viernes, 16 de febrero de 2018

Ernesto Sábato «El mundo se ha vuelto terrible y todo lo que nos rodea parece profetizar un tenebroso Apocalipsis», por Cristina Castello

Foto: Ramón Puga Lareo - 1985
Ernesto Sábato, 33 años después 

«La justicia social debe ser inseparable de la libertad. La sola libertad social es válida sólo para algunos privilegiados. La justicia social sin libertad real -el populismo-  engendra esclavos»
Foto: Ramón Puga Lareo
  Desde su casa en Santos Lugares, aislado casi monacalmente, por momentos quiere parecer terrible: gruñe, me gruñe, pero no es más que un juego, que conoce bien. Después sonríe -es lúdico- y, entre juego y juego, hilvana  los hechos que explican su vida.
Ubicado en una zona de fractura, como todos los argentinos, no sabe de tibiezas; 
asegura que su vida fue una reivindicación de la fe y del arte, de las emociones, los sentimientos y la intuición. Verdadera obsesión, su búsqueda de Dios a quien por primera vez reconoció  en este diálogo.
"No he hecho más que rumiar unas pocas obsesiones, que a veces se manifestaron en tentativas racionales". Así se expresó en "Uno y el universo" –su primer libro (1945) – que escribió cuando abandonó la ciencia; cuarenta años después,  sigue rumiando  las mismas obsesiones. 
Hoy, parado sobre sus setenta y tres años, Ernesto Sábato ya no  quiere hablar de su gestión frente a la CONADEP (Comisión Nacional Sobre la Desaparición de Personas), creada por el Dr. Raúl Alfonsín ; y, aunque cordial y muy a gusto porque habla  de su vida, no hace fácil el diálogo. Para que se aproxime a lo verdadero,  tengo que vencer más de una arista aguda de su carácter. Pero vale  la pena. Durante los noventa minutos de nuestra charla y a despecho de su fama de gruñón, no pocas veces lo veo reír (Cristina Castello)


 Los días de la infancia
 "Nací en Rojas, provincia de Buenos Aires, cuando era todavía un pueblo con calles de tierra. Allí hice la escuela primaria y empecé a escribir y dibujar las primeras cositas... calcule como habrán sido. Recuerdo todavía a Firpo sacando a Dempsey entre las cuerdas. En los días patrios dibujaba con tizas de colores en el pizarrón: a Belgrano haciendo jurar la bandera o San Martín en los Andes. Siento melancolía de aquel tiempo pampeano con su gente, su campo, pájaros y lagunas, pajonales, y olor a alfalfa recién cortada..."
 - ¿Nostalgia del tiempo niño?
- No es sólo eso. Creo que se trata del endurecimiento actual en este fin de los tiempos modernos con su ciencia y su robotización, con la alienación del hombre y su desacralización. Antes se luchaba por una comunidad de justicia y libertad e imperaba una nobleza que ahora solo existe excepcionalmente.
- Justicia... libertad... palabras que perdieron su esencia de tanto mal uso...
- Sí, pero también porque el mundo se ha vuelto infinitamente terrible y todo parece profetizar un tenebroso Apocalipsis.
- Ya hablaremos de eso. Ortega y Gasset decía que el hombre toma la forma del paisaje que habita. ¿Le ocurrió en  su niñez?
- El paisaje de la infancia, los temores y esperanzas de ese periodo decisivo y enigmático, son formadores  para siempre de los atributos fundamentales.
- Se percibe en sus novelas, sobre todo en fragmentos que se refieren al pueblo de campaña...
- Por supuesto. Hay allí muchos hombres de campo o de pueblo, con un vocabulario que en buena parte se ha perdido: pastitomañanitaahoritamocito  y en personajes como Don Amancio de "Abbadon el exterminador." y don Pancho de "Héroes...".
- También las obsesiones y pesadillas de entonces lo marcaron definitivamente...
- Sí, son las obsesiones más misteriosas que luego se manifestaron en las novelas.
- ¿Qué me dice de aquellos socialistas de grandes sombreros negros y corbatas voladoras que aparecen en algunos capítulos?
- Los recuerdo con ternura y admiración. En los hombres de ideales de transformación social, había un gran romanticismo entonces. Creo que no existían los odios espantosos que hay ahora.
- Cuando en nombre de algún pretendido humanismo  y en nombre de Dios y de la Patria se mata  y humilla la dignidad humana, eso se llama subversión…
- Usted lo ha dicho, pero aquellos hombres ideales eran otra cosa. Un viejo anarquista que conocí en La Plata me contó una historia ejemplar. La policía había recogido a un criollo que estaba desmayado en la calle. Era un caso de inanición. En la comisaría le dieron de comer y allí  le encontraron un billete de diez pesos: una fortuna entonces,  en el bolsillo. "¿Y esto?", le preguntaron intrigados. "Eso es del sindicato", respondió el criollazo. No hace falta agregar más. 


