridaje entre el amor y la muerte, y la transmutación del alma. Y si bien algunos hechos de la historia que filmará justifican a primera vista su elección —ya se verá— hay algo central, más novedoso que todo. «Marcos Ana es lo más parecido a un ángel —explicó el director—, no he conocido a nadie tan bueno». A partir de esta experiencia, ¿podremos sumar entre sus razones para elegir un guión el valor infinito de la Bondad?


La mirada azul
Decidme cómo es el beso / de una mujer. Dadme el nombre
del amor: no lo recuerdo
.
Marcos Ana

Después de 23 años tras los muros, lo más difícil fue la libertad. Aprender a ser libre. Marcos sabía vivir en la cárcel, donde el cariño hacia (y de) sus camaradas fue su sostén y su motor. Aunque fue torturado hasta casi morir; aunque vio asesinar tantas vidas y también su juventud, tiene grabadas en la piel y en todo su ser las risas de sus amigos y su generosidad. Con ellos compartía el hambre y el pan, los sueños y los homenajes con que —en las sombras de la sombra y con ingenio— honraban a los grandes poetas. La cárcel era una «universidad democrática», un hogar. Marcos fundó las tertulias literarias, a pesar de que la imaginación era salvajemente perseguida. Los guardias debían evitar la fuga física de los prisioneros; y el capellán, la fuga espiritual. Había que impedir la poesía, pues era enemiga del sistema, era un ser más a encarcelar. ¿Encarcelar el sol? ¡Vaya!

En la década de los ’50 y a una celda de castigo infrahumana sus compañeros le acercaron, ellos sabían cómo — ¡oh, qué gracia la imaginación!—, una lapicera y poemas de Neruda y de Rafael Alberti. Los leyó más de mil veces y... ¡empezó a escribir! Pero... ¿cómo guardar su palabra escrita? Y aquí otra vez la creatividad. Sus «colegas» de prisión aprendían de memoria sus versos, y los que recuperaban la libertad eran poemarios parlantes de Marcos Ana, conocido aún como Fernando Macarro Castillo. Tiempo después, recibió un librito impreso con sus poemas... ¡Hombre, qué felicidad! Eran las dos primeras ediciones de «Te llamo desde un muro», publicado entonces en México y en el Perú.

Como un juego interminable de espejos reflejados en sí mismos para multiplicarse, la cámara de Almodóvar mostrará a los espíritus inquietos del mundo, la vida de nuestro personaje y conciudadano suyo... ¡sí! Vaya sucesión de casualidades: el cineasta nació en La Mancha, igual que la obra suprema de la literatura universal: «El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha»; igual que Don Miguel de Cervantes Saavedra, su autor, quien había abierto los ojos a la vida en Alcalá de Henares, ciudad de la famosa región, donde Marcos vivió desde sus nueve años y padeció su primera prisión... ¿Es que existe el azar?

Virgen hasta los 42, para Fernando Macarro el mundo exterior era una leyenda, una fábula, una ficción. No había muros sino cielo; ¡había tocino! —tocino, aquel sueño suyo de hambreado durante los 9.000 días y noches de su encierro—; había coches, carteles luminosos, tiendas... ¡mujeres! Había una vida «normal» y él la había olvidado después de tantos años tras los muros. Habituado al horror y a la necesidad, las luces lo mareaban, devolvía la comida que había ansiado: se sentía en otra galaxia... hasta que llegó su noche azul.

Ella. Ella creía que él estaba borracho e intentó devolverle el dinero; el que él debía pagarle, como prostituta que era la muchacha. Fernando Macarro no sabía qué hacer, a solas con una mujer y en un hotel; se sentía torpe, extraño, desorientado, hasta que le contó la verdad: los 23 años de cárcel y su inexperiencia sexual. Y ella se dedicó a él con amor: lo llevó a pasear por la Gran Vía de Madrid y fueron a cenar, mientras él hablaba y hablaba, como una semilla que encuentra tierra fértil después de la sequedad.

La mirada azul lloró. Lloró tanto, al tiempo que él le contaba el único mundo que conoció. Lloró por todas las cosas que merecen lágrimas (Jorge Luis Borges). Isabel Peñalba —era ella, sí— lo llevó después al hotel y logró que Fernando hiciera el amor. Quería renacerlo, inaugurarlo. Ya en la mañana, chocolate con churros juntos en la cama, y cuando el poeta amanecido «varón» llegaba de vuelta a su casa encontró en el bolsillo las quinientas pesetas de la paga que ella no cobró. Y un papel, un llamado, una solicitud de amor: «para que vuelvas esta noche».

Él pensó en ella todo el día con deseo y emoción, pero el miedo de ofenderla con la paga —que además era dinero de la joven— se mezclaba con su deseo viril y con el temor de destrozar el recuerdo de aquella noche de pureza y magia. No sabía si ir o no, y otra vez fue una flor la que lo salvó de nuevo, para decidir. Compró docenas de flores tan luminosas como aquella que, nacida en el muro más cruel, había adoptado como a un bebé. Las 500 pesetas —el precio de la paga— se convirtieron en un bouquet de pimpollos con orquídeas y magnolias. Las dejó en la conserjería del hotel, con una tarjeta: «Para Isabel, mi primer amor». Franz Kafka escribió que cuando uno se empeña en subir, los escalones brotan debajo de los pies, anhelantes. Isabel fue el escalón al amor.
Almodóvar se regocija en este recodo de alba y de tal embeleso de ternura que su cámara ansía traducir.

Antes, mucho antes, el faro de Marcos había sido el cariño absoluto hacia sus padres, en quienes pensó para elegir el seudónimo con que lo conocemos. Escogió Marcos, por su papá: ¡ay!, aquella imagen de una gorra solitaria prendida en la rama de un árbol roto, cuando un bombardeo lo asesinó; los ojos desolados del hijo tenían 17 años. Decidió apellidarse Ana, por la mamá. Abnegada bajo su siempre pañuelo negro en la cabeza, ella había ido a verlo a la cárcel, una vez más, pero no la dejaron entrar. Con su calvario interior por haberse enterado de que el hijo estaba condenado a muerte, comenzó a volver sobre sus pasos. Mamá Ana cayó al suelo, los guardias la golpearon y humillaron y ella murió en una zanja, en aquella Navidad de 1943: «...que murió de rodillas, me contaron / crucificada en un leño de llanto, / con mi nombre de hijo entre sus labios / pidiendo a Dios el fin de mis cadenas»

Candilejas
Mi pecado es terrible; / quise llenar de estrellas / el corazón del hombre
Marcos Ana

Desde su liberación en 1961, gracias a la presión internacional, pues estaba condenado a sesenta años de rejas, recorrió Europa y gran parte de la América morena. Conoció a Louis Aragon, Pablo Neruda, por fin a Rafael Alberti y María Teresa León, a Salvador Allende, Nicolás Guillén, Picasso, Yves Montand, Michel Piccoli, Prévert, Jean-Paul Sartre, Joan Báez, Miguel Ángel Asturias, Pedro Vianna y tantos más. Convirtió su vida en una defensa de la libertad, en contra de todo autoritarismo. Fundó y dirigió en París, hasta el final del franquismo, el Centro de Información y Solidaridad con España (CISE), que presidió Picasso. Y cada persona que lo entrevistaba, y aún hoy, le repite una pregunta: ¿Vio en prisión al enorme poeta, alma de cristal, Miguel Hernández? Sí, lo había visto. Al «Fuego azul de la poesía» —como lo llamaba Neruda—, el franquismo lo había asesinado a los 31 años, con una tuberculosis ponzoñosa a la que sus verdugos jamás atendieron.