Sábato, apenas un bebé

Las búsquedas del adolescente
 "Hice el secundario en el colegio de la Universidad de La Plata, que fue uno de los grandes lujos de aquella Argentina. La creó –casi podría decir inventó- don Joaquín V. González, un gran humanista, un espíritu supremo. Creo que estudiábamos allí sin darnos cuenta de lo que aquello significaba. La casa de estudios era vertical: tenía escuela primaria, colegio secundario y universidad, y sus docentes y planes de estudio también eran un lujo. Ezequiel Martínez Estrada era profesor de literatura, y don Pedro Henríquez Ureña tenía la cátedra de lenguas. Después estudié en la facultad de Ciencias Físico-matemáticas..."
 - Henríquez Ureña era un platónico propenso al racionalismo, ¿y usted?
-  Yo siempre viví por impulsos de intuición y fui muy agresivo y polémico.
- ¿Se comunica con las personas  a través de sutiles afinidades espirituales?
- Sí, no me unen ni separan las afinidades de ideas. Tengo amigos entrañables que piensan distinto que yo en muchas cosas pero me une una afinidad. Podría decir que es una "raza espiritual" y que  creo que fue el motivo de mi acercamiento a Don Pedro.
- Además de razonador y platónico ¿cómo era él?
- Honrado, minucioso y profundamente generoso. Cumplía con el deber de un modo conmovedor.
- Usted le preguntó una vez por qué lo hacía y el dio una respuesta por demás emotiva...
- Sí, con aquella sonrisa dibujada e irónica que la era propia, me respondió "Porque hay que hacerlo y además, porque quizás entre esos chicos puede haber un futuro escritor". Aquello  sucedió cuando ya éramos amigos, en la época de "Sur".
- Después que publicó su primer artículo en la revista "Teseo" –sobre "La invención de Morel",  de Bioy Casares-,  Henríquez Ureña lo llamó  y ahí empezó usted en "Sur.”...
 - ¡Sí! comprenderá mi emoción cuando me propuso publicar en la que era la revista literaria en todo el mundo de habla hispana. Después que salió mi primera nota, me dijo que Victoria Ocampo quería conocerme. Así empecé en Sur y así empezó mi vida estrictamente literaria. Unos años después me ofrecieron integrar el comité de redacción, donde había nombres tan famosos como Borges, Amado Alonso, Ansermet, Alfonso Reyes, Jules Supervielle, y el propio Henríquez Ureña. Puede imaginar mi alegría...
- Existe el prejuicio de que era una revista para elites: cerrada y oligárquica
- Es una gran falsedad. Escribieron allí comunistas como Sartre, María Rosa Oliver, Waldo Frank y otros de izquierda como Albert Camus, y también liberales y conservadores. Entraba cualquiera que tuviera condiciones, porque el factótum de la revista era José Bianco y él se guiaba por su intuición intelectual y por su honradez.
- Cuénteme de su elección del doctorado en ciencias físico-matemáticas en pro del orden platónico que le faltaba.
-  Es lo que entendí la primera vez que asistí a la demostración de un teorema y me fasciné por aquel orden purismo. No sabía que acababa de descubrir el orden platónico: el universo de los objetos ideales, ajenos a la corrupción y a la muerte.

- El ansia de absoluto.
- Sí, el mundo exterior me parecía terrible y caótico; me dolían la transitoriedad y el desorden, la sociedad y la injusticia. Fue  una  evasión del mundo de los hombres.
- Pero se acercó después a ellos: a los anarquistas.
- Es verdad y aún recuerdo los mítines en apoyo a Sandino, el héroe de la liberación nicaragüense y los que se hacían por Sacco y Vanzetti. Pero después me hice comunista porque sentí que era la única fuerza capaz de una transformación social. Y también me fui: cuando los crímenes de Stalin empezaron a hacerse evidentes.
- ¿Fue su primer contacto directo con la crueldad y el desprecio por la vida?
- Es verdad. Y el dolor fue mayor porque yo venía de un movimiento idealista.
- ¿Qué recuerda de los comunistas que conoció?
- Había y seguramente hay, burócratas y santos. Detesté a los ambiciosos de poder y admiré a los que luchaban con coraje y con una fe para-religiosa, por un mundo mejor. Desprecié a los revolucionarios de salón, que en Francia forman la  gauche-caviar  y puse mis ojos en  los que luchaban por los desheredados
- ¿Libertad, justicia e  igualdad son indispensables para dar dignidad a la vida?
- La justicia social debe ser inseparable de la libertad. No es una u otra: son indisolubles.
-  Sin justicia social, no hay libertad…
.  No, la sola libertad social es válida sólo para algunos privilegiados.

- ¿Y la justicia social sin libertad, o supuesta justicia social… normalmente asistencialismo?

- La justicia social -si la hubiere- sin libertad real, engendra esclavos: engendra populismos.

 
Con el Dr. Raúl Alfonsín, informe final de la
histórica CONADEP
Hacia un continente de peligros
 "Terminé el doctorado en el 37 y al año siguiente Houssay me dio una beca para trabajar en radiaciones atómicas en aquel célebre laboratorio Curie, de París. De todos modos yo había seguido escribiendo siempre... claro que "a escondidas"... a mis compañeros les hubiera parecido poco honorable que un físico publicara un cuento, y mucho más una novela. Cuando llegué llevaba los originales de "La fuente muda" –que nunca publiqué- y presentía que pronto abandonaría la ciencia. Me subyugaba el mundo oscuro pero apasionante de los hombres, sus ansiedades, sus obsesiones y sus deseos. Así las cosas, trabajaba de día en el laboratorio y de noche me reunía con los surrealistas…"
 - Se rodeó de surrealistas,  la propuesta contraria a la científica.
- Sí, era  el mundo de la sinrazón frente a la razón. El de las tinieblas y la inconsciencia frente al de la luz y la razón pura. Eso me gustó, en contra del cientificismo.
- Y conoció a Wilfredo Lam y André Breton, ¿qué pasó dentro suyo?
- Primero conocí al pintor español Oscar Domínguez y después a Lam y Breton. Y entonces comenzó  una lucha tremenda entre mi vocación profunda y mi deber ante las expectativas que maestros y profesores me habían depositado.
- Consideró  que la ciencia es ajena a los sentimientos, a las emociones y a las vivencias de arte y de justicia, pero eso es el cientificismo, no la ciencia.
- Es verdad, la  ciencia pura tiene una gran belleza pero aun así no me alcanzaba. Volví a la Argentina con conflictos enormes;  y en el '43 abandoné mis cátedras y me fui con Matilde y nuestro hijo mayor a un rancho de las sierras de Córdoba. Estuve aislado un año durante el cual pasamos muchas estrecheces pero medité mi destino y escribí "Uno y el universo".
- Y aseguró en su  prólogo dejaba  la ciencia para siempre, ¿para quedar preso de sus palabras y persistir en las letras?
- Fue quemar las naves y en cierto modo, un acto de locura.
- ¿Por qué no publicó el libro La fuente muda?
- Por vergüenza. Pero publiqué ensayos en Sur y no parecían tan vergonzosamente opuestos a la ciencia, como la ficción.
- ¿Escribe para sublimar problemas inconscientes?
- Creo que les pasa a todos los escritores de ficción.
- Apuntaba a que desde hace cinco años pinta, ¿por lo mismo?
- Pienso que todo arte tiene  ese fundamento inconsciente. Además, nada hay de razonable en las actitudes de  mi vida pues siempre me moví por golpes de intuición, también con la pintura. Porque empecé a pintar cuando  la vista casi  me impidió escribir, pero también porque era una vieja pasión.
- Y quemó mucho de su obra escrita, ¿por vergüenza, esnobismo o qué?
- Porque caigo en pozos depresivos muy profundos y todo lo que hago me parece inútil. Además, si uno ya expresó  los grandes dilemas de la vida y de la muerte ¿para qué seguir publicando? Y si no, ¿para qué seguir probando? Además, lo importante no es la cantidad;  si no Corín Tellado sería más importante que Cervantes.
- ¿Se siente reconocido como escritor, en la Argentina?
-  Recién ahora y a pesar de la voluntad de muchos que quisieron silenciarme. Tengo treinta y tantas traducciones y muchos premios internacionales, y sin embargo, cuando en Francia Abbadon... ganó el del mejor libro extranjero en el 77, acá todos los diarios callaron.