A los dos años de su libertad, Marcos conoció a Vida Sender, quien fue su mujer por muchos años. Hoy están separados, pero conservan una amistad cada vez más honda y el amor de los dos hacia «Marquitos», con quien vive. Es el hijo de ambos —hoy camarógrafo, fotógrafo y documentalista—, la ofrenda mayor que recibió de la libertad.

Pero hubo otras más. Como el reencuentro con aquella música de acordeones y violines que, de una orquesta lejana, había escuchado en la cárcel de Burgos en la Navidad del ’60. Nunca supo el nombre y, aunque la buscó con obsesión, sin ese dato y sin poderla tararear, no era posible hallarla.
Después, el vértigo de los viajes lo llevó a Copenhague, donde le habían asignado para hospedarse la casa de… Karen. Alta, bella, fascinante, la diosa nórdica no podía entenderse con él más que por señas. Marcos no hablaba una palabra de inglés, y ni pensar en el danés. Desde un sillón, la miraba, cohibido —más aún cada minuto—, sin poder pronunciar una palabra; y ella lo percibió: lo acomodó en el canapé, apagó las luces para crear un ambiente tenue que ayudara al reposo, puso cierta música en el tocadiscos y se dispuso a dejarlo descansar.

Entonces, la sonrisa de la vida. El milagro. La melodía que el poeta estaba escuchando era la de la película «Candilejas», la misma de aquella Navidad; la que tanto había buscado. La música le provocó un sobresalto que hizo a Karen volver, inquieta, y sentarse con él, casi en él. El resto fue el abrazo en silencio, la vibración al unísono, y el lenguaje del amor y la pasión. En los cinco días de su permanencia en Dinamarca y en tantos otros de su vida libre, el encantamiento pobló de estrellas al héroe que llena de estrellas el corazón del hombre.

«Decidme cómo es un árbol», clamaba Marcos Ana en el poema que dio el nombre al último libro. Hoy, ya todos los bosques, todos los pájaros y todos los ríos le contaron su historia. Hoy se reconoce como un «árbol milagroso», porque sigue dignificando la condición humana. Y se abraza a la palabra de su admirado Paul Éluard: «Y serán recompensados los que ríen de horror».

Cristina Castello, en revista "Playboy" de México, Octubre 2008

viernes, 30 de marzo de 2018

El hombre que humanizó el boxeo y condenó a Oscar Wilde por amar, por Cristina Castello

Oscar Wilde
Fue el octavo Marqués de Queensberry quien,  junto a John Graham Chambers, creó las reglas del boxeo moderno en 1867 e inventó los guantes «nuevos y de la mejor calidad». Su objetivo fue dar a lo que en aquel momento era una disputa sangrienta brutal el aspecto de un arte. John Sholto Douglas, tal su nombre, quiso para el boxeo lo mismo que los griegos habían logrado ya en el año 1900 antes de Cristo, lo cual les permitió que lo incluyeran en el 688 de la misma era en los Juegos Olímpicos. Quería hacer de este deporte, que se practicaba particularmente entre la aristocracia, un culto al cuerpo.

Pero el arte y el respeto a lo corporal del hombre no le importaban al Marqués, sino tan sólo para el pugilismo. En cambio para el amor para ese amor donde anida la Gracia Sholto Douglas guardaba la hipocresía propia de su moral victoriana. Paradojas de la existencia. En el cementerio de Père Lachaise de París, en una tumba que más parece un pájaro en siempre vuelo, están las cenizas de su víctima: uno de los escritores y poetas célebres de la historia universal. Oscar Wilde.
 
Caricatura del Marqués de Queensberry
en Vanity Fair
 Boxeo, ¿deporte o violencia?

El hombre utilizó sus puños a manera de arma desde tiempos remotos. En Albacete, España, hay pinturas rupestres de los años 10.000 a 5.000 anteriores a la era cristiana, con representaciones de estas luchas; y en siglos posteriores, pero siempre antes del nacimiento de Cristo, la historia registra la existencia del boxeo en muchos países. En África, Egipto, la India, Irak y Grecia ­—ya estaba dicho: Homero escribió sobre boxeo en «La Ilíada», la epopeya y el poema más antiguo de la literatura occidental.

El Imperio Romano lo tomó de la cultura griega y lo convirtió en un espectáculo bestial, injusto, salvaje. Era un espectáculo al que se sometía a los esclavos, gladiadores y prisioneros, en los circos romanos. ¡Cómo no iba a ser un imperio el que introdujera todos los condimentos de la crueldad!

Los púgiles-víctimas, usaban el «cestus». ¡Ah, cuánta falta hacía el marqués de Queensberry… pero no para condenar el amor, sino para salvar vidas! El «cestus» era una suerte de guante de metal con clavos y cuchillas, para amputar los cuerpos… o matarlos, mientras el circo romano reía y aplaudía.

Lástima –en este aspecto-, faltaban siglos para que naciera el Marqués. Aquel imperio –que es como el imperio de nuestros días- llegó a incluir un «myrmex», para hacer más horroroso el horror. El «myrmex» era una espuela de bronce que se adosaba a los guantes y que podía pesar hasta tres kilos. «Mirmex» significa despedazador de miembros.

Por suerte, cuando el Imperio Romano decayó, ya no pudo costear estas carnicerías tan divertidas y el cristianismo también se opuso a aquellos enfrentamientos dignos de una pesadilla.

Y pasaron los años como las nubes pasan por el camino del ancho cielo.
Y llegó a Inglaterra el noble (venía de la nobleza) arte de «fistiana», el arte de «fistear». A ver… hablemos en lengua «humana», digo… comprensible.
«Fistiana»: del inglés «fist» = puño, en castellano.

El primer registro de un combate de boxeo en la modernidad data de1681 cuando el duque de Albermarle organizó –en Inglaterra, por cierto– un combate entre su mayordomo y su carnicero. A mi juicio, el circo romano continuaba; también en 1719, cuando el boxeo era un deporte popular en Londres y James Fig, el gran héroe y campeón.

Pero los combates se hacían sin guantes, los adversarios rodaban por el suelo, se agredían a mano abierta y a puño cerrado, los espectadores apostaban como en el casino… «¡Pégale más fuerte, mátalo, destrózalo!»… bramaba la multitud caníbal. Seguía la matanza.

Y entonces llegó el que se conoce como el «Padre del boxeo», Jack Broughton, quien pudo reglamentar apenas una pizca de aquella salvajada.
Según sus dictados, un boxeador no podía permanecer más de treinta segundos en el suelo, a noventa centímetros de su contrincante (¿o enemigo?); y, si no reaccionaba, el entrenador podía darlo por derrotado.
Sin eufemismos: salvarle la vida… o tratar de hacerlo.
Después, las reglas del London Prize Ring acortaron los treinta segundos a ocho y si el deportista era volteado, se daba por finalizada la pelea.
Pero aquello era sólo un analgésico para semejante sangría
Oscar Wilde y Lord Alfred Bosie Douglas, el «delito» de amarse

 ¡Que llegue el Marqués humanista!

Y llegaron John Sholto Douglas Marqués de Queensberry con John Graham Chambers. ¡Qué alivio! Claro que ya corría 1867 y los heridos, muertos y mutilados por el boxeo eran innumerables. Eran innumerables se-res hu-ma-nos.

«Nuestro» por ahora hombre de Queensberry (1844-1900), cambió las categorías de «peso» de los deportistas e instituyó los salvadores «guantes de la mejor calidad y nuevos». En realidad, este código habría sido redactado por John Graham Chambers y producido y patrocinado por el Marqués, quien –además lo publicó. 

 A partir de entonces, se estableció que los «asaltos» no podían durar más de tres minutos, con un minuto de descanso entre ellos; y que el boxeador que cayera al suelo o sobre una de sus rodillas, no podía permanecer en esas condiciones más de diez segundos. En ese momento, se daba por perdida la pelea.

Del dúo Chambers-Sholto Douglas proviene también la idea del famoso «cuadrilátero»: el ring debía ser un espacio cuadrado de 7,3 x 7,3 metros y la clasificación de los luchadores por categorías, de acuerdo a su peso.

El hombre bisagra

En 1889 el estadounidense John Sullivan, campeón de los «pesados», peleó y ganó frente a Jake Kilrain el último combate sin guantes de la historia.
Después, en Nueva Orleáns (Louisiana) y ya con los guantes que imponían las reglas de Queensberry, perdió la competencia de su categoría frente a James Corbett. Fue el 7 de septiembre de 1892.

John Sullivan fue el hombre-bisagra entre dos etapas de este deporte y las pautas de Queensberry se mantienen hasta hoy como código de conducta.
Pero… ¿Hasta dónde los boxeadores eligen ese camino por amor al cuadrilátero, hasta dónde por necesidad de dinero y/o por qué ansían la fama? ¿Hay violencia en ellos… o las carencias los empujan a tomar los guantes de Queensberry?
De Vanity Fair

Pienso en algunos de los considerados «Reyes del boxeo».
El «Campeón gaucho» Carlos Monzón, campeón del mundo del peso medio, a quien entrevisté tantas veces.  El 12 de febrero de 1988 asesinó a su última esposa, Alicia Muñiz, a quien tiró por el balcón de un edificio de la ciudad de Mar del Plata. En 1995 murió en un accidente automovilístico, cuando iba a su casa para gozar de un permiso penitenciario.
Otro de los Reyes, el mexicano Ricardo López,  («El Finito»),

«Campeón del mundo del peso paja» en 1990 y del peso «mini mosca» en 1999. Cincuenta y una victorias, ninguna derrota, la frente alta y considerado por muchos como un ejemplo. Tanto más, sin duda, lo sería el sinaloense Julio César Chávez, cinco veces campeón mundial en diferentes categorías. El Marqués de Queensberry aplaudiría sin guantes.

¡Que se vaya el Marqués!

El Marqués de Queensberry, John Sholto Douglas, fue el padre del lord Alfred Douglas, «Bosie», pareja amada-amante del escritor, dramaturgo y poeta Oscar Wilde. «El mapa del mundo estará incompleto si en él no incluimos al país de la Utopía», escribió. Y vivió sus palabras.

Pero su utopía, que no era otra cosa que el amor total con «Bosie», lo llevó a la cárcel, donde escribió «La balada de la cárcel de Reading». Allí estuvo condenado a dos años de trabajos forzados, a raíz de un juicio por «indecencia grave por la comisión de actos homosexuales». El marqués lo había acusado de sodomía, lo cual fue una expresión de la falsedad, del cinismo político de la época –¿sólo de la época? –, de la soberbia del Poder y, por cierto, de la intolerancia.
El precio del amor: la cárcel

Oscar salió de la prisión arruinado financieramente, y con su espíritu herido: se equivocó al creer que «Bosie» ya no lo amaba; y tras las rejas le escribió un largo texto que se conoce como «De profundis».
Paradojas de la condición humana: el mismo marqués que salvó tantas vidas, gracias a las reglas del boxeo y a la obligación de los guantes, quiso matar el amor. 

Bajo el nombre falso de Sebastian Melmoth, Wilde pasó el resto de su vida en París, donde murió en soledad a los 46 años.

Su sepulcro de pájaro enamorado tiene cientos de señales de besos de quienes lo amamos. Bendita su vida, que quiso ser vivida como poesía y no como la prosa que escriben los mediocres. Debo decir que cuando lo visité en el cementerio de Père Lachaise, sentí que en aquellos versos de su Balada escrita tras las rejas, no hablaba de otro, sino de sí mismo: 
«… Entre los reos caminaba /con un mísero uniforme gris / y una gorrilla en la cabeza; /parecía andar ligero y alegre, /pero nunca vi un hombre que mirara con tanta avidez la luz del día. /Nunca vi a un hombre que mirara/con ojos tan ávidos/ese pequeño toldo azul/al que los presos llaman cielo…»
          
           El suyo era un cielo sin reglas porque el amor no las necesita.
           Era un cielo sin guantes.
La tumba de Oscar en Père Lachaise, Paris.
Cada milímetro está poblado de besos


           Cristina Castello

           Abril 2008, en revista Open
           México

Pedofilia: #LaNocheDeML/Natacha Jaitt, en 6 pasos – Cristina Castello

1.- Llevan al programa a Natacha Jaitt para que dé nombres de supuestos pedófilos (yo no estaba de acuerdo con esto).
2.- Natacha empieza a dar nombres y la callan. para que no diga aquello para lo cual se la invitó: groseras intervenciones de Ninci y de Grabia.
3.- Termina el programa y hay un impensado y significativo abrazo -cariñosísimo- de la mamá del soldadito-héroe, Marcelo Daniel Massad, caído en Malvinas, a Natacha.