 El arte,  integrador

 "Después que publiqué en ‘Sur’ y en el suplemento literario de ‘La Nación’, se me abrieron las puertas de la literatura argentina. Siguieron ‘Uno y el universo’ y los otros libros que usted conoce. Allí está mi pensamiento. Una novela que abarque lo irracional y lo racional descubre al escritor; porque en ellas se  responde sobre los grandes enigmas de la existencia: Dios y el destino, la esperanza y la angustia y el sentido general de la vida..."
 - El arte es integrador y su importancia está en relación directa con la cantidad de universo que trastorna, escribió usted, ¿es la misión del arte?
- Sí, pero no puedo responderle en un reportaje lo que intente aclarar en muchos ensayos y en Abbadón.  Necesitaría  centenares de páginas, símbolos, delirios, pasiones y mitos.
- Sábato,  leí sus libros. Pero no puede usted obligar al público que lea esta nota, a que devore sus libros.  Además, la clave está en hacer sencillo lo difícil, de manera que insisto,  ¿El arte puede salvar al hombre y rescatar su unidad perdida?
- Con la convicción de que declarar esto simplemente no basta, le diré  sin embargo, que sí. Creo que el arte  y muy especialmente la ficción  no sólo es una tentativa de expresar la enajenación del hombre contemporáneo, sino uno de  los modos de salvarlo de ella..
- ¿Sigue pensando que están condenados al infierno los que descreen?
-  Sí, y ese infierno no es futuro: forma parte del presente de los que no creen.
- ¿Y cuál es su fe?
- Ya le dije que no puedo  responder en dos palabras y con puros conceptos. Y obligo  a nadie leer mis tres novelas, pero quien  quiera saber y sentir mi posición, tendrá que hacerlo.
- Suena vanidoso. E imperativo.
- No, porque no me enojaré con quienes no los lean: son terribles y desagradables y nunca hice amistades o enemistades porque los hayan leído o no.
-  Sigamos, sus obras de ficción revelan un espíritu religioso.
- ¿Sabe que creo que sí? Porque constantemente me planteo el problema.
Con Matilde Kusminsky,
su esposa, su crítica
- Más que eso,  me parece que reconoce la existencia de Dios. Por ejemplo cuando dice que en alguna parte del cielo reside un espíritu divino; cuando recuerda que Dostoievski y Kierkegaard se salvaron de la desesperación total,  porque creyeron; o cuando acepta que el considerar a Dios como un enemigo, Nietzsche estaba aceptando su existencia.
- Sí, pero un espíritu religioso no es alguien que necesariamente cree en Dios, sino alguien que lo busca con ansiedad.
- ¿Se puede probar racionalmente la existencia de Dios?
- En mi opinión, no.
- No son pocos los teólogos que lo intentaron. 
- Es  verdad, pero creo que sólo por una repentina iluminación, digamos....por una intuición metafísica se llega a eso. Dostoievski nos enseña mucho sobre el tema pero... están mis libros para responder...ya le dije.
- En Sobre héroes y tumbas aquel muchacho dice que si Dios no se presentara se suicidaría y...
- Sí...eso dice.
- ¡Bueno Sábato!  Esa es su búsqueda y aún su respuesta. No olvido que el personaje no se suicidó.
- Ya ve  (se descubre y se siente descubierto). Son los libros los que responden.
- Entonces concluimos  en que cree en Dios, aunque  siempre lo negó.
- Bueno... si tuviera que ponerme entre la espada y la pared, diría que sí.
- ¿Diría o  cree?
-   Está bien. (Le cuesta decirlo) la conclusión es que...Sí, creo en Dios.

En busca de secretos

"Por todo lo que le he contado, deducirá que la literatura que más me interesa  es la que indaga a través de los mitos, los personajes y los símbolos. Pero... ¿qué más quiere que le cuente de mi vida? Ya hablamos mucho y lo los detalles serian infinitos..."
 - ¿Cuál  es el  valor de lo fantástico?
- Creo que el universo lo es y quien no lo ve es muy miope o muy tonto. El mundo es asombroso: los sueños, los sentimientos, las emociones, los encuentros; y lo digo en el sentido del azoramiento de Pascal, cuando señalaba que estamos colgados entre dos infinitos: el antes y el después.
- Y el arte es los dos infinitos y es también el puente, ¿no? 
- El arte los integra, pero... ¿vamos a seguir hablando?
- ¿Por qué tiene  esa manía de inventarse antipático? Con sus respuestas, pocos imaginarían que hace años accedió sin tantos rodeos como siempre, a que yo le hiciera una entrevista sólo para favorecerme laboralmente. Ya ve, me obliga a recurrir a algo personal.
- No lo recordaba (sonríe). Pero  también  puedo ser muy antipático. Soy incómodo, violento, depresivo y es difícil convivir conmigo y con mis angustias.
- Juega con una imagen terrible,  ¿con sus nietos disimula la ternura?
- No, porque con los chiquitos me pasa lo mismo que con los desamparados. Nadie me pudo nunca  por la fuerza; pero los que sufren, los desposeídos, las víctimas de las injusticias y los marginados, ellos sí me pueden.
- ¿Hay algo que no?
(Con cara seria) El esperanto. 
- Es una pena que se prive de esa vibración.
-  Es que...por favor demos esto por terminado, ya hablamos mucho (sonríe).
- Y a usted le encanta.
-  Sí (descubierto)  pero si seguimos hablaremos del fin de siglo y de la crisis total a que llegaremos, de esta sobre valoración de  ciencia y  la técnica.  Creo que sólo una sociedad que revalore al hombre completo y le reintegre su unidad perdida, será capaz de superar esta crisis.
-  "He buscado y sigo buscando ciertos secretos", escribió  ¿Los encontró?
- Sí y no. Sigo buscando y todo arte es expresión de esa búsqueda.
-  Es una  manera de reconocerse...
- De reconocerme y de salvarme.

Cristina Castello – Foto de apertura y conmigo, durante la entrevista: Ramón Puga Lareo 
Santos Lugares - Buenos Aires, Argentina 
Publicado en diario "Tiempo Argentino",  13 de febrero de 1985


¡Nunca Más!
  (Video)
 Entrega del informe final de la CONADEP
primer paso para el 
Juicio a las Juntas Militares realizado durante la presidencia del doctor Raúl Alfonsín. Fue el primer proceso contra los altos mandos militares por el asesinato planificado, sistemático y masivo de personas que se hizo,  desde los Juicios de Nüremberg, luego de la Segunda Guerra Mundial. Y fue el primero en el mundo, llevado adelante por tribunales civiles
*El decreto del Dr. Alfonsín, abarcó a las tres primeras juntas de militares y a siete cabecillas de la guerrilla

domingo, 4 de febrero de 2018

Nelson Mandela: 46664 Pájaros de libertad, por Cristina Castello


          En el atardecer del 2 de febrero de 1990, pudo respirar de nuevo a corazón abierto, después de haber sufrido 27 años de cárcel, acusado de ser Inocente. Nelson Mandela comenzó por tratar de cambiar su aldea para poder cambiar el mundo (Gandhi dixit). Había empeñado su vida en la lucha contra el apartheid, que segregaba a la población negra de Sudáfrica y la obligaba a vivir de manera infrahumana. Por cierto que para aquel régimen discriminatorio esto fue suficiente para considerarlo un «terrorista».
         La respuesta del gobierno sudafricano ―hambriento de injusticia y de la mano de la CIA yanqui― al intento ininterrumpido y heroico de terminar con la exclusión, fue una cifra. Una cifra atroz.
         46664.
         46664 fue el número de prisionero que selló a Mandela tras las rejas, primero en la mazmorra de Robben Island y luego en la de Pollsmoor.
         Pero también fueron 46664 las palomas que surcaron el cielo hace veinte años, el día de la liberación del pájaro de la libertad, el 2 de febrero de 1990.
         Mandela había abierto sus ojos a la vida el 18 de julio de 1918 en Umtata, Sudáfrica, hijo del jefe de la tribu de los Tembu, quien lo bautizó Rolihlahla. Después de la educación primaria en una escuela de misioneros británicos, hizo el bachillerato en artes y luego la carrera de abogado. A los 24 años se inició en la política, durante su tiempo estudiantil en Johannesburgo y se incorporó  al Congreso Nacional Africano. (ANC). Desde allí, con otros jóvenes, se dio a la tarea de rescatar de la exclusión a millones de trabajadores casi esclavos, a campesinos de zonas rurales y a profesionales.
         Portar sangre negra en las venas, era ―y es, aún― un estigma y una condena, para un mundo sin piedad. Pero nuestro hombre soñaba con la emancipación.       Mandela ama la música de Händel y de Tchaikovski y su vida inspiró a no pocos músicos, que convirtieron su itinerario de piel negra y albas interiores, en canción. Él ama la escritura, los libros y el cine: su propia historia fue llevada a la pantalla, en «Invictus», flamante filme de Clint Eastwood, protagonizado por Morgan Freeman y Matt Damon. Ama los atardeceres, amó a sus tres esposas, con la última de las cuales ― Graça Machel― se casó cuando tenía 80 años. «Quiero al ser humano. Es un símbolo, no un santo», dijo ella de su marido.
         Sí. Mandela es un ícono de la paz y de la entereza para enfrentar la adversidad,  y un emblema de la resistencia ante la menor posibilidad de renunciar a sus principios, aunque eso lo haya sumido en más y más años de prisión.