Sólo a Natacha Jaitt abrazó, con amor y por su propia iniciativa.Quisieron oponerlas como el bien y un supuesto mal, pero la dama-mamá, Dalar Massad, abrió su corazón
4.-El corporativismo de los medios, calla lo que pasó y/o lo disfraza (ver Clarín/Nación/Infobae/Perfil, etc.).
5.- El abrazo de la mamá del soldadito-héroe y TW (fue TT mundial) - desde donde se exigía al programa, que no callara una palabra sobre pedófilos- dan el veredicto.
6.-Veredicto: culpables #LaNocheDeML y los medios que, cómplices y hasta esta madrugada, callaron y/o tergiversaon. Se exige la verdad.

**Remarcable: la piedad en cada tuit hacia Natacha, por su vida, y el hartazgo por tanta hipocresía.
El programa del 31/03/2018 completo
AQUÍ


* Pienso en Lourdes Di Natale, asesinada en tiempos de Carlos Menem, porque sabía demasiado

Cristina Castello, palabras al pasar
madrugada del 01/04/2018, después de haber visto el programa

lunes, 12 de marzo de 2018

Cuando "ABUELO" actúa como un adjetivo discriminatorio - Cristina Castello y Silvia Camino

c"Cuando se los llama 'ABUELOS', se sustrae a los ciudadanos  adultos mayores, del reconocimiento  pleno  de sus derechos y como premio consuelo se los trata con léxicos empalagososse les habla en diminutivo, mostrando una ‘pretendida ternura social’".
 (Silvia Camino


Cristina Castello:
La vejez es un viento que llega y arranca una flor" (William Yeats).
Quienes llaman “abuelos” a las personas mayores, son ese viento que quiere arrancarles las flores. Son muchos periodistas y “periodistas” y muchos políticos.

Diálogo espontáneo en Facebook, entre  la Dra. Silvia Camino (abogada) y Cristina Castello  


-Cristina Castello:
No me gustan que digan "abuelos” a los mayores; muchos no tienen nietos; y muchos de quienes lo dicen, por ejemplo la nepotista Mirta Tundis, tienen más de 60, como la mayor parte de quienes convierten el sustantivo “abuelo” en un adjetivo discriminatorio.

- Silvia Camino:
“Abuelo”
no es una categoría social ni jurídica. Los mayores pueden o no tener  nietos. Pero ningún adulto mayor es “abuelo” del pueblo. Tienen los mismos derechos de todos los ciudadanos. Y más: como “discriminación positiva” que deben tener igual que los niños. Una sociedad que quiera ser humanitaria y democrática deberá bregar fuertemente por sus “derechos”. Decirles “abuelos” es casi tenerles “pena”. A mí eso me duele. Mucho. Creo que se les debe gran respeto y tantas veces, admiración.

-Cristina Castello:
 Sil, aprovecho que sos abogada, ¿existe la palabra “abuelo” en Derecho, para llamar a las personas de esta franja etaria?

-Silvia Camino:
A ver, Cris…esta terminología podría ser más propia dentro del Derecho de Familia. La ley los referencia  -al tratar las relaciones de parentesco entre las personas-  como  el ‘ascendiente común’ en una línea recta de la cual se derivan distintas generaciones dentro del seno de la familia. No los llama llanamente “abuelos”. Que quede claro: los adultos mayores pueden o no tener descendencia; esto es, pueden o no tener hijos y/o nietos; y esto nada les agrega ni les quita.

--Cristina Castello:
Claro, entonces sería otra cosa, nada que ver. Para mí esto de decir “abuelos” es también una discriminación según el poder o la posición que tenga cada persona mayor.
¿Quién diría “abuelos” a Graciela Fernández Meijide, a Santiago Kovadloff,  a Magdalena Ruiz Guiñazú, a Juan José Sebrelli, a  Guillermo Roux, a Felipe “Yuyo” Noé,  a Antonio Pujía, a Antonio Seguí, a Martha Argerich?
¿A Mauricio Macri (60 en 2019), a Marcos Aguinis,  a Graciela Borges, a Susana Giménez?
¿A los miembros de la SCJ, Elena Highton de Nolasco, Juan Carlos Maqueda y los otros? 
¿Y a Mario Raúl Negri, a Lilita Carrió, a Mirtha Legrand y a Marcela Tinayre,  y… a Bergoglio (con el perdón de la mesa 
J)?  
¿Acaso a Carlos Menem, a CFK, y a Néstor Kirhner les decimos “abuelos”? 
¿Y cuando  se invita a los programas a Beatriz Sarlo –para que hable mal del Gobierno,  la llaman “abuela”?
¿Y a los criminales del Terrorismo de Estado o a los criminales terroristas de las “Tres A” en adelante, les decimos “abuelos”?
¿Y a los enormes Gregorio Klimovsky y Manuel Sadosky o a la Dra. Carmen María Argibay?
¿María Julia Alsogaray y/o Álvaro Alsogaray, son mencionados como “abuelos”?
¿Y a Raúl Alfonsín, a Don Arturo Illia, y a Hipólito Yrigoyen y a Moisés Lebensohn?
¿El general José de San Martín es recordado como un “abuelo”?
¡Ni hablar de mis colegas periodistas, de más de 60, de 70 u ochenta, que hablan de “abuelos”!
Es como cuando, tantos políticos, periodistas y “periodistas”, dicen “la gente”,  como para señalar que “la gente” son “los otros”; quienes no ostentan posiciones de poder o de propaganda, o acreditan dineros importantes, son “la gente”.  Así también, hay “personas” y hay… “abuelos”: los desechos de personas.

-Silvia Camino:
Absolutamente así, Cris, ¡tal como decís! En la 'jerga' argentina -por una tan triste como pretendidamente edulcorada convención social, incluso muchas personas de buena voluntad, así como comunicadores y políticos aceptan decir 'abuelos' a los adultos mayores que han tenido a lo largo de sus vidas las menores posibilidades en educación y calidad de trabajos. Los 'abuelos' son los adultos mayores que se encuentran más dependientes de la ayuda -en el mejor de los casos de sus familias- porque tienen los 'bolsillos más flacos' si no vacíos; seres humanos que fueron dejados en esta situación por nuestro cínico y depredador sistema jubilatorio; lejos quedaron del 'jubileo' cuando todos los gobiernos han arrasado con sus cajas previsionales, pues siempre calcularon que muchos tal vez no tendrían fuerza para protestar, ni votos para dar, ni vida suficiente para reclamar. Sin dudas, y tal como decís, los 'abuelos' son los adultos mayores/ciudadanos más discriminados por estar en la situación más grave de vulnerabilidad -junto con los chicos- y a veces, peor. Siniestra palabrita la de 'abuelos’, en este caso.