Pájaros del amor
         «En prisión uno está frente a frente con el paso del tiempo. No hay nada más aterrador», había escrito Mandela en su celda, que es hoy un sitio de atracción turística. ¿El morbo no tiene límites, como parece tenerlos la memoria?
         Después de los primeros años de prisión, nuestro hombre no era para los jóvenes, más que una referencia, un recuerdo vago, sólo una mención. La conciencia pública no guardaba con interés su nombre ni su lucha: era un candidato para el olvido. Pero estaba Winnie.
         
Con Winnie, su 2ª esposa, en 1990
Winnie fue su segunda esposa, después de Evelyn ― su amor de juventud― con la cual estuvo casado en el período 1944-1950 y con quien tuvo cuatro hijos. A Winnie, una trabajadora social ―un huracán de pasión― la desposó  en 1958 y la pareja tuvo dos bebés.
         Inteligente, bella, infatigable, tomó la antorcha, a pesar del odio y las persecuciones de la policía. Fue varias veces arrestada, se convirtió en un símbolo de la resistencia y fue conocida entre la población negra, como Madre de la Nación. Fue tal su fuerza y tan potentes sus convicciones que, con el tiempo, surgió como una figura en sí misma, más allá de Mandela.
         Se separaron en 1996. La pasionaria sudafricana se habría rodeado de un grupo violento, en resistencia por la cárcel de su amado, y por las masacres con que el Poder causaba millares de muertos; la cometida en Soweto, es un «ejemplo» del horror que el hombre puede causar al hombre.

El grupo de Winnie fue implicado en acusaciones de asesinato, secuestro y violación; y ella misma, en 1991 fue juzgada por el supuesto asesinato de un escolar. No fue condenada. El hombre de los pájaros de libertad la acompañó en todo momento, pero luego ambos anunciaron el fin del matrimonio. Fue entonces Zinzi, una de las hijas el matrimonio, quien escoltó y representó muchas veces a su padre en el extranjero. Él había sido elegido presidente de su país en 1994, cargo que mantuvo hasta 1999.