-Cristina Castello:
Ni hablar de los grandes hombres que hicieron historia, desde la ciencia, la política, las artes… Aclaro para las “feminazis”: “hombres” está dicho en el sentido genérico, como se usó siempre.  Nadie les dijo ni les dice “Abuelos”.

-Silvia Camino:
Totalmente, Cris. Decir ‘abuelos’ a los ciudadanos adultos mayores es como otorgarles una  capitis diminutio” -como decían los romanos- o disminución en la capacidad jurídica, una especie de ciudadanos de segunda. Se los sustrae del reconocimiento  pleno  de sus derechos y como premio consuelo se los trata con léxicos empalagosos; se les habla en diminutivo, mostrando una ‘pretendida ternura social’. Es muy raro este caso argentino. Trata a un ciudadano mayor casi a la categoría de un infante. Carece de toda sensatez.
Espero que Cambiemos pague ya las SENTENCIAS FIRMES
a los mayores, NO a los "abuelos"

-Cristina Castello:
A quienes menos tienen… “la pobreza, esa dura y vieja bruja” (William Blake). Qué curioso, vos sabés, Sil, en francés, “jubilation” quiere decir “júbilo”; la misma palabra, en castellano, es un oprobio, al que disfrazan con “abuelos”, para “tiernizar
 –como bien decías- la injusticia y la ausencia de fraternidad. Insisto, la palabra “abuelo”, para las personas mayores, es un adjetivo discriminatorio. Perverso.

-Silvia Camino:
¡Sí! ‘Abuelos’ es EL eufemismo para llamar a los adultos mayores pobres, "sin una situación de poder económico/social',como decís, a veces con poca educación y que tuvieron los trabajos más desfavorables. Un beso, mi querida Cris
Cristina Castello

"Habría que nacer viejos y morir niños. Nacer sabios y pisar fuerte desde el comienzo, para no caer desde el principio, e ingenuamente morirnos. Y creer que al final todo fue un juego, cuando somos viejos -es decir, niños- reírnos de la vida por conocer ya sus ríos, reírnos de la muerte por no entender sus abismos. Nacer viejos y morir niños... Saber que hemos llegado. No ver el fin del camino". 
Enrique Bossero


*Estas palabras al pasar escritas muy velozmente, en un ida y vuelta, son enriquecedoras. Pueden ocurrir en FB, cuando se encuentran personas con ojos que saben ver y que tienen vocación de ayudar a construir la vida

Diálogo de Silvia Camino y Cristina Castello en FB
Hoy, 12/03/2018
Imágenes de flores, de ESTE SITIO

miércoles, 7 de marzo de 2018

Alfredo Alcón: «El erotismo es la conversación de los cuerpos», por Cristina Castello

Foto: Ramón Puga Lareo
(Un ping pong donde nada tiene que ver con nada y todo tiene que ver con todo)

¿Qué es estar vivo?
Es tener alegría.

¿Te  da alegría que te  digan “el mejor”?
No, no, eso del “mejor” me suena a éxito. A ruido, a clasificación, a molde. Además, durante mucho tiempo pensé que todo se debía a un gran malentendido.

¿Por qué?
Porque un día comprenderían que yo era una... mierda.

Pero no pasó...
No, porque soy un privilegiado. Porque me tienen afecto.

Por suerte se inventó el amor. Aunque ahora casi todo apunta a las extremidades y poco al corazón...
Es cierto. Porque nos educan mal. Porque nos dicen que el amor debería ser la razón de la vida.

¿El sentido de la vida?
Digamos que sí. La mezcla de la sinrazón del amor, con la necesidad del conocimiento y con el juego de la imaginación.

¿Es tu definición del amor?
No,  no podría definirlo. No soy poeta. Y no quiero hablar como si estuviéramos en la época de los griegos en una isla y con una cítara en la mano.

¿El amor no es posible en tiempos menemistas?
Es difícil para los que no ganan ni para sobrevivir. Son la mayoría y ahora les están amputando el alma.

¿Culpás al Gobierno?
No. Acá hay un estado de desprecio al hombre y a sus valores que tiene distintos nombres. Este presidente pasará y vendrán otros. Por eso, hablar mucho de estos pequeños les da mucha importancia. Ellos no saben amar.


¿Los condenás al silencio?
No, porque no creo en el silencio. El silencio es un lenguaje.

¿Qué es un árbol?
Es un árbol y es parte del lenguaje. Pero cuando a dos personas se les aparece la misma imagen de árbol, árbol es una resonancia.

La misma música... ¿Y el baile? Bailás muy bien...
Sí, y a veces bailo solo. Y me hace bien.

¿Te gusta nadar, por la sensualidad del contacto con el agua?
Sí, y porque es vislumbrar cómo es ser pescado.

¿Qué es la utopía?
La única forma de ser- humano. Si uno no es utópico, no es.

¿Dónde están tus  alas?
Se despliegan cuando encuentro esos seres, que me hacen sentir que todo es más liviano.

¿Te gusta tu cuerpo?
No sé... ¡qué pregunta! Cuando veo una estatua pienso...

¿Te gustaría ser como el David de Miguel Ángel?
Claro, pero cuando escucho a Ernesto Sábato me gustaría tener su inteligencia; es la nostalgia por la perfección.

¿Qué obra de la pintura de todos los tiempos sintetiza tu mundo?
No sé. Pero me gusta Joan Miró. Y cuando voy al Prado y pienso que veré al Cristo de Velázquez, me digo “ya voy llegando, ya voy llegando”.

¿Es más importante el deseo que la concreción del deseo?
Dicen que peor que no tener algo es tenerlo. Pero  yo prefiero tenerlo.

 Foto: Ramón Puga Lareo

¿Por qué la poesía?
Porque revela mundos.

¿Qué es un teatro?
Es un lugar donde la gente se junta para ensayar la vida.

¿Una ceremonia, en el sentido de los chamanes?
No me gusta la palabra ceremonia, es ceremoniosa.

¿El erotismo está en la mente o en el cuerpo?
Es el guiño de los cuerpos.

¿Dónde están tus maldades?
En ese día o en ese  un minuto, cuando  me siento indiferente; la indiferencia es el infierno.

¿Es posible que rías de inocencia?
No sé. Pero trato de crecer con la curiosidad del asombro.

¿Por qué nunca hablas de tu mamá?
Por eso: porque es mi mamá; es chiquita, flaquita y tiene una rara fuerza, en su fragilidad.

¿Guardas archivo de tus notas periodísticas?
Mi mamá hace el archivo de todo lo que publican sobre mí. Por eso me gustan las notas: para que ella las vea.

Cristina Castello, Publicado en  “Clarín Revista”, entonces revista dominical del Diario “Clarín”, mientras trabajábamos en los números cero de “Viva”.
Buenos Aires, 23 de octubre de 1993



viernes, 16 de febrero de 2018

Ernesto Sábato «El mundo se ha vuelto terrible y todo lo que nos rodea parece profetizar un tenebroso Apocalipsis», por Cristina Castello

Foto: Ramón Puga Lareo - 1985
Ernesto Sábato, 33 años después 

«La justicia social debe ser inseparable de la libertad. La sola libertad social es válida sólo para algunos privilegiados. La justicia social sin libertad real -el populismo-  engendra esclavos»
Foto: Ramón Puga Lareo
  Desde su casa en Santos Lugares, aislado casi monacalmente, por momentos quiere parecer terrible: gruñe, me gruñe, pero no es más que un juego, que conoce bien. Después sonríe -es lúdico- y, entre juego y juego, hilvana  los hechos que explican su vida.
Ubicado en una zona de fractura, como todos los argentinos, no sabe de tibiezas; 
asegura que su vida fue una reivindicación de la fe y del arte, de las emociones, los sentimientos y la intuición. Verdadera obsesión, su búsqueda de Dios a quien por primera vez reconoció  en este diálogo.
"No he hecho más que rumiar unas pocas obsesiones, que a veces se manifestaron en tentativas racionales". Así se expresó en "Uno y el universo" –su primer libro (1945) – que escribió cuando abandonó la ciencia; cuarenta años después,  sigue rumiando  las mismas obsesiones. 
Hoy, parado sobre sus setenta y tres años, Ernesto Sábato ya no  quiere hablar de su gestión frente a la CONADEP (Comisión Nacional Sobre la Desaparición de Personas), creada por el Dr. Raúl Alfonsín ; y, aunque cordial y muy a gusto porque habla  de su vida, no hace fácil el diálogo. Para que se aproxime a lo verdadero,  tengo que vencer más de una arista aguda de su carácter. Pero vale  la pena. Durante los noventa minutos de nuestra charla y a despecho de su fama de gruñón, no pocas veces lo veo reír (Cristina Castello)


 Los días de la infancia
 "Nací en Rojas, provincia de Buenos Aires, cuando era todavía un pueblo con calles de tierra. Allí hice la escuela primaria y empecé a escribir y dibujar las primeras cositas... calcule como habrán sido. Recuerdo todavía a Firpo sacando a Dempsey entre las cuerdas. En los días patrios dibujaba con tizas de colores en el pizarrón: a Belgrano haciendo jurar la bandera o San Martín en los Andes. Siento melancolía de aquel tiempo pampeano con su gente, su campo, pájaros y lagunas, pajonales, y olor a alfalfa recién cortada..."
 - ¿Nostalgia del tiempo niño?
- No es sólo eso. Creo que se trata del endurecimiento actual en este fin de los tiempos modernos con su ciencia y su robotización, con la alienación del hombre y su desacralización. Antes se luchaba por una comunidad de justicia y libertad e imperaba una nobleza que ahora solo existe excepcionalmente.
- Justicia... libertad... palabras que perdieron su esencia de tanto mal uso...
- Sí, pero también porque el mundo se ha vuelto infinitamente terrible y todo parece profetizar un tenebroso Apocalipsis.
- Ya hablaremos de eso. Ortega y Gasset decía que el hombre toma la forma del paisaje que habita. ¿Le ocurrió en  su niñez?
- El paisaje de la infancia, los temores y esperanzas de ese periodo decisivo y enigmático, son formadores  para siempre de los atributos fundamentales.
- Se percibe en sus novelas, sobre todo en fragmentos que se refieren al pueblo de campaña...
- Por supuesto. Hay allí muchos hombres de campo o de pueblo, con un vocabulario que en buena parte se ha perdido: pastitomañanitaahoritamocito  y en personajes como Don Amancio de "Abbadon el exterminador." y don Pancho de "Héroes...".
- También las obsesiones y pesadillas de entonces lo marcaron definitivamente...
- Sí, son las obsesiones más misteriosas que luego se manifestaron en las novelas.
- ¿Qué me dice de aquellos socialistas de grandes sombreros negros y corbatas voladoras que aparecen en algunos capítulos?
- Los recuerdo con ternura y admiración. En los hombres de ideales de transformación social, había un gran romanticismo entonces. Creo que no existían los odios espantosos que hay ahora.
- Cuando en nombre de algún pretendido humanismo  y en nombre de Dios y de la Patria se mata  y humilla la dignidad humana, eso se llama subversión…
- Usted lo ha dicho, pero aquellos hombres ideales eran otra cosa. Un viejo anarquista que conocí en La Plata me contó una historia ejemplar. La policía había recogido a un criollo que estaba desmayado en la calle. Era un caso de inanición. En la comisaría le dieron de comer y allí  le encontraron un billete de diez pesos: una fortuna entonces,  en el bolsillo. "¿Y esto?", le preguntaron intrigados. "Eso es del sindicato", respondió el criollazo. No hace falta agregar más. 