Pájaro de la paz
         «Siempre he atesorado el ideal de una sociedad libre y democrática, en la que las personas puedan vivir juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal para el que he vivido. Es un ideal por el que espero vivir, y si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir».
         Con esta declaración de principios, Nelson Mandela cerró su alegato ante la justicia en 1961. Las supuestas «causas» de su detención y acusación de alta traición, había sido su resistencia frente al apartheid. Con aquellas palabras, desafiaba al Tribunal a condenarlo a la pena de muerte. El público lloraba en los palcos; las Naciones Unidas habían impuesto sanciones contra Sudáfrica y la resistencia contra la ignominia era cada vez mayor, pero el líder sostuvo en palabras la actitud de toda una vida, con la serenidad de la verdad, con esos valores que lo mantuvieron erguido, cuando todo zozobraba.
         Y siguió ese camino. En 1985, cuando llevaba 25 años de cárcel, resultaba una molestia para el gobierno sudafricano, a causa de la presión internacional. Entonces, le ofreció la liberación, con ciertas condiciones. Entonces, Mandela ―a través de una carta que leyó su hija Zini― esgrimió de nuevo su esencia incorruptible. Rechazó dejar las rejas, hasta que toda la población negra alcanzara sus derechos.
Fue una conducta que le valió cinco años más de prisión. En 1988, en el estadio Wembley de Londres, miles más miles de personas celebraron su setenta cumpleaños, en un concierto que vieron millones de personas en todo el mundo. «Te saludamos Nelson Mandela. Y queremos verte a ti y a los otros prisioneros políticos en libertad», bramó la voz del cantante Harry Belafonte y su voz estremeció al Poder.
El día del vuelo de las 46664 palomas, cuando las calles recuperaron los pasos del hombre de piel azabache para transitar la libertad, él habló de reconciliación. ¿Reconciliación con el opresor? Mandela explicó la necesidad de evitar una masacre: «si no, la única sangre que correría sería la del hombre negro», sentenció.
          Es curioso, el líder había dicho siempre que el enemigo era la supremacía blanca y, sin embargo, hasta el blanquísimo ex-presidente Pik W. Botha, uno de los responsables de sus 27 años de cárcel, pensó que su víctima era la única esperanza hacia una salida pacífica.
         En 1948, el Partido Nacional había ganado las elecciones, donde sólo los blancos tenían permitido votar, y empezó a instalar el apartheid. Y casi hasta los finales del siglo XX, el Poder en Sudáfrica provino de ese partido y de la Iglesia Reformista Holandesa. En aquel año, entre otros códigos que deberían ser extraños a la naturaleza humana, se establecieron una serie de normas, como la Ley de Clasificación Racial, la Ley de Matrimonios mixtos, que prohibía las uniones entre personas de diferentes razas y la Ley de Áreas, que confinaba a los negros a vivir en zonas delimitadas.
         Por cierto, estos horrores no existen ya, en la evidencia cotidiana, sino disfrazados de democracia; y hay otros horrores: siempre hay más. ¿Pudo Mandela cambiar su aldea, su África del Sud? ¿La idea de reconciliación fue una idea o es una realidad? Todo parece indicar que fue sólo un sueño.
         Este hombre ejemplar dejó un surco; él es una huella y una antorcha, pero la historia enseña que tratar de negociar con el enemigo en el Poder, aunque sea con la más sana intención, sólo lleva al influencismo. A creer que, dentro de las filas del enemigo, se podrá influenciar, sin pensar que siempre es el enemigo quien decide sobre la vida de las personas. Hoy gobierna Jacob Zuma, negro y en representación de negros y mestizos. Pero, ¿gobierna para los excluidos, por la justicia y la igualdad, tan caros a Mandela?

¿Pájaros libres?
         En 2004 Nelson Mandela se retiró de la vida pública. «No me llamen, yo los llamaré», dijo. De cualquier manera, continúa trabajando por la paz, como gran estadista y se dedica muy especialmente a combatir el SIDA, desde  hace mucho; su hijo ― Makgatho― murió a causa de esa enfermedad en 2005, a los 54 años, y son más del 20% las personas que la padecen en las tierras sudafricanas.
         Hoy, a pesar del sacrificio de 27 años de prisión de Mandiba― así lo llaman, con ese título honorario que daban los ancianos de su tribu― el dolor recorre los senderos de su país. La pobreza aumenta en progresión geométrica, según las cifras oficiales hay un 26% de desempleados, que en realidad es del 40%. La lucha contra el apartheid parecía ganada y, de hecho, el apartheid no existe en lo formal; y los adeptos al gobierno, y en particular el Partido Comunista, afirman que están dispuestos a «matar o morir» por Zuma.
         En los hechos, la clase dirigente es la misma del apartheid. Un hombre de raza negra gobierna, sí. Pero sigue tutelando a una minoría. Más del 43% de la población vive con menos de 22 euros por mes; y ya desde 1994 las tierras están distribuidas con cifras que cuentan la verdadera historia: el 3,6 por ciento de ellas es para los negros; y más del 80% para los blancos.
         Para mantener el sistema, estas políticas aseguran la perpetuación del sistema del apartheid. Dicho sin máscara: garantizan la súper explotación de la población negra y refuerzan los obstáculos para la constitución de una nación unida y soberana.
         9855 días de `prisión, 27 años de 46669 pájaros sin libertad. Y ahora, ¿qué?
          El carnaval del mundo engaña tanto....*
*Juan de Dios Peza
Cristina Castello, 30 de enero de 2010- Publicado en revista "Open", México