Sábato, apenas un bebé

Las búsquedas del adolescente
 "Hice el secundario en el colegio de la Universidad de La Plata, que fue uno de los grandes lujos de aquella Argentina. La creó –casi podría decir inventó- don Joaquín V. González, un gran humanista, un espíritu supremo. Creo que estudiábamos allí sin darnos cuenta de lo que aquello significaba. La casa de estudios era vertical: tenía escuela primaria, colegio secundario y universidad, y sus docentes y planes de estudio también eran un lujo. Ezequiel Martínez Estrada era profesor de literatura, y don Pedro Henríquez Ureña tenía la cátedra de lenguas. Después estudié en la facultad de Ciencias Físico-matemáticas..."
 - Henríquez Ureña era un platónico propenso al racionalismo, ¿y usted?
-  Yo siempre viví por impulsos de intuición y fui muy agresivo y polémico.
- ¿Se comunica con las personas  a través de sutiles afinidades espirituales?
- Sí, no me unen ni separan las afinidades de ideas. Tengo amigos entrañables que piensan distinto que yo en muchas cosas pero me une una afinidad. Podría decir que es una "raza espiritual" y que  creo que fue el motivo de mi acercamiento a Don Pedro.
- Además de razonador y platónico ¿cómo era él?
- Honrado, minucioso y profundamente generoso. Cumplía con el deber de un modo conmovedor.
- Usted le preguntó una vez por qué lo hacía y el dio una respuesta por demás emotiva...
- Sí, con aquella sonrisa dibujada e irónica que la era propia, me respondió "Porque hay que hacerlo y además, porque quizás entre esos chicos puede haber un futuro escritor". Aquello  sucedió cuando ya éramos amigos, en la época de "Sur".
- Después que publicó su primer artículo en la revista "Teseo" –sobre "La invención de Morel",  de Bioy Casares-,  Henríquez Ureña lo llamó  y ahí empezó usted en "Sur.”...
 - ¡Sí! comprenderá mi emoción cuando me propuso publicar en la que era la revista literaria en todo el mundo de habla hispana. Después que salió mi primera nota, me dijo que Victoria Ocampo quería conocerme. Así empecé en Sur y así empezó mi vida estrictamente literaria. Unos años después me ofrecieron integrar el comité de redacción, donde había nombres tan famosos como Borges, Amado Alonso, Ansermet, Alfonso Reyes, Jules Supervielle, y el propio Henríquez Ureña. Puede imaginar mi alegría...
- Existe el prejuicio de que era una revista para elites: cerrada y oligárquica
- Es una gran falsedad. Escribieron allí comunistas como Sartre, María Rosa Oliver, Waldo Frank y otros de izquierda como Albert Camus, y también liberales y conservadores. Entraba cualquiera que tuviera condiciones, porque el factótum de la revista era José Bianco y él se guiaba por su intuición intelectual y por su honradez.
- Cuénteme de su elección del doctorado en ciencias físico-matemáticas en pro del orden platónico que le faltaba.
-  Es lo que entendí la primera vez que asistí a la demostración de un teorema y me fasciné por aquel orden purismo. No sabía que acababa de descubrir el orden platónico: el universo de los objetos ideales, ajenos a la corrupción y a la muerte.

- El ansia de absoluto.
- Sí, el mundo exterior me parecía terrible y caótico; me dolían la transitoriedad y el desorden, la sociedad y la injusticia. Fue  una  evasión del mundo de los hombres.
- Pero se acercó después a ellos: a los anarquistas.
- Es verdad y aún recuerdo los mítines en apoyo a Sandino, el héroe de la liberación nicaragüense y los que se hacían por Sacco y Vanzetti. Pero después me hice comunista porque sentí que era la única fuerza capaz de una transformación social. Y también me fui: cuando los crímenes de Stalin empezaron a hacerse evidentes.
- ¿Fue su primer contacto directo con la crueldad y el desprecio por la vida?
- Es verdad. Y el dolor fue mayor porque yo venía de un movimiento idealista.
- ¿Qué recuerda de los comunistas que conoció?
- Había y seguramente hay, burócratas y santos. Detesté a los ambiciosos de poder y admiré a los que luchaban con coraje y con una fe para-religiosa, por un mundo mejor. Desprecié a los revolucionarios de salón, que en Francia forman la  gauche-caviar  y puse mis ojos en  los que luchaban por los desheredados
- ¿Libertad, justicia e  igualdad son indispensables para dar dignidad a la vida?
- La justicia social debe ser inseparable de la libertad. No es una u otra: son indisolubles.
-  Sin justicia social, no hay libertad…
.  No, la sola libertad social es válida sólo para algunos privilegiados.

- ¿Y la justicia social sin libertad, o supuesta justicia social… normalmente asistencialismo?

- La justicia social -si la hubiere- sin libertad real, engendra esclavos: engendra populismos.

 
Con el Dr. Raúl Alfonsín, informe final de la
histórica CONADEP
Hacia un continente de peligros
 "Terminé el doctorado en el 37 y al año siguiente Houssay me dio una beca para trabajar en radiaciones atómicas en aquel célebre laboratorio Curie, de París. De todos modos yo había seguido escribiendo siempre... claro que "a escondidas"... a mis compañeros les hubiera parecido poco honorable que un físico publicara un cuento, y mucho más una novela. Cuando llegué llevaba los originales de "La fuente muda" –que nunca publiqué- y presentía que pronto abandonaría la ciencia. Me subyugaba el mundo oscuro pero apasionante de los hombres, sus ansiedades, sus obsesiones y sus deseos. Así las cosas, trabajaba de día en el laboratorio y de noche me reunía con los surrealistas…"
 - Se rodeó de surrealistas,  la propuesta contraria a la científica.
- Sí, era  el mundo de la sinrazón frente a la razón. El de las tinieblas y la inconsciencia frente al de la luz y la razón pura. Eso me gustó, en contra del cientificismo.
- Y conoció a Wilfredo Lam y André Breton, ¿qué pasó dentro suyo?
- Primero conocí al pintor español Oscar Domínguez y después a Lam y Breton. Y entonces comenzó  una lucha tremenda entre mi vocación profunda y mi deber ante las expectativas que maestros y profesores me habían depositado.
- Consideró  que la ciencia es ajena a los sentimientos, a las emociones y a las vivencias de arte y de justicia, pero eso es el cientificismo, no la ciencia.
- Es verdad, la  ciencia pura tiene una gran belleza pero aun así no me alcanzaba. Volví a la Argentina con conflictos enormes;  y en el '43 abandoné mis cátedras y me fui con Matilde y nuestro hijo mayor a un rancho de las sierras de Córdoba. Estuve aislado un año durante el cual pasamos muchas estrecheces pero medité mi destino y escribí "Uno y el universo".
- Y aseguró en su  prólogo dejaba  la ciencia para siempre, ¿para quedar preso de sus palabras y persistir en las letras?
- Fue quemar las naves y en cierto modo, un acto de locura.
- ¿Por qué no publicó el libro La fuente muda?
- Por vergüenza. Pero publiqué ensayos en Sur y no parecían tan vergonzosamente opuestos a la ciencia, como la ficción.
- ¿Escribe para sublimar problemas inconscientes?
- Creo que les pasa a todos los escritores de ficción.
- Apuntaba a que desde hace cinco años pinta, ¿por lo mismo?
- Pienso que todo arte tiene  ese fundamento inconsciente. Además, nada hay de razonable en las actitudes de  mi vida pues siempre me moví por golpes de intuición, también con la pintura. Porque empecé a pintar cuando  la vista casi  me impidió escribir, pero también porque era una vieja pasión.
- Y quemó mucho de su obra escrita, ¿por vergüenza, esnobismo o qué?
- Porque caigo en pozos depresivos muy profundos y todo lo que hago me parece inútil. Además, si uno ya expresó  los grandes dilemas de la vida y de la muerte ¿para qué seguir publicando? Y si no, ¿para qué seguir probando? Además, lo importante no es la cantidad;  si no Corín Tellado sería más importante que Cervantes.
- ¿Se siente reconocido como escritor, en la Argentina?
-  Recién ahora y a pesar de la voluntad de muchos que quisieron silenciarme. Tengo treinta y tantas traducciones y muchos premios internacionales, y sin embargo, cuando en Francia Abbadon... ganó el del mejor libro extranjero en el 77, acá todos los diarios callaron.

 El arte,  integrador

 "Después que publiqué en ‘Sur’ y en el suplemento literario de ‘La Nación’, se me abrieron las puertas de la literatura argentina. Siguieron ‘Uno y el universo’ y los otros libros que usted conoce. Allí está mi pensamiento. Una novela que abarque lo irracional y lo racional descubre al escritor; porque en ellas se  responde sobre los grandes enigmas de la existencia: Dios y el destino, la esperanza y la angustia y el sentido general de la vida..."
 - El arte es integrador y su importancia está en relación directa con la cantidad de universo que trastorna, escribió usted, ¿es la misión del arte?
- Sí, pero no puedo responderle en un reportaje lo que intente aclarar en muchos ensayos y en Abbadón.  Necesitaría  centenares de páginas, símbolos, delirios, pasiones y mitos.
- Sábato,  leí sus libros. Pero no puede usted obligar al público que lea esta nota, a que devore sus libros.  Además, la clave está en hacer sencillo lo difícil, de manera que insisto,  ¿El arte puede salvar al hombre y rescatar su unidad perdida?
- Con la convicción de que declarar esto simplemente no basta, le diré  sin embargo, que sí. Creo que el arte  y muy especialmente la ficción  no sólo es una tentativa de expresar la enajenación del hombre contemporáneo, sino uno de  los modos de salvarlo de ella..
- ¿Sigue pensando que están condenados al infierno los que descreen?
-  Sí, y ese infierno no es futuro: forma parte del presente de los que no creen.
- ¿Y cuál es su fe?
- Ya le dije que no puedo  responder en dos palabras y con puros conceptos. Y obligo  a nadie leer mis tres novelas, pero quien  quiera saber y sentir mi posición, tendrá que hacerlo.
- Suena vanidoso. E imperativo.
- No, porque no me enojaré con quienes no los lean: son terribles y desagradables y nunca hice amistades o enemistades porque los hayan leído o no.
-  Sigamos, sus obras de ficción revelan un espíritu religioso.
- ¿Sabe que creo que sí? Porque constantemente me planteo el problema.
Con Matilde Kusminsky,
su esposa, su crítica
- Más que eso,  me parece que reconoce la existencia de Dios. Por ejemplo cuando dice que en alguna parte del cielo reside un espíritu divino; cuando recuerda que Dostoievski y Kierkegaard se salvaron de la desesperación total,  porque creyeron; o cuando acepta que el considerar a Dios como un enemigo, Nietzsche estaba aceptando su existencia.
- Sí, pero un espíritu religioso no es alguien que necesariamente cree en Dios, sino alguien que lo busca con ansiedad.
- ¿Se puede probar racionalmente la existencia de Dios?
- En mi opinión, no.
- No son pocos los teólogos que lo intentaron. 
- Es  verdad, pero creo que sólo por una repentina iluminación, digamos....por una intuición metafísica se llega a eso. Dostoievski nos enseña mucho sobre el tema pero... están mis libros para responder...ya le dije.
- En Sobre héroes y tumbas aquel muchacho dice que si Dios no se presentara se suicidaría y...
- Sí...eso dice.
- ¡Bueno Sábato!  Esa es su búsqueda y aún su respuesta. No olvido que el personaje no se suicidó.
- Ya ve  (se descubre y se siente descubierto). Son los libros los que responden.
- Entonces concluimos  en que cree en Dios, aunque  siempre lo negó.
- Bueno... si tuviera que ponerme entre la espada y la pared, diría que sí.
- ¿Diría o  cree?
-   Está bien. (Le cuesta decirlo) la conclusión es que...Sí, creo en Dios.

En busca de secretos

"Por todo lo que le he contado, deducirá que la literatura que más me interesa  es la que indaga a través de los mitos, los personajes y los símbolos. Pero... ¿qué más quiere que le cuente de mi vida? Ya hablamos mucho y lo los detalles serian infinitos..."
 - ¿Cuál  es el  valor de lo fantástico?
- Creo que el universo lo es y quien no lo ve es muy miope o muy tonto. El mundo es asombroso: los sueños, los sentimientos, las emociones, los encuentros; y lo digo en el sentido del azoramiento de Pascal, cuando señalaba que estamos colgados entre dos infinitos: el antes y el después.
- Y el arte es los dos infinitos y es también el puente, ¿no? 
- El arte los integra, pero... ¿vamos a seguir hablando?
- ¿Por qué tiene  esa manía de inventarse antipático? Con sus respuestas, pocos imaginarían que hace años accedió sin tantos rodeos como siempre, a que yo le hiciera una entrevista sólo para favorecerme laboralmente. Ya ve, me obliga a recurrir a algo personal.
- No lo recordaba (sonríe). Pero  también  puedo ser muy antipático. Soy incómodo, violento, depresivo y es difícil convivir conmigo y con mis angustias.
- Juega con una imagen terrible,  ¿con sus nietos disimula la ternura?
- No, porque con los chiquitos me pasa lo mismo que con los desamparados. Nadie me pudo nunca  por la fuerza; pero los que sufren, los desposeídos, las víctimas de las injusticias y los marginados, ellos sí me pueden.
- ¿Hay algo que no?
(Con cara seria) El esperanto. 
- Es una pena que se prive de esa vibración.
-  Es que...por favor demos esto por terminado, ya hablamos mucho (sonríe).
- Y a usted le encanta.
-  Sí (descubierto)  pero si seguimos hablaremos del fin de siglo y de la crisis total a que llegaremos, de esta sobre valoración de  ciencia y  la técnica.  Creo que sólo una sociedad que revalore al hombre completo y le reintegre su unidad perdida, será capaz de superar esta crisis.
-  "He buscado y sigo buscando ciertos secretos", escribió  ¿Los encontró?
- Sí y no. Sigo buscando y todo arte es expresión de esa búsqueda.
-  Es una  manera de reconocerse...
- De reconocerme y de salvarme.

Cristina Castello – Foto de apertura y conmigo, durante la entrevista: Ramón Puga Lareo 
Santos Lugares - Buenos Aires, Argentina 
Publicado en diario "Tiempo Argentino",  13 de febrero de 1985


¡Nunca Más!
  (Video)
 Entrega del informe final de la CONADEP
primer paso para el 
Juicio a las Juntas Militares realizado durante la presidencia del doctor Raúl Alfonsín. Fue el primer proceso contra los altos mandos militares por el asesinato planificado, sistemático y masivo de personas que se hizo,  desde los Juicios de Nüremberg, luego de la Segunda Guerra Mundial. Y fue el primero en el mundo, llevado adelante por tribunales civiles
*El decreto del Dr. Alfonsín, abarcó a las tres primeras juntas de militares y a siete cabecillas de la guerrilla